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miércoles, 20 de enero de 2016

Los días normales

"Yo creo que lo que hay que hacer es amar a la vida, no a la felicidad [...] Además, no creo que existan los niños felices [...] Estoy empezando a pensar que hay un sector de educadores postmodernos que se han convertido en el aliado más fiel de la barbarie, que lo que hacen es ocultar la realidad y sustituirla por una ideología buenista, acaramelada, y de un mundo de «teletubbies». Personalmente, me resultan más atractivas la valentía y el coraje de afirmar la vida. Tenga usted un hijo feliz y tendrá un adulto esclavo, o de sus deseos irrealizados o de sus frustraciones" (Gregorio Luri).


Acabamos de superar el Lunes Triste (Blue Monday), nombre asignado al tercer lunes de enero por ser, según la pseudociencia, el día más deprimente del año. La deuda acumulada durante la Navidad, el tiempo invernal, la falta de nuevas vacaciones hasta verano o Semana Santa y el fracaso de los propósitos de Año Nuevo explican la melancolía que se encierra tras el Blue Monday. Esta hipótesis -idiota, sin duda- sólo puede nacer en una sociedad enferma donde, desde la cuna, nos educan para ser eternamente felices: "Hazte un favor y se feliz", "Moldea la mente para ser más feliz", "Las 50 claves de la felicidad", "Cosas a las que debes renunciar para ser feliz"... La lista de eslóganes es interminable. Hasta tal extremo que, algunas personas, piensan que la vida es Disneyland y se deprimen cuando el cielo no está cuajado de estrellas, los animalitos no hablan o las amapolas se mustian. Y así, a la espera de una infancia eterna o de una felicidad ficticia, estas personas dejan escapar las jornadas entre suspiros, encerradas en una rutina banal, porque la realidad no se corresponde con los cuentos de hadas. Viven encadenando... días normales.

Llegan
y se van sin hacer ruido
-como buenos
clientes-,
luego el tiempo
los confunde en la memoria,
y ya ni sabes
si aquel lunes era jueves
o al revés.

Que no te engañen,
no son tan poca cosa
como parecen:

suelen poder
con el amor.

(Karmelo C. Iribarren)


Camus fue un hombre que buscaba la felicidad ("no hay amor a la vida sin desesperación de vivir"), un panteísta mediterráneo que adoraba el sol y el mar, y que consiguió escapar de los días normales. Él lo explicó así: "En las profundidades del invierno, finalmente aprendí que en mi interior habitaba un verano invencible". Cuando uno es capaz de encontrar ese "verano invencible" (es decir, cuando uno es capaz de amar la vida a pesar de que ésta, a menudo, es dura e injusta), los lunes tristes pasan de largo.

miércoles, 21 de octubre de 2015

Aprender a andar... en torero


Ya inscrito [en la Escuela Taurina de Madrid], ese mismo día me dispuse a entrenar con los demás; mi padre había ido al Rastro y me compró todo el equipo: un capote y una muleta, que por cierto me venían grandísimos, mi espada de ayuda, el palillo para la muleta y el pañuelo de hierbas para hacer el típico lío de los maletillas. Creo que él disfrutó más que yo con el asunto.

[...] Y cuando ya me iba a poner a torear -a mi manera, porque yo no tenía ni puta idea- llegó uno de los profesores y me dijo que dejara los trastos quietos y que me pusiera a andar. Estuve dando vueltas y más vueltas a la plaza hasta que acabaron las clases. ¡Dos horas! Luego me enseñaron a doblar el capote y la muleta, los até en el pañuelo y me mandaron para casa. Al día siguiente se repitió la operación: monté la muleta yo solo y cuando me disponía a torear de salón me volvieron a decir lo mismo: ponte a andar. Y otra vez vueltas y más vueltas hasta el final de la tarde. Tres días me tuvieron así. Pasado el tiempo, cuando ya era uno de los alumnos aventajados, me atreví a preguntar a don José de la Cal por qué hizo aquello conmigo.

- Porque no sabías andar, porque no andabas en torero -me contestó.


Era verdad, porque, como chulito del barrio, caminaba de puntillas y moviendo los hombros. De "vacileta". Hasta que no me vio caminar erguido y posando bien los pies sobre la arena aquel hombre no me dejó coger un capote. Aprender a andar, ésa fue la primera lección que me dieron en la Escuela Taurina de Madrid. Eran, claro, mis primeros pasos en el toreo.

