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miércoles, 9 de septiembre de 2015

Farrucas, farrucos y amores que van de paso

La farruca es uno de los palos flamencos más modernos. Su origen se debe a los "farrucos", emigrantes gallegos y asturianos que recalaron en la Andalucía del siglo XIX para trabajar, generalmente, como temporeros. El diccionario de la Real Academia utiliza el término "farruco" para describir a una persona insolente o altananera (de ahí la expresión "ponerse farruco"). Etimológicamente, parece que la palabra procede del árabe y se empleaba para nombrar a un gallo joven. Explica Faustino Núñez que una de las características del cante de la farruca "es la utilización de la glosolalia, con el tran-tran-tran-tran-treiro, lo que lleva sin duda a acordarse de tierras gallegas".


La Farruca del Tran, compuesta por Córdoba y Mostazo, fue uno de los éxitos de Estrellita Castro, quien la interpretaba con inigualable salero bajando las escaleras de una casa de vecinos durante la película Mariquilla Terremoto.


Amores que van de paso 
Caprichos de una mujer 
No le hagas mucho caso 
Y deja el agua correr 
Déjala correr 
Que no hay voluntad en el mundo que la pueda detener.
Que con el tran tran tran treiro 
Treiro treiro treiro tra 
Que con el tran tran tran treiro…


A pesar de que Mariquilla Terremoto fue rodada por Benito Perojo en Alemania en 1938 (España se encontraba inmersa en la Guerra Civil), sorprende la actualidad de la letra, la cual justifica los antojos amorosos de las mujeres. En 2012, Diana Navarro rescató aquella farruca, adaptando una nueva versión. Setenta y cuatro años de diferencia, pero la misma canción. Y los mismos amores de paso imposibles de detener.

lunes, 8 de diciembre de 2014

Éxitos del pop bizarro


Algunos le llamaban "José Luis y su guitarra"; otros, "José Luis y su mandanga", pero su verdadero nombre era y es -puesto que aún vive- José Luis Martínez Gordo. Jienense, fiel a su corbata, empezó a cantar cuando estudiaba ingeniería en Madrid. Su primer disco, editado en 1958, fue un bombazo gracias al tema Mariquilla, dedicado a su novia de toda la vida, María del Carmen Dalmau, con quien se casó en 1959. Lo de "Mariquilla bonita, graciosa chiquilla" resultó un éxito sin precedentes tanto en España como en Sudamérica. Sonaba en todas las radios sin cesar, día y noche, de ahí que se ganara el apodo de "José Luis y su mandanga" o "José Luis y su tabarra".
 
 
En 1966, el romántico ingeniero José Luis se desmelenó: soltó su guitarra, cambió la corbata por una pajarita y compuso el reivindicativo tema Gibraltar español. ¿Qué droga le dieron? Nadie lo sabe.
 

 
Curiosamente, también en 1966, tal vez bajo la influencia de José Luis, se lanzó otro tema patrio, Piel de toro, de Rudy Ventura, engrosando la genial lista de éxitos del "pop bizarro".
 
 
Cumplida su misión evangelizadora-gibraltareña, José Luis sacó una plaza como funcionario de Obras Públicas y abandonó el mundo de la música. Pero otros siguieron su estela, casi a porta gayola, como el cordobés Tony Genil, que no dudó cantar las bondades de España rodilla en tierra.
 
 
¡Viva el vino, las mujeres, José Luis, su guitarra, Manolo Escobar, Estrellita Castro y el Corned Beef! Y Gibraltar español, por supuesto.
 

martes, 13 de mayo de 2014

El toro que mató a Pepe-Hillo

Joseph-Hillo, Joseph-Hillo,
el de la peineta grana,
que a marquesas enamoras
y en los cosos toros matas.
(Fernando Villalón)
 
