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lunes, 9 de noviembre de 2015

México y los falsos mitos


Vivimos rodeados de falsos mitos. Ni la Muralla China es visible desde el espacio, ni vive un monstruo en el Lago Ness, ni el toro en La México ha sido nunca una fiera corrupia. Los mitos son amigos del boca a boca, pero enemigos de las imágenes. Cuando en diciembre de 1945, Manolete cortó el rabo de "Gitano" en D.F., para fortuna suya, no existían ni Twitter ni Televisa. Las noticias que llegaron a España al día siguiente fueron que el figurón de Córdoba había cortado los máximos trofeos en su confirmación de alternativa y se había visto obligado a dar tres clamorosas vueltas al ruedo.


Cincuenta y un años después, en febrero de 1996, José Miguel Arroyo "Joselito" paseó el rabo de "Valeroso" en La Monumental. Internet aún no había llegado a nuestras vidas y, como con Manolete, aquel hito también se habría agigantado en España de no ser por un discrepante imprevisto: la televisión. El programa Tendido Cero compró las imágenes de aquella corrida, rebajando tanto el trapío de "Valeroso" como la hazaña de "Joselito". Con bastante mala leche, los Lozano, enemigos a muerte de "Joselito", dijeron que Enrique Martín Arranz había estropeado el éxito mexicano de su torero permitiendo que las escenas de Insurgentes se vieran en España. 

Figuras contemporáneas como José Tomás o El Juli han entendido la incompatibilidad de los mitos con la "caja tonta", por eso no se dejan televisar durante sus comparecencias en D.F. Sin embargo, no han comprendido que todo es en vano. En una sociedad mediatizada como la del siglo XXI, en la que los móviles hacen fotos de excelente calidad, se suben vídeos a la velocidad del viento y se tuitea a tiempo real, no existe la privacidad ni lo "invisible". Por eso, anoche Twitter ardía de indignación después de que El Juli cortara las dos orejas de "Ser de luz", un nombre revelador, pues ahora todo sale a la luz, incluidos los toros de tan escasa fuerza y presencia como los de Fernando de la Mora.    


¿El toro de Manolete tenía más trapío que el de Juli? Posiblemente no (y de ahí el desconcierto de Julián con el público español). Pero en la postguerra tampoco éramos "tuiteros".

miércoles, 22 de enero de 2014

La historia de Luis Castro "El Soldado" (III)

La vida del torero mexicano Luis Castro "El Soldado", de quien hemos hablado aquí en las últimas semanas, era igual de emocionante dentro de los ruedos como fuera, sobre todo por su incurable afición por las mujeres.
 

Verdad o mentira, el haber ido a España me dio cartel. España me "amacizó", me hizo más torero y los españoles me dieron un sello de Grande con el que vine a México ganando lo que quería y si no hubiera sido por la Guerra Civil me hubiera quedado unos 4 ó 5 años más.

De las mujeres, Pepe, como dice el tango ¡mejor ni hablar!. En España, como mi tocayo Mejías el del Tenorio, pude poner un cartel: "Aquí hay un don Luis que vale lo menos dos". Ahora, debo aclararte una cosa: nunca viví de ellas como 3 ó 4 canijos que conocí; pues si yo no les daba, tampoco les quitaba. Aquellos fueron los tiempos de Margarita Carbajal, de Chelo Gómez, y de María Antinea, mujer de Félix Rodríguez, que era también mi amiga.

En España sólo me enamoré de Amparito, mi mujer, a la que conocí un día que paseaba por la calle de Alcalá y me gustó tanto que dije: "¡Al diablo con la timidez!". Y la abordé en plena calle a pesar de que iba acompañada de su hermana. De Amparito, Pepe, hay una cosa que a mí siempre me ha llenado de orgullo; cuando la conocí yo era un pinche torero sin suerte, cosa que a ella no le importó; no le tiraba a nada y su amor fue limpio, sincero, noble. Lo que a ella le conquistó fue mi voz. Decía que era muy dulce... ¿Cómo la ves mi Pepe?

