A contraquerencia de los tiempos. Este es un lugar pasado de moda, irremediablemente demodé; como una taberna aislada en la era de los pubs y las discotecas: vacía, silenciosa, sombría, con el dueño acodado en la barra, ataviado con su mandil, entre el olor a madera y vino. Este blog es como esa taberna, condenado a desaparecer.
Que "Zarcillero" era un toro guapo, nadie puede ponerlo en duda. Que hay toros más feos que embisten mejor, también. Sin embargo, de la misma manera que existen personas que viven gracias a su belleza, ¿por qué no van a existir ganaderías? ¿Qué aficionado no recrea la vista ante un Partido de Resina, antiguo Pablo Romero? Generalmente, la guapa no es la más lista... Ni se le exige.
La corrida de Partido de Resina tampoco salió como la tonta del bote, pero le faltó casta y lucimiento. Siendo generosos, hubo tres toros con cierto interés -sólo cierto-: segundo, tercero y sexto. Los toreros que tuvieron delante -Sebastián Ritter y Rafael Cerro- no están lo bastante placeados para sortear rarezas. Probablemente, un diestro veterano habría sacado algo más de partido -sólo algo-, pero tampoco fue éste el caso. Como suele suceder con estos carteles, se juntaron el hambre y las ganas de comer. Para rematar el asunto, el más decano de la terna, Eduardo Gallo, vino a Madrid inapetente.
Noticias positivas: que los de Partido de Resina no terminaron rodando por el suelo -antiguo problema de la casa- y que los toreros, a pesar de su bisoñez, se marcharon sin golpe ni multa. Y con esto y un bizcocho, a pensar en mañana, que vienen los Cuadris.
Este domingo se ha vivido en La
Glorieta una de las tardes de toros más emocionantes de la
temporada. La afición salmantina, que quizá no sea ya muy numerosa
pero sí con criterio, venía reclamando desde hacía tiempo una
corrida concurso de encastes charros en su plaza. Este año, bajo la
gestión de la casa Chopera, el deseo se materializó en eso que
ahora llaman “desafío ganadero”, es decir, las divisas no se
ordenan por orden de antigüedad a la hora de establecer el orden de
lidia, sino que se enlotan según acuerdo previo entre las
cuadrillas. Se decidió, pues, que el lote de Antonio Ferrera
estuviera formado por los toros del Pilar y Carmen Lorenzo; el de
Javier Castaño, del Puerto de San Lorenzo y Pedraza de Yeltes; y el
de Eduardo Gallo, de Carlos Charro y Adelaida Rodríguez. De seis,
salieron cuatro grandes toros charros, el de Pedraza (premiado con la
vuelta al ruedo), El Puerto, Adelaida y El Pilar.
No fue la única alegría de la tarde.
También el regreso del Castaño lidiador, templado, valiente que da
distancia a los toros y mata bien. Al del Puerto de San Lorenzo, de
nombre Cara Seria, Castaño lo toreó al ralentí, con enorme
suavidad y torería. No merecía menos el ejemplar de Lorenzo Fraile.
El delirio, sin embargo, llegó con Resistente, de Pedraza de Yeltes,
al que Castaño colocó tres veces al caballo desde el centro de La
Glorieta. Tito Sandoval dio un recital a caballo y la plaza, su
plaza, se puso en pie para ovacionarlo en un tercio de varas
emocionante y bellísimo. Toda la cuadrilla estuvo espléndida: la
lidia de Marco Galán, las banderillas de David Adalid y Fernando
Sánchez, sin olvidar la actuación de Fernando Sánchez picando al
del Puerto. Castaño, bajo la lluvia y los sones de “Nerva”,
cortó este domingo tres orejas en Salamanca a ley.
Sandoval ante el de Pedraza
Le acompañó en la salida a hombros
Gallo, que también sorteó un excelente toro de Adelaida Rodríguez,
Comilón, encastado, con transmisión y que fue a más en la muleta.