Autobiografía de José Miguel Arroyo, "Joselito, el verdadero"

lunes, 19 de enero de 2015

El hambre de descubrir


Hace unas semanas, coincidiendo con la marcha en París que condenaba el terrorismo islamista, nuestra profesora en el Institut Français nos hizo leer, en voz alta, un fragmento de la novela autobiográfica de Albert Camus, El primer hombre, donde el autor describe a su maestro de escuela, el señor Bernard:

"Después venia la clase. Con el señor Bernard era siempre interesante por la sencilla razón de que el amaba apasionadamente su trabajo. Fuera el sol podía aullar en las paredes leonadas mientras el calor crepitaba incluso dentro de la sala, a pesar de que estaba sumida en la sombra de unos estores de gruesas rayas amarillas y blancas. También podía caer lluvia, como suele ocurrir en Argelia, en cataratas interminables, convirtiendo la calle en un pozo sobrio y húmedo: la clase apenas se distraía. Sólo las moscas, cuando había tormenta, perturbaban a veces la atención de los niños. Capturadas, aterrizaban en los tinteros, donde empezaban a morirse horriblemente, ahogadas en el fango violeta que llenaba los pequeños recipientes de porcelana de tronco cónico encajados en los agujeros del pupitre. Pero el método del señor Bernard, que consistía en no aflojar en materia de conducta y por el contrario en dar a su enseñanza un tono viviente y divertido, triunfaba incluso sobre las moscas. Siempre sabía sacar del armario, en el  momento oportuno, los tesoros de la colección de minerales, el herbario, las mariposas y los insectos disecados, los mapas… que despertaban el interés languideciente de sus alumnos.

[...] No, la escuela no sólo les ofrecía una evasión de la vida de familia. En la clase del señor Bernard por lo menos, la escuela alimentaba en ellos un hambre más esencial todavía para el niño que para el hombre, que es el hambre de descubrir […] Sentían por primera vez que existían y que eran objeto de la más alta consideración: se los juzgaba dignos de descubrir el mundo".

Camus en la escuela

El señor Bernard -cuyo nombre real era Louis Germain- se comprometió con el pequeño Albert y su brillante destino: le habló de la escuela secundaria, le ayudó a preparar el examen de ingreso y, lo más difícil, convenció a su madre y abuela para que le permitieran seguir con sus estudios. Sin su maestro de escuela, Camus habría sido, durante toda la vida, un pobre trabajador en Algeria y no el ganador del Premio Nobel de Literatura. Tras recoger el prestigioso galardón en 1957, durante su discurso de agradecimiento, Albert recordó al señor Germain. Días después, le envió una carta desde París:

Querido señor Germain:

Esperé a que se apagara un poco el ruido que me ha rodeado todos estos días antes de hablarle de todo corazón. He recibido un honor demasiado grande, que no he buscado ni pedido. Pero cuando supe la noticia, pensé primero en mi madre y después en usted. Sin usted, sin la mano afectuosa que tendió al niño pobre que era yo, sin su enseñanza y su ejemplo, no hubiese sucedido nada de todo esto. No es que dé demasiada importancia a un honor de este tipo.

Pero ofrece por lo menos la oportunidad de decirle lo que usted ha sido y sigue siendo para mí, y de corroborarle que sus esfuerzos, su trabajo y el corazón generoso que usted puso en ello continuarán siempre vivos en uno de sus pequeños escolares, que, pese a los años, no ha dejado de ser su alumno agradecido.

Lo abrazo con todas mis fuerzas.


El señor Germain

La emotiva carta de Camus obtuvo respuesta desde Argel:

Mi pequeño Albert:

He recibido, enviado por ti, el libro Camus, que ha tenido a bien dedicarme su autor, el señor J.-Cl. Brisville. Soy incapaz de expresar la alegría que me has dado con la gentileza de tu gesto ni sé cómo agradecértelo. Si fuera posible, abrazaría muy fuerte al mocetón en que te has convertido y que seguirá siendo para mí "mi pequeño Camus".