Pero el gusto por las mujeres no se me quitaba y como en ese tiempo la música que se oía era el tango, yo y "El Aguilita", otro torero mexicano, nos íbamos a una academia de baile, que estaba en la calle de "La Montera", para aprender a bailarlo bien pues sólo así podía uno conocer mujeres ya que hasta las damas de "La Gran Sociedad", las duquesas y condesas, lo bailaban y todas las pinches viejas, no veas, ensayaban con nosotros los mexicanos. Pero no era cachondeo, se trataba de algo en serio y allí ensayaban puro tango. No más. Esa afición por las mujeres no dejaba de traerme disgustos.


[…] En Portugal, por otro lío de faldas, tuve un duelo con un noble ofendido porque yo andaba con una amiga suya, una belga que se llamaba Nadinne. De él recuerdo que ni era noble realmente y que se apellidaba Damascareña y que un día me mandó a sus padrinos para concertar el dichoso duelo. Para entonces yo me las daba de sangre azul y los padrinos llegaron al salón de té preguntándome: "¿Es usted el duque Luis Castro de Sandoval? ¡Venimos a retarlo! ¡Nombre usted sus padrinos!". Yo vacilando todavía porque no sabía que la cosa fuera tan seria les contesté: -"Aquí está mi único padrino. Me permito presentarles a sus nobles señorías a "Campanero" y con él pueden ustedes entenderse".

Al día siguiente regresaron por mi respuesta y me dijeron que como yo era el retado podía escoger las armas pero yo, viendo que la cosa se estaba poniendo seria pensé: "Ya se fregaron porque el arma que yo escoja no va a ser aceptada por ellos. Señores, les dije, nuestro duelo tendrá lugar a procciutazo limpio". Si mal no recuerdo, los invité a mi finca de Estoril y los agasajé para ver si lograba calmarlos. Días después entró Tabares, un mozo de estoques portugués y me dijo muy preocupado: -"Allí está el señor Damascareña, armado con una pistola, y dice que viene a matarlo".

Agarré dos sábanas, las amarré lo más fuerte que pude, me descolgué por la ventana, cogí el coche y me fui a ver al cónsul mexicano Manuel Treviño, amigo mío, al que le conté todo lo que pasaba. De esta forma, mi Pepe, terminó la historia que había empezado cuando le regalé una moneda de oro a Nadinne y la descubrió su marido.

En fuga de plano, tomé un barco y quiso la casualidad que me pudiera esconder en el camarote de Armillita quien había hecho el viaje a España con la ilusión de que su hijo naciera en Sevilla para que tuviera gracia, el cabrón. ¿Pero cuál gracia puede tener el tipo si ese es un don que al nacer lo traes o no lo traes? Aunque te voy a decir: cuentan en Andalucía que los buenos toreros sólo nacen después de Despeñaperros...

Fue así como entre los llantos del bebé y la rasquiña que me daban los veinte mil dólares que me escondí debajo de la camisa, acabó esa historia que todavía recuerdo con placer y un poquito de susto.


Pero el peligro ha sido siempre mi elemento, como para los lagartos es el pantano. Diariamente dormía con el temor de morir el domingo siguiente; con el peligro caminaba; con el peligro me enfrentaba en los ruedos y con él, tal vez por costumbre, me gustaba abrazarlo, y caminar por todos los senderos de mi vida. El peligro llega a convertirse, ¿por qué no?, en una religión.

Memorias de Luis Castro "El Soldado" escritas por José Pagés Rebollar
en el libro "Los machos de los toreros" (1978)

martes, 14 de enero de 2014

La historia de Luis Castro "El Soldado" (II)

En estos tiempos en los que los toreros son colegas y se mandan besos y abrazos por sus cuentas en Twitter, conviene recordar la rivalidad que existía entre los diestros mexicanos Lorenzo Garza y "El Soldado", una historia que pueden encontrar en el libro "Los machos de los toreros", escrito por José Pagés Rebollar. Aquí no busquen toreros que anuncien Loewe.


