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martes, 7 de abril de 2015

La Virgen de la Esperanza ha servido de escudo al corazón del valiente Joselito

"Durante las pasadas fiestas taurinas de San Sebastián, Joselito, el torero valiente, el artista imponderable, que modela esculturas atrevidas ante las astas amenazadoras de los toros, que se burla de las fieras con su trapo ágil, seguro y elegante, muleteaba a un Saltillo, llevándole dócil, manejándole obediente y escuchando las aclamaciones frenéticas de la muchedumbre, que abarrotaba los huecos todos de la enorme plaza. Los vítores de la multitud traquean sus nervios mozos; y hambriento de gloria, levanta el arma y se atraca de toro entre pitón y pitón. Al salir la bestia de aquellos brazos con la muerte en el corazón, asestó una cornada peligrosa en el pecho del torero, y pudo ser golpe de venganza matando al morir. La concurrencia se apercibió del peligro y se levantó inquieta, anhelante. No fue nada; su ídolo permanecía en pie: cayó rota al suelo por el desgarrón de la camisa una cadenita de oro, se hundió en la arena una medalla abollada. La Virgen de la Esperanza ha servido de escudo al corazón del valiente. Joselito llevaba en su pecho la imagen de la Virgen que adoran los macarenos, el barrio sevillano de la majeza y la torería; y cuando la fiera le acometió de muerte, la punta acerada del cuerno se embotó en el disco dorado. Cuando Joselito tornó a la fonda, fue rodeado por su familia".

Publicado en el Blanco y Negro del 24 de agosto de 1913


En 1913, Joselito tenía 18 años y hacía su primera temporada completa como matador de toros, deslumbrando a público y crítica con su dominio de las suertes. A pesar de ser ya una eminencia en el toreo, aquella tarde de agosto en San Sebastián, fue una medalla de la Esperanza Macarena la que le salvó de una cornada segura. Al finalizar la temporada, Joselito, triunfal, viajó a París con el recuerdo del quite realizado por la Virgen ante un toro de Saltillo. El de Gelves entró en una de las grandes joyerías del centro parisino y compró, como regalo para la Señora de San Gil, cinco broches verdes compuestos de pétalos de cristal de roca francés engarzados en oro blanco y rematados con brillantes. A comienzos del siglo XX, este broche femenino, llamado también "mariquilla", era utilizado por las jóvenes de buena sociedad al ser una pieza muy atrevida y chic inspirada en el estilo art decó.
 
 
De vuelta a Sevilla, Joselito entregó las cinco "mariquillas" verdes a Juan Manuel Rodríguez Ojeda, afamado bordador y mayordomo de la hermandad hasta 1900. Pronto, aquellos broches verdes se integraron en la iconografía de la Macarena, hasta tal punto que, un siglo después, aún los lleva prendidos sobre su pecho.
 
 
Precisamente, fue Rodríguez Ojeda quien vistió a la Virgen de riguroso luto en 1920, cuando un toro de la Viuda de Ortega, Bailaor, arrancó la vida a Joselito en Talavera de la Reina un trágico 16 de mayo. Esta vez, la Macarena no pudo servir de escudo al corazón del "Rey de los Toreros".
 
 
Suspira bajo su manto
la Virgen de la Esperanza
y arrían en señal de duelo
banderas en La Maestranza.
Y Sevilla, enloquecía,
repetía a voz en grito:
¿pa´qué quiero mi alegría?
¿Pa´qué quiero mi alegría
si se ha muerto Joselito?
 

martes, 19 de febrero de 2013

El torero más arrogante y mejor plantao


"Antonio Torres Heredia,
hijo y nieto de Camborios,
con una vara de mimbre
va a Sevilla a ver los toros.
Moreno de verde luna
anda despacio y garboso.
Sus empavonados bucles
le brillan entre los ojos.
A la mitad del camino
cortó limones redondos,
y los fue tirando al agua
hasta que la puso de oro.
Y a la mitad del camino,
bajo las ramas de un olmo,
guardia civil caminera
lo llevó codo con codo.
 
El día se va despacio,
la tarde colgada a un hombro,
dando una larga torera
sobre el mar y los arroyos.
Las aceitunas aguardan
la noche de Capricornio,
y una corta brisa, ecuestre,
salta los montes de plomo.
Antonio Torres Heredia,
hijo y nieto de Camborios,
viene sin vara de mimbre
entre los cinco tricornios.
Antonio, ¿quién eres tú?
Si te llamaras Camborio,
hubieras hecho una fuente
de sangre con cinco chorros.
Ni tú eres hijo de nadie,
ni legítimo Camborio.
¡Se acabaron los gitanos
que iban por el monte solos!
Están los viejos cuchillos
tiritando bajo el polvo.
A las nueve de la noche
lo llevan al calabozo,
mientras los guardias civiles
beben limonada todos.
Y a las nueve de la noche
le cierran el calabozo,
mientras el cielo reluce
como la grupa de un potro".


Este poema de Lorca titulado "Prendimiento de Antoñito El Camborio camino de Sevilla" recuerda a la hermosísima zambra "Antonio Vargas Heredia", compuesta, presuntamente, por Joaquín de la Oliva y Juan Mostazo en 1938 para la película "Carmen la de Triana". Escibe Manuel Francisco Reina: "Existe una polémica soterrada sobre esta copla, ya que hay quienes dicen que su autoría es de Rafael de León, que vendió la letra a los músicos y letristas que luego la registraron. Rafael de León, dada su discreción, nunca dijo nada al respecto de esta letra de factura bellísima".


Antonio Vargas Heredia sí era digno de su raza y estirpe, no como Antonio Torres Heredia, que fue un cobarde y se dejó apresar por la Guardia Civil tras robar limones en el camino de Sevilla.
"Con un clavel grana sangrando en la boca.
Con una varita de mimbre en la mano,
por una verea que lleva hasta el río
iba Antonio Vargas Heredia, el gitano.
Entre los naranjos, la luna lunera
ponía en su frente su luz de azahar.
Y cuando apuntaron las claras del día
llevaba reflejos de verde olivar.

Antonio Vargas Heredia, flor de la raza calé...
Cayó el mimbre de tus manos
y de tu boca el clavel.
De Puente Genil a Lucena,
y de Loja a Benamejí,
las mocitas de Sierra Morena
se mueren de pena llorando por ti.

Era Antonio Vargas Heredia, el gitano,
el más arrogante y el mejor plantao.
Y por los contornos de Sierra Morena
no lo hubo más bueno, más guapo y honrao.
Pero por culpita de una hembra gitana,
su faca en el pecho de un hombre se hundió.
Los celos malditos nublaron sus ojos,
y preso en la trena de rabia lloró".



¿Y quién era este hombre, flor de la raza calé, que volvía locas a las mozas de Sierra Morena? Un torero, por supuesto. En la película "Carmen la de Triana", protagonizada por Imperio Argentina, ella se colaba en el Cuartel de Dragones para llevarle a su Antonio, que estaba preso, algo de tabaco que le aliviara las duquelas. Por avatares del destino, en el tiempo que dura la condena, entre tantas idas y venidas, acaba enamorada de un brigadier. Cuando sueltan a Antonio, la encrucijada de celos está servida. Finalmente, Vargas Heredia muere en el ruedo tras recoger del albero un clavel lanzado por la traicionera Carmen.

 

A causa de las penurias desencadenadas por la Guerra Civil, "Carmen la de Triana", dirigida por Florián Rey y con guión inspirado en la obra de Merimée, fue rodada en Berlín en español y alemán. Allí, la coproducción se estrenó bajo el título de "Andalusische Nächte" y cosechó un enorme éxito.
Las historias de celos y navajazos han cautivado a medio mundo. Si a Antonio Vargas Heredia le hubieran comprado un billete de avión desde Córdoba a Buenos Aires, bien podría haber sido el protagonista del tango "Silbando", de José González Castillo, Sebastián Piana y Cátulo Castillo.
"Una calle... Un farol... Ella y él...
y, llegando sigilosa,
la sombra del hombre aquel
a quien lo traicionó una vez la ingrata moza...
Un quejido y un grito mortal
y, brillando entre la sombra,
el relumbrón
con que un facón
da su tajo fatal..."