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domingo, 4 de octubre de 2015

Otoño y otra temporada que se escapa


Llegó Adolfo Martín, in extremis, a salvar una Feria de Otoño calamitosa en el plano ganadero. Hasta el domingo, se habían lidiado dos corridas (El Puerto de San Lorenzo y El Vellosino) y una novillada (El Torreón) donde no se vio un toro bravo, sólo mediocridad. Bien es cierto que Adolfo tampoco trajo a Madrid ningún toro de bandera, pero sí un lote de desigual presentación que mantuvo un gran interés a causa de su dureza (emocionante el tercer Santa Coloma, encastado y muy vivo, de nombre "Rizos", y con clase el sexto, "Murciano"). En asuntos taurinos, sabe mejor lo picante que lo soso, aunque clama al cielo que siempre sean los mismos toreros los que bailan con la más áspera, pues el depósito de valor no es eterno.

Los tres audaces del día fueron Rafaelillo, Fernando Robleño y Paco Ureña, acompañados de sus correspondientes cuadrillas, que también sudaron para ganarse el pan. La faena de Rafaelillo al Adolfo que abrió plaza, un cárdeno alto de agujas y grandón ("Aviador"), fue de una enorme emoción y verdad. Se la jugó el murciano cómo sólo pueden hacer los toreros valientes y honrados, sorteando las embestidas del pavo que, orientado, buscaba los muslos, el pecho y hasta la yugular. Si lo llega a matar a la primera, habría cortado una oreja, quizás dos. Y es que la épica de Rafaelillo merece salir de una puñetera vez por la Puerta Grande, para que todo el mundo sepa lo que es un héroe.


La tarde miraba ya hacia Murcia, y con el sexto -de nombre "Murciano" para cuadrar el círculo-, Paco Ureña dio un recital de buen toreo, sobre todo al natural, tras sufrir una escalofriante voltereta. Notable toro este negro entrepelado, ovacionado en el arrastre, por su clase y humillación. Tristemente, el fallo a espadas también impidió que el diestro tocase pelo. Ellos dos, Rafaelillo y Ureña, junto a López Simón, han sido los toreros de esta Feria de Otoño, en la que Robleño se estrelló con los adolfos de menos transmisión.

Y así, bajo los compases de "El Gato Montés", se fue vaciando la plaza de Las Ventas un otoño más, dejando una sensación de inevitable melancolía que no desaparecerá hasta el próximo Domingo de Ramos. Otra temporada que se escapa.

lunes, 20 de julio de 2015

La Mariló de los ruedos


La plaza de Roquetas de Mar quedó conmocionada a causa de un robo a mano armada acaecido el pasado sábado. Un insensible presidente deció negarle el rabo del quinto toro a Miguel Ángel Perera, quien declaró en el callejón: "Aquí hace falta triunfalismo y sobra el purista, porque para purista y para recortes ya están los de Podemos". A pesar de que un rabo en la Monumental de Roquetas cambia el rumbo de la temporada, algunos aficionados -a todas luces "puristas"- criticaron las palabras del torero de la Puebla del Prior, argumentando que "lo que sobran son figuras que torean toros de tercera en plazas de segunda". Ciertamente, Perera es un especialista en tener enganchadas con los aficionados pues, casi siempre que abre la boca, sube el pan. Podría considerarse la Mariló Montero de los ruedos. De hecho, Televisión Española debería barajar la posibilidad de ficharlo como presentador de Las Mañanas.

Desgraciadamente, y aunque comprendo que sea una jodienda, Perera debería pensar que los "puristas" también pagan por entrar en una plaza de toros, por tanto, son clientes... Esto es: no conviene tocarles mucho los costaos. Por otro lado, mendigar un rabo en Roquetas no deja de resultar un tanto estrambótico, incluso en los mundos de Mariló Montero.

