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martes, 4 de agosto de 2015

El secreto de Azpeitia


Al caer el segundo toro, los huecos que quedan libres en los tendidos de Azpeitia se llenan de niños. Un sitio vacío no vale nada. En cambio, después de vivir una feria como los San Ignacios de 2015, es muy probable que alguno de esos críos se haga abonado el día de mañana. En el peor de los casos, respetará las tradiciones de su pueblo porque las ha conocido desde dentro.

El modelo de gestión de Azpeitia es impecable: carteles que se salen del cliché de la previsibilidad, ganaderías que aportan un tremendo espectáculo, toreros con hambre que arrean, una empresa que premia a los triunfadores, una plaza con personalidad y un público agradecido.

Paco María picando a un Cuadri (Foto: Tierras Taurinas)

Con estos mimbres, se han visto tres corridas apasionantes: las de Cuadri, Ana Romero y Pedraza de Yeltes. Y nueve matadores que han dado todo lo que tenían, con enorme dignidad y verdad: Paulita, Pérez Mota, Sergio Serrano, Juan Bautista, Manuel Escribano, Arturo Macias, Javier Castaño, Juan del Álamo y Lopez Simón.

Sergio Serrano ha sido declarado triunfador de la feria tras apechugar con tres Cuadris y la desazón de saber que sus compañeros de cartel (Paulita y Pérez Mota) se encontraban en la enfermería. Con justicia, la Presidencia le concedió las dos orejas como recompensa a su mérito durante toda la tarde. En las antípodas, al día siguiente, Juan Bautista cuajó una de las faenas más bellas de la temporada a un excepcional toro de Ana Romero. Y el domingo, como broche, un monterado Javier Castaño planteó un comienzo de faena torerisimo a un excelente Pedraza de Yeltes (el ejemplar más completo del ciclo guipuzcoano) premiado con la vuelta al ruedo. Entre medias, brillaron tercios de varas, bregas y pares de banderillas de enorme arrojo.

Javier Castaño con Pedraza de Yeltes (Foto: Tierras Taurinas)

Azpeitia es una plaza donde se cuida el detalle. Incluso la banda de música suena como la de La Malagueta o La Maestranza. Pero no hay que dormirse en los laureles: el éxito nunca es fruto de la casualidad y menos en el toro. La Comisión de Azpeitia ya mira hacia los San Ignacios de 2016... Enhorabuena a todos.

domingo, 7 de junio de 2015

La "Semana Torista" o el reinado de Witiza


Con el tiro de mulillas arrastrando a "Arenero" (6º), terminó la Feria de San Isidro 2015; el mejor Miura -o el más noble- de un encierro aprobado in extremis que ha permitido ver a tíos que se visten por los pies, empezando por Rafaelillo, que ha dado una clamorosa vuelta al ruedo, roto en lágrimas por la emoción, tras jugarse el tipo con un cárdeno bragado de nombre "Injuriado" (4º) que le enredó en los bordados de la taleguilla. El murciano, valeroso y a la vez tremendamente entregado, desmayó la mano para torear al natural; sin embargo, dos pinchazos antes de la estocada impidieron que su buen oficio fuera premiado con una oreja de ley.


La otra cara de la moneda -la cruz- cayó en el bolsillo de Marco Galán cuando banderilleaba al peligroso quinto, que andaba buscando carne con la cara por las nubes. El subalterno de Javier Castaño -que previamente había lidiado muy bien al segundo Miura- sufrió una cornada en el escroto, un puntazo a la altura de la cadera y múltiples contusiones. No ha sido el único valiente, pues sus compañeros, Ángel Otero y Fernando Sánchez, protagonizaron un emocionante tercio de banderillas ante "Aguilero" (2º), un verdadero pulso de raza y gallardía que la plaza supo valorar con una cerrada ovación, a pesar de que algunos rehiletes cayeron traseros. El público, en cambio, se mostró más cicatero con Castaño, quien también tragó paquete en dos dignas actuaciones. 