 
El matador de toros sevillano José Delgado Guerra, llamado Pepe-Hillo (1754-1801), además de ser uno de los diestros principales de su época, por su fragilidad y gracia, también fue uno de los personajes más populares de su sociedad, muy admirado tanto por el pueblo llano como por la más alta aristocracia. Publicó en 1796 el primer tratado sobre el toreo, titulado La Tauromaquia o Arte de Torear, obra de referencia en la bibliografía taurina histórica. Sin embargo, pasó a la leyenda tras morir entre las astas del toro Barbudo, un negro zaíno procedente de la ganadería salmantina de don José Gabriel Rodríguez Sanjuán, de Peñaranda de Bracamonte. Tal día como hoy, un 13 de mayo, pero de hace 213 años, Pepe-Hillo era enterrado en la iglesia madrileña de San Ginés.
 

La cogida mortal de Pepe-Hillo en Madrid fue presenciada por la reina María Luisa, según se desprende de una carta que le envió a Manuel Godoy, y tal acontecimiento resultó tan impactante en todos los ámbitos, que el propio Goya, probablemente testigo presencial, le dedicó algunos grabados en su serie de La Tauromaquia. Menos conocido es el óleo titulado El toro que mató a Pepe-Hillo, también del pintor de Fuendetodos.
 
 
¡Huir!
Pero quedarse para ver,
para morirse sin morir.
¡Oh luz de enfermería!
Ruedo tuerto de la alegría.
Aspavientos de la agonía.
Cuando todo se cae
y en adefesio España se desvae
y una escoba se aleja.
Volar.
El demonio, senos de vieja.
Y el torero,
Pedro Romero.
Y el desangrado en amarillo,
Pepe-Hillo.
Y el anverso
de la duquesa con reverso.   
(Rafael Alberti)


El suceso de la cogida mortal de Pepe-Hillo fue difundido por el pueblo mediante pliegos de cordel en este romance compuesto por un tal Pimentel:
 
O Desgraciado Mancebo!
O desgracia tan proterva!
O! Quién le dixera a él
de que en esa tarde mesma
había de ser fragmento,
ó víctima de una fiera
de un Toro, que Castellano
es de Castilla la Vieja,
la divisa era morada,
y del toro su amo era
Peñaranda Bracamonte,
y el color la carta expresa,
que era de color muy negro,
como lo explican sus letras;
y á el tiempo de ir a matarlo,
tanto se arrestó, que á fuerza
de meterle bien la espada
(como acostumbraba) queda
la espada á el toro metida,
y el toro con gran fiereza
lo ha agarrado de tal suerte,
que por un bacio le entra
el cuerno, y por el pescuezo
de Hillo lo saca, el qual queda
por el tiempo de dos Credos
colgado de su cabeza,
y después lo despidió
cadáver; o qué tristeza.
 

Como decimos, Pepe-Hillo fue un personaje tan popular que, de los pliegos de cordel, saltó a la gran pantalla en 1929. Posteriormente, en 1943, se rodó La maja del capote, dirigida por Fernando Delgado, donde se narraban los escarceos amorosos entre el diestro sevillano y la maja Mari Blanca, interpretada por la inconfundible Estrellita Castro.

 
Actualmente, el nombre de Pepe-Hillo sigue en los labios de los sevillanos gracias a una popular taberna sita en El Arenal.
 
 

martes, 15 de octubre de 2013

¿Sabe que yo tengo un hijo como usted?


Hoy nos adentramos en el anecdotario coplero para hablar de la madre de Estrellita Castro, Sebastiana Navarrete, conocida popularmente como "La Sebastiana", una malagueña de irreprimible desparpajo casada con un pescador gallego. "La Sebastiana" trajo al mundo a una docena de niños, entre ellos a la guapa Estrella Castro Navarrete, a la que acompañaba en todas sus actuaciones. El primer viaje que Estrellita realizó a América supuso un verdadero tormento para su señora madre, que se negaba a ser vacunada. Finalmente, para ponerle aquella inyección, le contaron que todos los pasajeros del barco se hacían un pequeño e indoloro tatuaje... y así la convencieron. Fue tal la popularidad de "La Sebastiana" que, incluso, llegó a interpretar un pequeño papel en el Teatro Romea de Barcelona, donde actuaba su hija, protegida desde niña por el diestro Ignacio Sánchez Mejías.
 