Me da la impresión que las figuras, con la excepción de Talavante y Castella, andan algo atorados esta temporada. La buena noticia es que otros toreros, con frescura y reaños, poco a poco, van triunfando en las ferias. Es el caso de López Simón, Morenito de Aranda, Manuel Escribano, Paco Ureña, Rafaelillo, Joselito Adame, Juan del Álamo, Fernando Robleño, Alberto Aguilar, Eugenio de Mora... Gracias a su esfuerzo, se están ganando un hueco en las plazas, ahorrando dislates y hablando exclusivamente con la muleta y el estoque. ¿Sin rabo en Roquetas no hay paraíso? Próximo tema a debatir en el programa de Mariló. 

miércoles, 15 de julio de 2015

El verano de nuestro descontento

"Mañana en la batalla acuérdate de mí, y caiga tu espada sin filo: ¡desespera y muere!". Con estas palabras, atormentaba el espectro al rey Ricardo III en la célebre obra de Shakespeare. Las ferias de Pamplona y Céret, dos de los bastiones toristas por excelencia, también han tenido mucho de espada sin filo... Los aficionados a la emoción y a la casta se han acordado de más de un ganadero y, a la postre, se han rendido desesperados ante la falta de un toro fiero. Shakespeare hablaba del "invierno de nuestro descontento"... Sólo hay que cambiar el invierno por el verano y el acto primero ya cuadra. La guerra de hosco ceño ha alisado su arrugada frente.

Escribano en Pamplona con un Miura (Foto: EFE)

¿Dónde queda aquel toro bravo, poderoso, celoso en el peto y violento en la muleta que cortaba la respiración hasta el mes de agosto? ¿Qué han hecho con él los ganaderos, incluidos los supuestos criadores "toristas"? "Ahora, en vez de cabalgar corceles armados para amedrentar las almas de los miedosos adversarios, [la guerra] hace ágiles cabriolas en el cuarto de una dama a la lasciva invitación de un laúd". 

Robleño en Céret con un Adolfo (Foto: Tierras Taurinas)

Tras el fracaso de la última semana de San Isidro y el desarrollo de las ferias de Pamplona y Céret, se ha comprobado que las ganaderías "toristas" fabrican dos prototipos con cuernos: el toro que no embiste -clásica prenda agarrada al piso que no pasa ni a tiros- o el que "se deja" noblemente. Ante la prenda, ha habido toreros que han sacado mucha más casta que sus adversarios: véanse los casos de Manuel Escribano, López Simón, Paco Ureña, Fernando Robleño, Alberto Aguilar... Unos tíos que están luchando a brazo partido durante la batalla de julio y cuyas frentes deberían están ceñidas por guirnaldas victoriosas. Aunque ciertos aficionados echamos de menos las otroras temibles músicas de marcha, no todo es descontento en nuestro verano (pero que salga ya el toro, por favor).

domingo, 31 de mayo de 2015

La luna (de Las Ventas) y el toro


Tenía prisa por salir la luna, la luna de Madrid, que a las nueve ya asomaba, creciente, por encima de la andanada del 6. En el ruedo se lidiaba un jabonero y aquello parecía el resurgir del mito entre Pasifae y el toro blanco. Todo conato romántico terminó ahí, pues Luis Bolívar no fue capaz de cogerle la velocidad a aquel jabonero sucio -sobrero de Torrealta-, que embestía con la cara alta y que le desarmó en varias ocasiones, sobre todo al natural. El colombiano, que es ajeno a los efluvios de la luna, también desaprovechó al Iban "Provechoso", encastado y de galope alegre, al que toreó bruscamente, empezando por un “cartucho de pescado” en los medios. Fue "Provechoso" -aplaudido en el arrastre y espectacularmente banderilleado por Raúl Adrada- el toro más emocionante de la tarde.


La corrida de Baltasar Iban, prólogo de la semana torista, ha sacado, en líneas generales, nobleza y calidad, pero poca fuerza. Los Ibanes -a los que no colocaron en el caballo ni una sola vez- se apagaban pronto y necesitaban una docena de muletazos de categoría. Por supuesto, el "pronto y en la mano" no se produjo, especialmente durante las espesísimas faenas de Serafín Marín, antítesis de la eficacia, quien regresa dentro de una semana con los Miuras como azote divino para cerrar San Isidro.