Era el ejemplar que cerraba plaza y, el público, emocionado, pidió
las dos orejas para Gallo a pesar de que la estocada cayó baja tras
una faena un tanto irregular rematada en las cercanías con el ya
acostumbrado arrimón. A pesar de salir también en volandas, quien
este domingo hizo el toreo, clásico y sin trampa ni cartón, fue
Castaño.
Merienda charra: hornazo pa´tos
Finalmente, Ferrera no tuvo su tarde y
no se acopló al buen ejemplar del Pilar que abrió plaza. Sombrillo,
se llamaba. El extremeño fue el único que abandonó La Glorieta
cabizbajo. El resto, toreros, cuadrillas, ganaderos y público, salió
entusiasmado a pesar de la lluvia que no cesó en toda la tarde, con
ganas de seguir hablando sobre la corrida hasta altas horas de la
noche, bajo la estatua del Viti o en tertulias interminables en los
bares de alrededor del coso, como antes, como siempre que la casta y
la hombría se adueñan del ruedo. ¡Así da gusto ir a los toros!
Tras el baile de torres en los corrales –cuatro Torrestrellas remendados con dos Torrealtas-, los habituales de Las Ventas, una vez más, nos temimos lo peor, y como en una copla de León y Quiroga, nos preparamos para cantar “e igual que de arena, nuestras torres de afición vinieron al suelo”. Pero, por una vez, cambió el aire de nuestra maltrecha veleta, y la corrida que inauguró la temporada madrileña resultó interesante. Que la peor sea ésta.
Tres toros –segundo, tercero y cuarto-, cada uno de su padre y de su madre, nos entretuvieron y, como dicen ahora los revisteros modernos, dieron juego. Empecemos, pues, despachando lo bueno. El segundo de la tarde, un Torrestrella ojo de perdiz muy en Núñez, noble y con movilidad, tuvo la fortuna de caerle en suerte a Eduardo Gallo, ese gallo de Salamanca que, desde hace un año, ha vuelto a cacarear y a plantar pelea. Tras llevarlo al caballo garbosamente por galleos, se fue el charro hasta los terrenos del 7 y allí ligó unas series por la diestra que hicieron aplaudir al Rosco. “Qué bien vestido va Gallo. Éste viene con ganas”, sentenció con su habitual temple. Y no le faltaba razón, porque Gallo está en torero y eso se nota hasta a la hora de cambiar la muleta de mano. Cuando tenía una oreja cortada a ley –no como ésas que últimamente se regalan en Las Ventas- pinchó en lo alto. Luego, nuevo intento con la tizona y varios fallos con el descabello. Adiós oreja y fuerte ovación como único consuelo.
Con el Gallo salmantino, los aficionados empezamos a edificar castillitos en el aire. En éstas, salió el tercer toro, un Torrestrella con un cortijo en el pitón izquierdo, y a su vez, conformen abrían la puerta de toriles, desenchiqueraron un chaparrón de atarse los machos. Antonio Nazaré dibujó algunos naturales muy bellos ante este Torrestrella, que, para contarlo todo, era una raspa impresentable. Bajo la lluvia y entre paraguas, quedamos en los tendidos los aficionados más sufridores junto a algunos incondicionales del sevillano, quienes, al terminar la faena, pidieron la oreja. La presidencia, con buen criterio, no la concedió y todo quedó en una merecida vuelta al ruedo.
Finalmente, el tercer toro con opciones de la corrida fue el cuarto, un Torrealta que lidió Diego Urdiales. El riojano, que se merece todo el respeto por su trayectoria y pundonor, no tuvo su mejor tarde. Algo amontonado, no le dio al toro el tiempo ni espacio que pedía para que la faena tomara vuelo.
Los otros tres toros de la corrida –primero, quinto y sexto- ni valieron ni tuvieron interés. Mansos en mayor o menor grado, sin humillar y agarrados al piso, nos hicieron pasar frío. El lote lidiado este domingo fue, por cierto, el más dispar de hechuras que hemos visto en mucho tiempo. ¿Será posible que la empresa de Madrid no encuentre seis toros dignos y de la misma divisa en el mes de marzo para descorchar la temporada? Esta fiel y bendita plaza de Las Ventas del Espíritu Santo registró un cuarto de entrada. Y a pesar del frío y de la lluvia, la torre de la afición, un año más, sigue en pie.
