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sábado, 19 de julio de 2014

Con vistas al mar

En 1891, con sólo 9 años, un prodigioso Edward Hopper dibujó Little boy looking at the sea. El solitario crío de pantalones cortos que, de espaldas a nosotros, contempla el mar con los pies dentro del agua bien pudiera ser un autorretrato del artista. Este apunte demuestra que, desde la infancia, Hopper se sintió profundamente atraído por el mar.
 
 
A partir de entonces, el mar, los veleros y los faros fueron temas recurrentes en sus obras, transmitiendo una inusual serenidad. Son cuadros silenciosos, inmóviles, apresados en el tiempo.
 
 
Habitaciones junto al mar, de 1951, representa un interior sin gente, con los muros adornados con retazos de la luz solar. Escribe Mark Strand: "Una alegre extrañeza invade sus espacios. El paisaje al que se abre la puerta, a la derecha del cuadro, aunque agreste, no resulta intimidatorio. El mar parece allegarse hasta el mismo umbral de la puerta, como si no hubiese tierra u orilla de por medio, como si, de hecho, hubiese sido robado a Magritte. Se trata de un paisaje natural crudo y extremo. En la parte izquierda del cuadro hay un estrecho y atestado panorama de lo opuesto a la naturaleza: un cuarto amueblado con lo que parece un sillón o una silla, un buró y una pintura; los selectos enseres de la vida doméstica. El cuadro nos urge a movernos de derecha a izquierda, como si el panorama que quisiera mostrarnos no fuese el mar, sino el de la habitación semioculta del fondo. Incluso el mar parece dirigir su mirada hacia allí, y la luz parece estar señalando, indicándonos en qué dirección debemos mirar".
 
 
Contemplando este cuadro, se entiende aquella frase de Hopper: "Quizá yo no sea muy humano. Mi deseo era pintar la luz del sol en una pared". No existe un azul más perfecto que el de los mares de Hopper.
 
No sabe el mar que es domingo.
Se rebelan, inmortales,
las olas a cuerpo limpio.
Cada vez que muere alguna
la misma ocupa su sitio.
No sabe el mar que es un náufrago.
Sin reloj y sin amigos,
el mar flota sobre el mar,
ni cómplice ni testigo,
ensimismado en su azul
y ajeno, como Dios mismo.
Mientras va y viene en la orilla
no sabe el mar que lo miro.

(Manuel Alcántara)

jueves, 13 de junio de 2013

Este jueves depende de tu boca


Me embargó la desolación el pasado domingo por la tarde mientras paseaba, en los Jardines del Retiro, entre los puestos de la Feria del Libro de Madrid. Tan sólo bastó una ojeada sobre media docena de los títulos más vendidos para comprender que nuestra cultura hace tiempo que ha tocado fondo: "Infierno" de Dan Brown, "Cincuenta sombras de Grey", "MasterChef, las mejores recetas", "El derecho a la pereza", "Eyaculación precoz: manual de diagnóstico y tratamiento", "Lo que debes saber para que no te roben la pensión", "Hay vida después de la crisis"... No me cabe duda de que sobreviviremos al bache económico, sin embargo, no estoy tan segura de que seamos capaces de sortear esta falla literaria e intelectual.
 

Por si fuera poco, los literatos más progres de nuestra sociedad se encontraban allí, firmando libros y haciéndose fotos con sus partidarios: Almudena Grandes, Juan José Millás, Javier Marías, etc. Estaba incluso el insigne presentador de televisión Jorge Javier Vázquez que, al parecer, también ha parido "una obra".


Sólo hubo algo, una especie de señal divina, que evitó que me lanzara al estanque del Retiro con un manual de Paulo Coelho encadenado al tobillo: mi salvación emergió de un libro de poemas del malagueño Manuel Alcántara.

"[...] Tenía que pasar esto. Y el caso
es que estando yo siempre de camino
y estando tú parada, no te vi y no
me ha cogido el amor nunca de paso.
[…] Echa a andar el amor que te he tenido
y se va no sé dónde. Donde estaba.
De donde no debiera haber salido".

"Este jueves depende de tu boca.
[…] Mira este jueves. No lo sabe. Míralo
acercarse a nosotros entre sombras.
y ocupar la ciudad como un ejército
que no pensara nunca en su derrota.
[…] Mira cómo se acerca a la ventana
sin saber que depende de tu boca.
Para pasar un día con nosotros
ha salido este jueves de sus sombras”.

En el mismo puesto, enterrado, ambarino y lleno de polvo, rescaté un libro de sonetos de César González-Ruano. Justo en aquel instante, me reconcilié con la tarde del domingo:

"Entre el odio y el amor que me tienes,
mi pereza.
Hay una tú que se escapa
y otra tú que no me deja.
Y ya no sé si te quiero o te quise. Duda plena.
Que hay un yo que dice: ¡vete!
Y otro yo que dice: ¡espera!"