Robleño, que tampoco es torero romántico aunque sí algo melancólico, ha estado serio, digno y sincero, sin alharacas ni fuegos artificiales. Su aflicción a veces provoca que el público no valore la profesionalidad de sus faenas, ni siquiera sus excelentes estocadas, de las mejores de lo que llevamos de feria. A Robleño, los Ibanes no le han enganchado la muleta ni una sola vez. Ojalá le acompañe la suerte -y un poco más de "fibra"- el martes, durante la corrida de Cuadri. Esa noche, ya sí, lucirá la luna llena.

domingo, 18 de mayo de 2014

El Atlético Gallista. Resumen de la concurso de Talavera

Cuando estaban picando al cuarto toro de la tarde, para más épica un Cuadri, un grito procedente del tendido 2 anunció la noticia: el Atlético de Madrid acababa de ganar la liga. Justo en aquel lugar, en los terrenos del 2 de la plaza de Talavera, hace 94 años y un día, Bailaor cercenaba la vida de Joselito El Gallo.
 
 
El pueblo siempre se ha rendido ante la heroicidad. Por ello, unos minutos después de conocer la victoria atlética, el público de Talavera de la Reina se puso en pie para ovacionar a Tito Sandoval que, ante un Alcurrucén (5º), había protagonizado un tercio de varas memorable. Cuatro puyazos en su sitio con el toro arrancándose desde la boca de riego. Indiscutiblemente, el momento más emocionante de la corrida concurso celebrada este sábado. Su matador, Javier Castaño, fue premiado con una oreja por la faena realizada a aquel Núñez: un trasteo valiente, templado y con torería, afeado por una estocada en los bajos. Al recoger la pelúa, a Castaño le lanzaron una bufanda del Atléti que no dudó en alzar triunfante.
 
 
Otra oreja cortó Fernando Robleño del ejemplar de Fernando Peña que abrió plaza. El madrileño sorteó un lote muy áspero (completado con el Cuadri), al que fue ganándole pasos y terrenos, demostrando su superioridad. Cerraba el cartel Alberto Aguilar, que saldó una buena tarde, con sendas actuaciones de mucho gusto, rematadas, eso sí, de numerosos pinchazos. En el aspecto ganadero (no excesivamente brillante, por cierto), el Alcurrucén (5º), por sus repetidas arrancadas al caballo, se llevó el premio al mejor toro de la corrida concurso, sin embargo, el de La Reina (6º), propiedad de Joselito, tuvo más codicia. Si hubiera sido menos tardo, habría resultado un ejemplar de lío. También destacó el de Cebada Gago (3º), mientras que el bonito jabonero de Prieto de la Cal (2º) no pudo lidiarse tras romperse el pitón contra un burladero, saliendo en su lugar un sobrero de Fernando Peña.
 
Fotos de Fran Jiménez
 
Los defensores de las causas perdidas, a veces, también ganan. Gracias a su espíritu combativo, inasequible al desaliento, a buen seguro, Joselito El Gallo también habría simpatizado con el Atleti.

 

lunes, 10 de marzo de 2014

Toreros de bambú


Existen toreros que siguen usando una caña de bambú como ayuda. O que torean monterados. Casi nadie los comprende. Son de otra época. Los últimos románticos, tal vez. Realizan una tauromaquia extraña, sobre los pies, nada parecida al ballet, y excesivamente vigorosa para estos tiempos que corren. ¡Ah! Y jamás les suenan los avisos. Todo resulta raro. Por eso, de vez en cuando, el público les pita o demuestra ante ellos una dolorosa indiferencia. Es como si en el restaurante de Ferrán Adriá, en vez de la ensalada con tomates esféricos, muelles de aceite de oliva y lazos de zanahoria con sorbete concentrado de mandarina, sirvieran una olla de lentejas. Por si fuera poco, estos toreros, que lidian unos bichos que de vez en cuando tiran bocados, no se ponen bonitos. ¡Y se van de la plaza sin cortar orejas a porrón! Puffffff, ¿qué contar mañana a los compañeros de la oficina? ¿Que nadie salió a hombros ni hubo indulto? ¡Qué poco cool!
 

