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miércoles, 17 de febrero de 2016

Y tu corazón caliente, nada más

Sólo tu corazón caliente, 
y nada más. 


Así arrancaba un poema de Lorca titulado "Deseo", donde también se hablaba sobre un río discreto, un campo de miradas rotas, y la "espuela del viento", como la que nos azuza en estos días de febrero. 

Sólo tu corazón caliente, 
y nada más. 

Mi paraíso, un campo 
sin ruiseñor 
ni liras, 
con un río discreto 
y una fuentecilla. 

Sin la espuela del viento 
sobre la fronda, 
ni la estrella que quiere 
ser hoja [...]


Rousseau explicó perfectamente la diferencia entre "desear" -como el "deseo" lorquiano- y "querer". El filósofo francés decía así: "Desear no es querer. Se desea lo que se sabe que dura poco; se quiere lo que se sabe que es eterno". Por ello, el hombre vive lleno de deseos y más pobre de quereres. Viejo asunto sobre el que también ahondó Cervantes: "Amor y deseo son dos cosas diferentes; que no todo lo que se ama se desea, ni todo lo que se desea se ama". 


A Benedetti, en cambio, se le pasó por alto la observación de Rousseau -le sucede a muchos- y en su libro "Vivir adrede" confundió amar con desear: "Lo imposible es una burla de los dioses. Cuando tomamos conciencia de que el imposible es eso: un imposible, es ya tarde para refugiarnos en la sensatez [...] Todos queremos lo que no se puede, somos fanáticos de lo prohibido". Matización: todos DESEAMOS lo que no se puede, como un antojo, un capricho que, al final, acaba pasando. Los deseos se los lleva el temporal... hasta que llegan otros nuevos. 


Precisamente ése, saltar de deseo en deseo, es el secreto para mantener el corazón caliente en estos días en los que aprieta la espuela del norte.

miércoles, 13 de enero de 2016

Faldas que rompen matrimonios

"Existen más libros sobre Marilyn Monroe que sobre la II Guerra Mundial. Hay cierta semejanza entre las dos: era el infierno, pero valía la pena" (Billy Wilder).


Una de las escenas eróticas más famosas del cine se rodó en la esquina de Lexington Avenue con East 52nd Street. Justo cuando pasaba el metro, el aire que salía de la rejilla de ventilación levantaba la falda plisada de Marilyn Monroe, dejando ver sus turgentes muslos y la ropa interior blanca. A pesar de que las pruebas del rodaje se realizaron de madrugada, las piernas de la rubia congregaron a tal multitud de hombres y fotógrafos en estado febril que los murmullos entorpecían la filmación. Los silbidos hacían que la estrella olvidara su texto constantemente. No en vano, la escena tuvo que finalizarse en los estudios de la Fox para evitar el colapso de Manhattan.


Corría el año 1954 y Marilyn estaba casada con el jugador de béisbol Joe Dimaggio, quien se puso amarillo de celos frente a la rejilla del metro y acabó marchándose al hotel sin sacar las manos de los bolsillos. Lo explicó a la perfección el propio director, Billy Wilder: "Yo también me habría enfado viendo, desde la barrera, la falda de mi mujer levantándose hasta la cabeza. Y claro, eso toma tras toma. Los neoyorquinos gritaban cosas desde las vallas... y algunos lo hacían a menudo. Eso no le gustó mucho". 


El tono de la secuencia también sorprendió a la actriz: ella pensaba que se trataba de una interpretación cómica, pero Wilder tuvo la genialidad de montar una auténtica función erótica en la vía pública. Y el revuelo terminó divirtiendo a Marilyn casi tanto como al público presente. "Oooh, do you feel the breeze from the subway?".


Nada sucede por casualidad. En 1901, cuando el cinematógrafo aún balbuceaba, un cortometraje que mostraba a una mujer cuya falda salía volando a causa de la ventilación del subterráneo inspiró a Wilder. Pero aquella señora de comienzos de siglo no disfrutaba de la corriente como hacía Marilyn, que conseguía sembrar el caos allá adonde iba... Para gustar, primero hay que gustarse y la rubia platino era consciente de ello. 


