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miércoles, 14 de diciembre de 2016

Dentro del rosal

"Si vais para poetas, cuidad vuestro folklore. 
Porque la verdadera poesía la hace el pueblo" (Juan de Mairena)

En 1933, hace 83 años, Federico García Lorca dio, en Buenos Aires, una conferencia titulada "Juego y teoría del duende", cuyo objetivo principal consistía en explicar la contribución del carácter español en la cultura universal. Este viejo texto lorquiano daba respuesta, sin quererlo, a otra incógnita: el porqué la fiesta de los toros sigue existiendo y fascinando.


"En todos los países la muerte es un fin. Llega y se corren las cortinas. En España, no. En Estaña se levantan. Muchas gentes viven allí entre muros hasta el día en que mueren y los sacan al sol. Un muerto en España está más vivo como muerto que en ningún sitio del mundo: hiere su perfil como el filo de una navaja barbera [...] Hay una barandilla de flores de salitre, donde se asoma un pueblo de contempladores de la muerte, con versículos de Jeremías por el lado más áspero, o con ciprés fragante por el lado más lírico; pero un país donde lo más importante de todo tiene un último valor metálico de muerte.

La casulla y la rueda del carro, y la navaja y las barbas pinchosas de los pastores, y la luna pelada, y la mosca, y las alacenas húmedas, y los derribos, y los santos cubiertos de encaje, y la cal, y la línea hiriente de aleros y miradores tienen en España diminutas hierbas de muerte, alusiones y voces para un espíritu alerta, que nos llenan la memoria con el aire yerto de nuestro propio tránsito".

Y Lorca terminaba su discurso recitando aquellos versos anónimos:

Yo me iba, mi madre,
las rosas coger,
hallara la muerte
dentro del vergel.
Yo me iba, madre, 
las rosas cortar,
hallara la muerte
dentro del rosal.
Dentro del vergel
moriré,
dentro del rosal
matar me han.


En España, casi un siglo después de pronunciarse esta conferencia, algunos hombres continúan dando la vida por morir en el rosal de una plaza de toros. Mientras eso siga sucediendo, las jarchas, los versos anónimos y los poemas de Lorca tendrán sentido; nuestra cultura será rotundamente distinta a la del resto -dolorida pero distinta-, y los toreros caídos en el ruedo estarán aún más vivos. Ellos forman parte de la poesía que hace el pueblo, ésa de la que hablaba Juan de Mairena. No hay que renegar de esta fuerza trágica; al contrario: debe cultivarse y honrarse porque define lo que hemos sido, lo que somos. Hallar la muerte dentro del rosal es nuestro sino.


martes, 12 de julio de 2016

Sacrificio a una religión pagana

Sabio aquél que sabe escapar pronto
allí donde la gloria no perdura.
Pues aunque pronto crece el laurel
mucho antes que la rosa se marchita.

La muerte es una vieja historia y, sin embargo, siempre resulta nueva para alguien [Ivan Turgueniev]; incluso para los que conviven con ella. Tras el funeral de Víctor Barrio, un amigo, un torero, me reconocía: "La frase de nos jugamos la vida es real pero, a veces, nosotros mismos no le damos importancia". A propósito de esta confesión, Stefan Zweig escribió que no bastaba con pensar en la muerte, sino que se debía tener siempre delante: "Entonces la vida se hace más solemne, más importante, más fecunda y alegre".


Después del fallecimiento de Paquirri, Yiyo, Manolo Montoliú o Soto Vargas, la muerte ha vuelto a visitar el ruedo para poner las cosas en su sitio. Todas las religiones a lo largo de los tiempos han exigido sacrificios a los dioses y, el toreo -que es una religión pagana- también cumple esta imposición universal. Es un mecanismo tan fácil como antiguo. Una cornada certera se lleva por delante, no sólo la vida de un hombre, sino, además, todo lo excesivo y dionisíaco que encierra la Fiesta.  

