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sábado, 8 de marzo de 2014

Madrugada del destierro y de croquetas

"Como un verso de Rafael Montesinos, tan melancólico, tan delicado; como una flor guardada entre las páginas de un devocionario, tan frágil, tan sustraída del tiempo su hermosura desangrada; como un fino relicario que guardara las lágrimas de la Virgen, crece en la despojada Anunciación el leve palio de la Virgen del Valle" (Carlos Colón).
 

Este miércoles, marcado con ceniza, dio comienzo la Cuaresma. En Casa Ricardo retiraron sus famosas croquetas de jamón para cambiarlas por las de bacalao. Un día antes, el 4 de marzo, se cumplió el noveno aniversario del fallecimiento del gran poeta sevillano, y doble Premio Nacional de Literatura, Rafael Montesinos.  
 

Ya duele el azahar en la memoria.
Cómo lastima la luz aquella.

Ahora,
un incensiario de plata - péndulo de plata
del reloj de mi tiempo- estará dando
mi pena en un punto en aquel sitio.

Duele el incienso, duéleme en el alma
la lenta cera ardida, oigo el ruido
de los pies que sisean bajo el paso
en el silencio de la madrugada,
como llamando, ¿a quién?, como llamándome.

Regresando estará la luz ahora
a la ciudad que es suya, a su costumbre
de ser azul y cielo y siempre mía,
y avanza a paso largo la memoria
de regreso a su casa.

Es cruel el destierro. cae de bruces
sobre la dolorosa dicha aquella.

Intentar levantarlo
es más cruel aún. Quiere estar solo,
entre dos luces, por aquella calle.

Donde nací una vez moriré siempre.
 
(Rafael Montesinos)

 
Y aunque ya estemos en Cuaresma y andemos tiesos o cenizos, a nadie le amarga una croqueta, incluso siendo de bacalao. Para no pecar más de la cuenta.
 
Yo sé que no necesitas
que a ti te llamen cloqueta,
ni cocina de diseño,
ni papelón, ni menestra,
ni que destrocen tu cuerpo
por tu abdomen, regordeta
ni recetarios de nácar,
ni Arzak, ni Adriá, ni monsergas,
ni platos de pura plata,
ni alabanzas sempiternas,
a esa cara tan gitana
bronceada en cazoleta.
Yo sé que tú no me pides
rebozado de primera,
mil besos de pan rallado,
profusión de servilletas,
título de capitana,
ni una corona de Reina,
ni compaña de otras tantas
cofradía croquetera.
 
(Antonio Cattoni)

domingo, 31 de marzo de 2013

Ya no hay caramelos en tu canastilla


La otra tarde, a esa hora en la que todo es calma, entré en la iglesia de Santa Ana, la catedral de Triana. Era un lunes de marzo, y los chiquillos, aún vestidos con el uniforme escolar, jugaban a la pelota en la calle Vázquez de Leca. Desde la iglesia vacía, se escuchaba la voz de los niños y el botar del balón. El olor a barrio se mezclaba con del incienso y los cirios ardiendo. También se oía el piar desenfrenado de los gorriones, que buscaban sitio en las ramas del inmenso árbol de la plazuela de Santa Ana. Un matrimonio entró en la iglesia con una percha entre las manos. De ella colgaba lo que parecía el camisón de un bebé. Fueron directos a un lateral del altar y, allí, sin mediar palabra, bajaron la figura de un Niño Jesús al que comenzaron a vestir con esmero. La mujer se encargaba de cuadrar las mangas mientras el hombre le anudaba el cierre a la espalda. Eran como dos críos con su muñeco.


En el Altozano, otros niños se arremolinaban alrededor de Rafael y su coche de fantasía donde, como cada año, había instalado una estampa de Semana Santa en miniatura. En un lateral, bajo el escudo del Betis, podía leerse, incluso, un homenaje a Marifé de Triana, recientemente fallecida: "La más grande la copla vivió aquí. Los sevillanos, todos los españoles y el mundo entero te recordamos. Que Dios te tenga en la gloria". Y precisamente hoy, en este Domingo de Resurrección y Gloria, se me agolpan todos estos recuerdos.


Calle de las Sierpes,
donde están las sillas,
donde está mi infancia
recién fallecida,
jugando ¡la pobre!
a las cuatro esquinas,
de cuerpo presente,
con mi historia encima.
Calle de las Sierpes,
por Cerrajería.

Nazarenos negros
de la pena mía
(toca sus cornetas
la caballería),
soldados romanos
de plata y en filas,
húsares usados
igual que mi vida
gastada en el limpio
aire de Sevilla.

Vuelve lo perdido,
con las cofradías.
Mi alma no puede
con su Cruz de Guía.
Llevo en la garganta
saetas partidas,
y en la sangre el triste
tambor de los días.

Calle de las Sierpes,
por Cerrajería.

Nazareno negro
de la pena mía,
ya no hay caramelos
en tu canastilla,
ni gotas de cera
en mis manos frías.
Nazareno negro,
suéltate la hebilla
para que yo vuelva
a mis niñerías.

(Una vida menos
por Cerrajería).

RAFAEL MONTESINOS (1948)

¿Y si nos vamos al cine este Domingo de Resurrección?