A contraquerencia de los tiempos. Este es un lugar pasado de moda, irremediablemente demodé; como una taberna aislada en la era de los pubs y las discotecas: vacía, silenciosa, sombría, con el dueño acodado en la barra, ataviado con su mandil, entre el olor a madera y vino. Este blog es como esa taberna, condenado a desaparecer.
Esto era un alemán, un ruso y un sueco. Puede parecer el comienzo de un chiste, pero la historia de hoy no es humorística sino cinematográfica. El día en que vi por primera vez una película de Victor Sjöstrom (1879-1960), descubrí un mundo nuevo.
Lillian Gish en "El viento" (1928)
Hijo de una actriz, Sjöstrom -a saber cómo se pronuncia este nombre
correctamente- era un realizador sueco que revolucionó el cine, tanto o más que Griffith en Estados Unidos. Chaplin llegó a decir de él que era el mejor director del mundo... Hoy pocos
le hacen justicia, como sucede con demasiados genios, y en su momento, tampoco le entendieron por ir adelantado a su tiempo. Sin embargo, su mayor amargura profesional fue que le impidieran rodar una película con su paisana, Greta Garbo -anótese que Sjöstrom era guapo y mujeriego-. Aunque ahora sorprenda, durante los años del mudo, Suecia se encontraba entre los
países más vanguardistas del Séptimo Arte. Sobre todo, eran unos maestros
plasmando la Naturaleza.
La Garbo... Naturaleza salvaje
En 1928, Sjöstrom rodó, en el desiero de Mojave, El viento, para mi gusto, la mejor película muda de la Historia, a pesar de que, para la Metro, resultó un fracaso comercial. Parece
impensable que se realizara hace 87 años... El rodaje fue durísimo, con temperaturas que rozaban los cincuenta grados. En la espectacular puesta en escena, Sjöstrom introdujo varios de sus temas favoritos: la redención a través del amor o la Naturaleza como expresión de las locuras y deseos de los personajes. "Tenga cuidado con el viento: suele enloquecer a las personas... en especial a las mujeres".
Por supuesto, Sjöstrom no se sacó la estética de El viento así, de la nada, ni del fondo de la chistera. Antes que
él, casi contemporáneos, hubo otros dos maestros en plasmar la naturaleza
salvaje en el cine. Uno fue un ruso -siempre hay un ruso loco por ahí-,
llamado Pudovkin, quien llevó a la pantalla la novela La madre de
Gorki (1926). John Ford aprendió mucho de él.
El segundo fue Murnau, director
de cine alemán, quien hizo la segunda mejor película muda de la Historia: Amanecer (1927).
Cuando se impuso el sonoro, Sjöstrom dejó de dirigir películas. Solía decir que fue "de los afortunados que murieron en el año 1928, con sólo 45 años, después de todas las decepciones sufridas en Hollywood". No obstante, volvió al cine temporalmente, esta vez como actor, interpretando al viejo catedrático de Fresas salvajes de Ingmar Bergman (1957). "La película me hizo sentir joven, revivir mi época como director y con una vida familiar feliz, e incluso sentí que me enamoraba un poco de nuevo", declaró en una entrevista poco antes de fallecer en 1960.
En las películas siempre muere el malo y, en la vida real, los propios cines. La productora -y también distribuidora y exhibidora- Alta Films está a punto de desaparecer. Será un proceso lento y agónico en el que irán cayendo, sala a sala, la mayor parte de los cine Renoir, uno de los pocos refugios donde aún pueden verse películas en versión original. También cerrarán otros locales más pequeños, como el emblemático Roxy B de la calle Fuencarral.
Los Roxy (A y B) se inauguraron hace más de 60 años, en 1952, con una cinta de premonitorio título: "Las horas contadas". El pasado verano echó el cierre el Roxy-A y esta primavera, con "Tesis para un homicidio", el Roxy-B seguirá el mismo camino y también dirá "The End". Ambos inmuebles, en el número 123 de Fuencarral, quedarán, por el momento, vacíos. Más adelante, ¿quién sabe? En el mejor de los casos, instalarán un Mercadona. En el peor, quedarán como edificios fantasmas y serán pasto de las pintadas, como tantos otros locales, otrora prósperos, de Madrid. Otro cine que peligra es el vecino Paz, en Fuencarral 125. En cambio, justo cruzando la calle, en la acera de enfrente, sobrevive Cinesa Proyecciones, una "multi-salas" (ocho, concretamente), fría e impersonal con pasillos kilométricos, escaleras mecánicas, butacas grises y luz de clínica dental. Todo autoservicio (Teleticket, Telentrada y mucha Teleleche) y ningún acomodador.
