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sábado, 14 de febrero de 2015

Como yo te amo


El compositor jerezano Manuel Alejandro fue el autor (o culpable) de la canción Como yo te amo, una bomba de almíbar mucho más letal que la atómica. Originariamente, esta tortura musical fue escrita para Rocío Jurado, que la grabó en su álbum Señora (1979). Las malas lenguas cuentan que, al escucharla, Raphael se entusiasmó de tal manera con la obra de Manuel Alejandro que, apenas unos meses más tarde, se la apropió en su disco Y... sigo mi camino (1980). En un plis plas, la personal versión de Raphael eclipsó a la de Rocío, quien se vio obligada a lanzar otros temas del disco Señora, en vez de usar Como yo te amo, destinado, en un principio, a ser el single promocional del álbum. En el mundillo se rumoreó que este desaire fastidió mucho a la diva, ocasionando una enemistad pasajera entre ambos cantantes.


Felizmente, con el paso del tiempo -y de los discos-, el amor volvió a brotar entre ellos quienes, en el fondo, también se amaban con la fuerza de los mares y el ímpetu del viento. El culmen de este cariño llegó la Nochebuena de 2008, un año y medio después del fallecimiento de Rocío, cuando Raphael le brindó un homenaje, un tanto surrealista y con clavel blanco incluido, en la gala de Televisión Española. Jamás duró una flor dos primaveras en manos de Raphael...


No contento con el descalabro causado, Manuel Alejandro siguió componiendo temas de amor no aptos para diabéticos. En su haber figuran grandes clásicos de la canción sentimental como Se nos rompió el amor (Rocío Jurado), Yo soy aquel (Raphael), Soy rebelde (Jeanette), Háblame del mar, marinero (Marisol), Procuro olvidarte (Hernaldo Zúñiga), Lo dudo (José José), etc.

jueves, 23 de octubre de 2014

El arma blanca en la copla

"En la lucha por puro prestigio, el hombre se hace reconocer por el hombre" (Kojève)
 

En comparación con las armas de fuego, que ponen distancia al duelo, las armas blancas tienen la ventaja de la cercanía y la inmediatez. Un hombre puede matar a otro mirándole a los ojos. Por eso, cuchillos, espadas, puñales y navajas han sido, desde siempre, el armamento del pueblo español. Y de la canción andaluza. Los compositores de copla tomaron el testigo de Lorca, autor de aquel poema titulado "Herido de amor":

Bisturí de cuatro filos,
garganta rota, y olvido.
Cógeme la mano, amor,
que vengo muy malherido,
herido, de amor huido.
¡Herido! ¡Muerto de amor!
 
 
En 1943, Rafael de León escribió "La baladilla de los tres puñales" para su libro Jardín de Papel. Al leerla, el maestro Juan Solano le puso música y fue estrenada en 1964 por Marifé de Triana con enorme éxito. Recientemente, Miguel Poveda ha grabado  una versión soberbia.

He comprado tres puñales
para que me des la muerte...
 
 
También para Marifé, y en el mismo año de 1964, Valerio y Solano compusieron "Cuchillito de agonía".

Cuchillito, cuchillito pa´mi muerte...
No pidas, tormento mío,
que deje yo de quererte.
 
 
Pero volvamos a las puñaladas, asestadas tanto por hombres como por mujeres, como la que pegaba bajo unos soportales "La Guapa", después de que un hombre la humillara por ser una mujer "de mal vivir". La canción fue estrenada por Conchita Piquer en 1947 durante su espectáculo llamado... ¡"El Puñal y la Rosa"!

Y una guapa te paró,
sólo por eso... ¡por guapa!
Y un cuchillo te clavó
y la sangre chorreó
en el embozo de tu capa.
Ya he perdido hasta mi nombre,
no es Mercedes ni es María,
que la sangre de ese hombre
otro nombre me ponía.
 
 
En el pueblo llano, las grandes traiciones siempre se han vengado con la punta de un cuchillo... o con tres puñales atravesados. "Mañana sale" fue compuesta por Rafael de León para Concha Piquer, que se cortó la coleta tras cantar esta complicada copla sobre una lotera despechada.

¿A quién le vendo la suerte?
¡Mañana sale y está premiao!
Mis ojos tienen que verte
con tres puñales atravesaos.
 