El único torero que no terminó de romperse durante la Miurada fue Serafín Marín, cuyo lote fue especialmente castigado en el caballo. De todos modos, a la corrida de Zahariche le faltó casta y bravura. Los tres primeros toros rozaron -o alcanzaron- la invalidez... y no hay nada más triste que un Miura rodando por el suelo. La "Semana Torista" ha sido un horror, oscuro e incierto igual que el reinado de Witiza. Como escribir "entre tinieblas" no es aconsejable, dejaremos para mañana el resumen de la feria. Por hoy, mi rendida admiración por los toreros, de oro y plata, que han hecho el paseíllo ante el atragantón de los Miuras.

miércoles, 13 de mayo de 2015

En mitad de camino hacia el Yeltes


Dicen que no hay bueno que no pueda ser mejor ni malo que no pueda ser peor. Y ahí, en medio camino entre un Barravás y un toro bravo que persiguiera los engaños con claridad, quedó la corrida de Pedraza de Yeltes: sin ser lo que el aficionado esperaba, mantuvo el interés. Al lote, en conjunto, le faltó clase en la muleta, sin embargo, peleó bastante bien en el caballo, empujando en el peto con avidez, derribando incluso al picador Tito Sandoval. En éstas, también se cruzó un pellizco de mala suerte: un jaco caído en el ruedo durante una eternidad (4º), un pitón enredado en los atalajes del peto (5º)... Avatares de la lidia. El mejor ejemplar para el torero fue el tercero, "Joya", aplaudido en el arrastre.


Entre los diestros, despuntó una vez más Juan del Álamo, quien toreó primorosamente de capa a esta "Joya" colorada. El comienzo de la faena de muleta entre las rayas resultó igualmente magnífico, de enorme torería, no obstante, toro y torero se fueron diluyendo y el público, bronco para variar, se encaró con el espada salmantino, que mató de una estocada delantera y caída. Saludos desde el tercio. El segundo de su lote llegó desfondado a la pañosa y Del Álamo nada pudo hacer para recuperar la simpatía de la plaza.


Paco Urena también quiso hacerse perdonar tras desaprovechar a aquel Fuente Ymbro de bandera, de nombre "Agitador". En el intento, puso más voluntad que acierto, resultando volteado en tres ocasiones y siendo atendido en la enfermería de dos puntazos. Monumental paliza. Finalmente, Javier Castaño se las vio y se las deseó con los dos torazos de su lote, de más de 600 kilos cada uno. Una pepeleta muy dura que se le atragantó. De su cuadrilla, henchida de valor y amor propio, se desmonteraron Ángel Otero y Fernando Sánchez tras parear al quinto.


A medio camino entre el río Yeltes y la plaza de Las Ventas, quedó la monumental corrida de Pedraza. Seguiremos esperando a que esta joven ganadería pegue el zambombazo en Madrid como ya ha hecho en Dax, Azpeitia o Salamanca. La novelista británica George Eliot escribió que el mejor fuego no es el que se enciende rápidamente.

lunes, 15 de septiembre de 2014

El desafío ganadero charro

Este domingo se ha vivido en La Glorieta una de las tardes de toros más emocionantes de la temporada. La afición salmantina, que quizá no sea ya muy numerosa pero sí con criterio, venía reclamando desde hacía tiempo una corrida concurso de encastes charros en su plaza. Este año, bajo la gestión de la casa Chopera, el deseo se materializó en eso que ahora llaman “desafío ganadero”, es decir, las divisas no se ordenan por orden de antigüedad a la hora de establecer el orden de lidia, sino que se enlotan según acuerdo previo entre las cuadrillas. Se decidió, pues, que el lote de Antonio Ferrera estuviera formado por los toros del Pilar y Carmen Lorenzo; el de Javier Castaño, del Puerto de San Lorenzo y Pedraza de Yeltes; y el de Eduardo Gallo, de Carlos Charro y Adelaida Rodríguez. De seis, salieron cuatro grandes toros charros, el de Pedraza (premiado con la vuelta al ruedo), El Puerto, Adelaida y El Pilar.


No fue la única alegría de la tarde. También el regreso del Castaño lidiador, templado, valiente que da distancia a los toros y mata bien. Al del Puerto de San Lorenzo, de nombre Cara Seria, Castaño lo toreó al ralentí, con enorme suavidad y torería. No merecía menos el ejemplar de Lorenzo Fraile. El delirio, sin embargo, llegó con Resistente, de Pedraza de Yeltes, al que Castaño colocó tres veces al caballo desde el centro de La Glorieta. Tito Sandoval dio un recital a caballo y la plaza, su plaza, se puso en pie para ovacionarlo en un tercio de varas emocionante y bellísimo. Toda la cuadrilla estuvo espléndida: la lidia de Marco Galán, las banderillas de David Adalid y Fernando Sánchez, sin olvidar la actuación de Fernando Sánchez picando al del Puerto. Castaño, bajo la lluvia y los sones de “Nerva”, cortó este domingo tres orejas en Salamanca a ley.