Rezaré a los hermanos Lumière para que protejan mi cine favorito de Madrid: los Verdi (Bravo Murillo, 28). Aún recuerdo con deleite varias noches de verano en las que proyectaron la trilogía de "El Padrino", "El Gatopardo" y "Centauros del Desierto". En todos estos pases, se colgó el cartel de "No hay billetes". Y ojo: "El Gatopardo" la pusieron en italiano, pero ni por ésas fuimos capaces de pestañear.
Ésta es la gran ilusión de Renoir, el auténtico cine, el que merece ser visto en pantalla grande. Si el destino del negocio pasa por las "multi-salas" en 3D, conmigo que no cuenten. Me quedo con la vida real y ahorro los 9 euros de la telentrada.
"Dos de las cosas más bellas del mundo son un caballo galopando y una pareja bailando un vals".
(John Ford)
"Centauros del desierto" (John Ford, 1956) contiene, por supuesto, ambas imágenes. Reconozco que, a pesar de ser una apasionada del Cine del Oeste, cuando la vi por primera vez, no me gustó. No entendía por qué esa película coronaba todos los escalafones del género cuando el propio Ford era el director de westerns tan soberbios como "El hombre que mató a Liberty Valance" o "Pasión de los fuertes". ¿Qué tenía de extraordinario "Centauros del desierto"? Sólo lo comprendí cuando, para un trabajo de la Facultad, tuve que analizar la cinta fotograma a fotograma...; y entonces me enamoré de la cruzada de Ethan Edwards, el Ulises del Oeste.
Una canción country cantada a coro por The Sons of the Pionners -tema central de la película- resume la epopeya psicógica de Ethan (John Wayne), quien encarna la antítesis del personaje "bueno buenísimo" del western, como eran, por ejemplo, Wyatt Earp en "Pasión de los fuertes" o Ranse Stoddard en "El hombre que mató a Liberty Valance". Ethan es un héroe condenado a la soledad que busca sin la fe de hallar. No le mueve la sed de venganza, sino la necesidad de encontrar la paz.
“¿Qué
hace a un hombre vagar?
¿Qué hace a un hombre errar?
¿Qué hace a un hombre dejar cama y mesa
y volver la espalda al hogar? Cabalga lejos, cabalga lejos, cabalga lejos…”
La
película comienza con una puerta que se abre ante un Monument Valley dolorosamente
luminoso. Los altos contrastes lumínicos y cromáticos recuerdan un expresionismo
a color; de esta manera, se contrapone el calor del hogar con la aridez del
desierto. El aire, al igual que en el film “El viento” de Victor Sjöström
(1928), no deja de soplar: despeina a los personajes, levanta la tierra seca y
azota los oídos. Suenan entonces los compases del viejo vals sureño “Lorena”,
símbolo del amor, la familia y el deseo de echar raíces en una tierra inhóspita.
Frederic Remington ("The Fall of the Cowboy", 1895)
“El paisaje atrapa y somete al hombre, borra el rastro de su paso y su fuerza y vigor surgen majestuosos e inmutables. Desierto, zonas rocosas, nieve, son las etapas del largo proceso de búsqueda en el que el paso del tiempo se presiente de manera constante […] Captado con toda su luminosidad, el paisaje se halla en todo momento surcado por las figuras vagabundas, cuya fugacidad testimonian las nubes cambiantes. […] Como los grandes dramaturgos, el espacio condiciona la acción” (Rafael Cherta Puig).
“Entre
dos puertas, una que se abre y otra que se cierra, transcurre Centauros del
Desierto, un hermoso título en español (para variar) que nada tiene que ver con
el original The Searchers. Porque, en efecto, todo el filme es una gran
búsqueda, materialmente, de dos mujeres raptadas por los indios comanches y,
espiritualmente, de la paz, el amor y la comprensión” (Ramiro Cristóbal Múñoz).