El vestido blanco de la icónica actriz -diseñado por William Travilla- se ha convertido hoy en objeto de culto. Sin embargo, Dimaggio llegó a declarar que lo odiaba. Por supuesto, el matrimonio desembocó en divorcio, justo un mes después del rodaje en Lexington Avenue. Hay faldas, piernas y mujeres que nacen para ser compartidas con el resto de la Humanidad, pero eso, desafortunadamente, algunos maridos no lo comprenden.


martes, 22 de diciembre de 2015

Tócame


Tócame... y no precisamente la lotería, aunque hoy es el sorteo de Navidad. En 1980, Dolores Vargas "La Terremoto" hizo que el termómetro de los estudios de Televisión Española aumentara varios grados con su interpretación de Tócame. Look egipcio, coreografía sensual y patadas al aire complementaban una letra que dejaba claros los deseos de la artista. A tocar se ha dicho.


Pero para toqueteos, los de Sara Montiel quien, en la Nochevieja de 1976, puso a los españolitos de la Transición en pie de guerra. ¿Quién dijo que en España, a causa del franquismo, nos quedamos sin nuestro particular Je t'aime moi non plus? El genial realizador Valerio Lazarov se encargó de compensar semejante falta en el imaginario erótico nacional con el Touch me (es decir, "tócame") de la musa de Campo de Criptana. Un inglés macarrónico disimulado con jadeos, esplendor en la hierba, baños de espuma y un vistoso salto de cama.


Así, ¿cómo no va a tocar?

lunes, 7 de septiembre de 2015

Ciudad con olor a cloro


Como si de un espejismo de tratara, a veces, restos de playa surgen en mitad de la ciudad. En septiembre, el paisaje urbano desprende luz y resplandece de un modo casi teatral, fundiéndose con la ropa, aún blanca e inmaculada, de las mujeres que pasean por las aceras. El artista californiano Kenton Nelson pintó a jóvenes urbanitas vestidas con bañador en las ciudades americanas de los años 50: cuerpos bronceados, piernas torneadas y melenas recogidas, todo envuelto en olor a cloro. Igual que Hopper, Nelson era un especialista en plasmar momentos apacibles; una serenidad dibujada con trazos limpios y la luz del final del verano.

miércoles, 22 de julio de 2015

Despedida

Bajo la atenta mirada de su gato, despedida de un soldado australiano antes de partir hacia el frente. La foto fue tomada por Sam Hood en 1942, mientras Europa se deshacía bajo la metralla. "Prefiero la guerra contigo al invierno sin ti", que cantaba Sabina.



martes, 7 de julio de 2015

El largo y cálido verano

"Calor, amor.
La historia tras la puerta"
(Jorge Guillén)


La actual ola de calor empieza a tener tintes de película... Me refiero a aquel "Largo y cálido verano" ("The long, hot summer") que protagonizaran Paul Newman, Joanne Woodward y Orson Welles en 1958. El actor de perfil griego interpretaba a un buscavidas con fama de pirómano que recalaba en un pequeño pueblo sureño controlado por un cacique, padre a su vez de una atractiva y virginal muchacha. Además de la evidente química entre Newman y Woodward -ella quedó embarazada antes del estreno de la película-, la cinta de Martin Ritt sube varios grados merced a numerosas referencias sexuales y al torso desnudo del protagonista... ¡en CinemaScope! La atmósfera sofocante que empapa el relato no simbolizaba otra cosa que el deseo entre el presunto pirómano y la cándida niña de papá. 


Estos días, en Madrid hace un calor de justicia y quedan pocos Newmans a quien desatar la corbata para sofocarlo. Algunos no soportan los 40 grados y andan enloquecidos. Son los pequeños dramas cotidianos de la gran ciudad.