Lorenzo Garza es un capítulo aparte. Nunca fuimos amigos y todo se debió a un pique entre los dos a consecuencia de un engaño. La cosa estuvo así: un día le pregunté en España: "Oye Lorenzo, ¿qué tal son los toros de la ganadería Fulana?" y él me contestó: "¡Muy buena, hombre! ¡Muy buena, Luisito!". Pocos días después me fue de lo peor lidiando toros de ese lugar y yo resentí de inmediato la mala fe de Lorenzo porque total ¿qué le hubiera costado decirme que era mala, que eran toros de "mal son"?


A partir de allí empezó la guerra sin cuartel. El asunto no quedó así, porque pocos días después, al coincidir en Madrid durante una corrida, las cosas se fueron calentando y para no hacértela larga, un domingo, cuando los dos toreábamos en Portugal, mi apoderado me avisó que el miércoles alternaríamos en Madrid. Al saberlo, yo dije para mis adentros: "¡A toda madre!". Para todo esto, nos fuimos jugando poker en el tren y yo, "picado", le gané 33 mil pesetas no sin antes decirle de despedida: "¡Qué joda vas a llevar el miércoles!", cosa que él no tomó en cuenta porque su apoderado era Eduardo Pagés, y Lorenzo pensó que como aquél era apoderado de varias plazas ya había arreglado que no me pusieran en el cartel.


Para dejarnos de cosas, aparecí en el cartel y cuando llegó la corrida el toro cogió a Cecilio Barral y quiso Dios que Lorenzo y yo nos quedáramos "mano a mano". ¡Ya era nuestra suerte! La faena estuvo "a toda madre". A mi primer toro lo trabajé para cortarle orejas y rabo. ¿Te imaginas? Pero lo mejor de todo estuvo cuando entré a matar con el pañuelo, en vez de muleta, y no lo hice para lucirme sino para acabar dé una vez por todas con todos los cabrones que estaban allí. La plaza estaba eufórica, Lorenzo también y emocionado avanzó para darme un abrazo, pero yo, "picado", lo empujé y allá fue a dar de culo, sobre la arena. El aficionado español, como tú sabes, es de los más conocedores y exigentes y por eso la reacción no se hizo esperar y la gente me gritaba "Chulo, hijo de la gran puta" y yo, desconcertado, me preguntaba: ¿por qué me dicen "chulo"? Después, supe que era como decir hijo de puta y me fui al centro del ruedo para mandarlos donde tú sabes.


Pero Lorenzo, no te creas, también tenía lo suyo y entró a matar sin nada. Garza y yo nunca llegamos a las manos.
 
¿Por qué me decían "El Soldado"? A mí me pusieron "El Soldado" porque de chico vivía junto a un cuartel al que entraba casi diario pues me gustaba muchísimo montar a caballo y para eso había que uniformarse. Por otra parte, cuando me anuncié para torear la primera novillada de mi vida llevaba puesto un pantalón de soldado y la gente se fijó en eso. De allí me vino el nombre de Luis Castro "El Soldado" y con él tomé la alternativa el 5 de marzo de 1933 con Joaquín Rodríguez "Cagancho" como padrino, David Liceaga como testigo y toros de Cuaxamaluca en el encierro.

lunes, 13 de enero de 2014

Cagancho, el gitano de los ojos verdes

Tenía rebasado el medio siglo cuando, inesperadamente, un domingo fuera de feria lo anunciaron en Las Ventas. La plaza registró una excelente entrada porque había curiosidad por ver a este torero de leyenda, y viejos aficionados, a punto de echar el bofe, se apresuraban a ocupar sus localidades con tiempo suficiente para no perderse el paseíllo. "Sólo con verle hacer el paseíllo me conformo", decían, tras recuperar el resuello y obsequiar a la afición con un surtido recital de toses bien ensayadas y contundentes. En efecto, la estampa de Cagancho desfilando al frente de las cuadrillas, era enormemente sugestiva. Tenía esa elegancia peculiar que es patrimonio de los toreros gitanos, y aún no de todos. Pero luego vendría la sorpresa. Ocurrió en el cuarto toro, cuando se abrió de capa y dibujó unos majestuosos lances a la verónica, que alborotaron el tendido, hicieron llorar a los abueletes, asombraron a las jóvenes promociones, y dieron tema de conversación a los aficionados de cualquier edad para toda la temporada adelante y muchas más.
(artículo de Joaquín Vidal, publicado en enero de 1984)
 