Sandoval ante el de Pedraza

Le acompañó en la salida a hombros Gallo, que también sorteó un excelente toro de Adelaida Rodríguez, Comilón, encastado, con transmisión y que fue a más en la muleta. Era el ejemplar que cerraba plaza y, el público, emocionado, pidió las dos orejas para Gallo a pesar de que la estocada cayó baja tras una faena un tanto irregular rematada en las cercanías con el ya acostumbrado arrimón. A pesar de salir también en volandas, quien este domingo hizo el toreo, clásico y sin trampa ni cartón, fue Castaño.


Merienda charra: hornazo pa´tos

Finalmente, Ferrera no tuvo su tarde y no se acopló al buen ejemplar del Pilar que abrió plaza. Sombrillo, se llamaba. El extremeño fue el único que abandonó La Glorieta cabizbajo. El resto, toreros, cuadrillas, ganaderos y público, salió entusiasmado a pesar de la lluvia que no cesó en toda la tarde, con ganas de seguir hablando sobre la corrida hasta altas horas de la noche, bajo la estatua del Viti o en tertulias interminables en los bares de alrededor del coso, como antes, como siempre que la casta y la hombría se adueñan del ruedo. ¡Así da gusto ir a los toros!


Tertulia a la salida
 

domingo, 18 de mayo de 2014

El Atlético Gallista. Resumen de la concurso de Talavera

Cuando estaban picando al cuarto toro de la tarde, para más épica un Cuadri, un grito procedente del tendido 2 anunció la noticia: el Atlético de Madrid acababa de ganar la liga. Justo en aquel lugar, en los terrenos del 2 de la plaza de Talavera, hace 94 años y un día, Bailaor cercenaba la vida de Joselito El Gallo.
 
 
El pueblo siempre se ha rendido ante la heroicidad. Por ello, unos minutos después de conocer la victoria atlética, el público de Talavera de la Reina se puso en pie para ovacionar a Tito Sandoval que, ante un Alcurrucén (5º), había protagonizado un tercio de varas memorable. Cuatro puyazos en su sitio con el toro arrancándose desde la boca de riego. Indiscutiblemente, el momento más emocionante de la corrida concurso celebrada este sábado. Su matador, Javier Castaño, fue premiado con una oreja por la faena realizada a aquel Núñez: un trasteo valiente, templado y con torería, afeado por una estocada en los bajos. Al recoger la pelúa, a Castaño le lanzaron una bufanda del Atléti que no dudó en alzar triunfante.
 
 
Otra oreja cortó Fernando Robleño del ejemplar de Fernando Peña que abrió plaza. El madrileño sorteó un lote muy áspero (completado con el Cuadri), al que fue ganándole pasos y terrenos, demostrando su superioridad. Cerraba el cartel Alberto Aguilar, que saldó una buena tarde, con sendas actuaciones de mucho gusto, rematadas, eso sí, de numerosos pinchazos. En el aspecto ganadero (no excesivamente brillante, por cierto), el Alcurrucén (5º), por sus repetidas arrancadas al caballo, se llevó el premio al mejor toro de la corrida concurso, sin embargo, el de La Reina (6º), propiedad de Joselito, tuvo más codicia. Si hubiera sido menos tardo, habría resultado un ejemplar de lío. También destacó el de Cebada Gago (3º), mientras que el bonito jabonero de Prieto de la Cal (2º) no pudo lidiarse tras romperse el pitón contra un burladero, saliendo en su lugar un sobrero de Fernando Peña.
 
Fotos de Fran Jiménez
 
Los defensores de las causas perdidas, a veces, también ganan. Gracias a su espíritu combativo, inasequible al desaliento, a buen seguro, Joselito El Gallo también habría simpatizado con el Atleti.

