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lunes, 27 de julio de 2015

¡Eran Miuras, miopes!

Foto de Cayetano Talens

La Feria de Julio de Valencia ya tiene triunfador: Rafaelillo. El murciano toreó primorosamente este domingo, arrastrando la muleta por el albero, enganchando las embestidas y rematando detrás de la cadera, templando, cargando la suerte, dejando remates desmayados... Una lección de toreo clásico y del caro, unánime e intemporal. Este derroche de magisterio no lo hizo ante un Victoriano del Río, un Zalduendo, un Garcigrande o un Núñez del Cuvillo. Ni por asomo. ¡Eran Miuras! Rafaelillo curó ayer más de una ceguera, rehabilitó a algunos cortos de vista -profesionales, aficionados y periodistas-, quienes sostienen que sólo el "toro moderno" -previsible y obediente- permite el triunfo del torero y el disfrute del público. Ante los Miuras también se vence... y hasta la Diputación Provincial de Valencia lo ha reconocido. 

Los amantes de la emoción, la casta, la torería y la fiereza del toro tenemos una deuda con Rafaelillo tras su hazaña en el coso de la calle Xátiva. Ayer se lanzó sobre el tapete de la temporada una carta decisiva: una corrida "torista" puede llevarse el gato al agua en cualquier feria. Este tipo de festejos, donde prima la emoción merced a la bravura del toro y la hombría de los toreros, no son el hermano pobre de los carteles de "figuras" y relumbrón. Y, para más satisfacción, Rafaelillo lo demostró en uno de los corazones de la Neo-Fiesta: Valencia. ¡Que eran Miuras, miopes!


Rafaelillo, que pudo haber cortado cuatro orejas, sólo paseó una al fallar repetidas veces con la espada. Este hecho arroja otra enseñanza: el toreo no es un deporte, por tanto, el resultado no se "mide" a través de un marcador. Las orejas no son goles. Hay faenas sublimes sin premio que quedan en la memoria por siempre. Y otras, atiborradas de despojos, que se olvidan al salir de la plaza. Últimamente, la Tauromaquia ha tomado una deriva triunfalista que la aparta de la épica: el héroe no siempre gana. Este domingo, Rafaelillo salió de la plaza a pie y su compañero Manuel Escribano -otro tío de las medias a la castañeta- se fue con la casaquilla, el chaleco y la camisa hechos trizas.  

domingo, 7 de junio de 2015

La "Semana Torista" o el reinado de Witiza


Con el tiro de mulillas arrastrando a "Arenero" (6º), terminó la Feria de San Isidro 2015; el mejor Miura -o el más noble- de un encierro aprobado in extremis que ha permitido ver a tíos que se visten por los pies, empezando por Rafaelillo, que ha dado una clamorosa vuelta al ruedo, roto en lágrimas por la emoción, tras jugarse el tipo con un cárdeno bragado de nombre "Injuriado" (4º) que le enredó en los bordados de la taleguilla. El murciano, valeroso y a la vez tremendamente entregado, desmayó la mano para torear al natural; sin embargo, dos pinchazos antes de la estocada impidieron que su buen oficio fuera premiado con una oreja de ley.


La otra cara de la moneda -la cruz- cayó en el bolsillo de Marco Galán cuando banderilleaba al peligroso quinto, que andaba buscando carne con la cara por las nubes. El subalterno de Javier Castaño -que previamente había lidiado muy bien al segundo Miura- sufrió una cornada en el escroto, un puntazo a la altura de la cadera y múltiples contusiones. No ha sido el único valiente, pues sus compañeros, Ángel Otero y Fernando Sánchez, protagonizaron un emocionante tercio de banderillas ante "Aguilero" (2º), un verdadero pulso de raza y gallardía que la plaza supo valorar con una cerrada ovación, a pesar de que algunos rehiletes cayeron traseros. El público, en cambio, se mostró más cicatero con Castaño, quien también tragó paquete en dos dignas actuaciones. 