El toreo siempre ha sido una aventura en la que se puede perder la vida o ganar la gloria. No obstante, como ya apuntaba Antonio Díaz Cañabate en 1970: "Los riesgos de la profesión taurina, por los avances de la cirugía […], son mucho menores que los de antaño y por consecuencia la aureola heroica del torero ha empalidecido con pérdida de sus vivos fulgores". Y otra frase del mismo libro: "Una corrida de toros es un espectáculo cruel y, por lo tanto, serio y fuera de alegrías, aunque sólo sean superficiales y fugaces".


La súbita muerte de Víctor Barrio en la arena nos ha hecho reflexionar sobre el valor de la vida y, si tenemos fe, devolverá los fulgores a aquellos que se visten de luces y calmará la sed de los dioses por varias temporadas. La parca ha venido a ajustar un viejo reloj que iba perdiendo precisión... Y por las gradas ya sube Víctor con toda su muerte a cuestas. "Buscaba su hermoso cuerpo y encontró su sangre abierta".

Ante esa jóven cabeza laureada
contemplarán tu cuerpo inerte
y descubrirán entre los rizos de tu pelo
una guirnalda aún sin marchitar.

(Alfred E. Housman)

Fotos de Pablo Alonso

miércoles, 17 de febrero de 2016

Y tu corazón caliente, nada más

Sólo tu corazón caliente, 
y nada más. 


Así arrancaba un poema de Lorca titulado "Deseo", donde también se hablaba sobre un río discreto, un campo de miradas rotas, y la "espuela del viento", como la que nos azuza en estos días de febrero. 

Sólo tu corazón caliente, 
y nada más. 

Mi paraíso, un campo 
sin ruiseñor 
ni liras, 
con un río discreto 
y una fuentecilla. 

Sin la espuela del viento 
sobre la fronda, 
ni la estrella que quiere 
ser hoja [...]


Rousseau explicó perfectamente la diferencia entre "desear" -como el "deseo" lorquiano- y "querer". El filósofo francés decía así: "Desear no es querer. Se desea lo que se sabe que dura poco; se quiere lo que se sabe que es eterno". Por ello, el hombre vive lleno de deseos y más pobre de quereres. Viejo asunto sobre el que también ahondó Cervantes: "Amor y deseo son dos cosas diferentes; que no todo lo que se ama se desea, ni todo lo que se desea se ama". 


A Benedetti, en cambio, se le pasó por alto la observación de Rousseau -le sucede a muchos- y en su libro "Vivir adrede" confundió amar con desear: "Lo imposible es una burla de los dioses. Cuando tomamos conciencia de que el imposible es eso: un imposible, es ya tarde para refugiarnos en la sensatez [...] Todos queremos lo que no se puede, somos fanáticos de lo prohibido". Matización: todos DESEAMOS lo que no se puede, como un antojo, un capricho que, al final, acaba pasando. Los deseos se los lleva el temporal... hasta que llegan otros nuevos. 


Precisamente ése, saltar de deseo en deseo, es el secreto para mantener el corazón caliente en estos días en los que aprieta la espuela del norte.

martes, 5 de mayo de 2015

¡Anda jaleo!

"Yo me subí a un pino verde
por ver si la divisaba
y solamente vi el polvo
del coche que la llevaba"


Anda jaleo es un antiguo poema tradicional al que Federico García Lorca puso música, incluyéndolo en el disco Canciones Populares Españolas de 1931, donde es interpretado por La Argentinita, amante del torero Ignacio Sánchez-Mejías.
"Anda jaleo, jaleo,
ya se acabó el alboroto
y ahora empieza el tiroteo"


La letra cuenta una historia de desamor: el protagonista desea ver a su querida, pero no lo consigue porque un coche se la ha llevado. El poeta (metáfora del cazador) advierte a la mujer de lo mortal de sus celos. Finalmente, descubrimos que ella (representada por una paloma) ha muerto y él la llora. 

