A contraquerencia de los tiempos. Este es un lugar pasado de moda, irremediablemente demodé; como una taberna aislada en la era de los pubs y las discotecas: vacía, silenciosa, sombría, con el dueño acodado en la barra, ataviado con su mandil, entre el olor a madera y vino. Este blog es como esa taberna, condenado a desaparecer.
Hay ojos a los que les falta el color. Ni son verdes, ni pardos, ni azules. Son, quizá, grises. El poema de Rafael Salazar los comparaba con piedras, con espejos empañados, con cuevas guardando traición.
Ni son verdes, verdes,
ni son negros, negros.
Tus ojos malditos no tienen color,
ni pardo de tierra, ni azules de cielo,
ni grises de humo, ni rosa de flor.
La Paquera de Jerez y Bambino cantaban al frío de unos ojos grises, que eran de color acero, enloquecedores.
Cuando sentí el frío de tus ojos grises,
los míos ya fueron dos barcos sin faro,
que adentro del alma me echaron raíces,
volviéndome loca, tus ojitos claros.
Y los poetas, como Constantino Cavafis, también dedicaron versos a unos hermosos -y generalmente, tristes- ojos grises.
Mirando un ópalo medio gris
recordé dos hermosos ojos grises
que vi: hará unos veinte años...
Por un mes nos amamos.
después se marchó, creo que para Esmirna,
a trabajar allí, y no nos vimos más.
Se habrán afeado -si vive- aquellos ojos grises;
se habrá arruinado el bello rostro.
Memoria mía, guárdalos tú como eran.
Y lo que puedas, memoria, de ese amor mío,
lo que puedas tráemelo esta noche.
Ojos grises, generalmente invernales, como el tiempo que comienza... Allí, donde termina tu mirada empieza el frío (Karmelo Iribarren).
"El mando y señorío es de aquellos que vencieron la batalla"
(Jenofonte)
Foto de Ignacio Pereletegui
El general cartaginés Aníbal Barca -considerado como uno de los más grandes estrategas de la Historia- sostenía que las batallas se ganaban con ejércitos cansados. También heridos. Porque es en los momentos de debilidad donde los auténticos guerreros sacan fuerza de flaqueza. Y eso ha sucedido con David Mora: tras sufrir una cornada en Las Ventas que casi le cuesta la vida y que, tras múltiples intervenciones quirúrgicas, se saldó con una lesión en el nervio femoral que le dejó parcialmente paralizada la pierna izquierda, el torero de Borox ha vuelto a tentar en el campo, preparando su impensado regreso a los ruedos a comienzos de la próxima temporada. El epílogo de su titánica lucha tendrá lugar en Valencia, durante la Feria de Fallas, donde, a buen seguro, una atronadora ovación sonará en su honor al finalizar el paseíllo. Después vendrán Arles, Madrid... y lo que le depare el toro y el destino. Así es la vida del torero: un constante vaivén entre el sacrificio y la recompensa, entre el revés y el triunfo, entre la vida y la muerte.
Foto de Juan Pelegrín
El cansancio y el desánimo no han minado el espíritu de David Mora durante estos casi dos años de rehabilitación. Al contrario, siempre luchó por recuperar la movilidad de la pierna y volver a enfundarse el traje de luces. Contra todo pronóstico, ha ganado su propia batalla, escribiendo una historia que bien pudiera ser incluida en los libros sobre dioses y héroes. Incluso Ulises tuvo que esperar veinte años hasta poder regresar a Ítaca... Agotado, y cuando todos lo daban por muerto, volvió a casa.
¡¡Apaguen la luz!! No dejen encendida ni la lámpara de la mesilla de noche. El 1 de octubre vuelven a subirnos la electricidad un 3,1%. Por fortuna, en esta absurda moda por todo lo vintage (ahora lo llaman así, en vez de viejo o antiguo), se llevan de nuevo las velas. La candelería se considera muy "in" y, según los expertos, dan un toque tremendamente "chic" a cualquier rincón.
Georges de La Tour
Francis Coates Jones
Jean-Baptiste Santerre
Peter Ilsted
Theodor Grust
Adolph Von Menzel
Los días del futuro están delante de nosotros
como una hilera de velas encendidas
-velas doradas, cálidas, y vivas.
Quedan atrás los días ya pasados,
una triste línea de veles apagadas;
las más cercanas aún despiden humo,
velas frías, derretidas, y dobladas.
No quiero verlas; sus formas me apenan,
y me apena recordar su luz primera.