El único torero que no terminó de romperse durante la Miurada fue Serafín Marín, cuyo lote fue especialmente castigado en el caballo. De todos modos, a la corrida de Zahariche le faltó casta y bravura. Los tres primeros toros rozaron -o alcanzaron- la invalidez... y no hay nada más triste que un Miura rodando por el suelo. La "Semana Torista" ha sido un horror, oscuro e incierto igual que el reinado de Witiza. Como escribir "entre tinieblas" no es aconsejable, dejaremos para mañana el resumen de la feria. Por hoy, mi rendida admiración por los toreros, de oro y plata, que han hecho el paseíllo ante el atragantón de los Miuras.

lunes, 27 de abril de 2015

Saetas, toreros caninos y Miuras

Estrellita Castro cantando una saeta (Sevilla, 1942)

Manuel Jiménez Centeno podría considerarse el padre de la saeta moderna. Nació en la sevillana Puerta la Carne en 1885 y, antes de dedicarse al cante, sintió la llamada del toro. Siguiendo su primera vocación y ayudado por un tío materno -el afamado matador José Centeno-, se hizo banderillero y después novillero, pero la aventura duró poco, pues a los tres años colgó el traje de luces al recibir varias cornadas. Tiempo después, reconocería en una entrevista a El Liberal:

"Me da la afición por el toreo y salgo el año 1907 como banderillero. Verme la gente y decir aquí hay un matador de toros, todo fue uno. Ese mismo año marcho a Méjico con mi tío José Centeno, que fue gente en el toreo, y estoy allí un año. Regreso y debuté en Sevilla como matador, con Cuatrodedos y Morenito Chico de San Bernardo. Se me dio regular, y toreo seis novilladas, alternando con Angelillo, Ostioncito, Punteret y varios más. De estas corridas sacan mis amigos la impresión de que yo no soy banderillero ni matador, sino un buen torerito. ¡Y desgraciado de aquel que le digan que es un buen torerito. Hay que ser torero a secas, no toreador ni torerito. ¡Como no se sea torerazo, malo!".

Manuel Centeno con su tío, el torero José Centeno

Resultó que Centeno tenía la torería en la voz y no en los trastos. Afortunadamente, el hambre le hizo encontrar el camino y, tras su desafortunado lance taurino, se hizo cantaor de flamenco. En aquella entrevista para El Liberal, explicaba: "Yo empecé a cantar en un día raro. Era torero. Tenía mi coleta y todo. Llegué a mi casa a la hora en que se suele almorzar, y aquel día no había de qué. Con mi coleta, con cuerpo para pensar en otra cosa, en vez de pensar me puse a cantar tarantas y granaínas y fuera porque tenía el cuerpo vacío, o porque cantara con más sentimiento aquel día, lo cierto es que escuché más de una vez decir que me las podía buscar por el cante, y decidí buscármela".

"El Emperador de la Saeta"

El escritor Antonio Puente Mayor, en su libro Cofrades de Leyenda, resume así la trayectoria del Emperador de la Saeta: "Centeno fue un hombre muy polivalente, ya que además de cantaor fue novillero, actor y tenor de zarzuelas. En la Semana Santa de Sevilla llegará a ser el saetero más cotizado, tanto que le bautizarán con el sobrenombre de Emperador de la Saeta. Suya es la mágica innovación de cantarle a la Cruz de Guía del Silencio al salir de su templo. Fue en el año 1926 y la letra comenzaba diciendo: Silencio pueblo cristiano....

El cantaor Manuel Torre

[...] Otro de los grandes fue sin duda el jerezano Manuel Torre, figura a la que se le llegó a considerar cantador de leyenda pese a ser un gitano analfabeto. Federico García Lorca decía de él, sin embargo, que era el hombre con mayor cultura en la sangre. Manuel Barrios recoge una anécdota del cantaor en su apogeo saetero en Sevilla, cuando llegó a hacer llorar al ganadero Eduardo Miura una mañana de Viernes Santo:

Cuando cierra el pellizco del último ¡ay!, la gente que asiste, pasmada, al acontecimiento no aplaude ni vitorea. Todos sacan los pañuelos, en silencio, y la plaza de la Encarnación se convierte en un inmenso aletear de palomas blancas que piden una nueva saeta a aquel hombre fabuloso a quien un gitanillo, que le acompaña, dice, señalando a don Eduardo Miura:
- Fíjate, primo, con la mala uva que se gasta criando toros y ahí lo tienes, que me los ha hecho llorar".

domingo, 26 de abril de 2015

Aprieten los dientes, que llegan los Miuras

"Matar una corrida de Miura es una medalla que el torero cuelga de la pechera de sus mejores recuerdos" (Vicente Zabala Portolés).
 