Todavía no he leído la obra, salvo las primeras páginas. ¿Quién es Camus? Tengo la impresión de que los que tratan de penetrar en tu personalidad no lo consiguen. Siempre has mostrado un pudor instintivo ante la idea de descubrir tu naturaleza, tus sentimientos. Cuando mejor lo consigues es cuando eres simple, directo. ¡Y ahora, bueno! Esas impresiones me las dabas en clase. El pedagogo que quiere desempeñar concienzudamente su oficio no descuida ninguna ocasión para conocer a sus alumnos, sus hijos, y éstas se presentan constantemente. Una respuesta, un gesto, una mirada, son ampliamente reveladores. Creo conocer bien al simpático hombrecito que eras y el niño, muy a menudo, contiene en germen al hombre que llegará a ser. El placer de estar en clase resplandecía en toda tu persona. Tu cara expresaba optimismo.

He visto la lista en constante aumento de las obras que te están dedicadas o que hablan de ti. Y es para mí una satisfacción muy grande comprobar que tu celebridad (es la pura verdad) no se te ha subido a la cabeza. Sigues siendo Camus: bravo [...] Recuerda que, aunque no escriba, pienso con frecuencia en todos vosotros.

La madre de Camus

Al terminar de leer en voz alta aquella página de El primer hombre, nuestra profesora suspiró. ¿Quedan maestros como Monsieur Germain? ¿Quedan alumnos como Camus? Will Durant escribió que una civilización no era conquistada desde fuera hasta que no se había destruido a sí misma desde dentro. Y en ésas estamos, educándonos -o envileciéndonos- solos, sin maestros que marquen el camino.

Camus recogiendo el Nobel

"[...] Después se precipitó a la ventana, mirando a su maestro, que lo saludaba por última vez y que lo dejaba solo, y en lugar de la alegría del éxito, una inmensa pena de niño le estremeció el corazón, como si supiera de antemano que con ese éxito acababa de ser arrancado el mundo inocente y cálido de los pobres, mundo encerrado en sí mismo como una isla en la sociedad, pero en el que la miseria hace las veces de familia y de solidaridad, para ser arrojado a un mundo desconocido que no era el suyo, donde no podía creer que los maestros fueran más sabios que aquel cuyo corazón lo sabía todo, y en adelante tendría que aprender, comprender sin ayuda, convertirse en hombre sin el auxilio del único hombre que lo había ayudado, crecer y educarse solo, al precio más alto".

miércoles, 23 de julio de 2014

Vacaciones Santillana


¿Qué habría sido de nuestros veranos sin los entrañables cuadernillos Vacaciones Santillana? Disciplinaban la vida entre chapuzón y chapuzón cuando, a primera hora de la mañana o durante la siesta, nos obligaban a rellenar "un par de hojitas", con el fin de no olvidar lo aprendido durante aquel curso. Esos cuadernillos constituían, al mismo tiempo, una bendición y una cruz.
 
 
Los niños sevillanos reciben una educación especial para repasar y reforzar sus conocimientos cofrades. El verano sin procesiones se hace demasiado largo, por ello existe un programa educativo específico de ejercicios capillitas. Antes de bajar a la playa de Mazagón o la Antilla, en esta web, los más pequeños de la casa tienen varios dibujos de pasos de Semana Santa para imprimir y colorear. 
 
 
Para los más mocitos, en la lista de lecturas recomendadas para el verano 2014, sobresale la obra bilingüe Una vez un niño quiso ser nazarenito (A child that wanted to become a nazarenito), un edificante cuento ilustrado.
 
 
La ortografía quizá flaquee, pero la próxima Semana Santa, en materia cofrade, todos nuestros niños y niñas, penitentes y penitentas, van a sacar matrícula de honor.

miércoles, 18 de junio de 2014

La Ley Cenicienta y la coronación de Felipe VI

Con el fin de acabar con la "crueldad emocional contra los niños", los hijos de la Gran Bretaña han inventado la "Ley Cenicienta", es decir, a partir de ahora, los padres que no den amor a sus criaturas acabarán en chirona.
 
 
El nombre "Cinderella Law" me parece sencillamente maravilloso. Nosotros, los españoles, también tenemos una Cenicienta ibérica: me refiero a la inminente reina, Letizia Ortiz, quien por arte de magia, ha pasado de periodista a princesa rockera amante de los zapatos.
 