Hace pocos días, publicaba en su cuenta de Twitter el escritor trianero Ángel Vela Nieto: "El 1 de enero, hizo 30 años de la muerte de un genio de la torería: Joaquín Rodríguez Cagancho. El año pasado hizo 100 de su nacimiento. Cagancho (Sevilla, 1903 - México, 1984) nació un año después que su amigo Curro Puya (Gitanillo de Triana). Entre los dos, está la capa con más arte de la historia del toreo. Hubiera hecho falta un Chaves Nogales que biografiara a Joaquín Rodríguez, el Cagancho de una legendaria estirpe de cantaores. Cagancho tuvo más de una vida. El gitano de los ojos verdes, toreó como vivió. De Triana a Madrid y después a México... allí quedó. Rita Hayworth vio torear a Cagancho en México. Lo esperó porque quería tocar a un dios.
 

Cagancho
fue una especie de embajador vitalicio en México. Toreó e hizo cine; fue una estrella más que admirada. México fue el único lugar donde Cagancho no tuvo que huir de sí mismo. Los toreros españoles que iban a México eran recibidos por él; los guiaba y los ayudaba en lo que hiciera falta. Fue un genio...
 

El Cagancho torero no cantaba, pero, además de buen aficionado, sabía lo que era marcarse un baile por fiesta. Que se lo dijeran a Caracol. Cagancho, Rafael Gitanillo de Triana y Caracol se juntaron en más de una fiesta. ¡Y cómo bailaba Rafael...! ¡Vaya mano a mano con Joaquín!".
 
"En Andalucía se torea, de Despeñaperros arriba se trabaja"
(Cagancho)
 

En los mentideros charros, siempre se rumoreó que la ganadera Pilarín Coquilla bebía los vientos por el gitano de los ojos verdes, famoso en los ruedos tanto por su genialidad como por sus numerosas espantadas que solían terminar en el cuartel de la Guardia Civil (recuerden la expresión: "quedar como Cagancho en Almagro").



Pilarín era el emblema de la mujer moderna, adelantada a las costumbres de la época: montaba a caballo, toreaba, fumaba, conducía coches y, encima, era guapa. Un dije de señora. Su personalidad fascinó de tal modo a ganaderos, toreros y artistas, que quedó inmortalizada en varias coplas, entre ellas Con divisa verde y oro (1953), brillante en la voz de doña Concha Piquer. “El chiquillo de Osuna que quería ser torero” bien pudiera ser Cagancho o, al menos, así se rumoreaba en media Salamanca. Finalmente, para mantener su prestigio como ganadera, la presunta Pilarín Coquilla entierró aquel "te adoro" que iba dirigido a su gitano predilecto.
 

Ganadera con divisa verde y oro,
ten cuidado,
que el amor no te sorprenda como un toro
desmandado.
Por tu hacienda y tu apellido
se te guarda devoción,
y un clavel en tu vestido
llamaría la atención.
En tus ojos se adivina
la locura de un "te adoro".
Y has de ser como la encina,
ganadera salmantina
con divisa verde y oro.

martes, 7 de enero de 2014

La historia de Luis Castro "El Soldado" (I)

"Soy de la raza mora, vieja amiga del sol,
que todo lo ganaron y todo lo perdieron"
(Manuel Machado)

La siguiente historia está sacada del libro "Los machos de los toreros", escrito en 1978 por José Pagés Rebollar. En ella se narran los comienzos de Luis Castro "El Soldado", que llegó a ser un ídolo en el México taurino. Como siempre, le agradezco a Xavier González Fisher que me haya mandado este maravilloso "papelito" sobre un torero, un hombre humilde, que conserva el recuerdo de un sueño bien vivido.