 
Este domingo, tres matadores lidian Miuras en Sevilla: Eduardo Dávila, Iván Fandiño y Manuel Escribano. La ganadería lleva anunciándose en La Maestranza 75 años seguidos, sin faltar una sola temporada a la cita desde 1940, cuando terminó la Guerra Civil. Aquel 20 de abril, fueron Pascual Márquez, Juanito Belmonte y "Manolete" los encargados de estoquear los toros de la A con asas. Un año después, Pepe Luis Vázquez puso el kiosco boca abajo cortando dos orejas al Miura que cerraba plaza. En una entrevista publicada por El País en 1985, el torero de San Bernardo contaba: "Que no se dé cuenta de que le tienes miedo. Sobre todo, que no se dé cuenta, porque entonces abusa de su poder y ya no tienes dónde meterte. Estos toros entienden lo que pasa y, sobre todo, ven si eres débil. A mí me ha revolcado algún Miura, pero nunca he tenido una cornada grave. ¿Sabe por qué? Porque, si he tenido miedo, no me lo ha notado. Me he puesto cerca y he apretado los dientes".
 
 
 
En la misma entrevista, Pepe Luis recordaba que, hasta los cincuenta, ningún torero que se preciase cerraba la temporada sin haber lidiado un par de corridas de Miura. "Lo que de verdad diferencia a este toro es su personalidad, una especie de capacidad psicológica para darse cuenta de cuándo es dueño de la situación. Cuando sale el toro bueno, es bueno de verdad, te haces con él, y como son largos, de bonita lámina y bien armados,  la corrida es un lujo. Pero si te achicas, se da cuenta y entonces va por ti".
 
 
Para que este domingo, la corrida de Miura en Sevilla, la septuagésima quinta desde 1940, sea un lujo. Y que nadie se achique.

lunes, 9 de junio de 2014

Un Miura con zahones filigranados


La plaza pidió la vuelta al ruedo para el segundo Miura, que tenía bonito hasta el nombre: Zahonero. Sólo le faltó emplearse de verdad en la segunda y la tercera vara, propinada por Fernando Sánchez. Por lo demás -no existe el toro perfecto-, espectacular la movilidad, el galope, la prontitud y la transmisión de aquel Zahonero cárdeno de 611 kilos que, junto a Cartuchero del Puerto de San Lorenzo, opta por llevarse el premio al mejor toro de este San Isidro 2014.
 
 
Aguilero, otro cárdeno lidiado en tercer lugar, tuvo incluso más calidad, haciendo el avión tras el vuelo de la muleta, aunque no transmitió tanta emoción como Zahonero... Poca gente de ciudad sabe qué es un zahón; especie de mandil, elaborado con cuero, atado a la cintura y a la pierna, que sirve para resguardar el traje durante las tareas camperas. En Zahariche, donde el tiempo no transcurre y se respetan las costumbres más nuestras, se sigue usando. Esta tarde, mientras toreaban a Zahonero, me venían a la cabeza los versos de Rafael Peralta...
 
 
Camisa de tela blanca,
chalequillo y guayabera
y botos de caña alta
con pantalones de vuelta.

Zahones filigranados
con el arte de La Puebla
y "pa orientá" a mi caballo
espuelas con siete estrellas.

Las acciones en su punto,
la cincha que esté "ajustá",
la muserola en su sitio
y en su punto la "barbá".

Que en la vida y el caballo
todo tiene su medida,
como el hablar lo preciso,
como el beber manzanilla.

Son las costumbres más nuestras,
los gestos de un caballero,
que al buen jinete se ve
hasta al quitarse el sombrero.
 