Así está el patio. Rafaelillo, Fernando Robleño y Javier Castaño, con sus respectivas cuadrillas, anduvieron poco cool ante los guapos Adolfos. A cambio estuvieron hechos unos tíos, muy por encima de los siete toros que asomaron por el ruedo de Valencia. Rafaelillo -que en un gesto de hombría brindó a su compañero Antonio Ferrera- sorteó el lote más peligroso y, por tanto, el más entretenido para los espíritus trogloditas. Se fajó con arrojo y dio una merecida vuelta al ruedo tras pasaportar a su primero. Robleño, que tiene la negra, se llevó los dos peores toros, descastados e intoreables. Al quinto bis le metió un sopapo que lo dejó tiritando. Tras el estoconazo, él mismo resumió su tarde con la siguiente frase: "Imposible hacer más". En cuanto a Castaño, realmente valiente, tragó quina esforzándose en torear muy despacio. Lástima que la espada siga fallando. Entre los hombres de plata, destacaron Ángel Otero, Pascual Mellinas, Marco Galán, Fernando Sánchez y David Adalid, que sufrió una fea paliza en el sexto. La corrida de Adolfo Martín salió floja y descastada, con los toros doblando las manos y sin soportar más que dos picotazos de trámite. 
 
 
Sin embargo, este toreo incomprendido, a menudo ruinoso y otras grandioso, casi a extinguir,  sigue llenándome más que el paripé social de Olivenza. Con esto no quiero decir que exista sólo un camino, pues considero perfectamente viable -y deseable- que convivan ambas "tauromaquias", pero con justicia y coherencia: no le pidamos a Adriá un cocido tradicional ni a Casa Paco una tortilla deconstruida.
 

Fotografías de Fran Jiménez, Aplausos y ABC
 

lunes, 14 de octubre de 2013

La joie de vivre


Superado El Pilar, los toreros van echándole el cierre a la temporada. Con la denostada feria de Zaragoza casi fuera de juego y la de Jaén comprimida en dos carteles mediocres, los festivales se han convertido en una forma amable de zanjar el año taurino. Algunos matadores despiden octubre con una necesidad imperiosa de pasar por el taller. Y otros, a causa de la dureza sufrida en los ruedos, de conseguir un corazón nuevo. Cuando se acerca el invierno, mientras que el valor se agota, las viejas heridas se resienten. A pesar de todo, este domingo en Chinchón se respiraba buen humor. Era "la joie de vivre", que dicen los franceses, algo que va más allá de la mera alegría de vivir; un sentimiento más meritorio, pues se trata de una celebración por seguir en pie, por no haber sido abatidos. Y, con ese espíritu, salieron al precioso ruedo de Chinchón los toreros y sus cuadrillas. Enhorabuena a todos estos hombres que nos han emocionado, por su honor, arrojo, torería y vitalidad, a lo largo de la temporada.
 
 
"Qué alegría, vivir
sintiéndose vivido..."
(Pedro Salinas)

domingo, 15 de septiembre de 2013

En esto consiste la tragedia del héroe

Siempre existieron personas mezquinas que celebraron la caída de quien luchó a brazo partido contra la mediocridad. Es una ruindad tan antigua como la historia del hombre. Por eso, cuando el pitón del Miura encontró el cuerpo de David Adalid en Nîmes, algunos se alegraron. Dijeron que se trataba de una temeridad innecesaria, de una angustia injustificada y de una imprudencia fruto de la sed de protagonismo. Esas personas viven en una sociedad cortada a su medida, una que premia a quien no destaca, a quien va en el medio, en silencio, sin despertar envidias y pasando desapercibido. Quien se comporta, al fin y al cabo, como un subalterno, en el sentido más peyorativo del término.
 
 
Sin embargo, David Adalid es un torero que va en contra de la corriente (¿acaso no fue un David quien se enfrentó a Goliat?). Tras luchar como un jabato en los brazos de sus compañeros que trataban de impedir que volviera a salir al ruedo, no tenía necesidad de clavar el último par al Miura que ya le había herido tras no obedecerle al quiebro. Al menos no una necesidad "externa" o material. Su valor y pundonor nacía de él, de la obligación de demostrar que es un profesional extraordinario, un hombre de una pieza. Lo que antes llamábamos heroicidad, hoy se ha convertido en imprudencia o ansias de protagonismo, al menos para los espíritus mediocres. 
 