 

sábado, 3 de mayo de 2014

En busca de la finca perdida


La tarde podría haberse titulado En busca de la finca perdida. Y el capítulo uno, Por el camino de San José del Valle, que es donde pastan los toros de Fuente Ymbro. Porque si huidizo fue uno, el siguiente lo superó. Para hacer balance de la corrida lidiada este viernes en Sevilla, diremos que el ganadero trajo tres mansos (4º, 5º y 6º) y tres mansos escandalosos (1º, 2º y 3º). Desigualmente presentados, descastados, sin fijeza, emplazándose en los terrenos de chiqueros y rehuyendo la pelea, tanto en el peto como en la muleta. ¿Seguirá teniendo problemas Ricardo Gallardo con el maíz? ¿Qué clase de mazorcas siembran en San José del Valle que absorben la bravura de forma tan desmedida?
 
 
Con semejante sequía de casta, poco pudo hacer la terna. Quien toreó de verdad fue, paradójicamente, el diestro menos jaleado: Paco Ureña quien, ante el quinto, ejecutó el toreo fundamental, puro y sin alharacas. Fue una faena larga que el público no apreció. El respetable maestrante también demostró frialdad durante el templado trasteo de Javier Castaño con el cuarto, técnico y eficiente, aunque más superficial que el murciano. Ambos, Castaño y Ureña, estuvieron muy por encima de sus respectivos lotes. El camero Esaú Fernández, quizás porque vestía un precioso terno caña con los remates en negro, porque mató bien, o porque fue el más bullanguero, con porta gayola incluida, se llevó el gato al agua cortando una oreja pueblerina al rajado tercero. Por un momento, La Maestranza, a medio llenar, pareció una versión barata de La Pañoleta.
 
Castaño y Ureña (Fotos de Arjona)
 
Muy interesante la actuación de las cuadrillas, sobre todo la esmerada lidia de Marco Galán, así como los pares de banderillas de Fernando Sánchez y Víctor Saugar "Pirri".

lunes, 10 de marzo de 2014

Toreros de bambú


Existen toreros que siguen usando una caña de bambú como ayuda. O que torean monterados. Casi nadie los comprende. Son de otra época. Los últimos románticos, tal vez. Realizan una tauromaquia extraña, sobre los pies, nada parecida al ballet, y excesivamente vigorosa para estos tiempos que corren. ¡Ah! Y jamás les suenan los avisos. Todo resulta raro. Por eso, de vez en cuando, el público les pita o demuestra ante ellos una dolorosa indiferencia. Es como si en el restaurante de Ferrán Adriá, en vez de la ensalada con tomates esféricos, muelles de aceite de oliva y lazos de zanahoria con sorbete concentrado de mandarina, sirvieran una olla de lentejas. Por si fuera poco, estos toreros, que lidian unos bichos que de vez en cuando tiran bocados, no se ponen bonitos. ¡Y se van de la plaza sin cortar orejas a porrón! Puffffff, ¿qué contar mañana a los compañeros de la oficina? ¿Que nadie salió a hombros ni hubo indulto? ¡Qué poco cool!
 

Así está el patio. Rafaelillo, Fernando Robleño y Javier Castaño, con sus respectivas cuadrillas, anduvieron poco cool ante los guapos Adolfos. A cambio estuvieron hechos unos tíos, muy por encima de los siete toros que asomaron por el ruedo de Valencia. Rafaelillo -que en un gesto de hombría brindó a su compañero Antonio Ferrera- sorteó el lote más peligroso y, por tanto, el más entretenido para los espíritus trogloditas. Se fajó con arrojo y dio una merecida vuelta al ruedo tras pasaportar a su primero. Robleño, que tiene la negra, se llevó los dos peores toros, descastados e intoreables. Al quinto bis le metió un sopapo que lo dejó tiritando. Tras el estoconazo, él mismo resumió su tarde con la siguiente frase: "Imposible hacer más". En cuanto a Castaño, realmente valiente, tragó quina esforzándose en torear muy despacio. Lástima que la espada siga fallando. Entre los hombres de plata, destacaron Ángel Otero, Pascual Mellinas, Marco Galán, Fernando Sánchez y David Adalid, que sufrió una fea paliza en el sexto. La corrida de Adolfo Martín salió floja y descastada, con los toros doblando las manos y sin soportar más que dos picotazos de trámite. 
 