Yo nací en la calle de Niño Perdido pero crecí en Mixcoac cuando sólo era un pueblo de milpas con 300 o 400 gentes, con algunas casas de adobe, pocas de ladrillo, y la vía del tren que iba hacia Guernavaca. Lo recuerdo como si estuviera viéndolo porque nuestra única diversión era mirarlo pasar dos veces por semana y mi trabajo era cargar canastas desde Mixcoac hasta la Estación de Atizapán por 50 ó 60 centavos el viaje. Ése fue mi primer sueldo, a los 9 años de edad. A la miseria y al toro los conocí en Mixcoac. La miseria es fiel, te sigue a todas partes. El toro forma parte de uno mismo porque vive en la sangre.

De la miseria te puedo decir muchas cosas. Allá en Mixcoac la situación económica de mi familia era muy mala porque mi padre, mecánico de autos, era un irresponsable que no nos mantenía; mi madre vendía comida en un lugar llamado "La Cima", donde hacían parada los camiones, y sólo nos fue mejor cuando yo trabajé de "morrongo" por dos pesos a la semana que entregaba íntegramente a la "jefa".


[…] Como ya te imaginarás, el ambiente donde crecí era un poco taurino y yo saliendo de la
"chamba", me iba pa'los terrenos donde lidiaban los Matadores, nomás pa'ver, hasta que un día, ya muy entrada la tarde, Carmelo Pérez (a quien le decían " El Loco" aunque realmente se llamaba Armando) me aventó la capa y me gritó: "Andale, chavo, dale unos capotazos a este zaino. ¿O tienes miedo?". El miedo me lo tragué de golpe. Cogí el trapo y parado frente al toro supe instintivamente que tenía cualidades para ser Torero, para llegar a Matador de toros y así me ganó de golpe la afición por el arte.

Ya decidido me presenté con mis padres para pedirles permiso y ellos, ofendidos, me corrieron de la casa porque creían que ser torero equivalía a ser un vago, un "bueno para nada" aunque lo más duro para ellos, de seguro, era perder los 2 pesos que ya ganaba como "morrongo".

Chiquillo empecé a rodar por la vida. Sin casa, me quedaba a dormir en los coches de "sitio"; sin amigos -porque todos los principiantes jamás los tienen— me le arrimaba a Carmelo Pérez al que admiraba muchísimo pues era una figura que alternaba con Matadores de gran talla; sin trabajo, porque ya había dejado el Rastro, lavaba taxis por unos cuantos centavos que me servían para engañar el hambre.


[…] Era vago, era cabrón, saltaba las bardas del cine Reforma para ver las películas sin pagar, y
mi mayor ambición, a esa edad, era tener un par de zapatos, porque andaba descalzo. ¡Zapatos! ¡Zapatos! ¡Zapatos! Esa era mi meta.

La pinche vida, como te decía, era muy perra aún. Mis únicos amigos fueron "El Sol" y "El Fonda", taxistas a quienes regalé un taxi, a cada uno, cuando me fui para España y el regalo, te advierto, se los hice porque ellos creyeron en mí cuando yo más lo necesitaba. Con ellos entraba yo al cine ¡y nunca pagamos la entrada! Teníamos hambre. El hambre no nos dejaba y por eso nos íbamos al mercado a robar pan, pan duro, pan del desperdicio que apilaban para venderlo a 5 centavos pero te juro que nunca robé por maldad. Era por hambre...

Mi papá- se llamaba José y mi mamá Felisa; nunca me regalaron nada más que su cariño. No recuerdo haber recibido otra cosa, pero no me olvido de algo y esto es la ternura de mi madre, su temor de que yo fuera torero y los primeros capotes de brega que me hizo con telas viejas, con costales de azúcar o de harina que luego pintaba con los colores usuales: rojo y amarillo. La muleta roja, hecha de esos materiales, también me la cosió a mano mi "Jefa". ¿Espada de muerte? ¡Nunca la tuve! Sólo un fundón de espada que mandé a forjar en España, allá por 1935, y te confieso una cosa: es lo único que quiero conservar de veras...