En julio de 1983, otra ola de calor asoló la República Federal de Alemania. La prensa contaba que toda la población había perdido la cabeza. Éste fue el artículo que escribió el corresponsal de El País en Bonn: "Algunos no soportan el calor y reaccionan enloquecidos. En unos grandes almacenes de la ciudad de Dortmund, un trabajador se metió en los lavabos y salió completamente desnudo par las escaleras mecánicas. En la capital de la baja Sajonia, Hannover, un individuo desnudo se subió a un tranvía, otro se puso a dirigir el tráfico en un cruce de calles, y un tercero recorrió a paso ligero los recintos de una escuela superior

[...] Un joven de 29 años se dedicó a romper huevos sobre el capó del coche porque había leído que eso lo hacían los tanquistas de Rommel en el Afrika-Korps durante la campaña del norte de África y daba buenos resultados. Los huevos quedaron a la plancha en unos de dos minutos […] El diario Bild Zeitung informa de la explosión de 30 televisores por culpa del calor. En las cercanías de Francfort, los bomberos tuvieron que echar una mano a unos automovilistas que quedaron pegados al asfalto de la carretera que se derretía".

Si encuentran huevos a la plancha 
por las calles de Madrid, ya saben el motivo...

sábado, 11 de abril de 2015

Abril es el más cruel de los meses


«Porque las rosas buscan en la frente
un duro paisaje de hueso
y las manos de un hombre no tienen más sentido
que imitar las raíces bajo tierra.

Tu vientre es una lucha de raíces,
tus labios son un alba sin contorno,
bajo las rosas tibias de la cama
los muertos gimen esperando turno».


En estos desconocidos versos de Lorca, publicados en Diván de Tamarit, las rosas, signo tradicional de la belleza y la trascendencia, en su ascenso hacia la frente de los hombres, buscan la petrificación del "paisaje de hueso" de la muerte... la pérdida en una pasión sombría, la huida en la oscuridad y la inconsciencia. En La tierra baldía de T. S. Eliot, el poeta tampoco puede seguir el curso de las estaciones, confundidas y paralizadas, no puede saludar el comienzo de la primavera porque despierta el recuerdo de lo que ya no fluye, de lo que ya no sirve:

«Abril es el más cruel de los meses, pues engendra
lilas en el campo muerto, confunde
memoria y deseo, revive
yertas raíces con lluvia de primavera.
El invierno nos dio calor, cubriendo
la tierra con nieve sin memoria, alimentando
un hilo de vida con tubérculos secos».

domingo, 15 de marzo de 2015

Pastelerías de doble fondo

Durante el siglo XIX, los brioches franceses gozaban de un gran prestigio entre la población, a diferencia de la mancillada reputación de los pasteleros parisinos... La sabiduría proverbial dictó la siguiente frase refiriéndose a las mujeres: "Elle a honte bue, elle a passé par-devant l’huis du pâtissier" ("Ella se ha bebido la vergüenza, ha pasado ante la puerta de un pastelero"). La causa de esta mala fama procedía de las "pastelerías de doble fondo", confiterías donde las mujeres se citaban con sus amantes. Así era el negocio del repostero Piton, quien se jubiló en 1860. 


La pastelería de monsieur Piton jamás se vaciaba. Durante el día, los transeuntes de los bulevares entraban con el propósito de comprar magdalenas o pasteles "Savarin". Sin embargo, a partir de las once de la noche, el local era frecuentado por artistas, escritores y bohemios, que llegaban en muy buena compañía... Ignorando el dulce género del mostrador, las parejas pasaban directamente a la trastienda de la pastelería para "boire la honte" ("beber la vergüenza") y cenar. Acaramelados, tomaban la sopa de queso, el embutido y las rodajas de paté que servía el repostero Piton. La velada solía durar una o dos horas, hasta que la policía aparecía, en el momento más inoportuno, como la sombra de Banquo en Macbeth.