 
Zapatos aparte, en esto de la coronación de Felipe VI se ha armado mucho revuelo porque don Juan Carlos ha decidido salirse de najas y no asistir a la ceremonia del jueves. Aunque pocos "tertulianos" han caído en la cuenta, los copleros ya vaticinaron los hechos: el niño Felipe, próximo rey de España, no tiene padre. O lo tiene, pero en paradero desconocido.
 
 
Copla 1-. Y sin embargo te quiero (Quintero, León y Quiroga)
 
Llorando junto a la cuna
me dan las claras del día;
mi niño no tiene padre
¡qué pena de suerte mía!
-Anda, rey de España, vamos a dormir.
Y, sin darme cuenta, en vez de la nana
yo le canto así [...]



Copla 2-. Con los bracitos en cruz (Molés, Alfonso y Naranjo)

Déjame que ponga un beso en tu frente
quiéreme aunque murmure la gente,
yo te he llevao en mis entrañas
te di sangre de mis venas
dime tú a mí, rey de España
si es no grande mi condena.
Con los bracitos en cruz,
iré a buscar a tu padre,
lo juro por mi salud
pa que siempre sepas tú
lo buena que es una madre.


¡Estos copleros! ¿Se pueden escribir nanas con mayor sentimiento y cariño? ¿Qué opinan sobre estas coplas los impulsores de la "Ley Cenicienta"? En su abandono, ¿padece Felipe "déficit de afectividad paternal"? A diferencia de los zapatos de Letizia, la subasta del cariño ni se compra ni se vende..., pero ésa es otra copla.

 

domingo, 25 de mayo de 2014

El advenimiento de la catástrofe

Yo me juego entero.
¡Qué le voy a hacer..!
 
 
Nacer en el seno de un patriarcado atlético marca de por vida, pues te prepara para aguardar el advenimiento de la catástrofe en el momento más inesperado. En esta vida, el único medio para ser optimista es temerse lo peor, por eso, casi desde el nacimiento, siempre hay unos brazos prestos a apresarte con el fin de encerrarte entre los barrotes de la cuna justo en lo mejor del jolgorio: la aburridísima siesta. Aquellos paseos desesperados de mi padre a la hora del partido desde el salón hasta la cocina, donde mi madre y yo cenábamos, y los gritos mentando a los fallecidos del equipo contrario a los diez minutos del final, iban calando imperceptiblemente en mi personalidad futura. Años después, cuando a todos los compañeros del colegio se les hacía la boca agua con las películas de las Spice Girls, yo prefería ver El tercer hombre, una historia donde todo acaba mal. Y, al aficionarme a los toros, como no podía ser de otra manera, me hice partidaria de César Rincón en el ocaso de su carrera. Y después de Fernando Robleño.
 
 
Nacer en el seno de un patriarcado atlético te enseña a encontrar la victoria que subsiste en la derrota; a ser consciente de que, tras los mayores triunfos, siempre puede sobrevenir un añito en el infierno; a caminar con la cabeza alta incluso en la cuesta abajo, y a admirar el atractivo que emana de los perdedores henchidos de honra. No se trata de una actitud claudicante, ni mucho menos, sino de mirar cara a cara, con estoicismo, a esa catástrofe que siempre nos jode en el último minuto. A perder por una cabeza. Esos son los fundamentos de la educación atlética.
 
 
Cuántos desengaños,
por una cabeza.
Yo juré mil veces,
no vuelvo a insistir.
 
Por ello, esta mañana, la siguiente a la final de la Champions, cuando a salí a caminar por el parque, me reconfortó comprobar que todo seguía en su sitio. Los niños del Atleti iban de la mano de sus padres cuestionándose la realidad de la existencia, curtiéndose para el próximo golpe, mientras que un crío del Real Madrid, con gafas y los pelos de punta, correteaba, confiado, varios metros por delante de su madre, vestido con la camiseta de Cristiano Ronaldo. Le observé largo rato. Inconscientemente, con sus felices saltos, llevaba el compás de Volare.
 