"Fue o no fue
y eso no se sabrá nunca.
Pasó lo que quiso que pasara
y eso no se sabrá nunca.
[...] Como yo me iba hiriendo al respirar y no sangraba
como todo era sorpresa de muerte y de deseo
como toda tiniebla así brillaba
eso no se podrá saber.
[...] Que amanecí sin darme cuenta
que crucé la calle sin pisarla
que cerré la puerta sin abrirla
eso no se sabrá.
[...] Cómo consentían que a esa hora sonase el gramófono
de donde traían resucitada
muerta de amor aquella sombra
a aquel alma desnuda que aún gritaba mi nombre
eso no se sabrá.
Por mucho que lo hablen
eso no se podrá saber.
Por mucho que lo sepan".
Imagen de la Feria del Libro 2013
(el resto de fotografías pertenecen a Chema Madoz)

miércoles, 10 de abril de 2013

Volver a empezar


El 11 de abril de 1983, España ganaba su primer Oscar en la categoría de mejor película en lengua no inglesa. Han pasado 30 años desde que Garci recorriera el mítico Dorothy Chandler Pavilion de Los Ángeles con un "bogartiano" smoking blanco. Curiosamente, "Volver a empezar" (1982), que narra la historia de un reconocido escritor asturiano, exiliado tras la Guerra Civil, que al final de su vida se reencuentra con el amor de su juventud, cosechó muy malas críticas en España.


Desde luego, Garci las había rodado mejores y menos lacrimógenas; sin ir más lejos el fabuloso "Crack" (1981), una joya del cine negro protagonizada por Alfredo Landa. ¿Qué habría sido de la cinematografía española sin Germán Areta, alias "El Piojo", nuestro Sam Spade ibérico?


El detective interpretado por Landa era capaz de trabajar día y noche a base de cigarrillos, café y bocatas de calamares. Decía Umbral que si la Castellana miraba a París, la Gran Vía lo hacía a Nueva York o Chicago. Eso se refleja en la magistral fotografía de "El Crack", acompañada por la acertada banda sonora de Jesús Gluck.


Si bien "El Crack" es magnífica, tampoco ocupa, para mi gusto, el primer puesto dentro de la filmografía de Garci. La corona se la lleva "Tiovivo c. 1950" (2004), un aguafuerte del Madrid de la postguerra; una "Colmena", quizás menos áspera, llevada a la gran pantalla. Historias de gente soñadora en una época gris: un reventa de entradas, un camarero que desea ser actor, una taquillera de cine, un mecánico, un torero, un director argentino, unos oficinistas de un banco, una mecanógrafa, el dueño de una academia de baile... todos ellos, supervivientes al fin y al cabo, atrapados en un tiovivo -decorado por la mano maestra de Gil Parrondo- que no deja de girar.


No sé cuántas veces habré visto "Tiovivo c. 1950". ¿Veinte? ¿Treinta? Es, junto a "Doctor Zhivago", una cita obligada cada Navidad que culmina con una cita de Manuel Alcántara: "Corrían muy malos tiempos, pero vistos a distancia quizás fueran los más nuestros".


Aviso a navegantes: no recomiendo el visionado de "Tiovivo c.1950" a aquellas personas que consideren franquista enseñar en los colegios el recorrido de los ríos españoles. Riesgo alto de sarpullido.
 
 

lunes, 31 de diciembre de 2012

Navidades pasadas

"Corrían muy malos tiempos,
pero vistos a distancia quizás fueran los más nuestros".
(Manuel Alcántara)
 
Feliz 2013, siempre desde la contraquerencia,
y sin perder de vista el retrovisor del pasado.
 
Recogiendo la cesta de Navidad (1933)

Niños mirando escaparate de juguetes (1959)

Niños en los puestos de la Plaza de Santa Cruz (1933)

Fabricación de pasteles y roscones (1952)

Puestos de Navidad en la Plaza Mayor (1961)

Plaza Mayor nevada (1944)

Iluminación en Santa Ana (1961)

Los Reyes llegan al Auxilio Social (1944)

Niña con pandero (1933)

FOTOGRAFÍAS: MARTÍN SANTOS YUBERO
 
"El aire va tomando cierto color de Navidad. Sobre Madrid, que es como una planta con tiernos tallitos verdes, se oye, a veces, entre el hervir de la calle, el dulce voltear, el cariñoso voltear de las campanas de alguna capilla. Las gentes se cruzan, presurosas. Nadie piensa en el de al lado, en ese hombre  que a lo mejor va mirando para el suelo; con el estómago deshecho o un quiste en un pulmón o la cabeza destornillada..."
(Camilo José Cela)