En Cyrano de Bergerac, el protagonista y su amada Roxana se citan en la casa del pastelero Ragueneau. Dicha tienda se encontraba en la calle San Honorato. "Era una pollería-pastelería en la que los hornos lo llenaban todo con su calor agradable. Los asadores giraban, los pasteles se horneaban, del techo colgaban los jamones, por todas partes había un delicioso olor. El lugar estaba lleno de cocineros gordos y ayudantes flacos que llevaban delantales blancos y gorros de cocina con plumas de gallina. Sobre las mesas, había montañas de pasteles y bizcochos. Ragueneau, en un rincón, sentado frente a una mesa, escribía algún poema" (Edmond Rostand).

lunes, 2 de marzo de 2015

"La Pecadora" del Paralelo

“Entre tenues velos y melodiosos acordes vivían entregados a la lujuria rindiendo culto al despotismo de una hermosa mujer”. Así empezaba La Pecadora, película protagonizada por Carmen de Lirio, despampanante vedette y actriz catalana de los años 50 y 60. 


Dicen que tomó su nombre artístico -Lirio- de la copla que popularizó la Piquer, pues sus verdaderos apellidos eran Forns Aznar. Nacida en Zaragoza en 1923, hermana del famoso cantador de jotas Mariano Forns, tras la Guerra Civil, sus padres huyeron a Barcelona, donde la hermosa Carmen estudió Corte y Confección, ejerció de modelo para pintores de la Ciudad Condal, ganó un concurso de belleza y abrasó el corazón de innumerables hombres: políticos, empresarios, actores, artistas, toreros, futbolistas... todos cayeron en las redes de su escultural figura. "Novios los tuve a pares", presumió en un libro de memorias. "Los admiradores me acosaban. Atraía a los hombres como la miel a las abejas y siempre estaba rodeada de hombres muy machos y muy deseados en la época, como Ricardo Calvo o Mario Cabré".

Se dice que es por un hombre,
se dice que si es por dos.
Pero la verdad del cuento,
ay, Cristo de los tormentos,
lo saben La Lirio y Dios.


En El Paralelo de la postguerra, Carmen, con su llamativo busto, piernas interminables y ojazos verdes, tuvo que vérselas con los censores de la época, "unos obsesos", según palabras de la corista. Pero, además de guapa, la zaragozana era más lista que una ardilla. Con su picardía, se ganó la complicidad de un censor, quien le dejaba llevar la falda un poco más corta si le compraba libros a su hijo, vendedor de enciclopedias. Otros examinadores fueron menos permisivos y, en varias ocasiones, la penalizaron con multas de 5.000 pesetas por enseñar el escote más de lo permisible o por mirar de forma insinuante a los fascinados espectadores que aún se alimentaban mediante cartillas de racionamiento. En 1951, Carmen de Lirio revolucionó al público con el sainete cómico En la noche de boda, donde recitaba: 

En la noche de bodas,
¿qué hay en tu cama?
Colcha de seda, colcha de seda,
sabanita de hilo y la almohada, 
de suave tela, de suave tela...


Cuenta Manuel Román que tuvo que hacer varios bises. "Cuando lo grabó, la censura prohibió su radiación. Alegaban que los ayes de la cantante incitaban al pecado". Del music hall barcelonés, saltó al cine, donde participó en más de 40 películas, entre ellas, La Pecadora.


El pasado mes de agosto, nonagenaria y olvidada por muchos, felleció Carmen de Lirio, la mujer que, cubierta de plumas y lentejuelas, logró que la alta burguesía de Barcelona bajara hasta el Paralelo, alimentando los sueños de una generación hambrienta.

jueves, 5 de febrero de 2015

Baños de sol en invierno (II)