 
Decían de la bailarina y actriz Lola Montes que tenía en los ojos puñales con los que iba matando a los hombres más cabales. Así lo recogió en 1942 Rafael de León en su bellísimo pasodoble dedicado a aquella irlandesa de clisos claros que enamoraron hasta al rey Luis I de Baviera.

 
En este repaso por las armas blancas del repertorio coplero, no podemos dejar en el tintero "Cuchillo y espada", nueva obra de Rafael de León y Juan Solano, popularizada a comienzos de los 70 por Rocío Jurado, que solía interpretarla con un espectacular vestido de noche.

Toda la noche entre sueños
he sentido las navajas
navegando por mi sangre
igual que peces de escarcha.
 
[...] Espada, chuchillo,
dentro de un miedo amarillo,
cuchillo, espada,
espero tu puñalada...
¡mátame!

 
Poetas como Rafael de León o Xandro Valerio superaron, con mucho, a García Lorca. Como muestra este botón coplero, que parece patrocinado por una empresa de acero inoxidable. No existe mejor forma para cerrar el interminable y trágico duelo con armas blancas que recordar aquella estrofa de "A tu vera"...
 
Ya pueden clavar puñales,
ya pueden cruzar tijeras,
ya pueden cubrir con sal
los ladrillos de tu puerta...

domingo, 7 de abril de 2013

Las flores de la copla (I)

"De Sevilla un patio, salpicado de flores,
y una fuente en medio con un surtidor,
rosas y claveles de todos los colores,
que no los soñara mejor ni un pintor".


Aunque el tiempo no dé tregua y el invierno se resista a entregar las armas, ya es oficialmente primavera, el mes de las flores. No hay flor sin su copla; ni copla sin su flor. Desde aquella Rocío que parecía un manojito de claveles hasta la gitana que vendía flores a las mocitas para curar sus males de amores.

“Flores...
la que no tenga novio,
la que se le fue el marido,
la que está en relaciones
veintidós años seguidos,
si se adornan la cara
con estos claveles míos
almirantes y reyes,
caerán a sus pies, rendidos.

Venga la fea, venga la hermosa,
que en sus cabellos pondré una rosa,
no hay un milagro como mis flores,
para las que sufren de mal de amores”.


La marcha "La Rosa de Capuchinos" (Quintero, León y Quiroga) fue cantada por muchas intérpretes, pero ninguna versión supera a la grabada por la reina de Triana. 

"¡Qué bonita!, ni pintá por los pinceles de Murillo
¡Qué carita!, envidiá por el coral de los sarsillos.
La niña como un jilguero
Por calles y plazas pregonando flores,
Los hombres a retortero
Bebían sus vientos con ansias de amores.
Y una noche de la Cruz de Mayo
Entró en un corral y en los ojos
De un mozo de rumbo leyó este cantar:
Rosita de Capuchinos
Vara de nardo y clavel,
Dame el ramito más fino
Del jardín de tu querer.
¿De qué rosal has robado la sangre de tus mejillas
Si eres lo más delicao de los parques de Sevilla?
Te tengo sembrás de flores
Las piedras de tu camino
Porque quiero que me adore
La Rosa de Capuchinos".
 

De la misma manera que la Rosa de Capuchinos pertenece a Marifé, el clavel es de la sensual Rocío.

“Un clavel, un rojo, rojo clavel, un clavel
a la orilla de mi boca
cuidé yo como una loca
poniendo mi vida en él,
y el clavel, al verte cariño mío
se ha puesto tan encendido
que está quemando mi piel”.


Y hablando de claveles, ¿quién podría olvidar aquel clavel grana sangrando en la boca...?
Junto al clavel y la rosa, quizás la tercera flor más coplera sea la violeta. Ya hablamos de "La violetera" cuando escribimos sobre pregones, pero hay otras canciones de color nazareno, como "Violetas imperiales" de Luis Mariano o "Coplas de la violeta" de Carlos Cano". ¿No huele ya al despuntar de la primavera?
“Sabes que ya no habrá primavera
si tú no estás aquí, violetera,
la primavera ha venido
y yo sé por qué ha sido,
entre las flores que ofreces
es como una flor.
Piensa que en esta corte francesa,
eres más que gitana, princesa,
violeta de España,
tú, en tierra extraña,
vives para el recuerdo de aquel amor.

[…] Era un cielo de primavera,
cuando me dijo la violetera
cómpreme usted mis violetas
que son las primeras,
van a traerle la suerte,
su suerte es mi flor”.