Pasadas las seis de la tarde, del número 28 de la calle Xátiva, una columna de humo se elevó hacia el cielo valenciano. "¡Fumata cárdena!", gritaron algunos aficionados. "Habemus toro bravo", dijeron otros.
Aviador, un negro entrepelado de casi seis años, se había convertido en dueño y señor del ruedo. Con un par de "aviadores" así, planeando a diestra y siniestra, se zanjaría la huelga de Iberia antes de pronunciar "esta boca es mía". El Adolfo Aviador, ya de salida, humilló en el capote hasta rozar el albero con el hocico. Luego, tras una mala lidia, empujó con codicia en el caballo, metiendo los riñones, y llegó a la muleta alegre y con un cortijo en cada pitón. Le tocó en suerte a David Esteve, un torero que hace el paseíllo una vez al año, poco placeado, pues, para semejantes turbulencias. Si bien es cierto que le echó ganas y firmó un bonito saludo capotero, Aviador voló más alto y su matador no llegó a despegar. No era empresa fácil.
Este ejemplar de Adolfo Martín fue lo más reseñado de una corrida cinqueña impecablemente presentada. Los dos primeros toros, Madroño y Horquillono, tuvieron guasa, casta y emoción. Ambos se revolvían rápido, el segundo casi en el mismo embroque, y tuvieron en vilo al respetable hasta que cayeron apuntillados. En cambio, los tres últimos toros salieron mansos, geniudos y a la defensiva. Corrida, por tanto, irregular de Adolfo Martín, quien hacía su reaparición tras el grave incidente sufrido este invierno mientras realizaba labores camperas. Algunos revisteros oficiales dirán mañana que el ganadero trajo a Valencia unas alimañas imposibles de lidiar que no facilitaron el disfrute de sus matadores. Qué le vamos a hacer. Para gustos, cárdenos.
Sobre los toreros, además de resaltar la poca pericia de Esteve, deben destacarse algunos aspectos positivos, como el oficio, adquirido a sangre y fuego, de Antonio Ferrera, que dominó al bronco cuarto hasta que terminó por rajarse; o la buena colocación y firmeza de Eduardo Gallo, siempre cruzándose al pitón contrario, quien estuvo por encima del segundo. Ambos sortearon sendos lotes de escaso lucimiento. Quizás algunos echamos de menos faenas más cortas, aunque en estos tiempos gustan los muletazos al peso.
De cualquier manera, no olvidemos que este martes hemos visto uno de los toros de la feria de Fallas. Por fin un verdadero toro bravo que, como ya sabemos, salen con la misma frecuencia que un nuevo Papa. Celebremos la fumata cárdena.
El calendario de un torero:
- Castellón, 9 de marzo: toros de Cuadri.
- Valencia, 12 de marzo: toros de Adolfo Martín.
- Madrid, 24 de marzo: toros de Torrestrella.
- Sevilla, 11 de abril: toros de Cuadri.
¿De quién en este "planning"? De Eduardo Gallo, el resucitado. Ojo: este Gallo nada tiene que ver con aquel otro que nos producía sueño hace tres, cuatro o cinco temporadas. Al Gallo de hoy le sirven todos los toros y se coloca más bien que la mar. Sólo tiene un defecto, un "espolón" de Aquiles: la espada, porque pica, pero no remata la pelea. Por lo demás, en el ruedo, se hace el amo del corral.
Me reconvertí al gallismo a comienzos de mayo del año pasado, cuando le vi torear en Las Ventas una infumable corrida de Martín Lorca. Se rumorea que este San Isidro se ha apuntado a la de Pedraza de Yeltes. Antes le esperan Cuadris, Adolfos y Torrestrellas. Hoy, sábado, empieza la tourné. En Madrid le esperamos dentro de un par de semanas para que inaugure la temporada venteña... y para que abra la Puerta Grande, que ya toca. Mucha suerte al Gallo de Salamanca.