La película, efectivamente, acaba con una puerta que se cierra y otro gran interrogante: ¿dónde puede hallar la paz un hombre sin destino como Ethan, condenado a vagar eternamente entre los vientos, sin patria ni esperanzas? ¿Es posible vivir sin una Ítaca?
Itaca
(Konstantinos Kavafis) Si vas a emprender el viaje hacia Ítaca
pide que tu camino sea largo,
rico en experiencia, en conocimiento.
[….]
Ten siempre a Ítaca en la memoria.
Llegar allí es tu meta.
Más no apresures el viaje.
Mejor que se extienda largos años;
y en tu vejez arribes a la isla
con cuanto hayas ganado en el camino,
sin esperar que Ítaca te enriquezca.
Ítaca te regaló un hermoso viaje.
Sin ella el camino no hubieras emprendido.
Más ninguna otra cosa puede darte.
Aunque pobre la encuentres, no te engañará Ítaca.
Rico en saber y vida, como has vuelto,
comprendes ya qué significan las Ítacas.
Peregrino
(Luis Cernuda) ¿Volver? Vuelva el que tenga,
tras largos años, tras un largo viaje,
cansancio del camino y la codicia
de su tierra, su casa, sus amigos,
del amor que al regreso fiel le espere.
Mas ¿tú? ¿volver? Regresar no piensas,
sino seguir libre adelante,
disponible por siempre, mozo o viejo,
sin hijo que te busque, como a Ulises,
sin Ítaca que aguarde y sin Penélope.
Sigue, sigue adelante y no regreses,
fiel hasta el fin del camino y tu vida,
no eches de menos un destino más fácil,
tus pies sobre la tierra antes no hollada,
tus ojos frente a lo antes nunca visto.
Ilusos
los Ulises (Ángel González) Siempre, después de un viaje,
una mirada terca se aferra a lo que busca,
y es un hueco sombrío, una luz pavorosa
tan sólo lo que tocan los ojos del que vuelve.
Fidelidad,
afán inútil.
¿Quién tuvo la arrogancia de intentarte?
Nadie ha sido capaz
-ni aún los que han muerto-
de destejer la trama de los días.
En 1946, John Ford, un genio que dirigía películas, rodó "My darling Clementine", que en España se tituló de forma rimbombante "Pasión de los Fuertes". Estaba protagonizada por Henry Fonda, que encarnaba al legendario Wyatt Earp. "A Ford le gustaba su forma de caminar -escribió Winston Miller refiriéndose a Fonda-. Hubiera sido capaz de mirarle recorrer una calle entera. Su forma de andar era única".
En estos tiempos en los que todo el mundo acude al psicólogo/psicoanalista/psicopedagogo y que desde nuestra más tierna infancia nos enseñan a expresar nuestros sentimientos a través de una incontenible verborrea bajo riesgo de quedar traumatizados de por vida, recuerdo un memorable diálogo entre Fonda (Earp) y el barman del Saloon de Tombstone.
- Barman: ¿Un whisky, sheriff?
- Fonda: ¿Tiene inconveniente en que le haga una pregunta personal?
- Barman: No sheriff. Pregunte lo que quiera.
- Fonda: Mac, ¿Ha estado usted enamorado alguna vez?
- Barman: No, sheriff. Yo siempre he sido camarero.
Antes, nadie acudía al psicólogo. Los creyentes se desahogaban con el cura y los ateos con el camarero. Creo que eran tiempos más cuerdos (y silenciosos). Actualmente, la vida se resume en un gran problema de "falta de comunicación": con la pareja, con los amigos, con los hijos, con la familia, con uno mismo... El hombre moderno habla una barbaridad, casi más que las mujeres. Es insoportable. Desde pequeños, en los colegios (yo pertenecí a la funesta LOGSE), nos están metiendo en la cabeza que debemos ser "empáticos" y no reprimir nuestros sentimientos. Me imagino que la cosa ahora estará aún peor. Estos son los nuevos mandamientos del "macho" del siglo XXI:
- La charla femenina cohesiona el mundo (Louann Brizendine, neuropsiquiatra estadounidense. Para Brizendine, educar a un niño era más difícil que educar a una niña).