Estrellita Castro
 
En cierta ocasión, Estrellita fue invitada a una recepción donde acudieron diversos personajes del mundo de la cultura, la diplomacia y la política. Y hasta allí se plantó con su inseparable madre. En un rincón del salón, "La Sebastiana" coincidió con el escritor Jacinto Benavente, al que le espetó con su habitual gracejo:
- ¿Sabe usted, don Jacinto, que yo tengo un hijo como usted?
- ¿Es también escritor? -le preguntó el Premio Nobel.
A lo que "La Sebastiana" respondió de improviso:
- No. ¡Es maricón!
 
Jacinto Benavente
 
Rafael de León no desaprovechó la oportunidad de escribirle una copla a la genial Sebastiana. En ella, la describe en el marco de su ventana, "recién lavada y en matinée", con el crepé, los rizadores, la peineta y el espejito. Una vecina cotilla que, mientras se acicala, va leyéndole la  cartilla a los "tunos madrugadores". Sólo con mirar los pies de los caminantes, reconoce quién pasa o deja de pasar. En esta copla, "La Sebastiana" se pasa la mañana diquelando (en caló: "estar pendiente de algo que interesa") y linquindoy ("permanecer alerta a algún asunto sin que se note demasiado").

 
En el marco de su ventana
recién lavada y en matinée,
aparece la Sebastiana,
antes con antes de amanecer.

Que el crepé, que los rizadores,
que el espejito, que la peineta…
y a los tunos madrugadores
les va leyendo la papeleta.

Ay, que te vi. ¡Deja, que te vi!
Te he visto de entrar. Te he visto salir.
Ay, que yo sé la gachí quién es
por aquellos pies, que es un alguacil.

Sebastiana está diquelando.
Sebastiana está al liquindoy,
y adivina del qué y del cuándo,
del sube y baja, del vengo y voy.
 

martes, 5 de marzo de 2013

Un oscuro objeto de deseo: la chiquita piconera

"El pintor la respetaba
lo mismo que algo sagrao
y su querer le ocultaba
porque era un hombre casao".


Gracias a un artículo de Juan Carlos de la Cal del año 2002, sabemos que Julio Romero de Torres no respetó tanto a su "chiquita piconera". María Teresa López tan sólo tenía 16 años cuando el cordobés la retrató en su último cuadro, donde posa calentándose los pies al abrigo de un brasero de carbón. La belleza racial de María Teresa, morena, delgada, huesuda, con una silueta que empezaba a despuntar y de grandes ojos negros como el cordobán, llamó profundamente la atención de Romero de Torres, un mujeriego consumado.

Retrato de María Teresa López

"¡Ay, chiquita piconera
mi piconera chiquita!
Esa carita de cera
a mí el sentío me quita.
 
Te voy pintando, pintando
al laíto del brasero
y a la vez me voy quemando
de lo mucho que te quiero.
 
¡Válgame San Rafael,
tener el agua tan cerca
y no poderla beber!"

 
 
Escribe Juan Carlos de la Cal: "Una tarde de invierno, a los pocos meses de llegar a Córdoba, Margarita, la mandadera que servía en casa de los Romero, cogió a Teresa de la mano y se la llevó directamente al estudio de Julio. “Vamos niña, que te voy a presentar a un señor muy importante amigo de tu padre que te quiere conocer”, le dijo a modo de introducción. “Eres muy guapa. Ven las tardes que puedas si quieres que te pinte”, le dijo él sin más preámbulos. Le pagaba tres pesetas por sesión, por quedarse inmóvil durante horas […] “Un verano noté que estaba nervioso. Entonces llegaba hasta mí y me estrujaba tanto que me hacía daño. Yo no me encontraba a gusto a pesar de que todavía era una niña y no sospechaba la razón de esos extraños abrazos. De repente, un día me propuso que me fuese a Madrid y que él me colocaría como modelo fija o de corista en algunas compañías de esas de variedades que tanto gustaban en la época. Como no sabía de lo que me hablaba no le hice caso. Pero empecé a tomarle miedo. Cuando nos quedábamos solos yo temblaba y estaba deseando que llegase alguien de la familia. No sabía por qué, pero no me gustaba...”, cuenta la propia María Teresa en unas memorias manuscritas".
"Ella rompió aquel cariño
y le dio un cambio a su vía,
y el pintor, igual que un niño,
lloró al mirarla perdía.

