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jueves, 11 de junio de 2015

Querencias: antología de cuentos costumbristas

Tras un mes acudiendo como autómatas a los toros -Kafka habría disfrutado con los abonados de Las Ventas-, tristemente, hay que ir pensando en planes "post-isidriles". Como alternativa a las tardes de sol y moscas, la editorial Modus Operandi ha lanzando su último libro, una antología de cuentos costumbristas titulada "Querencias", que ya puede encontrarse en librerías.
 

"En una época en la que se busca con desesperación la tumba de Miguel de Cervantes a pesar de que casi nadie lee ya libros, la editorial Modus Operandi se afana en una quijotesca cruzada literaria: recuperar un género tan nuestro y olvidado como el costumbrismo. Éste es el objetivo de la presente obra, una recopilación de cuentos que oscilan desde la vertiente más pura del costumbrismo hasta el surrealismo-pícaro, pero todos con algo en común: descubrir las querencias de sus autores. La Real Academia Española define la palabra querencia como “acción de amar o querer bien”, “inclinación o tendencia del hombre a volver al sitio en que se ha criado o tiene costumbre de acudir” y “tendencia natural de un ser hacia algo”. En este libro, hay relatos que tratan sobre el puesto de frutos secos de la Manuela, sueños blancos de nieve, torrijas bañadas en miel, banderilleros a los que se les atravesó la vida, Nochebuenas malditas, pardales que aprenden a volar, primeros amores, dioses y Santos.

Albert Camus escribió que España, sin tradiciones, no sería más que un bello desierto. Tradiciones y costumbres se engarzan en esta antología de relatos donde los autores nos desvelan cuáles son sus querencias: Andrés Amorós, Aquilino Duque, Antonio Burgos, Carlos Colón, Domingo Delgado de la Cámara, Antonio García Barbeito, Tomás Paredes, Manuel Jesús Roldán, André Viard y Javier Villán son sólo algunos de los escritores que pueblan estas páginas, salvándolas de la sequía que predijo Camus, con cuentos costumbristas, cautivadores por su sencillez, por contener la magia de lo cotidiano, cualidades que los hacen intemporales y universales".
 

El libro, de manejable formato, cuenta con 248 páginas y está ilustrado por la artista francesa Lucie Geffré. Los nostálgicos venteños encontrarán bastantes relatos taurinos y algunos nombres que les resultarán familiares. Que lo disfruten: hasta que arranque San Fermín, nos esperan tardes de lectura.

domingo, 2 de noviembre de 2014

Día de Difuntos

 
Todos los demonios del Infierno y el Purgatorio te lleven, octubre de sudores pegajosos como de fiebres y calenturas, de tardes con amarilleos de ictericia, de luces densas que caían como un peso sobre los seres y las cosas, de calores que se pegaban como telarañas tibias, de tierras sedientas, de verdes marchitos, de hojas quietas, de veletas inmóviles, de flácido caer de ropas tendidas, de ventanas estérilmente abiertas a brisas y corrientes, de artificiales sofocos de invernadero. Todos los demonios del Infierno y el Purgatorio te lleven octubre deforme y contra natura, por haberte encarnizado con el verano prolongando su agonía hasta los Santos y los Difuntos.

Y bienvenido sea el dichoso mes que empieza con Todos los Santos y termina con San Andrés: el suave noviembre de crisantemos y suspiro de ánimas, de puerta ojival abierta de par en par para que la luz y el incienso rebosen de San Juan de la Palma, de triduo en la Magdalena, de memorias y recogimientos, de quietud y silencio. Porque calor y ruido van tan unidos como lo están el frío y la calma. Bienvenido sea el dulce, melancólico y contenido adagio de noviembre que preludia el allegro del Adviento que estallará, en su último domingo, con la fanfarria de trompetas, flautas, oboes y timbales del Oratorio de Navidad de Bach [...]

(Carlos Colón Perales)
 

 
Caen y rondan entorno del agua
como si fuera su decir: llorad.
Tañen las campanas silencio sin amparo
como si fuera su tañed: llorad.
 
Llorad los anclados en la sombra y en la muerte,
los desnudos sumergidos en la tierra pálida;
su mezcla fiel fluye mansamente
extinguiéndose al tacto de la corpórea
presencia.
 