En la calle de los muros
mataron a una paloma.
Yo cortaré con mis manos
las flores de su corona.
No salgas, paloma, al campo,
mira que soy cazador,
y si te tiro y te mato,
para mí será el dolor,
para mí será el quebranto.


sábado, 11 de abril de 2015

Abril es el más cruel de los meses


«Porque las rosas buscan en la frente
un duro paisaje de hueso
y las manos de un hombre no tienen más sentido
que imitar las raíces bajo tierra.

Tu vientre es una lucha de raíces,
tus labios son un alba sin contorno,
bajo las rosas tibias de la cama
los muertos gimen esperando turno».


En estos desconocidos versos de Lorca, publicados en Diván de Tamarit, las rosas, signo tradicional de la belleza y la trascendencia, en su ascenso hacia la frente de los hombres, buscan la petrificación del "paisaje de hueso" de la muerte... la pérdida en una pasión sombría, la huida en la oscuridad y la inconsciencia. En La tierra baldía de T. S. Eliot, el poeta tampoco puede seguir el curso de las estaciones, confundidas y paralizadas, no puede saludar el comienzo de la primavera porque despierta el recuerdo de lo que ya no fluye, de lo que ya no sirve:

«Abril es el más cruel de los meses, pues engendra
lilas en el campo muerto, confunde
memoria y deseo, revive
yertas raíces con lluvia de primavera.
El invierno nos dio calor, cubriendo
la tierra con nieve sin memoria, alimentando
un hilo de vida con tubérculos secos».

domingo, 1 de marzo de 2015

Sol de marzo

Dice el refranero que el sol de marzo conmueve, pero no resuelve, es decir, que promete más que da. Marzo también es el tiempo en que llegan las golondrinas y se siembra el garbanzo. Si recordamos Cien años de soledad, cada mes de marzo, una familia de gitanos desarrapados plantaba su carpa cerca de la aldea de Macondo, y con un gran alboroto de pitos y timbales, daban a conocer los nuevos inventos: "El mundo era tan reciente, que muchas cosas carecían de nombre, y para mencionarlas había que señarlarlas con el dedo". Al igual que Gabriel García Márquez -que vino al mundo el 6 de marzo de 1928-, Aureliano Buendía nació en el tercer mes del año... y con los ojos abiertos.


"Muchos años más tarde, un segundo antes de que el oficial de los ejércitos regulares diera la orden de fuego al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía volvió a vivir la tibia tarde de marzo en que su padre interrumpió la lección de física, y se quedó fascinado, con la mano en el aire y los ojos inmóviles, oyendo a la distancia los pífanos y tambores y sonajas de los gitanos que una vez más llegaban a la aldea, pregonando el último y asombroso descubrimiento de los sabios de Memphis".


Mi manzano 
tiene ya sombra y pájaros. 

¡Qué brinco da mi sueño
de la luna al viento! 

Mi manzano
da a lo verde sus brazos. 

¡Desde marzo, cómo veo
la frente blanca de enero! 

Mi manzano... 
(viento bajo). 

Mi manzano... 
(cielo alto).

(Federico García Lorca)

jueves, 9 de octubre de 2014

Todo es silencio en el jardín

Que mi recuerdo se quema.
¡Avisad a los jazmines
con su blancura pequeña!
 

Aunque popularmente se diga que Gibraltar es español, a lo largo de la historia, los británicos han dejado su huella en Algeciras, sobre todo cuando se construyó el hotel Reina Cristina, inspirado en la arquitectura colonial británica. A finales del siglo XIX, Guillermo Jaime Smith, vicecónsul del Reino Unido, vendió unos terrenos en la villa vieja de Algeciras a la compañía de ferrocarril. Sobre esta parcela, el promotor Alexander Henderson financió el hotel, como respuesta a las necesidades de alojamiento derivadas de la inauguración del tren hasta Bobadilla.
 