He aquí el apunte que escribí el año pasado tras la mansada de Martín Lorca, el 7 de mayo:
"Una
vieja leyenda reza que en Santo Domingo de la Calzada “cantó la gallina después
de asada”. No en vano, y en recuerdo de este mito, un gallo y una gallina
blancos viven dentro de la Catedral riojana durante todo el año.
Este
domingo en Las Ventas volvió a cantar un gallo oriundo de Salamanca al que ya
daban por asado. Resucitó Gallo en dos faenas repletas de temple, exposición,
buena colocación, inteligencia y ligazón. Sólo falló una cosa… algo, por
cierto, imprescindible: los toros de Martín Lorca que le cayeron en suerte, sin
duda, el peor lote de la tarde. Su primero era una babosa mansurrona y medio
inválida; mientras que su segundo se asemejaba a un mulo clavado al piso que,
más que embestir, topaba de feas maneras. Tuvo mejor son el trasteo al noble
gusarapo donde pudo verse al Gallo templadísimo de antaño, despejado y
cruzándose al pitón contrario. Previamente, brilló con el recibo de capote a
pies juntos y llevando por galleos a su toro al caballo, con garbo y frescura.
Ante el quinto, un ejemplar hondo y serio, y al que también toreó con gusto a
la verónica, se pegó un arrimón de mucho cuidado hasta rematar entre los
pitones. Pinchó ambas faenas y dio dos calurosas vueltas al ruedo. Como muestra
de gratitud por esta deseada resurrección, un aficionado de sol regaló al
salmantino un gallo que se emplazó en la boca de riego y ni Florito era capaz
de enchiquerar. Bien es sabido que cuando estos animales se engallan, cuesta
mucho echarles la mano al pescuezo. Ojalá Eduardo Gallo siga con su encaro y lo
veamos pronto con un toro de verdad, a ser posible en alguna sustitución de San
Isidro, que bien merecida la tiene".
La temporada taurina echa la persiana. Despedida y cierre. Desde la feria del Pilar hasta Fallas, el calendario correrá considerablemente más despacio. Dicen que pronto la Comunidad de Madrid colocará una tapadera sobre Las Ventas para que Taurodelta pueda programar novilladas sin picadores las mañanas de los domingos (después del I Festival Internacional de Circo, por supuesto). El invento de la olla en la calle Alcalá está por ver. Lo único seguro es la temporada que ya se marcha, con las expectativas que se cumplieron y las promesas que se quedaron por el camino. Algunos toreros ya cambian el traje de luces por el campero mientras que otros preparan la maleta para hacer las Américas (unas ferias, las transatlánticas, que, por cierto, cada vez interesan menos).
Mientras, los aficionados comenzamos a escribir el inventario: ese rosario de nombres que jalonaron -y salvaron- una temporada que no ha sido especialmente lúcida ni lucida. ¿De quién se hablará durante las tertulias invernales? Sin duda, de Javier Castaño, por revalorizar los tres tercios de la lidia y echarse al coleto las ganaderías más duras; de Fernando Robleño, por su lucha sin cuartel, por no dar su brazo a torcer y por aquella encerrona épica en Céret; de Iván Fandiño, por su valor incorruptible, por esa forma de matar o morir y por seguir lidiando todos los encastes; de Sergio Aguilar, por su pureza y toreo clásico, casi perfecto; de Eduardo Gallo, por volver a ser algo más que una promesa; de Uceda Leal, porque la tarde en que le salga un toro, esta vez sí, va a crujir Madrid; de Alberto Aguilar, porque merece mucho mejor trato del recibido; de Diego Urdiales, porque quizás las empresas lo olviden, pero los aficionados no, y menos los de Bilbao; de Jiménez Fortes, porque éste sí que puede funcionar; de Antonio Nazaré, por ilusionar sin ser el clásico torero consentido de Sevilla; de Joselito Adame, por ser el mejor matador mexicano del escalafón actual; de Fernando Cruz, por aquella intempestiva cornada y porque en Las Ventas lo esperan; del Fundi, por su despedida, pero sobre todo por su hombría; y, finalmente, de Padilla, por su vitalidad contagiosa y por hacer cosas que no están al alcance de los demás mortales.