 

jueves, 22 de mayo de 2014

En un mundo de adolescentes


Husmeando en la mediateca del Institut Français, di con una clarividente entrevista a Jérôme Bindé publicada hace unos años en Le Monde. En ella, el director de la Oficina de Prospectiva de la Unesco describe una sociedad cada vez más inmadura, donde los mayores han perdido su autoridad y ya no transmiten un saber considerado obsoleto. El artículo, titulado Vers un monde d´adolescents, arranca así:
 
Nous assistons à une "juvénilisation" des sociétés. De 15 à 60 ans ou plus, les individus ont à peu près les mêmes désirs. On ne sait plus quand on cesse d'être adolescent, comme si le mot d'esprit de Hergé, le créateur de Tintin, "les jeunes de 7 à 77 ans", était devenu un programme de vie.


En las sociedades tradicionales, distinguíamos la infancia, la madurez y, finalmente, la vejez. Según Bindé, hoy asistimos a una confusión de las tres edades de la vida. Para responder a su deseo de juventud, el individuo moderno dispone de un "nuevo cuerpo", más atlético y resistente. Sobre todo, la juventud se impone como un imperativo. Nietzsche, con su nihilismo, ha sido el gran profeta de este fenómeno. La "ética de la juventud" sólo estima el presente. ¡El héroe emblemático del siglo XX, finalmente, ha sido Picasso! El perpetuo niño con camiseta a rayas. Esta ideología "artística", antiguamente marginada, se ha convertido en dominante.
 

Desde la época de la Ilustración, la consigna ha sido apartar a los ancestros, a las ideas clásicas, hipervalorizando el presente. Por eso, vivimos en una especie de perpetuo presente, donde el futuro apenas asoma y el pasado se rechaza. Esto desemboca en un peligro fundamental: "la crisis del padre", es decir, la falta de autoridad. Con la eliminación paternal ha llegado la ruptura de la tradición.
 
La carence du père dans les sociétés actuelles pose un énorme problème pour l'éducation des enfants: dans un tel monde, il n'y a plus de fondement de l'autorité.


Por supuesto, esta sociedad inmadura es, también, más creativa. Los jefes de las grandes empresas se comportan como creadores. Esta tendencia planetaria se sustenta sobre un rasgo fundamental de la naturaleza humana: el hombre del siglo XXI nunca termina de formarse, lo que el entrevistado llama la "neotenia", es decir, la conservación del estado juvenil en el organismo adulto. La hipótesis de Bindé es que esta neotenia ha sido, a través de los siglos, parcialmente negada, aprisionada bajo estructuras muy regladas y jerarquizadas (la ley del padre, el sistema patriarcal, etc.). Su eliminación confirma la teoría de que la humanidad evoluciona, irremediablemente, hacia la inmadurez.
 
Cela confortait l’idée que l’humanité évoluait vers la maturité. Nous sommes peut-être dans une époque étrange où tout cela vole en éclats. Comme si, en quelque sorte, l’humanité du XXIe siècle assumait son immaturité.




 

 
 

jueves, 3 de abril de 2014

Cuando los toreros eran considerados héroes

El último informe PISA dice que el rendimiento de los alumnos españoles en matemáticas, lectura y ciencias sigue por debajo de la media de la OCDE. Nuestros niños tampoco saben resolver problemas. Curiosamente, cuando los toreros eran los grandes héroes juveniles, en las escuelas todo funcionaba mejor.   
 

Sentados vis a vis ante una mesita del sleeping, que avanza corriendo hacia Sevilla, mi amigo se exacerba. Con paciencia metódica, durante cinco meses ha recorrido España visitando escuelas e interrogando en ellas a los niños que tienen nociones de Historia y de la vida, que conocen, o recitan, al menos, los nombres de nuestros héroes más gloriosos.
 
- ¿Qué querríais ser? -les ha ido preguntando uno a uno con parsimonia paternal-. Pensad sobre las figuras que más retienen vuestra atención, y decidme a quién os gustaría pareceros. ¿A Cervantes? ¿A Velázquez? ¿A Hernán Cortés?...
 
Mas, ¡ay!, el idealismo infantil no va por donde le buscaba el cuestionario de mi amigo, a juzgar por la respuesta de los niños españoles. De 1507 preguntados, 1022, según la estadística que me muestra, dijeron que quieren ser toreros...
 