 
El esbelto edificio, casi a orillas del mar y articulado alrededor de un patio central, mezcla el estilo inglés con elementos típicos de la arquitectura andaluza. Todavía hoy se conservan los exuberantes jardines adyacentes, cuajados de pinos, palmeras y eucaliptos. Numerosos personajes ilustres se han alojado en las habitaciones del Reina Cristina a lo largo de la historia, como Winston Churchill, Charles de Gaulle, Arthur Conan Doyle, Orson Welles... o el torero Ignacio Sánchez Mejías.
 
 
El 16 de abril de 1925 aparece en La Unión el primer artículo de Ignacio, “La hora de Belmonte y Joselito”, fechado en el Hotel Cristina de Algeciras, con esta nota introductoria: “El valiente matador de toros Ignacio Sánchez Mejías nos remite gentilmente la adjunta crónica de una fiesta en el campo de las Utreras, propiedad de los ganaderos Hermanos Gallardo”.

[…] Todo el artículo parece estar bañado por una luz cárdena: en la arena del coso valenciano, en las nubes grises, en la erala brava... Cita Sánchez Mejías a Zuloaga, pintor y torero. Leído desde hoy, el artículo parece preludiar esas “banderillas de tiniebla” con que le evocará García Lorca.

En comparación con las crónicas cinegéticas, el torero ha avanzado mucho en ambiciones literarias. Lo vemos en la finura poética de este paisaje nocturno:

“Hay luna creciente. Abrimos el balcón y contemplamos, un momento, el parque que rodea el hotel. Está solo. Todo el suelo es plata. Así lo hizo la luna. En el fondo hay unas palmeras y unos cipreses. El viento y el mar enmudecieron esta noche. Todo es silencio en el jardín...”.
 
(Andrés Amorós, fragmento de su biografía sobre Ignacio Sánchez Mejías)

 
De pequeña, solían llevarme a los jardines del Reina Cristina los sábados y domingos por la mañana. Recuerdo haber jugado en un pozo rodeado de buganvillas, trepado a una jacaranda, recogido piñones y lanzado pan a los gorriones. Nunca imaginé que, por aquel mismo parque, hubiera paseado Ignacio, nueve años antes de llevar toda su muerte a cuestas. 
 

domingo, 11 de mayo de 2014

El rosal de Las Ventas

"¡Que me maten como a este rosal de mayo!" (Valle-Inclán)

No es casualidad que la feria de San Isidro se celebre en mayo. También es éste el mes en el que florecen las rosas. Conozco un rosal que podaron el pasado invierno y al que le realizaron una escabechina notable. El desmoche fue tan brutal que, durante mis paseos, di por sentado que esta primavera no brotaría una sola rosa. Me equivoqué. Esta mañana pasé junto a él y ya está reventón. El secreto reside en dar tiempo al tiempo. Y en esperar a que llegue mayo con su San Isidro.
 
 
Juan del Álamo también ha necesitado temple y perseverancia. Pero ya emergió, con una fortaleza inquebrantable. Comenzó a despuntar la pasada temporada y se insinuó durante la Feria de Abril con la corrida de Montalvo. Los duros inviernos camperos en su Salamanca natal resultan fecundos. Este sábado, en Las Ventas, ha derrochado verdad ante un sobrero sosote del Vellosino que ha brindado a su madre. Previamente, sembró un sólido toreo a la verónica frente al titular que echaron para atrás, un ejemplar lisiado de Martín Lorca. Con la muleta enjaretó una faena maciza a dos manos, cuatro series por la derecha y una por la izquierda, rematada con un estoconazo arriba yéndose detrás de la espada, como saben hacer los que tienen hambre por ser toreros. Oreja cosechada a ley.
 
