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lunes, 18 de mayo de 2015

Sobre esta Roca

“Y yo también te digo, que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella”. Bien pudiera José Antonio Campuzano recitar este fragmento del Evangelio según San Mateo: con Roca Rey está edificando una figura del toreo. El peruano ha ratificado todo aquello que apuntó el pasado 19 de abril, cuando abrió la Puerta Grande de Las Ventas. Pajerea poco, maneja muy bien el capote, tiene torería, se juega la vida a carta cabal y se tira tras la espada más derecho que una vela. 


Los dos primeros novillos de Conde de Mayalde -mezcla de Juan Pedro Domecq y El Ventorrillo- no valieron un duro, desfondados antes de llegar al caballo. Tampoco el quinto, agarrado al piso. El tercero derrochó clase, pero apenas tuvo fuerzas. El cuarto, de nombre "Agachado", fue un gran utrero, muy encastado y ovacionado en el arrastre. El sexto pedía los papeles: muy violento, llevaba la cara como un molinillo. Pegó un derrote al cuello de Roca Rey a la hora de entrar a matar y, durante la ejecución de la media estocada, le tiró un viaje a la ingle criminal. Afortunadamente, esta vez se sorteó el drama y los tendidos le dedicaron una merecidísima ovación de despedida al pupilo de Campuzano.


Posada de Maravillas fue el afortunado que sorteó al excelente novillo "Agachado". Cuando lo llevaba al caballo, recibió un volteretón seco que lo dejó grogui. En medio del aturdimiento, al fin, el pequeño de los Posada comprendió que el tren de toreo se le estaba pasando sin esperarle dentro; así pues, casi sin aliento, se quitó la casaquilla y desplegó la muleta deshaciendo el cartucho de pescado. El utrero perseguía los engaños por ambas manos a ralentí, lo que confió al novillero, que firmó una faena muy estética, "de foto", aunque sin excesiva profundidad. Mató bien y recibió una oreja, merecida desde luego, pero no de consagración. 


En cuanto al francés Clemente -que sorteó el peor lote-, aún está verde para estos atragantones venteños. Poco a poco, todo puede llegar. Tampoco el apóstol San Pedro se convirtió en la piedra angular de la Iglesia de la noche a la mañana. 


Roca Rey tomará la alternativa en Nîmes 
durante la próxima Feria de la Vendimia

sábado, 2 de mayo de 2015

La perla negra de Burdeos

La primera plaza de toros de Burdeos fue edificada a comienzos del siglo XVII. Sin embargo, el primer gran coso nació en 1863 gracias a un español, López Vincent, quien construyó "très grandes arènes pour de véritables corridas", aunque sin muerte final del toro. A partir de entonces, se sucedieron otras cuatro plazas. La última llevó por nombre  "les arènes du bouscat", con capacidad para 10.000 espectadores y un ruedo de 41 metros de diámetro. 


A pesar de que "les arènes du bouscat" han desaparecido, robándole a Burdeos sus raíces taurinas, la capital de Aquitania ha dado a luz un torero: Clément Dubecq, "Clemente" en los carteles. Este chaval de veinte años recién cumplidos, rubio como la miel y apoderado por los Zúñiga debutaba el 1 de mayo en Las Ventas. Y resolvió la papeleta mejor que muchos novilleros criados bajo las encinas de Salamanca o en las dehesas extremeñas, apuntando buenas maneras, clase, rapidez de reacción y eficaces estocadas, incluso pechando con un lote deslucido (2º y 5º). Los Zúñiga han dado con una rara avis: un torero rubio y de Burdeos. Resulta más sencillo encontrar una perla negra.


Paradójicamente, también esa misma tarde, se presentaba en Madrid un novillero nacido en uno de los lugares más taurinos del mundo: La Fuente de San Esteban, cruce de caminos que conduce a todas las ganaderías del Campo Charro. El chico lleva por nombre Alejandro Marcos y lo apodera el matador de toros retirado Juan José. Ha heredado de su maestro la composición de la figura, sobre todo en los muletazos donde enseña el medio pecho. No obstante, aún torea despegadito, entrar a matar se convierte en un calvario y pierde los papeles cuando el novillo aprieta (3º y 6º). Poco a poco, quizás algún día llegue. 


Finalmente, completaba el cartel Juan Miguel (1º y 4º), de Colmenar de Oreja, del que poco se puede decir, salvo que el 1 de mayo no fue su día.


La novillada de González Sánchez-Dalp era un zapato. En general, pecó de sosa, salvo el buen tercero, un colorado de nombre Chalapo, terciadito, noble a rabiar y con el tranco Núñez. Para cortarle las dos orejas. El sexto, negro listón y que tiraba más a lo de Villamarta, sacó genio. Precisamente, ante estos dos utreros, que formaron el lote de Alejandro Marcos, se lucieron los picadores salmantinos, Alberto Sandóval y Óscar Bernal. También fue interesante el primer novillo, del Puerto de San Lorenzo, que remendaba el conjunto.