Las madres quisieran cubrirlo a uno pa'que nada malo le ocurra. La mía era así y cada vez que yo toreaba se iba pa'la Villa donde pedía por mi vida. Ser madre de un torero, dice la maldición gitana, es la peor de las desgracias y mi madrecita casi no podía con ella. Mientras estuve aquí, en México, y me veía regresar entero, descansaba. Pero cuando estuve en España los espiritistas se aprovecharon de ella, la hicieron abandonar la religión, y le sacaban el dinero.


[…] Mira, para ser torero lo que más influyó en mí fue la miseria. Fue así como empecé a proyectarme como novillero y los principios, como ya te imaginarás, fueron muy duros. [
…] Sucedió entonces, que como yo no comía bien no me sentía bien y por eso les dije: "Señores, no puedo debutar porque estoy muy débil. Pero el año que entra sí, así es que si ustedes quieren nomás me hablan y me entreno pa'debutar aquí en "El Toreo". Y así fue. Mejor alimentado y ya preparado para debutar me anunciaron el 2 de abril de 1932, precisamente en "El Toreo" y me presenté el 3 de abril al lado de "El Ahijado del Matadero", Arturo Alvarez "Vizcaíno" para lidiar, primero, 18 novilladas seguidas y luego otra tanda de 10. Después, ya no quise seguir toreando porque no ganaba nada. Fíjate, nomás me pagaban 50 pesos por novillada y de allí tenía que alquilar el temo con "Frascuelillo", un señor que tenía una tienda de ropa donde uno alquilaba por 7 pesos desde monteras hasta zapatillas, capotes, muletas, espadas, terno, etc. […] Pero el toro es cabrón, hermano, se te mete muy duro en la sangre, lo sientes y yo sólo tenía 17 años...

domingo, 8 de diciembre de 2013

¿Y el próximo domingo...?


A las puertas del puente, cayó en mis manos la película Torero sobre la vida del matador mexicano Luis Procuna (1923-1995), una pequeña obra maestra dentro del género taurino rodada por Carlos Velo. La cinta, protagonizada por el propio Procuna, mezcla magistralmente imágenes documentales con otras reconstruidas, hasta el punto que cuesta trabajo distinguir cuáles son reales y cuáles ficción.
 

La historia arranca una mañana de 1956, cuando el torero, que ha decidido reaparecer presionado por la prensa, se asoma a la ventana para comprobar si sopla el viento. Conforme el reloj se aproxima a las cuatro de la tarde, hora de inicio del festejo en Insurgentes, Procuna -que solía intercalar tardes gloriosas con monumentales petardos- comienza a reflexionar sobre los motivos que lo han empujado a volver a vestirse de luces. Así se inicia un largo flashback que narra su vida y parte de la historia de la tauromaquia en México. Son varios los matadores que aparecen a lo largo del relato, como Manolete (al que vemos sonreír), Carlos Arruza, Luis Briones, Manuel Dos Santos, Luis Castro o Lorenzo Garza. 
 

Con un montaje tremendamente ágil, Carlos Velo -influenciado, quizás, por los pioneros del cine ruso comandados por Eisenstein- intercala planos generales con primeros planos, picados y contrapicados, escenas de sosiego -cuando Procuna se encuentra rodeado por su familia- y otras de enorme tensión y dramatismo que se desarrollan en La Monumental mexicana, llena siempre hasta la bandera. Este ensamblaje hace que la película siga pareciéndonos tremendamente actual, a pesar de haberse rodado hace 57 años.
 