 
La suerte cambió en el sexto, toro magníficamente picado por el también salmantino Óscar Bernal. A toma y daca, Del Álamo le tenía cortada otra oreja al que cerraba plaza, un boyancón de Martín Lorca que se vencía mucho por el pitón izquierdo. Una fea voltereta por ese lado no amedrentó al mirobrigense. Todo lo contrario: tiró de raza. Sin embargo, la espada truncó la Puerta Grande. Que vaya afilando el estoque para la tarde en la que salga un toro de verdad... Se despidió de Las Ventas con una unánime ovación del color de un rosal reverdecido. Juan del Álamo. Rosal de mayo.
 
Fotos de Tierras Taurinas y Juan Pelegrín
 
Los álamos de plata
se inclinan sobre el agua,
ellos todo lo saben, pero nunca hablarán.
 
[...] El silencio profundo de la vida en la tierra,
nos lo enseña la rosa
abierta en el rosal.
 
(Federico García Lorca)

martes, 6 de mayo de 2014

Una noche de amor en una verbena madrileña


Para la mayoría de los mortales, Marcelle Auclair (1899-1983) es la cofundadora, junto a Jean Prouvost, de la revista femenina Marie Claire, creada en 1937. Esta hispanista francesa, que había pasado su juventud en Chile a causa del trabajo de su padre, un prestigioso arquitecto, de vuelta a París, contrae matrimonio con el escritor Jean Prévost en 1926. Tras tener tres hijos, Michel, François y Alain, la pareja se divorcia en 1939. Sin embargo, pocos saben que Marcelle fue el último amor que lloró el torero Ignacio Sánchez-Mejías. El pasado 3 de mayo, Andrés Amorós descubría esta hermosa historia en las páginas del ABC.
 

Marcelle Auclair, el último amor de Ignacio 

Cuenta Amorós: «En febrero de 1933, Marcelle, que tiene 34 años, visita Madrid. Lorca le recomienda que conozca a Ignacio, el andaluz por excelencia. Él es nueve años mayor que ella. Se conocen en casa de Jorge Guillén, en la lectura que hace Federico a un grupo de amigos de Bodas de Sangre. Años después, ella lo recuerda en su libro Enfances et mort de García Lorca: "Se sentó a mi lado. No decía nada. Me miraba. Yo le miraba. Los dos mudos, heridos en lo vivo. Yo estaba allí, en mi silla, y él me miraba. Sus manos temblaban. La idea de marcharme, al día siguiente, se me había hecho insoportable... Acabada la lectura, nos encontramos en la calle, Ignacio y yo, con los otros amigos, que no se atrevían a dejarnos. Federico gruñía: ¡Qué barbaridad! Pasamos toda la noche, parándonos de vez en cuando en algún café. Ignacio sólo bebió agua pero recitó poemas de Góngora, más ardientes que todos los licores" [...] Al final de la noche, fueron a un baile popular, en La Bombilla, Allí, bailaron juntos, al son de La verbena de la Paloma. "Al primer paso de baile que di, Ignacio me paró en seco y, poniendo sus grandes manos sobre mis hombros, me dijo: Aquí, soy yo el que mando"».
 
 
En aquel momento, Ignacio estaba casado con Lola Gómez Ortega, hermana de los "Gallos", y tenía como amante a Encarnación López, "La Argentinita". La carga familiar de Marcela tampoco era menuda: seguía casada con Prévost y la esperaban tres hijos en Francia. Continúa la narración Amorós: «Vuelve Marcelle a París, creyendo que la relación ha terminado. Pero Ignacio se presenta allí, en su casa y se encuentra con el marido: "La declaración de guerra entre los dos, fue muda pero brutal". Luego, esa tarde, la lleva a escuchar a unos gitanos: "Único contacto físico: un beso, en el taxi, que ha durado de Étoile a Montrouge. Quedamos en vernos al día siguiente". Pero un capricho del Destino lo impide».
 