Eso había pensado Quevedo hasta que amó a aquella mujer enferma. Quevedo miraba al sol cara a cara en su hora más fuerte, para ver si prometía o no prometía durar. Cuando lo sentía tan fuerte que le sinapismaba el rostro con su calor, la ordenaba desnudarse. Era casta la escena. Nada de juegos frente al sol, abusando de la hora de reponerse. El desnudo parecía respetable como en la hora en que no se le puede tocar. A lo más, jugaba con sus senos, pero como con una fruta de un árbol querido y no como el que los va a arrancar, como se arrancan en la hora del placer, sino como quien está contento de que los racimos caigan de su parra y los sopesa sin apetito, con encanto de verles colgar [...] El mismo Quevedo se sentía satisfecho de la abstinencia franca, digna, sencilla, frente a un desnudo de mujer. "Nada..., nada... Se troncharía más si no la respetase". Ella tomaba el aspecto de lo que vive para vivir, no sólo para dedicarse a los juegos sensuales [...] Además, él sabía cómo necesitaba aquellos baños, cómo, si ellos no podían con aquella languidez en que había caído, moriría ella en los días fríos y sin sol.

Ya llevaba bastantes días de baño. Él había comprobado que la carne blanca se había ido pintando por el yodo del sol y había puesto en su mano sobre la quemazón como tostada por un caústico, por una especie de nitrato de plata esparcido en la luz [...] Se sentía, casi se presenciaba, que los árboles de los pulmones, esos dos abetos de maceta, volvían a reverdecer y a rebrotar. Siempre la instaba a que estuviese un poco más, un cuarto de hora más al sol, y le alegraba mirar el espectáculo de aquella curación indudable, eficaz, prodigiosa, todo el sol dedicado a ser el doctor de ella.

- ¡Que me da vergüenza que me mires así! -decía ella.


[...] Él sólo estaba preocupado con que llegasen los días nublados, que al fin llegaron, teniendo ella que echarse la bata porque el Sol no acababa de despejarse, porque, aunque no dejaba de filtrarse, era un sol tibio, colado por la manga de una nube [...] En secreto, en el fondo de él, como quien reza una oración o lanza un sordo exorcismo, decía algo a las nubes, al Sol, al cielo. Su mirada intentaba rasgar las nubes por el sitio más claramente quebrado de ellas. Nada. Y la veía a ella desnuda, un poco aterida, aunque apretaba los dientes con la voluntad de continuar en cueros, para que el Sol se apiadase y viese su fe y no descubriese ni el menor signo de irritación.

[...] Quevedo encontró en ella también el encanto de su lengua dulcificada, italianizada, y, aun sabiendo que iba a ser tan corto el idilio, se entregó a él como a un excepcional amor en el pueblecito en que se veranea, queriendo delirar de pasión para aprovechar el cielo de aquellas noches, la languidez de la muerte de aquella vida y la belleza cándida de aquella mujer, aquella belleza de la que había sacado numerosas pruebas de la placa más directa frente al sol más crudo, como si fuese el fotógrafo que vigila esa especie de cuadro ahumado que va sombreando la fotografía en el papel.

(Ramón Gómez de la Serna, El Gran Hotel, 1942)

miércoles, 21 de enero de 2015

Baños de sol en invierno (I)


El baño de sol de la mujer es un cuadro de nuestros días. Ese éxtasis de un desnudo que antes no tenía explicación, que era una pose que conseguía un artista de su modelo, ahora es un hecho de la vida real y es un gesto espaciado, largo, de una o dos horas todos los días, bajo la terrible falta de rubor de la luz del día.
 
Mujeres discretas, vírgenes muy metiditas en casa, se desnudan con desparpajo frente al más varonil de los astros y frente a la terrible expectación de la luz. En ese nuevo y desfachado paganismo existen las vírgenes que desconfían y se visten ante cualquier indecisión del sol y las que esperan siempre, las que no se impacientan ante los cendales que pasen y esperan desnudas a que se desvele de nuevo.
 