En su "buen envejecer", también influye que el guión aborda cuestiones atemporales: el deseo de superación, el miedo, la lucha contra uno mismo, el amor por la familia, la pasión en el ruedo, etc. Procuna se desenvuelve con la misma naturalidad haciendo el paseíllo que rodeado de mariachis bajo la ventana de su querida Chelito. Pero siempre en su cabeza martillea la misma pregunta: "¿Y el próximo domingo?". ¿Qué será de él cuando llegue el próximo domingo y tenga que regresar ante la cara del toro? Los caprichos de la vida no quisieron que Procuna, "El Berrendito de San Juan", muriese en la plaza, sino en un trágico accidente aéreo acaecido en 1995.
 

Así dio la agencia EFE la triste noticia: "E
n España la tristeza por desaparición de Procuna, fue sintetizada por el maestro del sevillano barrio de San Bernardo, Pepe Luis Vázquez, que recordó con melancolía al torero y amigo, que ejerció muy cabalmente las dos facetas: Lo hemos sentido mucho, al conocer esta mañana la noticia (ayer), porque han sido tantas cosas en común y tan entrañables, que uno piensa que ha desaparecido algo propio. Tenga en cuenta que era un torero con mucha personalidad -advierte-. Su fama era grande porque salió en contra de lo que se estilaba entonces, que era la cosa clásica. Luis era de parón, tieso y muy derecho. Causó muy buena impresión. Piense por un momento lo que significó variar la estética del toreo".
 

Román Gubern ha llegado a afirmar que "Torero sería considerado unánimemente como el mejor film taurino de la historia del cine".


Procuna fue uno de los tres matadores que inauguraron la Plaza México, en 1946,
junto a Luis Castro, El Soldado y Manolete
 

martes, 3 de diciembre de 2013

Homenaje al peón de confianza

Cansado de la marea,
dijo el peón a Pilongo:
- ¿Pero dónde te lo pongo?
- ¡¡En donde yo no lo vea!!
("Recortes", La Coleta - 1906)
 
Peón de confianza: dícese del subalterno de a pie en el que deposita su confianza el matador; principalmente, por sus conocimientos en la brega y su quehacer efectivo.
 
 
Si detrás de un gran hombre hay una gran mujer, detrás de un gran torero, generalmente, hay un gran peón de confianza. Conchita Cintrón, en su libro "¿Por qué vuelven los toreros?", no dejó escapar la oportunidad para darle las gracias a Fernando López Gómez, un hombre silencioso a quien llamaba "su ángel de la guarda".
 
"...seguía mis pisadas mientras dábamos la vuelta al ruedo"

"Fernando López fue un novillero de postín, a quien una cornada grave cortó el vuelo del triunfo en un momento decisivo. Quizá sea conveniente recordar que hace cuarenta años una cornada grave era cosa muy distinta a lo que es hoy. La recuperación —si se lograba— tardaba meses.

Convaleciente aún y enamorado, como estaba, de una chiquilla —que un día sería su esposa— Fernando tuvo la hombría de encarar la realidad: las cumbres del toreo le estaban vedadas. Para salir adelante tendría que renunciar a ellas, dejando el sol por la sombra, pasando de monarca a vasallo, supliendo la arrogancia con la humildad. Qué bonito, qué difícil y qué torero es eso de cambiar el capote de seda repleto de verónicas soñadas, por el de percal que sirve apenas para servir. Cuánto significa esto como valor humano. . . qué calidad hay que poseer para llevarlo a cabo, sin amargura —antes por el contrario, con generosidad— y qué poca gente le da su debido merecimiento.

No dudo que la primera tarde que hizo el paseo como peón de brega, algunas luces de su traje hayan sido lágrimas de resignación. Pero nadie —si las hubo— se ha dado cuenta. Rápido y eficaz, discreto, servicial y fino como torero, apenas cumplía su labor introvertida desaparecía tras el burladero que lo eclipsaba del toro y de la fama. Fue un peón excepcional, que actuó durante varias temporadas en la cuadrilla de Chucho Solórzano...

Yo lo vi por primera vez en Lima —con Chucho— y en una entrevista reciente celebrada en la televisión mexicana con Jacobo Zabludovski, Fernando recordaba que esa tarde en la Plaza de Acho, yo —niña de trece años— le quité el sombrero a un vecino y se lo tiré a él (había corrido admirablemente un toro), y que al devolverme el sombrero le dije:
—Ojalá tenga la suerte de que usted sea un día, mi peón de confianza.