 
Lo que ha diferenciado a la Fiesta de cualquier otro espectáculo plástico o visual no ha sido su carácter artístico, sino su vertiente heroica y a veces trágica, la que emociona y sacude la conciencia. Este sentimiento es la pura esencia de la Tauromaquia y su justificación a través de los siglos. La caída en el ruedo y el posterior alzamiento del héroe que rebasa los límites para defender su honor es, pues, una metáfora de la actitud con la que todos deberíamos encarar la vida. Alabar o criticar a Adalid retrata hoy nuestras glorias y miserias.
 
 
Por eso, la voz entrecortada de Javier Castaño, su sentimiento de culpabilidad por no haber evitado la cornada y los ojos acuosos cuando despachó al Miura que había herido a su torero de plata, descubren al tipo de persona que tenemos ante nosotros. Porque, otra constante a lo largo de la Historia, ha sido que los hombres extraordinarios han caminado juntos. Eso también va por el resto de la cuadrilla de Castaño. Y por Fernando Robleño, por supuesto, testigo de lo que sucedía, y que previamente se había jugado la vida como un hércules en el anfiteatro de Nîmes. En todo esto consiste la grandeza y la tragedia del héroe.
 
Toda la cuadrilla arropa a Adalid quien, al despertar, lo primero que ha dicho ha sido:
"Apoderado, esta noche cenamos suero".
 
 

domingo, 2 de junio de 2013

Crónica del 1 de junio: "¿Viva Cuadri manque pierda?"


Dura poco la alegría en casa del pobre. Si el jueves nos esponjamos con la corrida de Adolfo Martín, el sábado nos tiraron el jarro de agua fría con la de Cuadri. Algunas tardes uno vuelve a casa con ganas de aficionarse a otra cosa. Al ganchillo, por ejemplo, que da menos "inrritaciones", como dicen en el sur. Los Cuadri son los primeros que no se dan coba y, al poco de arrastrar a su último toro, Antonio, sobrino de Fernando, publicó estás declaraciones en Twitter: "Decepcionado. Corrida sosa y descastada... lejos de lo buscado y esperado. Lo típico es decir: esto es así, pero te quedas jodido igual". Tienes razón, Antonio. Salvando la presentación: la corrida fue mala sin paliativos: muy atacada de kilos, ha manseado en todos los tercios y no ha salido ningún toro bravo. ¿Para qué negar la realidad? Uno debe ser duro con aquello que quiere. Sin embargo, con ganaderos como vosotros, tan íntegros, tan de una pieza, ¿cómo vamos a tirar la toalla? Ahí seguiremos, a las duras y a las maduras, por todos los San Isidros excepcionales que nos habéis ofrecido. Y los que vendrán.
 
Lo que sí me preocupa es que se aplauda en el arrastre un toro como el cuarto, el famoso castaño Brigada. Esto sólo es posible en una afición voluble y sin criterio. Mal la corrida, pero peor el público de Las Ventas, muy caprichoso y con "cuadrimanía" aguda.
 

Sensacional, una vez más, la cuadrilla de Castaño que, gracias a la generosidad de su matador, ha dado una apoteósica vuelta al ruedo tras la lidia del quinto, el mejor toro del conjunto. Qué emocionante ha sido ver a la plaza en pie, batiendo palmas y arrojando sombreros a Tito Sandoval, Marco Galán, David Adalid y el certerísimo Fernando Sánchez. Una estampa de otra época. Si lo pensamos fríamente, ellos han sido los auténticos triunfadores de este San Isidro: ¿qué otro torero ha puesto boca abajo a Las Ventas dos tardes?
 

Sobre los matadores que lidiaron los Cuadris, tan sólo unas breves notas. Fernando Robleño, haciendo gala una vez más de la falta de suerte que le caracteriza, pechó con el peor lote. Anduvo espeso y le faltó picardía para recortar y quebrantar más a sus toros con el capote. A causa de ello, luego, en la faena de muleta, encaró múltiples apuros. Fulminante fue su estocada a Brigada: dejó patente su deseo de quitarse de en medio a ese toraco de casi seis años. Javier Castaño, que toreaba con la mano derecha lesionada tras la corrida de Adolfo, no consiguió rematar la euforia colectiva que desató su cuadrilla. Sorteó los dos toros con más opciones -ni mucho menos fueron buenos- y, aunque estuvo valentísimo, no logró cuajar sendas faenas que se diluyeron al marrar con la espada. Sufrió, por cierto, un pitonazo en la nariz poco antes de despachar al quinto. Luis Bolívar nada pudo hacer con el tercero y quizás le faltó lanzar la moneda con el sexto, al que toreó bien de capa, aunque el público apenas se percató. Sospecho y lamento que algunos aficionados se pondrán de parte de los toros y harán sangre con esta terna que ha tenido la dignidad de lidiar y estoquear a los Cuadris.
 