Unge el búho la vida estéril
que enciende la dudosa llama amarilla del
recuerdo.
Presagian los perros la profunda verdad de los
ataúdes.
Y su oído hace eco a la nocturna servidumbre
de los muertos.
 
Las sombras lloran; las sombras dicen: llorad
llenos de horror y luto
los anclados en la vida de la muerte
eternamente.
 
Quien ahora
no tiene con sus pies bajo el mundo
largas filas de muerte horizontable,
negará para siempre lo que es llama y silencio.
 
(Manuel Cuña Novás)

sábado, 8 de marzo de 2014

Madrugada del destierro y de croquetas

"Como un verso de Rafael Montesinos, tan melancólico, tan delicado; como una flor guardada entre las páginas de un devocionario, tan frágil, tan sustraída del tiempo su hermosura desangrada; como un fino relicario que guardara las lágrimas de la Virgen, crece en la despojada Anunciación el leve palio de la Virgen del Valle" (Carlos Colón).
 

Este miércoles, marcado con ceniza, dio comienzo la Cuaresma. En Casa Ricardo retiraron sus famosas croquetas de jamón para cambiarlas por las de bacalao. Un día antes, el 4 de marzo, se cumplió el noveno aniversario del fallecimiento del gran poeta sevillano, y doble Premio Nacional de Literatura, Rafael Montesinos.  
 

Ya duele el azahar en la memoria.
Cómo lastima la luz aquella.

Ahora,
un incensiario de plata - péndulo de plata
del reloj de mi tiempo- estará dando
mi pena en un punto en aquel sitio.

Duele el incienso, duéleme en el alma
la lenta cera ardida, oigo el ruido
de los pies que sisean bajo el paso
en el silencio de la madrugada,
como llamando, ¿a quién?, como llamándome.

Regresando estará la luz ahora
a la ciudad que es suya, a su costumbre
de ser azul y cielo y siempre mía,
y avanza a paso largo la memoria
de regreso a su casa.

Es cruel el destierro. cae de bruces
sobre la dolorosa dicha aquella.

Intentar levantarlo
es más cruel aún. Quiere estar solo,
entre dos luces, por aquella calle.

Donde nací una vez moriré siempre.
 
(Rafael Montesinos)

 
Y aunque ya estemos en Cuaresma y andemos tiesos o cenizos, a nadie le amarga una croqueta, incluso siendo de bacalao. Para no pecar más de la cuenta.
 
Yo sé que no necesitas
que a ti te llamen cloqueta,
ni cocina de diseño,
ni papelón, ni menestra,
ni que destrocen tu cuerpo
por tu abdomen, regordeta
ni recetarios de nácar,
ni Arzak, ni Adriá, ni monsergas,
ni platos de pura plata,
ni alabanzas sempiternas,
a esa cara tan gitana
bronceada en cazoleta.
Yo sé que tú no me pides
rebozado de primera,
mil besos de pan rallado,
profusión de servilletas,
título de capitana,
ni una corona de Reina,
ni compaña de otras tantas
cofradía croquetera.
 
(Antonio Cattoni)

domingo, 30 de septiembre de 2012

La (imprescindible) autoridad

«No había conocido a su padre, pero solían hablarle de él en una forma un poco mitológica y siempre, llegado cierto momento, había sabido sustituirlo. Por eso Jacques jamás lo olvidó, como si, no habiendo experimentado realmente la ausencia de un padre a quien no había conocido, hubiera reconocido inconscientemente, primero de pequeño, después a lo largo de toda su vida, el único gesto paternal, a la vez meditado y decisivo, que hubo en su vida de niño. Pues el señor Bernard, su maestro de la última clase de primaria, había puesto todo su peso de hombre, en un momento dado, para modificar el destino de ese niño que dependía de él, y en efecto, lo había modificado [...] Los alumnos a la vez temían y adoraban al señor Bernard».
(Albert Camus, fragmento de "El primer hombre")
 
 
En pocos días, prácticamente en el mismo fin de semana, he leído tres noticias relacionadas con el vandalismo callejero. La madrugada del 22 de septiembre, una docena de salvajes destrozaron varios coches, quemaron contenedores y arrojaron botellas de vidrio en el concierto MTV Beach que se celebró en Madrid, en las explanadas del Manzanares. Los altercados se saldaron con 60 heridos, veinte de ellos policías. A los detenidos se les acusó de atentar contra la autoridad. Horas después y a pocos kilómetros, otro acto de vandalismo fue el causante de que se suspendiera el partido de fútbol entre El Rayo Vallecano y el Real Madrid. Según el presidente del Rayo, unas personas cortaron los cables de la luz del estadio de Vallecas. Esa misma noche, en Nîmes, unos gamberros rociaron con pintura roja la estatua del diestro Nimeño II que preside, desde hace años, la entrada al anfiteatro romano.
 