 
Mala cosa acordarse de poemas cuando en el ruedo hay un toro para cortarle las dos orejas... Quizás, la caída del sol sobre la última tarde de San Isidro y el fulgor de un verano que despunta, invitaban a la lírica. Cantigas aparte, el regreso de Miura a Las Ventas ha resultado sumamente entretenido. Lástima que el quinto (devuelto) y el sexto (una pintura de guapo), por su falta de fuerzas, desdibujaran un poco la corrida; mientras que el cuarto salió noble (a menos), y el primero fue el más peligroso. Pero, volviendo al principio, yo habría sacado el pañuelo azul para Zahonero... Llevaba filigranas en la embestida.
 
Fotos de Juan Pelegrín, que merece unas vacaciones
 

lunes, 21 de abril de 2014

Media de Miura y un pulso fallido

Ni el bueno fue tan bueno... ni el malo fue tan malo. Hablo de los Miuras en Sevilla, que se quedaron ahí, en un agujero negro que absorbe la casta entre Zahariche y La Maestranza. Para festejar el Domingo de Resurrección, no se lidió ningún toro de bravura excepcional ni ningún arranca-cabezas. Los dos ejemplares "medio-buenos" fueron primero y segundo y, los demás, salieron "medio-malos". Todos bonitos y bien presentados, eso sí. La gran incógnita a resolver es: ¿cómo es posible que, con unos toros así, la miurada durase tres horas?
 

Manuel Escribano y Daniel Luque apostaron por la cantidad, no por la calidad. Mucho pase plomizo, como el cielo de Sevilla. Confirmaron las sospechas que algunos albergábamos: son malos lidiadores, espesos y poco resolutivos a la hora de adaptarse a sus toros. En otras manos, la miurada se habría despachado en dos horas y, sin ser excesivamente optimistas, se habrían paseado dos orejas. La realidad fue otra bien distinta: seis silencios como seis Maestranzas. Pulso fallido. Pero esto, como digo, algunos ya nos lo temíamos. La decepción, por tanto, vino de la ganadería de Miura. Esperábamos otra cosa. Más café cargado y menos leche desnatada.

 
La afición, sin embargo, que es bendita, peregrinó hasta la plaza a pesar de que el pronóstico meteorológico aconsejaba lo contrario. El sol estaba lleno y la sombra, casi. Tres cuartos de entrada en total. Los acentos en el tendido sonaban variopintos. Mucho francés y medio Aljarafe sevillano. Al sexto, cuando el cielo volvía a teñirse de cárdeno oscuro, una voz gritó: "¡Mátalo ya, Luque, que nos mojamos!". Y así acabó la cosa. Como sopas de camino a casa.

 

domingo, 23 de febrero de 2014

El Viti vuelve a Las Ventas: "No nací para torero: nací con afición por los toros"

Tras abrir la Puerta Grande en catorce ocasiones, el 24 de mayo de 1979, Santiago Martín "El Viti" decidió despedirse de Las Ventas con una corrida de Torrestrella. Paquirri y Palomo Linares completaban el cartel. El Viti no podía decir adiós a Madrid de cualquier manera, por eso, antes de aquel San Isidro, quiso ver en el campo los toros que Álvaro Domecq tenía reseñados. Al llegar a los Alburejos, distinguió dos lotes de muy distinto trapío: los ejemplares más serios estaban destinados para ser lidiados en Arles; los más pequeños, en Madrid. Inmediatamente, exigió al ganadero que llamase a los empresarios para intercambiar el destino de ambas corridas. "Si la más grande no va a Las Ventas, no toreo". Cuando hoy le preguntan por qué tomó aquella decisión, responde sin dudar: "¡Esas cosas siempre las han hecho los antiguos! Dicen que Madrid da y quita. A mí Madrid no me ha quitado nada. A quien tiene algo que dar, Madrid nunca le quita".
 
 
"No hay corridas de toreros, sino de toros. Si sale el toro con emoción, siempre habrá toreros dispuestos a ponerse delante. Pocas veces se ha ponderado al toro, el único ser al que le debemos todo". El Viti sigue hablando despaciosamente, como toreaba. Para su regreso a Las Ventas, en esta mañana de febrero invitado por la Peña de José y Juan, ha elegido chaqueta azul marino, camisa celeste y corbata de color amaranto. Tiene buen aspecto y la piel del rostro curtida de pasar horas bajo el sol de Salamanca. Apenas mueve la mano derecha. Sólo gesticula con la izquierda. Su mano. "No todo el mundo acierta con la profesión que elige. Yo sí porque decidí ponerme delante del toro. Sin embargo, no he acabado de saber torear. Lo digo sin modestia. Ésta es una profesión inacabable gracias al toro".
 
