Mostrando entradas con la etiqueta Sebastián Castella. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Sebastián Castella. Mostrar todas las entradas

miércoles, 27 de mayo de 2015

De bandera

Se llama de bandera al toro que es excepcional por su bravura y nobleza. La Real Academia puede incluir como acepción de esta expresión a Jabatillo, de Alcurrucén. ¡Qué clase sacan estos "núñez" coloraditos! Son incomparables por su embestida profunda y humillada, metiendo la cara con un ritmo creciente por ambos pitones (aquello que los viejos taurinos llamaban "el tranquito Núñez"). Jabatillo es -o fue- una maravilla que se degusta de tarde en tarde: un toro de bandera que no peleó en el caballo -clásico en este encaste- y que se vino arriba en el último tercio persiguiendo los engaños con una fijeza y categoría incomparables. ¡Y que claro lo vio Castella! Su inicio de faena resultó magistral, con pases cambiados seguidos de un rosario de trincherillas, molinetes y pases del desprecio en el mismísimo centro del anillo. La plaza, llena a reventar, empezó a rugir con el francés. A continuación, llegó el toreo al natural, tremendamente templado. Y el de pecho. El kiosco rugía al unísono, al sol y a la sombra. Jabatillo continuaba embistiendo como un jabato, peinando la arena con el pitón izquierdo. 


Nunca he ocultado mi afición radical, ni mi debilidad por el tercio de varas, ni mi pasión por lo de Santa Coloma. Pero cuando un Núñez sale bueno, reconozco que entro en colapso. Por eso me he emocionado durante la vuelta al ruedo de este Alcurrucén de bandera. Imagino la felicidad de la familia Lozano: los aficionados les estamos muy agradecidos, al igual que Castella, que ha abierto la Puerta Grande tras pasear dos orejas triunfales, recompensa que también celebro. Jabatillo es un toro que descubre, para bien y para mal, y el de Béziers ha estado a la altura a pesar de que la estocada cayó baja. Con los años, Castella ha dejado a un lado las faenas prefabricadas y los arrimones innecesarios y se ha puesto a torear de verdad. ¡Bravo! 


El resto de la corrida de Alcurrucén no sirvió. Morante se marchó entre una injustificada pitada y El Juli advirtiendo con la mano que le queda otra tarde este San Isidro. En el tendido 2, además de Don Juan Carlos, se encontraba el Embajador de Francia en España, Monsieur Jérôme Bonnafont. Con uniones tan soberbias como Jabatillo y Castella, la Fiesta se defiende sola. Los toros son algo excepcional. 

jueves, 21 de mayo de 2015

Un lenguado al que se le caían las dos orejas


Si alguien tiene buen ojo para el marketing en este país es, sin duda, la Asociación El Toro de Madrid, que ha decidido repartir su boletín, "La voz de la afición", en los aledaños de Las Ventas una hora antes de comenzar la corrida de Núñez del Cuvillo. La lectura de la gacetilla mientras desfilaban los lisiados de "El Grullo" ha salvado la tarde. O casi. También ha colaborado un sobrero de Toros de El Torero que respondía al nombre de "Lenguadito". Dicho lenguado ha sido para llevárselo a casa y ponerle una pecera... ¡una máquina de embestir por mar y tierra! El prototipo del toro del siglo XXI: manso en el caballo y exquisito en la muleta, de tremenda clase y duración. Ante él, Castella ha estado casi a su altura, lo que no es minucia. Aunque al lenguado cinqueño se le caían las dos orejas, el francés firmó una elegante y templada faena iniciada con el ya tradicional pase cambiado por la espalda en el centro del anillo, marca de la casa. Primoroso el cambio de mano. Lástima la espada, que cayó baja. Los tendidos -abarrotados- pidieron una oreja que reconcilia a Castella con Madrid tras años plúmbeos. 

Fotografía de Antonio Heredia

Del resto de la corrida, salvo los artículos de "La voz de la afición", poco más que destacar. Algunos Cuvillos salieron derrengados de los cuartos traseros y otros de los delanteros. Ni el prometedor "Arrojado" arregló aquello. Diego Urdiales -que brindó su segunda faena a Curro Romero- pegó una trincherilla eterna. Estremecedora. El resto de la faena tuvo detalles de mucha torería y bastantes imperfecciones... pero, por la trincherilla, se ganó la vuelta al ruedo. De todos modos, que no me hablen de pureza: en el cartel de esta tarde quien realmente sabe torear es Talavante. Ha dejado unas verónicas -mucho debe agradecerle a Curro Vázquez- y un par de naturales sensacionales. Hoy por hoy, es la única figura que apetece ver. 


