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jueves, 5 de diciembre de 2013

De "chica Chicote" a calzar medias de cristal

Enseñando las garras de astracán,
reclinaba en la barra de “Chicote”,
la “bien pagá” derrite, con su escote,
la crema de la intelectualidad.
Permanén, con rodete Eva Perón,
“Parfait amour”, rebeca azul marino,
-”Maestro, le presento a Lupe Sino,
lo dejo en buenas manos, matador”-
Y, luego, el reservao en “Gitanillos”,
y, después, la paella de “Riscal”,
y, la tarde del manso de Saltillo,
un anillo y unas medias de cristal.
 

¿Quién era Lupe Sino antes de que le presentaran a Manolete, cierta noche, reclinada sobre la barra de Chicote? Los biógrafos más amables, escribieron que actriz o cantante; los más crudos -y probablemente realistas-, prostituta en el Madrid de postguerra. Sobre sus comienzos, se conoce su verdadero nombre -Antonia Bonchalo Lopesino- y poco más. ¿Era Antonia, chica de Chicote, una oscura clavellina que, hasta conocer al torero cordobés y calzar medias de cristal, iba de esquina en esquina, volviendo atrás la cabeza?
 
Soy la que no tiene nombre,
La que a nadie le interesa,
La perdición de los hombres,
La que miente cuando besa.
Ya...lo sabe... Yo soy... ésa...


Sobre la juventud de Lupe Sino, escribe El Zubi en el Diario de Córdoba: "Siendo sólo una chiquilla, entró a servir como criada en casas de señores adinerados, huyendo de la inmensa pobreza en la que nació un 6 de marzo de 1917 en Sayatón, en la provincia española de Guadalajara, pues su padre Nicomedes Bronchalo Sánchez, de fuertes convicciones republicanas, era un humilde peón agrícola, que apenas ganaba para dar de comer a los nueve hijos que tuvo".
 
Lupe al lado de su primer marido
 
Después de servir como criada en el Barrio de Salamanca, consciente de su belleza y deseosa de ganar dinero para mantener a sus hermanas, Antonia pasó a trabajar como actriz en una sala de espectáculos madrileña. ¿Y luego? En este punto, entra en escena Andrés de Miguel, sociólogo y excelente aficionado que frecuenta la tertulia taurina del CEU cada jueves. Charlando acerca de Manolete, Andrés, generosamente, se ofreció a mandarme unas líneas sobre Lupe Sino que un amigo suyo había encontrado por casualidad mientras buscaba documentación sobre la Guerra Civil. A los pocos días, recibí este texto en mi correo:
 

"Manuel Salgado Moreira y Antonio Verardini, ingeniero de padre italiano y amigo personal de Cipriano Mera, se inventan en diciembre de 1936, una embajada, la de Siam, país como de las mil y una noches, y la montan con una bandera de fantasía en un chalet que ya no existe en la calle Juan Bravo 12. Para llenarla de gente que buscaba desesperadamente la seguridad de las embajadas se valen de un individuo de la alta burguesía madrileña Alfonso López de Letona, señorito calavera, ocasionalmente pistolero derechista. A los que llegan, los recibe Antonio Verardini como “canciller de la embajada”, mientras que Salgado Moreira había puesto micrófonos por todas partes para espiar a los “asilados”. Todo como una divertida película de espías excepto que en el Madrid de la época aquello acababa con un tiro en la cabeza.

[…] De Antonio Verardini sí que os voy a contar una historia real como la vida misma y porque no, divertida. En 1937 se casa con una mujer llamada Antonia Bronchalo Lopesino y por las fotos que se tienen de ella extraordinariamente bella. Antonia procedía de una familia numerosísima y muy humilde de un pueblo de Guadalajara y como muchas otras mujeres se había venido a Madrid “a servir” huyendo del hambre, pasado un tiempo se plantea que tiene suficientes “armas” desparpajo y belleza como para probar suerte en el mundo del espectáculo y así lo hace con el nombre artístico de Lupe Sino y de esta forma le sorprende la guerra y así la conoce Antonio  Verardini que se casa con ella por todo lo alto, siendo testigos de su boda nada menos que el general Miaja y Cipriano Mera, también asiste como invitado el todopoderoso Eduardo del Val secretario del Comité de Defensa de la CNT. Es decir de golpe y porrazo Antonia Lopesino se encuentra codeándose con toda la “jet set” de la izquierda en Madrid.


A medida que el ejército republicano iba perdiendo la guerra, el agudo instinto de supervivencia de Lupe Sino volvió a hacer acto de presencia. En los albores de 1939, la pareja se separó: Antonio escapó a Orán y Antonia permaneció en Madrid. Imaginamos que en aquellos años, hasta conocer a Manolete en 1943, la vida de Lupe no debió de ser fácil ni virtuosa. Junto al califa de los ruedos, la alcarreña de ojos verdes probó todos los lujos de la época: las medias de cristal, los reservaos en los restaurantes de moda, la famosa paella de Riscal, las joyas de Enrique Busián, los abrigos de astracán... Sin embargo, doña Angustias, la recelosa madre de Manolete, nunca confió en aquella mujer que, hasta entonces, había demostrado una asombrosa capacidad para arrimarse al sol que más calentaba.  