"Coplas de la violeta, arena y sal,
como blancas gaviotas echan a volar
y me traen de los cielos la luna de azahar,
la caricia del viento,
la rosa del tiempo que no volverá.
Amor mío,
que huele a jazmín…"


miércoles, 26 de diciembre de 2012

Un libro y cinco toritos negros

Si Papá Noel ha pasado de largo ante su casa, es señal de que vive en un hogar castizo y con las tradiciones en su sitio. Los Reyes son quienes reparten el bacalao. Cuando apenas quedan diez días para comprar los regalos, si me lo permiten, voy a sugerirles un obsequio más valioso que el oro, el incienso y la mirra: un libro. Pero no un libro cualquiera, sino uno de los pilares de la cultura popular de nuestro país: "Rapsodia española", escrito por don Antonio Burgos, y que la Esfera de los Libros ha vuelto a editar. Desde 2005, esta Biblia recitada con la voz del pueblo vive en mi mesilla, siempre a mano, junto a obras como la biografía de Juan Belmonte firmada por Chaves Nogales, el "Viaje a los toros del Sol" de Navalón o "Historia de una taberna" de Cañabate. Lean las siguientes críticas y comprobarán que no exagero:
 
 
«No es un libro de poesía, sino de Historia de España» (José Luis Garci); «Un viaje a la memoria lleno de recovecos en los que detenerse» (Juan Ignacio García Garzón); «Un bellísimo y vertiginoso libro dedicado al amor por la poesía popular» (Alfonso Ussía); «Poesía popular que fue felicidad y cultura de esas masas que ciertos poetas remilgados y críticos soplacirios tanto desprecian» (Arturo Pérez-Reverte).
Manuel Benítez Carrasco con Lola Flores (1963)


Si tuviera que rescatar una perla entre el poemario seleccionado por Burgos, quizás elegiría los cinco toritos negros de Manuel Benítez Carrasco (1922-1999), "granadino del Albaycín, heredero universal de los grandes poetas populares españoles y también de los inolvidables rapsodas [...] Manuel Benítez Carrasco tenía el absoluto dominio de la palabra: al escribirla y la declamarla [...] Sus poemas tienen la fuerza dramática del propio teatro de la vida que describen, del amor al desamor, del dolor a la alegría. En cincuenta versos, Benítez Carrasco era capaz de declamar todos los sentimientos del hombre [...] Manuel Benítez Carrasco es el último de los grandes clásicos populares".

 
"Contra mis cinco sentíos,
tus cinco toritos negros:
torito negro tus ojos,
torito negro tu pelo,
torito negro tu boca,
torito negro tu beso,
y el más negro de los cinco
tu cuerpo, torito negro.
Barreras puse a mis ojos,
tus ojos me las rompieron.
Barreras puse a mi boca,
tu boca las hizo leño.
Puse mi beso en barreras,
tu beso las prendió fuego.
Barreras puse a mis manos,
las hizo sombra tu pelo.
y puse barreras duras
de zarzamora a mi cuerpo,
y saltó sobre las zarzas
el tuyo, torito negro.
¡Deja, que no quiero verte!
¡Déjame, que no te quiero!
 Y luego monté mis ojos
sobre un caballo de miedo;
 tus ojos me perseguían
como dos toritos negros.
y luego metí mis manos
bajo un embozo de fuego;
... tu pelo se me enredaba
igual que un torito negro.
y luego junté mi boca
contra la cal de mi encierro;
... tu boca estaba acechando
igual que un torito negro.
y luego mordí mi almohada
para contener mi beso;
tu beso me corneaba
igual que un torito negro.
y luego arañé mi carne,
de tentación y deseo,
para que no gritara
que yo te estaba queriendo;
y tu cuerpo encandilado
mimbre, luna, bronce y fuego
se me plantó ante mis ojos
igual que un torito negro".
 
"Tus cinco toritos negros", que comenzó siendo un extenso poema, el pueblo -con la inestimable ayuda del maestro Solano- la hizo copla. Fue estrenada por Rocío Jurado, que acentuó, si esto fuera posible, la sensualidad de sus versos.
 