 
Estas situaciones sólo se producen en las sociedades en las que los individuos que habitan en ella le han perdido el miedo a la autoridad, desde la más elemental (la familia y la escuela) a la instutucional (el Estado y las fuerzas de seguridad). Entre ambos extremos, hasta al acomodador de cine se le ha perdido el respeto. Escribía Carlos Colón hace algunos años:
 
 
«Al cerrar el último cine de una pequeña ciudad castellana el periódico local entrevistó al acomodador,  el proyeccionista y la taquillera [...] “Los chavales solían acudir al cine en tropel y tomar el gallinero. Allí hacían de las suyas, y más de una vez tuve que llamar a la policía. ‘¡Arevalillo! ¡Que estas bragas no son mías!’, se escuchaba en medio de la proyección y las risotadas de la pandilla del gracioso. Todas las sesiones se saldaban con varios expulsados”, contaba el acomodador. “En este cine se han montado muy gordas”, añadía la taquillera. “Llegó un momento en que el empresario decidió cerrar el gallinero porque la situación era insostenible –puntualizaba el proyeccionista–. Y lo hizo a petición mía porque, al estar la cabina en el mismo gallinero, yo era el principal perjudicado. Se subían al techo de la cabina, que era de cañizo, y cualquier día lo iban a hundir. Eran burrísimos”.

En Sevilla, ni aún en los peores cines de barrio solían llegar a tanto las cosas. Pero Castilla es Castilla y los mozos son los mozos. Además los acomodadores y porteros vestían de uniforme, y en aquellos días (y no sólo en España) un uniforme imponía lo suyo, aunque fuera el campero con sombrero de ala ancha de los guardas de parques y jardines o el de los acomodadores que los viejos sevillanos llamaban groom (anglicismo aplicado a los empleados uniformados, tomado de los servidores de la Caballería Real inglesa). Lo recordaba el otro día, al sufrir las groserías de unos gamberros en la impersonal sala de un impersonal complejo de multisalas incrustado en un impersonal centro comercial, sin portero uniformado que nos salvara. Gamberros ha habido siempre. La novedad es que ahora se saben impunes».
 
 
Curiosamente, hace también pocos días, el Gobierno anunció la enésima reforma educativa de la democracia. El ministro de Cultura, José Ignacio Wert, ha garantizado que uno de los principales objetivos de la ley consistirá en aumentar la autoridad del profesor, aunque no ha explicado cómo. Desde mayo del 68, esta necesidad -el restablecimiento de una jeraraquía moral- se ha vuelto mucho más apremiante que la Educación para la Ciudadanía, pues la falta de autoridad nos conduce a una irremediable quiebra ética que hace imposible la convivencia más básica. En los últimos años, lo único que se ha definido con precisión ha sido el decálogo para formar a un delincuente.
 
 
En opinión de Vargas Llosa, «es evidente que Mayo del 68 no acabó con la "autoridad", que ya venía sufriendo hacía tiempo un proceso de debilitamiento generalizado en todos los órdenes, desde el político hasta el cultural, sobre todo en el campo de la educación. Pero la revolución de los niños bien, la flor y nata de las clases burguesas y privilegiadas de Francia, quienes fueron los protagonistas de aquel divertido carnaval que proclamó como uno de los lemas del movimiento "Prohibido prohibir", extendió al concepto de autoridad su partida de defunción. Y dio legitimidad y glamour a la idea de que toda autoridad es sospechosa, perniciosa y deleznable y que el ideal libertario más noble es desconocerla, negarla y destruirla».
 
 
Si seguimos fomentando el libertinaje -que nada tiene que ver con la libertad-, pronto iremos al fútbol, a los toros, al cine y a los conciertos con el seguro de vida en la mano.

jueves, 20 de septiembre de 2012

Promesas de rebecas y franelas

El otoño llegará a las 16.49 horas (hora peninsular) de este sábado, 22 de septiembre, y durará 89 días y 20 horas. La estación acabará el 21 de diciembre con la llegada del invierno.