La tauromaquia es, pues, el mayor de los ideales españoles. Cuando mi amigo creía hallar entre los preguntados artistas incipientes, guerreros en agraz, exploradores del mañana, he aquí que, como puestos de acuerdo, le dicen casi unánimes:
 
- Yo quiero matar toros como Mazzantini.
 
- Yo aspiro a lancear de capa como el Espartero.
 
Si el nombre cambia, el héroe es siempre el mismo. Todos pretenden ser artistas y guerreros. Pero no para pintar cuadros ni para conquistar territorios. No. Sino para llevar su arte y su valor al redondel, y lograr, explotándole, gloria y dinero. Acaso porque el arte de lidiar toros, es el único arte que se considera como una fortuna realizable.
 
- ...Y como lo que dicen los niños -exclama mi amigo gravemente- no es sino un reflejo ingenuo de lo que escuchan a sus padres, yo compadezco a este país...
 
[...] Nuestro carácter meridional, un poco rudo, un poco ingenuo, necesita de héroes. Y, de momento, sólo podemos hallarlos buscándolos entre los toreros.
 
FRANCISCO GÓMEZ HIDALGO (1913)
 
 
A mediados de 2013, una empresa de gestión de Recursos Humanos preguntó a los niños españoles qué querían ser de mayores. Las respuestas más repetidas fueron profesora, peluquera, bailarina, cantante y diseñadora de moda (entre las niñas); y futbolista, tenista, policía, bombero, informático y médico (entre los niños). Toreros, ni por asomo. ¿Quiénes serán los héroes del siglo XXI?
 
Este pollopera llamado Justin Bieber, teóricamente cantante,
arrasa en la actualidad entre niños y niñas de medio mundo
 

jueves, 27 de marzo de 2014

¡Todos en pelotas!

"On ne naît pas femme: on le devient" par Simone de Beauvoir
(ahora me entero)
 

Últimamente, en Francia saltan de polémica absurda en polémica ultra-absurda. En una lista de libros recomendados para niños de primaria, destaca un título llamativo: "Tous á poil!", que en castellano quiere decir "¡Todos en pelotas!". En esta obra "naturista" de Franek y Daniau, se muestran dibujos de diversas personas, de distinta edad, complexión física y profesión, como Dios las trajo al mundo. Interpreto que el objetivo final de este libro de ilustraciones consiste en demostrar que, desnudos, todos somos iguales. O quizás que en cueros se va más cómodo por la vida.
 
 
Tan desatinada como esta teoría igualitaria, ha sido la reacción de Jean-François Copé, actual líder del partido UMP, que ha entrado en la muleta como un Miura diciendo que "Tous á poil!" es "perturbador y peligroso", cuando el adjetivo acertado habría sido "gilipollas". Sin embargo, ¿qué podemos esperar de un sistema educativo que destina fondos para el llamado "ABCD de l´égalité", un programa de enseñanza dependiente del Ministerio de Educación? Dicho experimento, que opera en un puñado de institutos franceses, trata de erradicar los estereotipos existentes entre los varones y las hembras a través de la "Théorie du Genre". En las escuelas ya no se usarán los pronombres "él" y "ella", sino el neutro (¿el "ello"?), con el fin de no causar traumas ni condicionar el futuro de las criaturas.

 
El "ABCD de l´égalité" impone, así, una de las principales reformas educativas del siglo XXI, de crucial importancia para el desarrollo de Europa: que los niños empiecen a jugar a las cocinitas y las niñas con coches de bomberos. Y todos, niños, niñas y el "ello", en pelotas.

 

lunes, 27 de enero de 2014

El léxico de los mayorales de bravo de Salamanca

El pasado jueves, se celebró en el Aula de Tauromaquia del CEU una curiosa charla sobre el léxico utilizado por los mayorales de bravo en Salamanca. El veterinario Juan José García y el investigador José Carlos de Torres fueron los encargados de ilustrarnos sobre esta riquísima cultura oral, transmitida de padres a hijos durante generaciones. Algunos de los mayorales que han participado en el estudio son Ricardo García, del Puerto de San Lorenzo; Fidel Rivas, de Atanasio Fernández; Pedro Tapias, el famoso "Zorro de Sepúlveda", Ángel Román e Ignacio González, vecinos de Retortillo; Juan Antonio Marcos, del Sierro; Valentín Perdigón, de Justo Nieto, y algunos más jóvenes.
 