Antonio Burgos saca de los chiqueros dijes como los toritos negros de Carrasco y muchos otros versos que un día fueron nuestros. Por eso, estos Reyes Magos no pido eau de toilette ni e-books, yo quiero rapsodia, "Rapsodia española".
 

jueves, 18 de octubre de 2012

Perderse entre matrimonios tóxicos y sortijas doradas



En mi errático divagar por la red, encuentro, en una web mexicana, el siguiente reportaje sobre la cantante Francisca Viveros, conocida como Paquita, la del barrio: «La historia de Paquita la del barrio está enmarcada por el desprecio hacia los hombres que nació desde su adolescencia, cuando cayó presa de Miguel Gerardo, un seductor de 44 años que la enamoró y formó una familia con ella. Tiempo después, descubrió que su enamorado era un hombre casado. Fue así como Paquita tuvo su primer desencuentro con el destino».


«Rata inmunda,
animal rastrero,
escoria de la vida,
adefesio mal hecho.

Infrahumano,
espectro del infierno,
maldita sabandija ,
cuánto daño me has hecho.

Alimaña,
culebra ponsoñosa,
desecho de la vida,
te odio y te desprecio.

Rata de dos patas,
te estoy hablando a ti;
porque un bicho rastrero,
aún siendo el mas maldito,
comparado contigo
se queda muy chiquito.

Maldita sanguijuela,
maldita cucaracha,
que infectas donde picas,
que hieres y que matas».

Al leer la historia de Paquita y su éxito "Rata de dos patas" dedicado a un hombre casado del que se enamoró locamente, vienen a mi cabeza los acordes de "Callejuela sin salida" (1942), otra de las alhajas a ritmo de zambra de Rafael de León y Manuel Quiroga, que terminó en el joyero de Juanita Reina.


«Había un anillo en tu mano
cuando yo te conocí,
por eso cerré los ojos
al escucharte decir:
“Serrana,
yo te lo juro por la gloria de mi mare,
si tú me quieres de veras,
no hay nadie quien nos separe”.

Y cuando tu mano, como una cadena,
fundida en la mía,
pa´siempre quedó,
sentí que tu anillo
temblaba de pena,
pero pa´ser güena no tuve valor…
Callejuela sin salida,
Donde yo vivo encerrá,
Con mi pena, mi alegría,
Mi mentira y mi verdá.
Me he perdido en la revuelta
De una sortija dorá.
Ni estoy viva, ni estoy muerta
Ni sortera, ni casá.
Y en mi calle sin salía,
Ya no puedo caminá,
Ni de noche, ni de día,
Ni p'alante, ni p'atrá
».

Para no perderse en las revueltas de una sortija dorá, lo mejor es seguir el ejemplo de una neozelandesa que, después de encallar su matrimonio en otra callejuela sin salida -ella lo describe como un "toxic marriage"-, envió su alianza de bodas al espacio dentro de un cohete adornado con un corazón roto.

«Mira cómo se me pone
la piel ca vez que me acuerdo
que soy un hombre casao
y sin embargo te quiero.

Entre tu casa y mi casa
hay un muro de silencio,
de ortigas y de chumberas,
de cal, de arena, de viento,
de madreselvas oscuras
y de vidrios en acecho.
Un muro para que nunca
lo pueda saltar el pueblo
que guarda nuestro secreto.
¡Y yo sé bien que me quieres!
¡Y tú sabes bien que te quiero!
Y lo sabemos los dos
y nadie puede saberlo».
(Rafael de León)

En los años sesenta, el "Romance de la otra" de la Piquer (con letra también de Rafael de León) causó un profundo escándalo. En 1979, Manuel Alejandro le compuso a Rocío Jurado la canción "Señora", que podría considerarse una "evolución" social del elegantísimo "Romance de la otra" (endegenerando, por supuesto).

«Yo soy la otra, la otra
y a nada tengo derecho,
porque no llevo un anillo,
con una fecha por dentro.

No tengo ley que me abone,
ni puerta donde llamar,
y me alimento a escondías
con tus besos y tu pan.

Con tal que vivas tranquilo,
qué importa que yo me muera,
te quiero siendo la otra
como la que más te quiera».

«Cuando supe que existía usted, señora.
Ya mi mundo era sólo él, señora.
Ya llevaba dentro de mi ser, su aroma.

Él me dijo que era libre,
como el mismo aire que era libre,
como las palomas que era libre… y yo lo creí».


Todos estos líos matrimoniales se arreglarían con la triple alianza (y no me refiero a la coalición del Imperio Alemán, el Austrohúngaro e Italia), sino a esos anillos que se diseñan ahora que son 3 en 1. Así podría repartirse una sortija para la señora y otra para la querida. Y todas contentas gracias a una buena compra.