- Las conversaciones no abordadas son las que generan sufrimiento (Cristina Naughton, psicóloga argentina).
- Que las mujeres dejen de reprimir su talento y los hombres dejen de castrar su vida emocional (Mineke Schipper, antropóloga holandesa. Nació en Holanda, pero descubrió la antropología en el Congo. Investigó refranes machistas en todas las culturas).
- El hombre del siglo XXI es mujer (Pilar Rahola, un aparato).
Así luego pasa lo que pasa
La "inteligencia emocional" también está muy de moda -incluso hay "tests" en Internet para averiguar si eres emocionalmente inteligente-, pero sigo sin saber qué significa. No en vano, con intención de modernizarme, fui a la sección de auto-ayuda de una librería a ver si me enteraba. Salí igual que entré. Hojeé un libro sobre la materia que, según decía en la portada, era un best-seller mundial (por Daniel Goleman). No pasé del índice. Estos eran algunos capítulos:
- ¿Para qué sirven las emociones?
- Anatomía de un secuestro emocional
- Cuando el listo es tonto
- Conócete a ti mismo
- Esclavos de la pasión
- Las raíces de la empatía (sospechaba que la empatía iba a salir por alguna parte)
- Ejecutivos con corazón
- El crisol familiar
- Trauma y reeducación emocional
- El temperamento no es el destino
- El coste del analfabetismo emocional
- La escolarización de las emociones
Tuve que cambiar de libro. Cogí el de la estantería vecina: "Estoy casada pero me siento sola. Como reencontrarse y recuperar la pareja", de Alejandra Stamateas. Lo abrí al azar por el capítulo 10. Empecé a leer:
"Muchas mujeres se preocupan al no percibir ninguna señal de comunicación por parte de sus parejas: ni palabras, ni expresiones faciales significativas, ni ningún contacto visual. A alguien le podría parecer que son dos extraños bajo un mismo techo. Sin embargo, él parece poder comunicarse con todo el mundo, con todos es un hombre encantador; «¡A ti sí que te tocó la lotería, nena!», te dicen. Pero da la sensación de que este hombre tan elogiado ha decidido no hablar ni con su esposa ni con sus hijos. La falta de comunicación es uno de los principales problemas de las parejas de hoy, junto con la falta de proyectos en común, de sueños y de ideas. Y es generalmente la mujer la que comienza a advertir esta carencia [...] Cuando no podemos decir aquello que nos molesta, que nos hiere, nuestro cuerpo será el receptor de todas esas emociones negativas que escondemos y terminará enfermando. Nuestro cuerpo comenzará a dar el mensaje que nuestra boca es incapaz de transmitir. EL SILENCIO NO ES SALUD. Si no hablas, tu cuerpo se volverá más vulnerable a ciertos tipos de síntomas y enfermedades: asma, varices, diabetes, osteoporosis o artritis, dolores permanentes de cabeza, etc.".
Confirmado: en el siglo XXI, el silencio es perjudicial para la salud. Pero, ¿por qué ninguno de estos afamados autores habla sobre la falta de comunicación con el barman? Me parece un asunto crucial. En China, incluso, existen bares donde permiten pegar al camarero para descargar tensiones.
Quino
"Mi psicoanalista me advirtió que no saliera contigo, pero eras tan guapa que cambié de psicoanalista" (Woody Allen).
Cuando salí de la sección de auto-ayuda, no podía sacarme de la cabeza aquella copla-marcha con letra de Rafael de León: "Silencio, cariño mío" (sí, lo sé, soy una antigua para los restos).
"Un torito de locura
va corriendo por mis venas,
el torito de Miura
de un querer que me envenena.
Yo no sé si darle muerte,
Virgen morena del Baratillo,
o quedarme con mi suerte
y que me claven siete cuchillos...
Y sin juez ni tribunales
a morir, yo me sentencio,
con mis duquitas mortales,
en una cruz de silencio".
¡Ay, una cruz de silencio! Qué maravilla... Quién la pillara.