Entre los hombres de plata, también relucirán los nombres, entre otros, de David Adalid, Luis Carlos Aranda y Tito Sandoval. ¿Y entre las ganaderías? Victorino, José Escolar, Cuadri, Adolfo, Baltasar Iban, Miura, Valdefresno, El Pilar, Alcurrucén, Adelaida Rodríguez, Cebada Gago, Valdellán, Mauricio Soler, Torrestrella... Todos ellos mantuvieron el barco a flote.
Los aficionados les damos las gracias no por hacernos disfrutar, ni por estar a gusto -como repiten machaconamente las figuras y sus réplicas novilleriles-, sino por emocionarnos. La emoción es un sentimiento mucho más profundo y duradero que el goce. Una corrida no se parece a un concierto de Shakira, donde el objetivo final consiste en bailar el Waka Waka; porque los toros, a diferencia del espectáculo de la colombiana, no son un mero entretenimiento. Ninguno de los anteriores toreros nos hicieron ondear pañuelos como locos cada tarde, ni los toros de las ganaderías mencionadas fueron indultados provocando el delirio colectivo. Tampoco fue necesario. La grandeza de la Tauromaquia va más allá del triunfo y del recuento de orejas. Y la lucha siempre resulta más edificante si el camino ha sido difícil. Por tanto, a todos ellos, gracias. Tras las penurias del invierno, en los albores de la próxima temporada, los esperamos en la plaza (con tapadera o sin ella).
«Porque el toreo también es tan bonito como un amor imposible, ése que a lo mejor ya no vuelve o puede volver mañana mismo».
(Alfonso Navalón)
Jóvenes con mantilla en el palco de la Real Maestranza de Caballería de Sevilla (Atín Aya)
«La mujer, engranaje esencial del universo, tiene un lugar especial en el mundo del torero, solicitado como héroe. A veces tiene un aura maldita, como una especie de aniquiladora del valor. Un dicho popular afirma: "Torero enamorado, torero acabado". Pero es refranero, a veces, es de una sabiduría mostrenca refutable. Más bien se refiere a cierto desorden orgiástico que puede marcar la sentimentalidad del torero cuando alcanza el triunfo y se le abren puertas cerradas hasta entonces. Ejemplos hay de amadores incontinentes que, en vez de acabarse con las mujeres, con ellas alcanzaron prez y fama. Hay toreros escépticos ante ese fenómeno de seducción que consideran una leyenda. Roberto Domínguez afirmaba que un torero en pijama pierde mucho. Manili, cuando triunfó en Madrid y accedió a la riqueza, decía que, de seguir así, las mujeres acabarían por encontrarle guapo. Pepe Dominguín, un gran seductor, dejó escrito: "No sé qué significa tener éxito con las mujeres. Éxito es elegir la que te gusta, la que te va y la que te dure mucho. Lo otro, lo que se considera éxito, son muchos pequeños fracasos".
Manili dando la vuelta al ruedo (1988)
La mujer, en el toreo como en cualquier aspecto de la vida, puede ser de plomo o de corcho. Si de plomo, hunde a quien a ella se aficiona, si de corcho, ayuda a flotar incluso en las peores tormentas. Para muchos toreros el sexo la noche antes de la corrida es una maldición y la mujer una especie de mantis devoradora. Para Manuel Benítez, el Cordobés, no había miedo ni mantis. Es fama que momentos antes de vestirse para ir a la plaza su ritual favorito era la fornicación. En cambio, Espartaco, torero de recio corazón, declaraba en una entrevista hace años que "si has estado con una mujer, el toro se da cuenta y te echa mano". En la expresión "te echa mano", Juan Antonio Ruiz, Espartaco, coincide con José Gómez Ortega. José consideraba las relaciones femeninas dulces y hermosas pero peligrosas durante la temporada. A veces empeñaba una medalla mellada por el pitonazo de un toro que "le echó mano". "La noche anterior la había pasado mirándome en los ojos de una mujer". Parece ser que fue Rafael el Guerra el precursor de la abstinencia, incluso conyugal, hasta el extremo de no pernoctar en casa para no caer en la tentación. Julián García Candau, en su libro Celos, amor y muerte, le atribuye la siguiente frase: "Para ser figura del toreo no se puede pensar más que en el toro". Y otra más expresiva: "A los toreros se les va el valor por la picha".