 
Sin embargo, este toreo incomprendido, a menudo ruinoso y otras grandioso, casi a extinguir,  sigue llenándome más que el paripé social de Olivenza. Con esto no quiero decir que exista sólo un camino, pues considero perfectamente viable -y deseable- que convivan ambas "tauromaquias", pero con justicia y coherencia: no le pidamos a Adriá un cocido tradicional ni a Casa Paco una tortilla deconstruida.
 

Fotografías de Fran Jiménez, Aplausos y ABC
 

domingo, 9 de febrero de 2014

Breve crónica de lo acaecido en Valdemorillo durante una tarde de viento, lluvia y alerta amarilla


¿Habrá alegría mayor que un toro de Santa Coloma, con ese galope casi festivo y esos ojos negros como carbones encendidos? Casi hacen olvidar el inverno. En eso último, también ayuda la calefacción que ha instalado, o quizás encendido, Tomás Entero en la plaza de Valdemorillo. Salvo cuando alguien abre la puerta para fumar -¡¡esa puertaaaaaa!!-, el ruedo parece una gran mesa camilla con paño de color albero donde se arriman los aficionados para pasar la tarde mientras fuera llueve y ventea.
 
 
Muy entretenida la corrida de Ana Romero, nada que ver con los pasteles de Algarra del día anterior, que parecían criados en Viena Capellanes. Me gustó especialmente el primer toro, de nombre Clarito, el más encastado del conjunto. Cuando tenía media estocada en lo alto, un energúmeno descamisado saltó al ruedo para protestar por algo. La Guardia Civil y las cuadrillas, sumamente eficaces y lo echaron de patadas a la calle. Muy noble el segundo, Cortado, que ante un torero de clase, habría dado fiesta para rato. Interesante también el quinto, Flameado II. El más desabrido, el cuarto, Almonteño. Todos bien presentados y algunos realmente guapos.
 
 
Sobre los toreros, una tarde más hay que ponerse en pie ante la cuadrilla de Javier Castaño. Marco Galán, David Adalid y Fernando Sánchez estuvieron soberbios, exhibiendo un engranaje mucho más perfecto que el reloj de la plaza de Valdemorillo, que lleva dos días marcando, impertérrito, las tres y veinte. De la terna, quien mejor ha salvado la papeleta fue Paulita que, aunque se aturulla con la colocación y las distancias, ha toreado muy templado, especialmente con el capote. Salió a hombros. También recuerdo un natural muy bueno de Castaño a Clarito y un par al violín de Manuel Escribano de los que ponen los pelos de punta. Del resto no hablo, porque esta temporada he decidido comentar sólo lo bueno. A lo Van Gaal, pero a la inversa: siempre positivo, nunca negativo. Y hablando de cosas buenas, una rosquilla casera que me dio a probar un vecino de tendido.
 
Fotografías de Javier Arroyo
 

domingo, 6 de octubre de 2013

Plúmbeos Adolfos sazonados con la improvisación de Ferrera

Cuarto y último festejo de la Feria de Otoño. Con lleno en los tendidos, se ha lidiado una corrida de Adolfo Martín, desigualmente presentada, con algunos ejemplares muy armados y otros justos de remate. Mala en los tres tercios sin paliativos. Antonio Ferrera, palmas y oreja tras aviso; Javier Castaño, silencio en ambos; Iván Fandiño, silencio en ambos. Se desmonteraron David Adalid y Fernando Sánchez. También fue aplaudido en la brega Marco Galán.


Decepcionante, y a ratos desesperante, corrida de Adolfo Martín para rematar la Feria de Otoño. A diferencia del entretenido espectáculo que propiciaron en San Isidro, este domingo, de los seis Albaserradas, no embistió ni uno ante una plaza abarrotada.


Entre los matadores, destacó la improvisación de Antonio Ferrera que, con luces y sombras, pero siempre lleno de torería, salvó, a medias, la tarde. Magnífica su lidia al cuarto Adolfo, ejecutando unos quites colmados de sabor añejo. Durante la faena de muleta, estuvo muy por encima de Madroñito, sacándose de la manga unos inesperados pases finales que le permitieron cortar una oreja protestada por parte del público. Si bien este premio puede considerarse excesivo, no es menos cierto que Ferrera ha vuelto a demostrar el grandioso momento profesional que atraviesa, siendo, con diferencia, el mejor lidiador del escalafón.