 
Entre el público, le escuchan, atentos, varios alumnos de la Escuela Taurina de Madrid. "Yo fui más amigo de personas que podían ser mis padres o abuelos que con gente de mi propia edad. Solía arrimarme a los viejos a ver si se me pegaba algo. He sido poco preguntador y sí un gran copista. Creo que he copiado a todo el mundo, incluso a becerristas, pero haciéndolo a mi manera. El toreo es una continuidad. Creo que todos hemos aprendido de todos. Ningún toro ni ninguna faena son iguales".
 
 
"Al conversar con mis compañeros, ¡qué pocas veces los toreros ven un buen toro! Al contrario, siempre ven las pegas. Casi nadie dice que podría haber estado mejor...", habla un hombre que, en 1965, exigió torear Miuras en Las Ventas. Quizás, por eso, y por otras proezas, ha puesto hasta la bandera la sala Antonio Bienvenida con aficionados de todas las edades. "En los toros, yo he sido público y aún sigo siendo público". Lo corroboro: la pasada feria de Salamanca lo vi en La Glorieta, donde Antonio Ferrera le brindó un espectacular tercio de banderillas durante la corrida del Puerto de San Lorenzo.
 
 
"No nací para torero: nací con afición por los toros. Antes, nos hacíamos toreros. Todavía no he acabado de llegar donde quería. Insisto: esto es un aprendizaje continuo".
 

domingo, 15 de septiembre de 2013

En esto consiste la tragedia del héroe

Siempre existieron personas mezquinas que celebraron la caída de quien luchó a brazo partido contra la mediocridad. Es una ruindad tan antigua como la historia del hombre. Por eso, cuando el pitón del Miura encontró el cuerpo de David Adalid en Nîmes, algunos se alegraron. Dijeron que se trataba de una temeridad innecesaria, de una angustia injustificada y de una imprudencia fruto de la sed de protagonismo. Esas personas viven en una sociedad cortada a su medida, una que premia a quien no destaca, a quien va en el medio, en silencio, sin despertar envidias y pasando desapercibido. Quien se comporta, al fin y al cabo, como un subalterno, en el sentido más peyorativo del término.
 
 
Sin embargo, David Adalid es un torero que va en contra de la corriente (¿acaso no fue un David quien se enfrentó a Goliat?). Tras luchar como un jabato en los brazos de sus compañeros que trataban de impedir que volviera a salir al ruedo, no tenía necesidad de clavar el último par al Miura que ya le había herido tras no obedecerle al quiebro. Al menos no una necesidad "externa" o material. Su valor y pundonor nacía de él, de la obligación de demostrar que es un profesional extraordinario, un hombre de una pieza. Lo que antes llamábamos heroicidad, hoy se ha convertido en imprudencia o ansias de protagonismo, al menos para los espíritus mediocres. 
 
 
Lo que ha diferenciado a la Fiesta de cualquier otro espectáculo plástico o visual no ha sido su carácter artístico, sino su vertiente heroica y a veces trágica, la que emociona y sacude la conciencia. Este sentimiento es la pura esencia de la Tauromaquia y su justificación a través de los siglos. La caída en el ruedo y el posterior alzamiento del héroe que rebasa los límites para defender su honor es, pues, una metáfora de la actitud con la que todos deberíamos encarar la vida. Alabar o criticar a Adalid retrata hoy nuestras glorias y miserias.
 
 
Por eso, la voz entrecortada de Javier Castaño, su sentimiento de culpabilidad por no haber evitado la cornada y los ojos acuosos cuando despachó al Miura que había herido a su torero de plata, descubren al tipo de persona que tenemos ante nosotros. Porque, otra constante a lo largo de la Historia, ha sido que los hombres extraordinarios han caminado juntos. Eso también va por el resto de la cuadrilla de Castaño. Y por Fernando Robleño, por supuesto, testigo de lo que sucedía, y que previamente se había jugado la vida como un hércules en el anfiteatro de Nîmes. En todo esto consiste la grandeza y la tragedia del héroe.
 