Es penoso, triste, estéril, ese desnudarse a solar frente a la consagración del sol. Ese cinismo que tiene la joven moderna de haberlo hecho todo y de no querer hacer, sin embargo, nada con el hombre, esa invención de la plenitud solitaria, eso se refuerza con el baño de sol [...] El que descubra el agujero para ver bañarse a la mujer pura que se da baños de sol, será el que vea un desnudo en una exaltación que, ni si se le entregase, esa mujer obtendría. ¡Ah, el que sorprenda a una mujer en su largo, tendido, abierto, baño de sol, habrá visto lo indecible, lo que antes, a veces, se descubría siempre en cierta penumbra, en esa luz llena de rincones y de veladuras, de las habitaciones en que ellas se desnudan! [...] Sólo el baño de sol muestra, saca a la superficie los trazos hondos del desnudo, establece la verdad, prueba hasta la saciedad lo que se está viendo.

 
(Ramón Gómez de la Serna, El Gran Hotel, 1942)

lunes, 5 de enero de 2015

El día de los caramelos


El 5 de enero es el día de los caramelos; los que arrojan con brío Sus Majestades, los Reyes Magos de Oriente, durante la cabalgata. Tras la dulce metralla real, los niños se lanzan al suelo para aumentar su botín de dulces, terminando el desfile con un colosal entripado. Pero también hay caramelos que gustan a los adultos...

 
A comienzos de los 70, los hermanos José y Delfín Amaya, familiares de la genial bailaora Carmen Amaya, versionaron el tema Caramelos a ritmo de rumba. La canción, con cierto toque erótico y picarón, fue un enorme éxito.

Mira, nenita, yo traigo unos caramelos,
si tú los pruebas, chiquita,
te comes hasta los dedos.
 
Los traigo de coco y piña,
de limón y menta, nena,
de piña para las niñas,
y limón para las viejas.
 
 
Y hablando de caramelitos de menta que elevan los espíritus a primera hora de la mañana, imposible pasar por alto la farruca, también picantona, de Ochaíta y Solano compuesta para Marifé de Triana a finales de los 60.
 
Ay, bésame, besa,
bésame en la cara,
caramelitos de menta
por la noche y la mañana.
Ay, bésame, besa,
bésame en los labios,
caramelitos de menta
por la mañana temprano.
 
 
La canción sobre caramelos -en este caso, piruletas- más depravada de la historia de la música fue maquinada, por supuesto, por Serge Gainsbourg. Corría el año 1966 cuando l'Enfant Terrible le pidió a la inocente France Galle que le explicase por qué le gustaban tanto las piruletas, sin que ésta sospechara el doble sentido erótico de la letra. Si el texto dejaba dudas, el vídeoclip las disipó.
 

lunes, 1 de diciembre de 2014

El "Je t'aime... moi non plus" de Lola Flores y El Pescaílla

En el invierno de 1967, Serge Gainsbourg y su amante, Brigitte Bardot, grabaron una canción de muchos voltajes que consiguió derretir toda la nieve que aquel año cayó sobre Francia: Je t'aime... moi non plus. Aunque el tema olía a exitazo, la idea de escuchar los gemidos de su esposa en la radio, no le hizo gracia al marido cornudo de la Bardot, quien amenazó de muerte a Gainsbourg. En el último minuto, el compositor echó la patita atrás y paralizó el lanzamiento del escandaloso disco. Esta frenada también enfrió el "affaire" Serge-Brigitte y cada cual continuó por su camino.

 
El compositor necesitaba una nueva musa, más encastada, que estuviera dispuesta a llegar hasta el final con los gemidos de Je t'aime... moi non plus. Et voilà: la vida le puso ante la joven Jane Birkin. En diciembre de 1968, un invierno después del fracaso con la Bardot, la pareja grabó una segunda versión del tema. La definitiva. Birkin, eterna Lolita, interpretó a la perfección los suspiros, quejidos y espasmos que requería la letra. L'Osservatore Romano puso el grito en el cielo y prohibió la radiación de la canción en toda Italia. Poco después, en septiembre de 1969, Franco también la censuró en España.
 
 
Sin embargo, en la España de finales de los 60 y primeros de los 70 se estaban grabando canciones con una carga sexual mucho más alta que el Je t'aime... moi non plus de Gainsbourg y Birkin. Sin gemidos, sino a grito limpio, como la arrebatada interpretación de Dime que protagonizaron Lola Flores y El Pescaílla en una de las galas sabatinas de Televisión Española. Una verdadera orgía a ritmo de rumba.
 