Javier Castaño, a quien, con razón, ya le pesa la recta final de la temporada, realizó un infructuoso esfuerzo por exprimir alguna tanda limpia a sus Adolfos, mientras que Iván Fandiño volvió a estrellarse contra un lote que no le dio la más mínima opción de triunfo. Durante la despedida, el de Orduña no pudo ocultar su contrariedad por esta Feria de Otoño que debería haber sido la de su consagración en Madrid. A pesar de cortar una oreja durante la corrida de Victoriano del Río, le ha faltado toro.


Dicen que los mejores comienzos nacen de los peores finales. Esperamos que, con este plúmbeo remate de la Feria de Otoño, se cumpla el refrán.


Coda
: después de tomar varios pelotazos en la Sala Alcalá, las juventudes taurinas han acudido a Las Ventas para continuar la fiesta en las gradas del tendido 5 y 6. Los aficionados hemos salido con dolor de cabeza por el tráfico de cubatas, gritos, charlas de espaldas al ruedo y humeantes puros. Los presidentes de estas asociaciones juveniles deberían expulsar de inmediato a sus miembros que, en una plaza de toros, se comportan como si estuvieran en una discoteca.
 

domingo, 15 de septiembre de 2013

En esto consiste la tragedia del héroe

Siempre existieron personas mezquinas que celebraron la caída de quien luchó a brazo partido contra la mediocridad. Es una ruindad tan antigua como la historia del hombre. Por eso, cuando el pitón del Miura encontró el cuerpo de David Adalid en Nîmes, algunos se alegraron. Dijeron que se trataba de una temeridad innecesaria, de una angustia injustificada y de una imprudencia fruto de la sed de protagonismo. Esas personas viven en una sociedad cortada a su medida, una que premia a quien no destaca, a quien va en el medio, en silencio, sin despertar envidias y pasando desapercibido. Quien se comporta, al fin y al cabo, como un subalterno, en el sentido más peyorativo del término.
 
 
Sin embargo, David Adalid es un torero que va en contra de la corriente (¿acaso no fue un David quien se enfrentó a Goliat?). Tras luchar como un jabato en los brazos de sus compañeros que trataban de impedir que volviera a salir al ruedo, no tenía necesidad de clavar el último par al Miura que ya le había herido tras no obedecerle al quiebro. Al menos no una necesidad "externa" o material. Su valor y pundonor nacía de él, de la obligación de demostrar que es un profesional extraordinario, un hombre de una pieza. Lo que antes llamábamos heroicidad, hoy se ha convertido en imprudencia o ansias de protagonismo, al menos para los espíritus mediocres. 
 
 
Lo que ha diferenciado a la Fiesta de cualquier otro espectáculo plástico o visual no ha sido su carácter artístico, sino su vertiente heroica y a veces trágica, la que emociona y sacude la conciencia. Este sentimiento es la pura esencia de la Tauromaquia y su justificación a través de los siglos. La caída en el ruedo y el posterior alzamiento del héroe que rebasa los límites para defender su honor es, pues, una metáfora de la actitud con la que todos deberíamos encarar la vida. Alabar o criticar a Adalid retrata hoy nuestras glorias y miserias.
 
 
Por eso, la voz entrecortada de Javier Castaño, su sentimiento de culpabilidad por no haber evitado la cornada y los ojos acuosos cuando despachó al Miura que había herido a su torero de plata, descubren al tipo de persona que tenemos ante nosotros. Porque, otra constante a lo largo de la Historia, ha sido que los hombres extraordinarios han caminado juntos. Eso también va por el resto de la cuadrilla de Castaño. Y por Fernando Robleño, por supuesto, testigo de lo que sucedía, y que previamente se había jugado la vida como un hércules en el anfiteatro de Nîmes. En todo esto consiste la grandeza y la tragedia del héroe.
 
Toda la cuadrilla arropa a Adalid quien, al despertar, lo primero que ha dicho ha sido:
"Apoderado, esta noche cenamos suero".
 
 

domingo, 30 de junio de 2013

Adolfo Martín en Soria: una corrida sepulcral

La alegría del toreo hecha carne, piedra y espíritu. Sábado Agés en Soria, día en el que las cuadrillas locales reparten entre los vecinos, la tajada fresca, es decir, un trozo del novillo muerto -y, por supuesto, lidiado- la víspera. ¿Y qué ganadería se anunciaba en Soria la tarde en que se subastan los despojos del toro durante un acto caótico y ancestral? Inevitablemente, Adolfo Martín. ¿Existe, acaso, una divisa que calme mejor la sed de la afición más primitiva y troglodita, anhelante del espectáculo bárbaro de siempre, aquel que repudió Eugenio Noel y que ha fascinado a la Humanidad durante siglos?  