A todos ellos se les preguntó qué es un mayoral, palabra existente en nuestros diccionarios desde el siglo XIV. La respuesta fue unánime: aquel que es consultado por el ganadero durante la tienta, es decir, el hombre de confianza del ganadero. ¿Y qué es la casta? La ascendencia brava, conocida y seleccionada mediante la tienta. Para los mayorales charros, existe una "casta buena", que es la nobleza, y una "casta mala", que es el genio. Un toro encastado sale al ruedo con salero y empuja hasta el final. El toro "de media casta", en cambio, es el morucho, teóricamente eliminado de las ganaderías de bravo, aunque en numerosas corridas comprobamos que aún subsiste en ciertas casas. ¿Y el toro bravo? El toro de lidia, con casta buena, que acomete. "La bravura es acometer a lo que se mueve, con muchos matices", respondió un mayoral. Finalmente, ¿qué es un toro manso? Uno flojo, tranquilo, tonto, que no se nota en el campo... Existe un nivel superior, el manso perdido, aquel que rehúye la pelea y desea escapar.
 

Para los mayorales más veteranos, trapío es un término moderno y prefieren la palabra "hechuras", que es la presencia del toro, "el total". Unos dicen que, cuanto más pequeños los pitones, más fuerza y más peligro.
 

Durante la conferencia, aprendimos muchas palabras de este habla popular que, desgraciadamente, jamás han sido registradas en los diccionarios. El TORO CARPINTERO es el que derrota. La VACA DE MALA CABEZA, la bronca, lo contrario de noble, y representa la pesadilla de los mayorales en el campo. El toro ENCARBAO o ACARBAO es aquel que se echa entre la tierra o la hierba para esconderse. TORNIJAR o ESTORNIJAR consiste en enterrar los pitones en el suelo. TURREAR es la emisión, por parte del toro, de sonidos prolongados. GALLERO es el toro que hace de hembra en la manada y se deja montar. El maricón, para que nos entendamos. Existe la creencia de que, si sobrevive, a causa de las lesiones óseas que suele sufrir en la cadera, sale bueno en la plaza. La vaca TORIONDA o LUNERA es aquélla que se encuentra en celo. El becerro ARTUÑADO es aquel que ha sido criado por una vaca que no es su madre natural. Es un becerro adoptado. Cuando una vaca está haciendo AMOJO, empieza a dar signos de proximidad al parto. Mientras que ESCARCAR consiste en arreglar las pezuñas de los toros. Una palabra más: el TORO FARINATO es aquel de color melocotón o colorado claro, en recuerdo del famoso embutido charro.
 

Ya son pocos los mayorales que viven en el campo, junto a sus toros, los 365 días del año y, al mismo tiempo, cada vez es más frecuente que los ganaderos contraten personal ucraniano, búlgaro, rumano o ecuatoriano. Por tanto, tristemente, al igual que sucede con ciertos encastes, todas estas palabras también se encuentran al borde de la extinción.

domingo, 10 de noviembre de 2013

¿Ganarse la vida o vivir de la sopa boba?


El término negocio deriva de las palabras latinas nec y otium, es decir, "aquello que no es ocio". Para los romanos, otium era lo que se hacía durante el tiempo libre sin recibir ninguna recompensa. El negocio, por el contrario, constituía una actividad lucrativa. Sin embargo, desde la nefasta cultura del 68 hasta nuestros días, se confunde con frecuencia el ocio y el negocio, lo que conduce, invariablemente, a pretender vivir del cuento. En el siguiente artículo, Javier Gomá reflexiona con acierto sobre el arte de ganarse la vida:


"La obligación y responsabilidad del auténtico educador es operar sobre las tendencias naturales del pupilo para crear en él una segunda naturaleza -la cultura- que lo transforme en individuo emancipado y crítico con todo y con todos, y muy en particular con respecto a quienes le tutelaron mientras era niño.
 