"El día es más solemne y más sereno
al declinar la tarde. En el otoño
hay brillos en el cielo, hay armonías
que el ardoroso estío desconoce
como si fueran algo inexistente"
(Shelley)


"El otoño es la estación preferida de los conversos. Detrás del cobrizo manto de las hojas, bajo el oro que comienzan a taladrar invisibles gusanos, mensajeros del invierno y el olvido, es más fácil sobrevivir a las nuevas obligaciones que agobian a los recién llegados a una fresca teología. Hay que desconfiar de la serenidad con que estas hojas esperan su inevitable caída, su vocación de polvo y nada. Ellas pueden permanecer aún unos instantes para testimoniar la inconmovible condición del tiempo; la derrota final de los más altos destinos de verdura y sazón" (Álvaro Mutis).

Les sanglots longs
Des violons
De l'automne
Blessent mon coeur
D'une langueur
Monotone.

(Escuchar la maravillosa versión de "Chanson d´automne" de Charles Trenet)

"Alrededor del seis de octubre, las hojas suelen empezar a caer, en sucesivos chaparrones, tras una lluvia o una helada, pero la principal cosecha de hojas, el súmmun del otoño, suele ser alrededor del dieciséis. Las calles están cubiertas por una capa espesa de trofeos, y las hojas caídas de los olmos crean un pavimento oscuro bajo nuestros pies. Tras uno o varios días especialmente cálidos del veranillo de San Martín, percibo que es el calor inusual lo que provoca, más que nada, la caída de las hojas, quizá cuando no ha habido lluvia ni heladas durante un tiempo. El calor intenso las madura y marchita repentinamente, igual que ablanda y pone a punto a los melocotones y otras frutas y las hace caer" (Henry David Thoreau).


Les feuilles mortes se ramassent à la pelle
Tu vois, je n'ai pas oublié
Les feuilles mortes se ramassent à la pelle
Les souvenirs et les regrets aussi.


"Yo recordaba nebulosamente aquel antiguo jardín donde los mirtos seculares dibujaban los cuatro escudos del fundador, en torno de una fuente abandonada. El jardín y el Palacio tenían esa vejez señorial y melancólica de los lugares por donde en otro tiempo pasó la vida amable de la galantería y del amor. Bajo la fronda de aquel laberinto, sobre las terrazas y en los salones, habían florecido las rosas y los madrigales, cuando las manos blancas que en lo viejos retratos sostienen apenas los pañolitos de encaje, iban deshojando las margaritas que guardan el cándido secreto de los corazones. ¡Hermosos y lejanos recuerdos! Yo también los evoqué un día lejano, cuando la mañana otoñal y dorada envolvía el jardín húmedo y reverdecido por la constante lluvia de la noche. Bajo el cielo límpido, de una azul heráldico, los cipreses venerables parecían tener el ensueño de la vida monástica. La caricia de la luz temblaba sobre las flores como un pájaro de oro, y la brisa trazaba en el terciopelo de la yerba, huellas ideales y quiméricas como si danzasen invisibles hadas" (Valle-Inclán).

Inverno não ainda mas outono
A sonata que bate no meu peito
Poeta distraído cão sem dono
Até na própria cama em que me deito.


"Anteayer mismo, por la ventana abierta a través de la que veía un cielo grisáceo que trileaba con lluvias, entraba un aire que pretendía venderme promesas de rebecas, franelas, haz de luz de una lámpara baja, camilla, taza de té, tortas de aceite de Ochoa y lecturas gustosas. No me creí los grises, ni esperé oír caer la lluvia, ni le eché cuenta al mentiroso vendedor de escalofríos que invitan a recogerse. Hice bien. Ayer, mientras escribía este artículo, a través de esa misma ventana se veía un cielo desafiantemente azul y entraba el sol derramando la melaza caliente de otro día de bochorno. Hagan como yo. No se fíen de estos breves frescores, de estas lluvias impuntuales y perezosas, de estos nublados mentirosos, de estas promesas de otoño. Son tan falsos como las avanzadillas de la primavera que se aparecen, por sorpresa, un medio día de febrero para desvanecerse inmediatamente" (Carlos Colón).


The fundamental things apply
As time goes by...