Bella espectadora en la antigua plaza de toros de Cádiz
Mujeres con mantilla en los toros
Belmonte, gran amador, prefería correr el riesgo de una noche tumultuosa, aunque luego no se tuviera en pie en el ruedo por los excesos amatorios y la mala alimentación. Chaves Nogales refiere en la fantástica biografía del trianero cómo el amor maldito a punto estuvo de truncar una carrera que si siquiera había empezado. "Yo era un torerito valiente y me enamoré de una mujer casada, guapa, con mucho temperamento y muy experta en lides amatorias; arriesgaba su bienestar y su crédito por el amor de un torerillo sin nombre y sin dinero y me entusiasmé hasta el punto de que mi vida cambió radicalmente. Los toros dejaron de ser una obsesión para mí". A tal extremo dejaron de interesarle que una tarde no pudo matar un novillo, mejor dicho, un toraco: entró cien veces a matar, fue cogido quince o veinte, sonaron los tres avisos y le echaron los cabestros. Pero se recuperó y siguió engolfado en aquel amor. A fin de cuentas, no debió de ser tan malo, pues Belmonte llegó a ser lo que fue. Hay diferentes tipos de mujer, no obstante, en la vida de los diestros...» (fragmento del último libro de Javier Villán).
Ava Gardner y Luis Miguel Dominguín en la plaza de toros de Toledo
Un torero me dijo en una ocasión que a las mujeres deberían prohibirnos la entrada de barrera: desconcentramos una barbaridad, me confesó.
«Por culpa de una sonrisa que echaste a unos ojos que había en barrera,
un toro de mi divisa manchó de amapolas tu estampa torera».
¿No desconcentra más tener a Arrabal en el callejón?
La teoría de las mujeres de plomo y la mantis devoradora no es tan descabellada. Algunas señoras tienen peores ideas que un Saltillo resabiado. Y cuando se torea, se está a setas o a Rólex. Viene como anillo al dedo aquel pasodoble, poco conocido, compuesto por el linense Ignacio Román y titulado "Ojalá", que cuenta la historia de una mujer, enamorada de un torero que, tras echarle todas las maldiciones habidas y por haber, se arrepiente porque termina matándolo un toro. El "ahojalá" llegó un poco tarde.
«Torero de cuerpo entero. Su sino, cómo me duele. Lo quiero de compañero sin verlo por los carteles.
Me dice: “Deja los cantes”. “Deja los toros”, le digo yo. Nos vamos con un desplante, pero el despecho llora en mi voz.
Ojalá te coja el toro sin gloria y en tierra extraña. Ojalá que en sangre y oro, tu historia no llegue a España.
Ay, mi cariño bravío. Ay, tu locura torera. ¡Qué mano a mano, Dios mío, pa´verlo desde barrera!
Ojalá tus ojos moros, con pena me suplicaran. Ojalá no hubiera toros ni arena y mis besos te bastaran.
La plaza gritó en la tarde el aire quedó empañao. El toro sembró, cobarde, claveles en su costado.
Corrí hasta la enfermería y entre mis brazos lo vi morir. De luto desde aquel día con mi palabra me revestí.
Ojalá te coja el toro. Qué historia la de mi duelo. Ojalá que, en sangre y oro, la gloria te den los cielos.
Ay, mi cariño bravío. Ay, qué veneno en mi boca. ¡Ay, qué castigo, Dios mío, que voy a volverme loca!
Ojalá te coja el toro. ¡Qué historia de mala suerte! Ojalá con un te adoro pudiera arrancarte de los brazos de la muerte».
Eduardo Gallo, evidentemente a setas, besa a sus partidarias a su llegada a Las Ventas (Juan Pelegrín)