Toda la cuadrilla arropa a Adalid quien, al despertar, lo primero que ha dicho ha sido:
"Apoderado, esta noche cenamos suero".
 
 

miércoles, 17 de abril de 2013

La mañana de feria

Quisiera llevarte, mujer, a la feria de Sevilla, porque si es verdad que estuve muchas veces, no sabré decirte cómo es. Para escribir de la feria de abril no es suficiente ser escritor; es necesario saber pintar, saber montar a caballo como un garrochista, y quizás también saber tocar la guitarra. Y después de todo esto tampoco te haría sentir lo que los andaluces llaman duende, que es algo así como el espíritu de las cosas que nos rodean y que al parecer vive en la feria. La feria de Sevilla hay que verla. Si no la has visto, si no la has vivido, por mucho que leas de la feria, nunca sabrás cómo es la feria de Sevilla.

 
LA MAÑANA
 
Tiene la mañana de la feria un aire especial, y no me refiero al aire que se respira, filtrado por campos verdes y parques (María Luisa) florecidos, sino a su aire, a su gracia, a su movimiento, a su empaque, a su estilo.
 
Ese caballo de cuello arqueado, con la cara metida, en doma de garrochistas. Ese jinete, que en el brazo derecho de mano entreabierta, se adivina, se ve la garrocha. Al pasar huele a marisma.

 
Esa mujer que cabalga, vestida de chaqueta corta y falda negra, sombrero ancho, muy encajado en la frente, dándole sombra a los ojos de sombra, moño bajo y sin flores en el pelo. Las flores tienen su hora, su sitio y su atuendo: el palco de la plaza de toros, el coche por la tarde. A caballo, no. A la feria, ni mujer a la grupa con flores en el pelo, ni vestido de lunares. Esta es la estampa de la romería, del Quintillo o del Rocío. No digo que no se vean: lo que digo es que no debieran verse. El señorío de la feria debiera cuidarse más.
 
La feria por la mañana tiene una tradición de campo, estilizada, que no desvirtuada. Es el campo vestido de limpio, acaso estrenando traje de día de fiesta; más bruzado el caballo, más nuevos los atalajes del coche, y más pulcro el cochero; pero todo al estilo del campo andaluz, que huele a toro bravo, y a rodeo de ganado, y a caballo sudoroso en el acoso, y a hierba pisoteada en el galope.

 
Vamos hasta la Venta de Antequera a ver las corridas. Antes se presentaban en la Venta Vieja, cantada por Villalón, al final de la Palmera. Estaba todo más a mano; de una galopada llegabas. Hacían parada los toros en el Cortijo de Cuarto. Este nombre de cortijo y la ganadería de Miura tienen el mismo eco, el mismo apartado en el recuerdo. Todos los días del año, con agua o con sol, venía don Eduardo, el ganadero, en su coche de mulas, al Cortijo de Cuarto. Aquí tenía los toros de salida y aquí apartaba sus famosas y temidas corridas. Apartaba el ganadero. En el Cortijo de Cuarto, no pasaba la alambrada del cercado de los toros ningún hombre de chaqueta larga.

 
La víspera de la feria iban llegando las corridas conducidas por garrochistas que venían del Cortijo de Cuarto. ¡Qué garrochistas aquéllos! Ni un sombrero mal puesto, ni una garrocha mal cogida, ni un caballo mal llevado. Era el cuadro de Las Lanzas.

 
Con la del Conde de Santa Coloma, venían a caballo el Duque Mauricio Gort y doña Sol, nombre con que Sevilla conocía con respetuoso cariño popular a la Duquesa de Santoña. Toros de aristocracia. Toros de frac y guante blanco -les llamó "Don Modesto"-, y la metáfora es muy acertada, si el toro es negro, botinero, de larga y sedosa cola. Joselito mató seis en una corrida de feria de San Miguel, y cortó la primera oreja que se dio en Sevilla [...] Cerraban la corrida de Miura los hijos de don Eduardo, Antonio y Pepe, con Naranjito y Aurelio y otros garrochistas. ¡Ay, cuánta garrocha partida!


