A contraquerencia de los tiempos. Este es un lugar pasado de moda, irremediablemente demodé; como una taberna aislada en la era de los pubs y las discotecas: vacía, silenciosa, sombría, con el dueño acodado en la barra, ataviado con su mandil, entre el olor a madera y vino. Este blog es como esa taberna, condenado a desaparecer.
Ya están las gitanas guapas, con sus delantales blancos de puntilla, haciendo buñuelos pa la feria. De color moreno ellas, como el chocolate. Ya están ahí, entre las calores del perol, cazando del aceite hirviendo las rosquillas fritas con sus varas de madera. Que en feria nunca falten unos buñuelos morenos a las claritas del día ni un bayón gitano, como aquel que Quintero, León y Quiroga compusieron para Luisa Ortega en 1954.
Parece el Puente de Triana, pero se trata de París; y el río no es el Guadalquivir, sino el Sena. El puente de la foto se llama del Carrousel y fue inagurado trece años antes que el sevillano (1834 y 1852, respectivamente). Puede considerarse un "padre" arquitectónico. Su construcción fue encargada a Antoine-Rémy Polonceau, quien diseñó un puente en arco sustentado sobre una compleja estructura de hierro y madera.
A sus colegas parisinos -amantes de los puentes colgantes- no les convenció el resultado y, con guasa digna de Andalucía, llamaron a los círculos metálicos que adornaban su estructura ronds de serviette (aros de servilleta). Sin embargo, muchos artistas impresionistas se sintieron atraídos por su gracia y esbeltez, incluido Van Gogh, que lo plasmó en 1886, o Camille Pissarro, en 1903.
A causa de su escasa anchura (menos de 12 metros) e inestabilidad desde que aparecieron los primeros automóviles, el puente del Carrusel acabó siendo demolido en 1930. Ahora es una moderna y funcional construcción de hormigón sin encanto.
En Sevilla, donde también tienen una extraña habilidad para arrasar con las joyas de su patrimonio (sólo hay que recordar las setas de la Encarnación o la Torre Pelli), se antoja un milagro que el puente de Isabel II, conocido como de Triana, siga en pie. Para aumentar su solidez, los ingenieros franceses responsables del diseño -preveyendo, seguramente, el peso de las hermandades de La Esperanza de Triana, La Estrella, El Cachorro, La O y San Gonzalo- eliminaron la madera y emplearon exclusivamente hierro y piedra. Pero, a buen seguro, si el puente de Triana continúa en pie no ha sido gracias al material utilizado, sino por la protección de don Juan Belmonte, que vigila desde el Altozano, y de la pintoresca capilla del Carmen, El Mechero, construida por Aníbal González en 1928.
A falta de cuadros impresionistas, el puente de Triana ha sido motivo de incontables coplas y sevillanas. Una de mis favoritas es "La rosa del Altozano", obra poco conocida de Rafael de León y Arturo Pavón, marido de su primera intérprete, Luisa Ortega.
"Los ojitos del puente que están pendientes de aquellas ducas, lloran un son de fragua que lleva el agua hasta Sanlúcar".
Y por cambiar de palo, también son hermosas las sevillanas de Manuel Pareja-Obregón tituladas "Perdónala" y "Cuando paso por el puente".
"Cuando paso por el puente, Triana. Contigo vida mía, Triana. Pa´mirarte solamente, Triana. Me muero de alegría.
Porque tienes unos ojos, Triana. Igual que dos luceros, Triana. Y una clase de hechura, Triana. Que vale el mundo entero.
Si por otro me dejaras, Triana. De pena moriría, cariño. Te quiero y te querré. Eres mi norte y mi guía, Triana. Triana y olé".