Y cambió hasta la línea de su pintura
y por calles y plazas lo vio la gente,
deshojando la rosa de su amargura,
como si en este mundo fuera un ausente".


Romero de Torres terminó el cuadro de "La Chiquita Piconera" tres meses antes de morir, el 10 de mayo de 1930, sin haber conseguido el amor de María Teresa.
"Dime, dime, puentecito,
puente de San Rafael.
Dime por qué caminito,
se lo han llevaíto,
para no volver.
¿Dónde está Julio Romero?
¿dónde está, por qué se fue?
Dímelo tú, puentecito,
puente de San Rafael.
Cordobesa, cordobesa,
quítate ese traje negro,
y mata en flor tu tristeza,
que vive Julio Romero.
Que duerme, que está durmiendo,
no llores que lo despiertas.
Y está velando su sueño,
su chiquita piconera".



“Al pintor se le atribuyen innumerables romances con todo tipo de mujeres: actrices, cantantes, sus propias modelos y hasta con alguna que otra dama de alta alcurnia. Sus biógrafos lo describen como un hombre de gallarda apostura que rayaba lo extraordinario cuando vestía la airosa capa y el sombrero cordobés; con gesto entre pensativo y desdeñoso, y ademán reposado. Los ojos maduros de mirar hondo, y la boca de finos labios sobre la cual se dibujaba un cuidado bigote. La frente despejada rematada por el cabello peinado a raya...
"Julio Romero de Torres pintó a la mujer morena
con los ojos de misterio y el alma llena de pena.
Puso en sus manos de bronce la guitarra cantaora
y en su bordón hay suspiros y en su capa una dolora".


Entre sus conquistas más famosas figura la actriz Elena Pardo –que posó para otro cuadro inacabado, precursor de La Chiquita piconera–, la bella modelo Carmen Serna, de la que se dice que murió de dolor pocos días después del fallecimiento del pintor; la cantante Dolores Castro, conocida como Dora, la cordobesita, y que acabó ilustrando la etiqueta de anís La Cordobesa; la bailarina sevillana Elisa Muñiz, Amarantina, que aparece reiteradamente en sus cuadros abrazada a una guitarra o recostada en un cojín con esa perturbadora belleza andaluza... En su estudio fue encontrado un cojín relleno con un montón de mechas de cabello de diferentes mujeres que el pintor coleccionaba como fetiches de sus amoríos o producto de los regalos inocentes de sus admiradoras".
"Morena, la de los rojos claveles,
la de la reja florida,
la reina de las mujeres.
Morena, la del bordado mantón,
la de la alegre guitarra,
la del clavel español".


Sobre la chiquita piconera, ser la musa adolescente de Julio Romero de Torres tuvo la amargura del tizón: “Ser la modelo del pintor ma amargó la vida”, afirma María Teresa. “Hasta mi padre me pegó un día al llegar a casa harto ya de tantas murmuraciones y poco menos que acusándome de haberme acostado con él. ¡Pero si yo no hice nada! Al poco tiempo me eché un novio y ni él mismo confiaba en mi virginidad. Estaba tan seguro de que me había acostado con el pintor que me obligó a hacer el amor antes de casarnos para comprobarlo. Cuando vio la sangre se quedó tranquilo”.
"Como escapada de un cuadro y en el sentir de una copla
toda España la venera y toda España la adora.
prenda con su taconeo la seguirilla de España
y en sus cantares morunos en la venta de Eritaña".