Fotografía tomada del blog de Julio Domínguez Arjona
 
Era un espectáculo ver entrar a los toros, con las paradas de bueyes iguales, como de ganaderos de rumbo y buen gusto. Los capirotes de Santa Coloma, los berrendos de Miura, con sus cencerros sonoros, como para que no oyeran otro ruido los negros toros que arropaban en la carreta. El campo llegaba hasta la Venta de Antequera, que es la puerta taurina de Sevilla, y aquí sale a recibirles la ciudad. Ya no son los toros del ganadero, ya son del público que se agolpa en los tapiales y los mira desde todos los ángulos. El ganadero se ha alejado; sus afanes, sus desvelos, terminaron en la Venta. Su preocupación por la lluvia, por la falta de piensos, por las epizootias, aquí se quedaron, porque aquí acabó la vida del toro. Ahora, ¡qué Dios nos dé suerte el día que se lidien! Todo esto lo piensa el ganadero, y disuelve la pena de apartarse de sus toros en una copa de vino, que es el agua de azahar de los hombres que tienen callo de garrocha. Es muy bonito ver entrar los toros, como es muy bonita la corrida. Pero todo lo de los toros, con ser muy bonito, tiene su reflejo triste, que, afortunadamente, no se ve.
 
GREGORIO CORROCHANO
"Cuando suena el clarín" (1961)

martes, 22 de enero de 2013

La encrucijada de los Miuras


En nuestro querido, vehemente y particular planeta de los toros, lo mediocre se ha convertido en triunfo y lo ordinario en gesta. Este año, al fin, las figuras han decidido echar la pata pa´lante y salir del sota, caballo y rey (Cuvillo, Garcigrande y Victoriano del Río) para lidiar otras ganaderías menos "amables". Talavante ha pedido matar seis Victorinos en Madrid, Manzanares también ha elegido un Albaserrada de la "A" coronada para su encerrona en Sevilla y El Juli, herido en su amor propio, previsiblemente, se va a apuntar a la tradicional corrida de Miura que viene cerrando la Feria de Abril. Irreprochables decisiones que deberían tomarse con mayor frecuencia.

Fotografía: Tierras Taurinas

Llega a mis oídos la noticia de que, para la de Miura en Sevilla, va cogiendo fuerza la opción de montar un "mano a mano" entre El Juli y Javier Castaño, torero que esta temporada, al igual que la anterior, ha pedido matar toda la camada que pasta en Zahariche. Esta atractiva idea, al parecer, ha sido de los propios ganaderos, Eduardo y Antonio, quienes, deseosos quizás de agradecer la fidelidad y valor de Castaño, ya la han compartido con la empresa Pagés. De momento, Canorea ha aceptado, el torero charro también y ahora sólo falta conocer la opinión del Juli.

El Juli con un Miura en Valencia en 2006

Sin embargo -ya asoma por chiqueros el toro de la adversativa-, se rumorea también que Julián anda meditando emular a Talavante en Madrid y estoquear la de Miura en solitario, dejando fuera del cartel a un torero que tiene ganado su puesto a sangre y fuego. El madrileño, que además de buen y poderoso diestro es extremadamente listo, bien sabe que el reto no sólo reside en elegir las ganaderías más exigentes sino también a los compañeros que podrían hacerle sombra. Confío en que El Juli acabará aceptando medirse con el mayor especialista en Miuras que hay ahora mismo en el escalafón. De lo contrario, ¿qué corrida matará Castaño? ¿Acaso le dejarán entrar en la de Garcigrande, Cuvillo o El Pilar? Ni mucho menos.

Javier Castaño con Miura en 2012

¿Y qué ganaría El Juli echándose al coleto el atragantón de seis Miuras? ¿No sobra y basta con tres? Aunque, tal vez, matando la corrida completa, el lote que salga de Zahariche sea menos imponente que el elegido si el cartel queda en un mano a mano. De momento, así están las cosas. Mientras los aficionados esperamos que cuaje la segunda opción, mi enhorabuena a los toreros que compiten con Miuras, Victorinos y similares. Y que nadie vuelva a echar la pata atrás.