 
No vuelven a coincidir hasta el 5 de agosto de 1934, durante una corrida que Ignacio torea en Santander. Aquella tarde, Sánchez-Mejías realiza una faena temeraria a un toro de Coquilla y corta cuatro orejas y un rabo. Completaban el cartel Victoriano de la Serna y Félix Colomo. Quizás porque localizó tarde a Marcelle en la plaza, no le brindó la muerte de ningún toro. Amorós termina así la historia: «Ignacio la descubre, en el tendido, al dar la vuelta al ruedo. Esa noche, la llama por teléfono [...] Seis días después, el 11 de agosto, Ignacio sufre una grave cornada, en Manzanares: muere en Madrid, dos días más tarde [...] Y hasta el final de sus días, en 1983, Marcelita guarda en su corazón el recuerdo de aquella despedida, en la estación de Orsay: siempre le quedó París. Y una noche de amor, en una verbena madrileña».
 
 
No hubo príncipe en Sevilla
que comparársele pueda,
ni espada como su espada,
ni corazón tan de veras.
Como un río de leones
su maravillosa fuerza,
y como un torso de mármol
su dibujada prudencia.
Aire de Roma andaluza
le doraba la cabeza
donde su risa era un nardo
de sal y de inteligencia.
¡Qué gran torero en la plaza!
¡Qué gran serrano en la sierra!
¡Qué blando con las espigas!
¡Qué duro con las espuelas!
¡Qué tierno con el rocío!
¡Qué deslumbrante en la feria!

(Federico García Lorca)

sábado, 28 de septiembre de 2013

Toros y pestiños enmelados

"La miel es la epopeya del amor" (Federico García Lorca)


Una noticia me ha conmovido esta semana. Según publica Aplausos.es, la miel es el mejor remedio curativo para los toros indultados. Sin ir más lejos, Velero, de Domingo Hernández, a quien Juli salvó la vida en Arles, o Valenciano, de San Mateo, auxiliado por Ponce, han sido, literalmente, enmelados. Miel sobre miel. Más azúcar a lo que ya es dulce. Es decir, entripado garantizado.


Dulcísima. Dulce. Este es tu adjetivo.
Dulce como los vientres de las hembras.
Dulce como los ojos de los niños.
Dulce como las sombras de la noche.
Dulce como una voz. O como un lirio.


En su Canto de la miel, Lorca olvidó un último verso: "Dulce como un toro indultado". Imagino a los veterinarios, igual que la abeja Maya, untando de miel a los toros como si estos fueran pestiños. Y un pestiño pesado, cuando se atora en la garganta, causa estragos.


La corrida de toros será, a partir de ahora, una eterna luna de miel, cristalina y pura como la voz de Gloria Lasso. Por cierto, hablando sobre amor y viajes de novios, no me resisto a contarles una anécdota acaecida el pasado mes de julio en un Parque Nacional de Montana. Una joven de 22 años, en plena luna de miel, arrojó por un acantilado a su flamante marido. Poco después descubrieron que la novia estaba enamorada de otro y decidió deshacerse, sin posibilidad de indulto, de su antigua pareja. Pueden leer todos los detalles aquí.

martes, 19 de febrero de 2013

El torero más arrogante y mejor plantao


"Antonio Torres Heredia,
hijo y nieto de Camborios,
con una vara de mimbre
va a Sevilla a ver los toros.
Moreno de verde luna
anda despacio y garboso.
Sus empavonados bucles
le brillan entre los ojos.
A la mitad del camino
cortó limones redondos,
y los fue tirando al agua
hasta que la puso de oro.
Y a la mitad del camino,
bajo las ramas de un olmo,
guardia civil caminera
lo llevó codo con codo.
 