Para cumplir el rito comme il faut, la corrida debería haberse celebrado en el claustro de San Juan de Duero, que es un falso cuadrado..., un octógono sepulcral inspirado en el Santo Sepulcro de Jerusalén. ¿Existe algo más sepulcral en el toreo que una corrida de Adolfo Martín para Diego Urdiales, Javier Castaño y Joselito Adame? Y, como Puerta Grande para los héroes, ¿qué mejor dintel que la fachada románica de Santo Domingo?


La liturgia comenzó a las seis de la tarde bajo un cielo limpio y del color del vestido de Urdiales, que fue el primero en regar con su sangre el Sábado Agés. Nunca hay que enfadar a los Dioses ni tampoco a los Santa Colomas, pues las malas lidias hacen que destapen su peor condición. Eso ocurrió con el Adolfo que abrió plaza que, tras meter la cara con infinita clase en el capote del riojano, varios pases desafortunados y un trasteo demasiado en las cercanías, ahogaron sus virtudes iniciales. En el ecuador de la faena, andaba pues el cárdeno orientado y deseoso de clavar el pitón. Y lo consiguió en el desarrollo de la suerte suprema, cuando Urdiales se perfilaba para entrar a matar quedando levemente destapado. Lo prendió certero en la ingle, sosteniéndolo en el aire unos dramáticos instantes, antes de caer al suelo donde, milagrosamente, no lo volvió a empitonar. Al de Arnedo lo metieron en la enfermería con una cornada de diez centímetros, menos grave de lo que se temió, mientras que Castaño se encargó de darle boleto al cárdeno.


Protagonizó Cataño los pasajes más épicos y emocionantes de la tarde durante la lidia del segundo y quinto toro. Este flaco segundo, el único mal presentado de la corrida, al que dejaron crudito en el caballo con un único puyazo, también desarrolló la listeza que caracteriza al encaste. Aguantó estoico el matador las frenadas a mitad del embroque y tragó paquete como sólo pueden hacer los hombres de sangre valiente. Con el quinto, muy reservón, también tragó quina. Cortó una oreja del primero de su lote y hubiera hecho lo mismo con su segundo si no llega a pinchar. Moralmente, el diestro salmantino abrió la Puerta Grande soriana, al igual que su cuadrilla, que volvió a dar una lección de torería que puso al público en pie. Todos anduvieron soberbios: Fernando Sánchez Muriel y Tito Sandoval a caballo, Marco Galán con el capote, y David Adalid y Fernando Sánchez con los palos.


Tras la cogida a Urdiales, Joselito Adame le tocó el Sábado Agés pechar con tres Adolfos (tercero, cuarto y sexto). Una ofrenda, quizás, demasiado pesada para cualquier mortal. A pesar de la dureza de su cometido, sorteó los mejores toros, con dos de nota: tercero y sexto. El mexicano fue de más a menos, valiente y enfrontilado en el transcurso de su primera faena, metiendo al cárdeno poco a poco en la canasta, ante el que ejecutó, previamente, unas estremecedoras chicuelinas. Digno también con el cuarto, y ahogado y perdido con el precioso sexto. De cualquier manera, como se comprobó en San Isidro, el talón de Aquiles de Adame es la espada, pues no metió ni un sólo estoconazo decente, una debilidad que también le privó en Soria de la salida a hombros. En las corridas sepulcrales la espada requiere estar más afilada que de costumbre o se corre el riesgo de que rueden cabezas.


El anuncio de los toros de Adolfo Martín congregó a unas 4.000 almas a orillas del Duero, casi tres cuartos de entrada en el coso de San Benito. Una vez más, la sangre derramada, injustificable e inexpicable ante la moral burocrática y uniforme de los tecnócratas de Bruselas, calmó el espíritu del pueblo, y los peregrinos, que llegaron desde todas las latitudes (Madrid, Zaragoza, Logroño...), se reconciliaron con su religión más íntima y casi con su razón de ser, tras vivir este Sábado Agés.