Aplaudidos el picador Óscar Bernal y el banderillero Juan José Trujillo, de la cuadrilla de Talavante. El rey Juan Carlos I presenció la corrida desde la meseta de toriles. 

jueves, 16 de mayo de 2013

¿Qué habría sido del poema de Lorca si los toros, en vez de a las cinco de la tarde, hubieran empezado a las cinco y veinticinco?


Voy tarde. Lo sé. El festejo de Las Ventas terminó hace más de doce horas y escribo sobre él en este momento.  Sin embargo, bien mirado, ¿quién se preocupa por la puntualidad? ¿No arrancó ayer la corrida veinticinco minutos tarde por culpa de los operarios Taurodélticos que se pusieron a jugar con palas, rastrillos y cubitos a las siete en punto de la tarde? ¿Qué habría sido del poema de Lorca si los toros, en vez de a las cinco de la tarde, hubieran empezado a las cinco y veinticinco?
 
Comenzaron los sones de bordón
a las cinco y veinticinco de la tarde.
Las campanas de arsénico y humo
a las cinco y veinticinco de la tarde.

 
Pero, como bien dice don Antonio Burgos, en este país nunca passssssa nada. Y allí nos tuvieron, igual que a unos lelos: más de veinte mil espectadores contemplando como diez tíos trabajaban. ¿No es eso España? La corrida de toros, siempre fiel reflejo de la realidad social, espejo de nuestras miserias. También de nuestra gloria, cuando la hubo.

 
¿Qué contar sobre el festejo a esta hora tardía, cuando ya está todo dicho? Que me gustó la corrida de Alcurrucén, sobre todo el lote de Perera (tercero y quinto), con un toro, de nombre "Peladito", encastado, con emoción, de embestida cambiante y que hubiera puesto a correr a unos pocos. El colorado "Ambicioso" también nos tuvo con los ojos bien abiertos, a pesar de que las manecillas del reloj rozaban las nueve y media. El sexto, "Herrerito", apretó en el caballo y le dieron una buena tunda. Otro toro bueno. El primero, "Pandero", fue una pera en dulce, un derroche de nobleza, ideal para un confirmante que no está bregado en las trincheras venteñas. El cuarto, "Altamares", probablemente habría sido diferente si Castella no le hubiera recortado tanto las embestidas de salida. Sólo "Pianero", lidiado en segundo lugar, fue un toro soso que se agarró pronto al piso. En conjunto, una corrida entretenida, muy en Núñez, con un lote para armar el taco; eso sí, desigual de presentación, con algunos toros rozando el límite de lo admisible en Las Ventas.


Perera luchando con "Peladito"

¿Y sobre los toreros qué señalar? Que no me convenció ninguno. No niego que Perera mereciera la oreja del tercero: anduvo firme -no era un toro de carril- y mató bien. Pero sorteó un lote de lío gordo y, si con eso no abre la Puerta Grande, los de Taurodelta deberían ordenarle a sus operarios que la tapien. El extremeño, a ratos, estuvo vulgar, perfilero y al hilo del pitón, sin mando, sólo acompañando la embestida de sus toros (y somos conscientes de que la estética no se encuentra entre sus virtudes); a ratos, en cambio, dejó muletazos buenos, con mando y por bajo. Un Guadiana. Fue, sin embargo, el mejor, con diferencia, de la terna. El confirmante Ángel Teruel confirmó lo que muchos sospechábamos: que tiene voluntad, pero no vale para torero. Y Castella firmó una tarde para el olvido: a pesar de sacar las bolitas menos afortunadas en el sorteo, a un matador de su rodaje no se le puede tolerar la tauromaquia despegada y brusca de la que hizo gala. Su banderillero, Javier Ambel, estuvo, en cambio, soberbio, cuadrando en la cara del toro como hacía tiempo que no se veía. Otro hombre de plata que merece una mención fue Joselito Gutiérrez.


El tatachín acabó a las diez en punto de la noche y con la luna creciente más que despuntada sobre el cielo isidril.