El día se va despacio,
la tarde colgada a un hombro,
dando una larga torera
sobre el mar y los arroyos.
Las aceitunas aguardan
la noche de Capricornio,
y una corta brisa, ecuestre,
salta los montes de plomo.
Antonio Torres Heredia,
hijo y nieto de Camborios,
viene sin vara de mimbre
entre los cinco tricornios.
Antonio, ¿quién eres tú?
Si te llamaras Camborio,
hubieras hecho una fuente
de sangre con cinco chorros.
Ni tú eres hijo de nadie,
ni legítimo Camborio.
¡Se acabaron los gitanos
que iban por el monte solos!
Están los viejos cuchillos
tiritando bajo el polvo.
A las nueve de la noche
lo llevan al calabozo,
mientras los guardias civiles
beben limonada todos.
Y a las nueve de la noche
le cierran el calabozo,
mientras el cielo reluce
como la grupa de un potro".


Este poema de Lorca titulado "Prendimiento de Antoñito El Camborio camino de Sevilla" recuerda a la hermosísima zambra "Antonio Vargas Heredia", compuesta, presuntamente, por Joaquín de la Oliva y Juan Mostazo en 1938 para la película "Carmen la de Triana". Escibe Manuel Francisco Reina: "Existe una polémica soterrada sobre esta copla, ya que hay quienes dicen que su autoría es de Rafael de León, que vendió la letra a los músicos y letristas que luego la registraron. Rafael de León, dada su discreción, nunca dijo nada al respecto de esta letra de factura bellísima".


Antonio Vargas Heredia sí era digno de su raza y estirpe, no como Antonio Torres Heredia, que fue un cobarde y se dejó apresar por la Guardia Civil tras robar limones en el camino de Sevilla.
"Con un clavel grana sangrando en la boca.
Con una varita de mimbre en la mano,
por una verea que lleva hasta el río
iba Antonio Vargas Heredia, el gitano.
Entre los naranjos, la luna lunera
ponía en su frente su luz de azahar.
Y cuando apuntaron las claras del día
llevaba reflejos de verde olivar.

Antonio Vargas Heredia, flor de la raza calé...
Cayó el mimbre de tus manos
y de tu boca el clavel.
De Puente Genil a Lucena,
y de Loja a Benamejí,
las mocitas de Sierra Morena
se mueren de pena llorando por ti.

Era Antonio Vargas Heredia, el gitano,
el más arrogante y el mejor plantao.
Y por los contornos de Sierra Morena
no lo hubo más bueno, más guapo y honrao.
Pero por culpita de una hembra gitana,
su faca en el pecho de un hombre se hundió.
Los celos malditos nublaron sus ojos,
y preso en la trena de rabia lloró".



¿Y quién era este hombre, flor de la raza calé, que volvía locas a las mozas de Sierra Morena? Un torero, por supuesto. En la película "Carmen la de Triana", protagonizada por Imperio Argentina, ella se colaba en el Cuartel de Dragones para llevarle a su Antonio, que estaba preso, algo de tabaco que le aliviara las duquelas. Por avatares del destino, en el tiempo que dura la condena, entre tantas idas y venidas, acaba enamorada de un brigadier. Cuando sueltan a Antonio, la encrucijada de celos está servida. Finalmente, Vargas Heredia muere en el ruedo tras recoger del albero un clavel lanzado por la traicionera Carmen.

 

A causa de las penurias desencadenadas por la Guerra Civil, "Carmen la de Triana", dirigida por Florián Rey y con guión inspirado en la obra de Merimée, fue rodada en Berlín en español y alemán. Allí, la coproducción se estrenó bajo el título de "Andalusische Nächte" y cosechó un enorme éxito.
Las historias de celos y navajazos han cautivado a medio mundo. Si a Antonio Vargas Heredia le hubieran comprado un billete de avión desde Córdoba a Buenos Aires, bien podría haber sido el protagonista del tango "Silbando", de José González Castillo, Sebastián Piana y Cátulo Castillo.
"Una calle... Un farol... Ella y él...
y, llegando sigilosa,
la sombra del hombre aquel
a quien lo traicionó una vez la ingrata moza...
Un quejido y un grito mortal
y, brillando entre la sombra,
el relumbrón
con que un facón
da su tajo fatal..."