Quiso el destino que dos años después, en México, Chucho Solórzano se retirara de los ruedos y Fernando se quedara conmigo. Toreamos juntos unas trescientas corridas, y por todas las arenas de México y Sudamérica, las huellas discretas de sus finas zapatillas negras se confundían con las de mis botas de cuero bordado. Su capote fue mi ángel de la guarda".

CONCHITA CINTRÓN
¿Por qué vuelven los toreros?
 
 
"Era tan solo peón de confianza
en la cuadrilla de un bravo matador,
era en las tardes de orejas y vuelta al ruedo
pobre comparsa detrás del matador.
Llorando decía así:
Quisiera esos aplausos conque premian tu valor,
quisiera esos claveles que una guapa te tiró,
quisiera ser el primero dando vuelta al redondel,
quisiera su traje de oro y ser el amo en el cartel".


lunes, 4 de noviembre de 2013

Los nombres de los toros mexicanos. Poesía pura

"Con dinero y sin dinero... ¿¿hago siempre lo que quiero??"


Anoche me enviaron, vía Luis Miguel Parrado, los nombres de los toros que iban a lidiarse en La Monumental de México. Ante mi perplejidad, comprobé que, en unas horas, saltarían al ruedo "Buenos tiempos", "Guardián de ilusiones", "Para toda la vida" y "Guerrero de luz", todos de Julián Hamdan. No piensen, sin embargo, que el sobrero, de una ganadería distinta a la titular, arreglaba el conjunto, puesto que lo habían bautizado como "Buen hombre".
 
 
Parece que los ganaderos mexicanos compiten a la hora de inventar los nombres más cursis y, mucho me temo, que esa moda llegue pronto a España donde, hasta hoy, las líneas maternas han determinado cómo se llamará el futuro toro de lidia. Un ejemplo: el toro Islero, de la ganadería de Miura, era hijo de la vaca Islera. Y sanseacabó.
 
 
En casa de Cuadri también tienen una bonita forma de bautizar a las familias. Hay una línea relacionada con las cosas del comercio: Dependienta, Juguetera, Mostradora, Muñeca, Rebajada... Así lo explicaba José Escobar, el mayoral de la ganadería, en Tierras Taurinas (opus 15): "Tengo veintitantas familias. Las hay muy largas, muy cortas. Hamburguesa viene de una reata del Muro de Berlín: Murera, Alemana, Polaca, Hamburguesa… ¡de Hamburgo! Eso dicen. Otra familia de las güenas: los Lagunero, como Pantanosa. En los Carpinteros tenemos a Cerrajera, Ebanista… es una reata muy cortita que viene de lo de Lancha. ¡Y la reata de los Maños! ¿Ves? Aquí está Aragonesa, madre del Aragonés que se llevó todos los premios en Madrid".

 
Sobre el trapío de "Guardián de ilusiones" y sus hermanos, prefiero correr un tupido velo. Hace tiempo que dejé de seguir la temporada en Distrito Federal. Fran Pérez, de @TodoToros, escribió ayer: "Enhorabuena a Villaconejos de abajo. En su pueblo sale el toro más grande que en La México, y más íntegro". No obstante, este lunes por la mañana, algunos "cronistas" taurinos españoles derramaron su arsenal lírico para cantar las maravillas acaecidas en el coso de Insurgentes la noche anterior. Estamos muy tiesos y la plata manda.
 
 
Un buen aficionado de Bogotá, Descabellos, me recomienda seguir las ferias de Guadalajara y Pachuca. Tomo nota, que diría Juncal. Como señaló ayer, no todo es como en el nefasto escaparate de la Plaza México. Afortunadamente.
 

Una de las fieras lidiadas este domingo por Zotoluco, Morante y Diego Silveti...
¿cuánto dinero habrán invertido en publicidad los apoderados del de La Puebla...?