Cuando el sol Manoletino se eclipsó tras la silueta de Islero, un tanguillo cantado por el Príncipe Gitano recorrió España: "La novia de Manolete / ya no lleva más collares / porque Manolete ha muerto / en la plaza de Linares". Pero esta tragedia tampoco detuvo a Lupe, quien volvió a contraer matrimonio -casi por tercera vez- con un abogado mexicano. A pesar de sus múltiples biografías, seguimos sin saber los verdaderos motivos que movían a esta atractiva mujer: ¿se trataba de una Mantis religiosa? ¿De una adelantada a su época? ¿De una chiquilla con mala suerte? ¿De una superviviente nata? ¿De una criatura enamoradiza...? O, sencillamente, ¿de la nuera que ninguna suegra desearía tener?


Con doña Angustias, nos vamos de puente. Felices días de descanso
 

domingo, 20 de enero de 2013

Los toreros de Lola


Manolo Caracol "enseña" a torear a Paco Camino

"Un volcán en el escenario y fuera de él, la más grande, la Niña de Fuego, la salvaora, la perdición de los hombres, la que miente cuando besa, según la copla que cantaba Manolo Caracol. Su efímera relación con el torero Manolo González acabó con los tormentos del cantaor".

Este lunes, 21 de enero, Lola habría cumplido 90 años

"Lo cuenta Ignacio García Garzón en El volcán y la brisa. A Lola, torera y genial, tampoco le salió bien ese amor fugaz con el torero de moda, un seductor que la había embelesado con zalamerías y buena labia. «Me dijo palabras tan bonitas al oído que yo estaba como en una nube y comprendí que no podía seguir con Caracol, que tenía que dejarlo». Despechada con Manolo Caracol, que se había acordado de los muertos de Lola, cosa imperdonable en la ley gitana, se lo contó. Y se acabó la historia de Caracol para siempre".

Foto de Martín Santos Yubero (1943)

"A Rafael Ortega, Gallito, sobrino de los Gallos, Lola lo recordaba como un amor iniciático y puro, cuando aún era virgen y el torero un donjuán que quería llevársela al huerto. En sus memorias, dice que se enamoró «hasta los tuétanos; éramos una pareja de cine, el torero triunfante y la gitana bonita». Y luego razona por qué, pese a temblar de deseo cada vez que veía a Gallito, permaneció virgen: «Si doy mi honra a este torero por amor a cambio de nada, ¿qué voy a tener para el día de mañana si me hace falta dar eso a cambio de dinero que puede necesitar mi familia?». Perdido eso en Valladolid, entregado a cambio de nada a Niño Ricardo, genial guitarrista, Lola tuvo menos escrúpulos. Sus grandes amores fueron futbolistas: el vallisoletano Gerardo Coque, un genio que jugaba en el Atlético de Madrid, y Gustavo Biosca, defensa central de la selección y del Barcelona" (fragmento escrito por Javier Villán en su libro "Tauromaquias").


Manolo Caracol -mote que heredó de su padre cuando éste, de crío, entraba en la cocina con una olla de caracoles-  estaba emparentado con los Gallo. Lola Flores también era  gran aficionada  a los toros... y a los toreros. Primero con Rafael Ortega, Gallito, que se despidió de la jerezana un inesperado día, tras confesarle que le aguardaba una señora mayor que ella, dueña de un cochazo de impresión con chófer incluido, abrigo de pieles y joyas a tutiplén. Gallito, de diminutivo, tenía poco.


Después llegó Manolo González, matador zalamero -y posteriormente ganadero y apoderado- que "apuntilló" sentimentalmente a Caracol. Dicen sobre él en el Cossío: "Manolo González ha sido un torero sevillano del más puro estilo. Pertenece a la rama de tal toreo que, sin precedentes en el siglo XIX, cuaja en la figura de Rafael El Gallo a principios del XX, se continúa con el arte excepcional de Chicuelo y llega a su mayor esplendor con Pepe Luis Vázquez. La esencia de tal toreo reside en el garbo de los movimientos, en el garbo y la característica gracia incomunicable del andaluz. Si tal estilo tiene su nombre en Pepe Luis, Manolo González, manteniendo la tendencia, le añade el valor, un valor auténtico que en sus primeros años de matador, y en los de novillero, llegaba a ser lo más destacado de su manera de torear. Habrá habido toreros con más gracia de arte, y los habrá habido con tanto valor; pero el valor informando al arte, no sé de torero alguno de nuestro tiempo que lo haya patentizado como Manolo González".

Manolo González

Éste Manolo González Cabello (Sevilla, 1929-1987) fue el creador de la ganadería homónima, tras comprar, en 1974, una vacada de procedencia Núñez y trasladarla a la sierra de Aracena.  

Otro de los diestros de Lola, al menos en la ficción: el mítico Juncal

Casualmente, hubo más toreros que rodearon a Lola: un antiguo banderillero de Antonio Márquez y Domingo Ortega, Palmita, fue su representante durante algunos años, al principio de su carrera. En esa época cantaba con frecuencia "Los niños de la Gabriela", el pasodoble "Angustias Sánchez" dedicado a la madre de Manolete, "¡Ay, mi abanico torero!" y "Olé mi torero", que decía:
"Señor duque de Veragua
no mande usté ese ganao
que me tiemblan las enaguas
de verle tan bien plantao".

 
Lola tenía casta para regenerar toda la cabaña brava.
En 90 años no ha vuelto a nacer otra como ella.