El proceso de socialización del yo incluye una especialización doble: la del oficio y la del corazón (producción y reproducción). Por un lado, la mayoría de los hombres y de las mujeres, tarde o temprano, se enamoran y, en compañía de la persona amada, fundan una casa. Pero, por otro lado, tanto para fundar una casa como, más genéricamente, para ser independiente, es requisito necesario integrarse en la economía productiva de la sociedad y realizar en ella una labor que estime y remunere. Acertar a encontrar una ocupación pagada, dentro del gran sistema de oficios y profesiones organizado en cada sociedad, es lo que usualmente se designa como ganarse la vida [...] La figura del profesional competente que desempeña su especialidad de forma experta y eficaz, prestando con su trabajo bien hecho un servicio útil a la sociedad, es la personificación más acabada del hombre que sabe ganarse la vida.
 

[...] La locución ganarse la vida indica que la vida no es un regalo. Soñamos, sí, con una vida regalada, pero la inmensa mayoría de los casos pesa sobre nosotros la obligación de trabajar para lograr una posición en el mundo. Durante algunos años, la infancia y la adolescencia, vivimos en una situación de ociosidad subvencionada por los padres, por el Estado. Pero la educación que recibimos tiene la finalidad de hacernos autónomos, dotarnos de los instrumentos para valernos por nosotros mismos [...] Sabemos que hoy a la juventud le resulta difícil y costoso obtener ingresos para pagar esa independencia -piso, alimentos, ocios- y eso explica actitudes dilatorias que prorrogan la permanencia en el hogar familiar y que permiten a esa juventud la aplicación de todos sus medios económicos a la última de las partidas (ocio), compatible a menudo con una reclamación de libertad sin límites en lo tocante a los estilos de vida. 
 
[...] Pero hay también que reconocer que el imperativo de ganarse la vida y de desarrollar alguna especialización profesional ha carecido, desde el Romanticismo a esta parte, de todo prestigio cultural y moral [...] El resultado es la extendida creencia de que el verdadero hombre es aquel que, como el genio, vive exclusivamente para su propio mundo y sus necesidades interiores. En consecuencia, el modo de ganarse la vida se le antoja a este sujeto moderno -artista genial en potencia- algo enojoso, indigno de él, un accidente de la vulgar exterioridad ajena a su mundo".
 
JAVIER GOMÁ LANZÓN

 

jueves, 7 de noviembre de 2013

Bendito el corazón que se puede doblar porque nunca se romperá

"En las profundidades del invierno finalmente aprendí que en mi interior habitaba un verano invencible" (Albert Camus)
 

A Camus comencé a conocerlo por el final, es decir, por su obra póstuma: El primer hombre. El ganador del Premio Nobel llevaba el manuscrito de este libro dentro de un maletín negro el día en que sufrió el accidente automovilísco que acabó con su vida. El maletín fue hallado cerca del árbol contra el que se estrelló el coche y, hasta 1995, su hija no facilitó el material para que esta novela autobiográfica fuera editada.
 

Si hoy, en los colegios e institutos europeos, en vez de El Principito y similares, exigieran como obra de lectura obligatoria El primer hombre, nuestro futuro, probablemente, sería más sólido y menos mísero, menos superficial e infantilizado. Hay fragmentos, como aquel en el cementerio militar donde Camus visita la tumba de un padre que no llegó a conocer que, por su desnudez, estremecen siempre, a lectores de cualquier edad, incluso si ya se ha leído este pasaje una docena de veces. Forman al joven a enfrentarse con la realidad y con la vida, vengan bien o mal dadas, porque Camus es un referente moral y un ejemplo universal a seguir: la historia de un niño pobre que alcanzó la excelencia gracias a su educación, a su esfuerzo, a su inteligencia y a la literatura. "Bendito el corazón que se puede doblar porque nunca se romperá", escribió en una ocasión.
 
"Fue en ese momento cuando leyó sobre la lápida la fecha de nacimiento de su padre e hizo maquinalmente un cálculo: veintinueve años. De pronto, le asaltó un pensamiento que lo sacudió incluso físicamente. Él tenía cuarenta. El hombre enterrado bajo esa lápida, y que había sido su padre, era más joven que él. La sucesión misma del tiempo estallaba alrededor de él, inmóvil, entre esas tumbas que ya no veía, y los años no se ordenaban en ese gran río que fluye hacia su fin".

 
Albert Camus nació un 7 de noviembre de hace cien años en Argelia.
 
"Puede que lo que hacemos no traiga siempre la felicidad,
pero si no hacemos nada, no habrá felicidad".