"Yo llevo el peligro de tu amor en mis ojos,
yo llevo el peligro de tu amor en mis venas,
yo llevo  el peligro de quererte tanto,
yo tengo el peligro de sufrir esta pena.
Dime si tú no puedes vivir sin mí,
dime si tú no puedes ya ni llorar,
dime si tú no puedes ya ni dormir...
dime, dime, dime..."

 
Por no mencionar el bailecito erótico de Pepa Flores, luciendo ombligo, sobre un surtidor de gasolina en la película El taxi de los conflictos, rodada por José Luis Saenz de Heredia y Mariano Ozores en 1969. En ella, Lola y El Pescaílla también formaron parte del reparto. Rombos por un tubo. Arrancamos diciembre calentitos.
 

miércoles, 19 de noviembre de 2014

Cuando las mujeres empezaron a llevar "minis" y pantalones (1960-1969)

Jacqueline Kennedy fue el ideal de la elegancia durante los primeros años de la década de los 60. Jackie fue una gran conocedora de la costura europea, pero como primera dama de Estados Unidos eligió al americano Oleg Cassini para diseñar su indumentaria. Se le conoció por sus trajes sencillos, sus vestidos de tubo, sus casquetes y sus sobrios pero elegantes vestidos de noche.

 
En la misma época, Audrey Hepburn tenía un estilo juvenil y sofisticado vestida por Hubert de Givenchy en su papel de Holly Golightly en Desayuno con diamantes. El "petite robe noire" había sido introducido por Chanel en 1926, pero la versión glamourosa de Givenchy inspiró el traje de cóctel para varias generaciones de mujeres.

 
La falda con vuelo de la década de 1950 seguía estando de moda, sin embargo, a mediados de los 60 Cardin y Balenciaga introdujeron nuevas formas que modernizaron la silueta femenina. Adré Courrèges lanzó una colección ultramoderna de temática espacial. Úrsula Andress, con un biquini blanco, y Sean Connery, con sus trajes entallados, marcaron tendencia en la primera película de James Bond, 007 contra el Dr. No, de 1962.

 
La moda de la década, como la política, cambió drásticamente su rumbo en 1965. La modelo Jean Shrimpton impresionó a los espectadores del Victoria Derby en Melbourne (Australia) al aparecer con falda corta y sin guantes. Mientras, los 3.500 marines recién llegados a Vietnam señalaban el comienzo oficial de un conflicto que pronto dividiría a la nación. Ese mismo año, se fundó la Organización Nacional para la Mujer en Estados Unidos y el musical Hair debutó en Broadway. Twiggy, con su delgadez y su corte de pelo andrógino, comenzó su carrera de modelo en Londres como la cara del "Swinging Look" y la diseñadora inglesa Mary Quant introdujo las faldas que llegaban a unos 15 centímetros por encima de la rodilla en una boutique londinense, Bazaar.

 
La película de 1965 Doctor Zhivago inició una tendencia de moda rusa en la que las mujeres se ponían grandes abrigos tres cuartos, sombreros de piel y botas militares, que pasaría sin transición a las tendencias gitanas y renacentistas. Los peinados femeninos ahuecados y con las puntas hacia fuera dieron pie a estilos más largos y naturales. Por otro lado, los hombres jóvenes optaron por llevar el pelo más largo y dejarse crecer el pelo facial.

 
Si bien la segunda parte de la década estuvo dominada por un mercado juvenil y una moda inspirada en la calle, los grandes diseñadores continuaban redefiniendo el mercado de lujo. En 1966, Yves Saint Laurent, protegido y sucesor de Christian Dior, introdujo "Le Smoking", es decir, el corte de esmoquin para señora, al que pronto seguiría su colección safari. Sus populares trajes facilitaron la liberación de las mujeres, que ahora llevaban pantalones, y muy a gusto.

Anuncios de moda en la década de 1960-1969: