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domingo, 5 de abril de 2015

Domingo de Resurrección

Aquel maestro de mi infancia -¿Don Daniel? ¿Don Matías?- nos enseñaba las sílabas. Por cada sílaba, dábamos una palmada. “Y ahora vamos a hacer palabras bisílabas, esto es, las de dos sílabas” dijo. Levanté la mano y con dos palmadas pronuncié PA-SO. “Muy bien, paso, cuando uno camina da pasos” explicó aquel hombre bueno. Pero yo, que entonces no sabía que aquello se llamaba polisemia, me refería a nuestros pasos con canastos de oro y candelabros de guardabrisas. Aquellos que yo dibujaba, llamitas encendidas en los candelabros, con mis lápices de madera en los márgenes de los libros […] El Sábado Santo aquel mundo esperado se me iba desinflando. Poco a poco sentía que todo se acababa, un sentimiento de estar en el fin del mundo me poseía y me impedía, casi, disfrutar de las cuatro cofradías  que entonces procesionaban. “Esta es la última que da cera”, “éste, el último paso de palio”, “ésta, la última que lleva música”… 


Aquí estaban las sillas, queda cera
de cirios desangrados. Todo ha muerto
este domingo mudo cual desierto. 
No hay más nadie, tú y yo por la Carrera.

Aquí estuvo tu mano, niño mío,
como antes las de tantos, hacia el cielo
esperando una estampa, un caramelo…
y ahora sólo el azul, sólo el vacío.

Piensa en lo ya vivido, una quimera
será siempre este tiempo en tu memoria.
De soñar una nueva primavera
                       
ya no habrá desengaños que te quiten.
Sonreirás cuando cirios, oro, gloria…
como Dios -hoy domingo- resuciten. 

(Lutgardo García, Pregón de Semana Santa de Sevilla 2015) 


jueves, 2 de abril de 2015

¿Conocéis el lugar?

¿Cómo está la Virgen? Preguntaba la abuela al recibirnos en el patio donde ardía un jazmín en el centro y la ropa en los tendederos resumía la luz del día que reluce más que el sol. “¿Cómo está la Virgen?” “Cómo va a estar, abuela, tan guapa como siempre”. Y nos daba un beso, que eran varios juntos engarzados. En su mecedora, el abuelo, serio, apurando un cigarrillo negro que duraba un siglo, economizaba sus palabras, hasta que, por fin, mi insistencia de niño preguntón le hacía salir de la laguna de sus silencios para contarnos aquellas mañanas de Jueves, las madrugadas y los Viernes en la vieja casa.


¿Conocéis el lugar donde la luz ultima
miniaturas de estrellas dentro del limonero,
y un diapasón de plata marca el son de las tardes
mientras –como un faquir- hace pompas de incienso?

¿Conocéis el lugar,  donde –un río, un ocaso-
Jesús anda las aguas sobre los costaleros,
y, al sonar de tres golpes, un disparo de flores
de cera y bambalinas va directo hasta el cielo?            

¿Conocéis el lugar donde los niños llevan
 vestiduras de siglos, vuelan globos al aire
buscando a nazarenos que una tarde partieron
a hacer la estación última a la casa del Padre?
                       
¿Conocéis el lugar donde una cruz velada
abre malvas veredas y veis venir al Hombre,
a un desarmado Cristo -ay tic tac de aquel jueves-
bajando del Madero entre cardos y bronces? 

¿Conocéis el lugar donde los siglos corren
y los abriles vuelven renovando su rito
de cirios encendidos, y cornetas que sangran
tras el buen Galileo al que llevan prendido?

¿Conocéis el lugar, donde Dios suda sangre,
y las voces son flechas que lanzan ballesteros
cargadas del veneno de antiguas seguiriyas,
donde hay ya tanto mío que, al recordar, me hiero?
           
¿Conocéis el lugar donde el viento devuelve
antiguas melodías -Ione, Virgen del Valle-,
y las puertas alumbran las potencias de un Cristo
litigando en la piedra por salir a la calle?

¿Conocéis el lugar donde Dios dentro vive
-como aquello de Chesterton- de un capullo de rosa
despertado de un dedo; y hasta el dolor es bello
como bello es el llanto de nuestras dolorosas?
                                  
¿Conocéis el lugar, donde una plaza tiende
sobre el cielo las hojas -bóveda vegetal-,
y una Virgen sostiene en sus brazos a un mundo
que, Soledad del Sábado, sueña resucitar?
                       
¿Conocéis el lugar donde, encima del río,
la bisagra del puente une mis dos orillas?
Ese lugar es nuestro, es un sueño de luz
que hoy enciende mis labios… y se llama Sevilla.

(Lutgardo García, final de "El tiempo vivido", 
prosas y versos del Pregón de Semana Santa de Sevilla 2015)

miércoles, 1 de abril de 2015

Abril


Tengo urgencia de abriles este día.
Urgencia de su luz sobre la mesa.
De tenerlo en las manos como el agua
que, apenas nos bendice, ya se aleja.
Ni siquiera nosotros lo estrenamos,
siempre es el mismo abril el que regresa.
No es distinta la luz, hoy es entonces:
Al final de una calle, veo la niebla
de un paso que se acerca, pero aún tarda
y la bola de cera da sus vueltas.
Una hilera de cirios en el aire.
La túnica colgada de una puerta.
En el contraluz verde de la tarde,
contemplo a un penitente que se acerca,
sus manos bien conocen a las mías…
Es abril y es mi padre que hoy regresan.

(Lutgardo García, pregonero de la Semana Santa de Sevilla 2015)


viernes, 27 de marzo de 2015

Palmas orientales y ramones de olivo

Con el poeta Luis Cernuda, digo: “Es la luz misma, la que abrió mis ojos / toda ligera y tibia como un sueño / sosegada en colores delicados / sobre las formas puras de las cosas”. Cernuda -tan sevillanamente nieto de un comerciante de la Plaza del Pan, donde muchas veces vio a los gallegos que se encorvaban soñolientos y fofos, y sobrino del escultor Antonio Bidón-, definió al niño como dios sin tiempo. Porque en la infancia, ya sabes, los límites temporales son frágiles y un suceso, una tarde de oro en la orilla del río, unas palomas levantadas al oír las pisadas, pueden existir para siempre.


El Domingo de Ramos que mejor conozco es una película que comienza en mi antigua casa donde ya no viven más que los recuerdos. Hay una túnica a la que da el sol y un canario que canta. Después, me veo vestido ya de nazareno, con los primeros miedos por pisarme la blanca vestidura, camino de la Iglesia del Salvador.


Hoy va a ser aclamado con ramones de olivo,
con palmas orientales y ropas en el suelo.
Los gritos de los niños y el hosanna el que viene
se escucharán en Roma, Jerusalén, Sevilla…
Al trote del burrito, se abrirán las ventanas
por ver pasar a un hombre camino de su trono
rodeado de luces de teléfonos móviles.

Por la negra garganta de la puerta ojival,
surgirán los azules y platas de la Hiniesta.
El desprecio de Herodes y el desprecio del mundo
vendrán cuando las tardes ocupen los zaguanes,
y alguien rasgue las ropas dando a beber el trago
de la muerte en la cruz [...]

(Lutgardo García, fragmento del Pregón de la Semana Santa de Sevilla 2015)