Miro adelante mis velas encendidas.
No quiero volverme, para no verlas y temblar,
cuán rápido la línea oscura crece,
cuán rápido aumentan las velas apagadas.
"Dos de las cosas más bellas del mundo son un caballo galopando y una pareja bailando un vals".
(John Ford)
"Centauros del desierto" (John Ford, 1956) contiene, por supuesto, ambas imágenes. Reconozco que, a pesar de ser una apasionada del Cine del Oeste, cuando la vi por primera vez, no me gustó. No entendía por qué esa película coronaba todos los escalafones del género cuando el propio Ford era el director de westerns tan soberbios como "El hombre que mató a Liberty Valance" o "Pasión de los fuertes". ¿Qué tenía de extraordinario "Centauros del desierto"? Sólo lo comprendí cuando, para un trabajo de la Facultad, tuve que analizar la cinta fotograma a fotograma...; y entonces me enamoré de la cruzada de Ethan Edwards, el Ulises del Oeste.
Una canción country cantada a coro por The Sons of the Pionners -tema central de la película- resume la epopeya psicógica de Ethan (John Wayne), quien encarna la antítesis del personaje "bueno buenísimo" del western, como eran, por ejemplo, Wyatt Earp en "Pasión de los fuertes" o Ranse Stoddard en "El hombre que mató a Liberty Valance". Ethan es un héroe condenado a la soledad que busca sin la fe de hallar. No le mueve la sed de venganza, sino la necesidad de encontrar la paz.
“¿Qué
hace a un hombre vagar?
¿Qué hace a un hombre errar?
¿Qué hace a un hombre dejar cama y mesa
y volver la espalda al hogar? Cabalga lejos, cabalga lejos, cabalga lejos…”
La
película comienza con una puerta que se abre ante un Monument Valley dolorosamente
luminoso. Los altos contrastes lumínicos y cromáticos recuerdan un expresionismo
a color; de esta manera, se contrapone el calor del hogar con la aridez del
desierto. El aire, al igual que en el film “El viento” de Victor Sjöström
(1928), no deja de soplar: despeina a los personajes, levanta la tierra seca y
azota los oídos. Suenan entonces los compases del viejo vals sureño “Lorena”,
símbolo del amor, la familia y el deseo de echar raíces en una tierra inhóspita.
Frederic Remington ("The Fall of the Cowboy", 1895)
“El paisaje atrapa y somete al hombre, borra el rastro de su paso y su fuerza y vigor surgen majestuosos e inmutables. Desierto, zonas rocosas, nieve, son las etapas del largo proceso de búsqueda en el que el paso del tiempo se presiente de manera constante […] Captado con toda su luminosidad, el paisaje se halla en todo momento surcado por las figuras vagabundas, cuya fugacidad testimonian las nubes cambiantes. […] Como los grandes dramaturgos, el espacio condiciona la acción” (Rafael Cherta Puig).
“Entre
dos puertas, una que se abre y otra que se cierra, transcurre Centauros del
Desierto, un hermoso título en español (para variar) que nada tiene que ver con
el original The Searchers. Porque, en efecto, todo el filme es una gran
búsqueda, materialmente, de dos mujeres raptadas por los indios comanches y,
espiritualmente, de la paz, el amor y la comprensión” (Ramiro Cristóbal Múñoz).
La película, efectivamente, acaba con una puerta que se cierra y otro gran interrogante: ¿dónde puede hallar la paz un hombre sin destino como Ethan, condenado a vagar eternamente entre los vientos, sin patria ni esperanzas? ¿Es posible vivir sin una Ítaca?
Itaca
(Konstantinos Kavafis) Si vas a emprender el viaje hacia Ítaca
pide que tu camino sea largo,
rico en experiencia, en conocimiento.
[….]
Ten siempre a Ítaca en la memoria.
Llegar allí es tu meta.
Más no apresures el viaje.
Mejor que se extienda largos años;
y en tu vejez arribes a la isla
con cuanto hayas ganado en el camino,
sin esperar que Ítaca te enriquezca.
Ítaca te regaló un hermoso viaje.
Sin ella el camino no hubieras emprendido.
Más ninguna otra cosa puede darte.
Aunque pobre la encuentres, no te engañará Ítaca.
Rico en saber y vida, como has vuelto,
comprendes ya qué significan las Ítacas.
Peregrino
(Luis Cernuda) ¿Volver? Vuelva el que tenga,
tras largos años, tras un largo viaje,
cansancio del camino y la codicia
de su tierra, su casa, sus amigos,
del amor que al regreso fiel le espere.
Mas ¿tú? ¿volver? Regresar no piensas,
sino seguir libre adelante,
disponible por siempre, mozo o viejo,
sin hijo que te busque, como a Ulises,
sin Ítaca que aguarde y sin Penélope.
Sigue, sigue adelante y no regreses,
fiel hasta el fin del camino y tu vida,
no eches de menos un destino más fácil,
tus pies sobre la tierra antes no hollada,
tus ojos frente a lo antes nunca visto.
Ilusos
los Ulises (Ángel González) Siempre, después de un viaje,
una mirada terca se aferra a lo que busca,
y es un hueco sombrío, una luz pavorosa
tan sólo lo que tocan los ojos del que vuelve.
Fidelidad,
afán inútil.
¿Quién tuvo la arrogancia de intentarte?
Nadie ha sido capaz
-ni aún los que han muerto-
de destejer la trama de los días.
Durante sus años universitarios en Madrid, mi hermana tuvo colgada de la pared de su cuarto una tarjeta de Tom & Jerry. En ella, el gato leía concienzudamente un grueso libro azul mientras que el ratón lo observaba para hacerle alguna trastada. La postal fue amarilleando, mi hermana terminó la carrera y ambos adversarios acabaron en una caja de lata mezclados con otros recuerdos. La otra tarde, en un ramalazo de añoranza, mi hermana abrió aquella caja y sacó la tarjeta ambarina. Tras contemplarla unos segundos, le dio la vuelta y descubrió el lado oscuro de Tom & Jerry.
Los dibujos de Hanna y Barbera servían como excusa para anunciar una popular discoteca, "Cats", ubicada en la calle de Julián Romea, no muy lejos de Metropolitano. Rezaba el reverso de la postal: "Es triste pero se acabó el verano. Demuéstranos que has disfrutado a tope. Tráete las notas de septiembre y si has suspendido 2 ó más, te invitamos a una botella de cava. P.D.: Aplícate un poquito más".
Pocos meses antes de trasladarme a Madrid, la madre de un antiguo compañero de colegio se alegró mucho de mi marcha porque pronto iba a conocer "Cats" y me codearía con los universitarios "bien" de la zona.
- ¡Mi hijo va allí todos los fines de semana! -me dijo entusiasmada.
Llevo más de cinco años en la capital y, por supuesto, jamás he pisado "Cats". Sin embargo, muchas noches sí he visto los botellones en las aceras de Julián Romea y las largas colas para acceder al local. También he escuchado las sirenas de las ambulancias del Clínico, cuando subían por San Francisco de Sales para atender algún coma etílico. Algunas tardes de sábado, he presenciado como, antes de la sesión juvenil, las niñas de doce y trece años guardaban primorosamente sus petacas en el liguero para que no las descubriera el gorila de la puerta.
La tarjeta de Tom & Jerry tiene 18 años. Las cosas han cambiado, por supuesto, a peor. Ésta era la invitación para asistir a la pasada fiesta de Halloween que le costó la vida a varias jóvenes que murieron aplastadas:
Todavía muchos piensan que esta debacle moral e intelectual se soluciona con la renuncia de varios políticos, incluso con la dimisión de la alcaldesa de Madrid. Sin duda, la ineptitud y corrupción de los altos cargos de la Administración es preocupante y en el caso de Madrid Arena se comprobó fehacientemente. Pero, ¿qué ha sido de la responsabilidad personal y familiar? ¿Qué eslabón de la cadena se ha roto para que casi 20.000 jóvenes deseen ir a una fiesta como la del Madrid Arena, que se promocionó de la siguiente manera?
"¿Estás preparad@ para descubrir lo que será la noche de Halloween más divertida, original y morbosa…? Aquí verás cómo en una atmósfera aséptica pero claustrofóbica se desarrollan los juegos perversos de muñecas malvadas y calabazas asesinas. Pecado, vicio y perversión se combinan con un erotismo demente, y es que nos gusta hacer maldades porque lo mejor es el castigo…".
Kavafis predijo el advenimiento de los bárbaros. Los bárbaros ya están aquí, abarrotan las discotecas cada fin de semana y los hemos educado nosotros, primero con dibujos de Tom & Jerry y después con los juegos perversos de Steve Aoki. Ellos son el futuro de esta sociedad.
"¿Qué esperamos agrupados en la plaza? Hoy llegan los bárbaros".