Personalmente, sigo siendo partidaria de los Cuadris y de Robleño, Castaño y Bolívar. A pesar de los disgustos, y aunque sea una decisión irracional, mientras queden ganaderos y toreros como ellos, el ganchillo tendrá que esperar. Cuestión de temperamento.
 
  

lunes, 13 de mayo de 2013

Crónica del 12 de mayo: Escolares con más fachada que cimientos


Tras el petardo de José Luis Pereda y los Bayones, la corrida de José Escolar mantuvo el interés, sin embargo, le faltó mucho para convencer al aficionado riguroso. Salvo el escurrido quinto, el conjunto salvó la papeleta por la fachada, en vez de por los cimientos de la casta. En definitiva, más geniuda que brava. El mejor toro, sobre todo por su movilidad, fue el cuarto, de nombre Bustillo II, aplaudido en el arrastre y que tomó tres varas propinadas por Juan José Esquivel. Rafaelillo plantó cara en las primeras arrancadas del violento animal, justo antes de arrugarse y recortarle el recorrido. No pudo con él. El primero fue un Escolar deslucido y agarrado al piso.


Entre los matadores, sobresalió la actitud de Alberto Aguilar, que jamás volvió la cara y estuvo muy por encima de su descastado lote. En todo momento llevó el mando de la lidia, con cordura y cabeza fría. Lástima que haya quemado sus dos cartuchos en Las Ventas. Merece más.


El momento más torero llegó de la mano de Fernando Robleño, doblándose en el comienzo de faena a su primero. Firmó detalles para un cartel de toros, a pesar de que al conjunto le faltó consistencia y remate, principalmente por el pitón derecho. El madrileño, que llevaba un crespón negro prendido de la chaquetilla, quiso abandonarse con el toro menos adecuado y le acabó pasando factura. El mejor de la tarde con el estoque. Ante el quinto no hubo nada que hacer.


Entre las cuadrillas, además del tercio de varas de Esquivel, se desmonteraron José Mora y Pascual Mellinas, en las filas de Rafaelillo. Tarde primaveral con la plaza casi llena. Desde el tendido, un maestro en el arte de lidiar Escolares aplaudió el arrojo de la terna.

Fotos: Juan Pelegrín

lunes, 1 de abril de 2013

La conquista silenciosa (crónica de la corrida de Victorino en Arles)

En las vueltas del sombrero donde se sortean los toros de Victorino, rara vez sale ya la bolita con el número de la alimaña o el de bandera. En las últimas temporadas, el conjunto suele saldarse con un tono medio que, en Arles, ha rozado el notable (con 18 puyazos en total). Quizás los dos extremos lo marcaron el quinto, por peligroso, y el segundo, por bravo y noble. En cuanto a la presentación, fue irreprochable: ambos ganaderos, padre e hijo, que presenciaron la corrida resguardados de la lluvia compartiendo paraguas, han llevado al Coliseo de Arles una corrida de plaza de primera categoría. Sólo llamó la atención la encornadura, con muchos ejemplares paletones y pocos veletos o cornipasos, marca de la casa.


Sorteó el peor lote el torero que abrió cartel: Fernando Robleño, que vistió el mismo terno grana y oro de su épica encerrona en Ceret. A su primero le faltó transmisión; con el azaroso quinto se la jugó a carta cabal -no en vano, resultó prendido pudiendo zafarse de la cornada de milagro-; y estuvo sensacional con el tercero, un animal que rompió a bueno tras "hacerlo" a base de oficio, alargándole las embestidas. Hacía tiempo que no veía torear tan bien, tan de verdad al natural. Cuando los toreros se encuentran en su mejor momento, no conocen el toro imposible. Eso se nota en la muleta transparente de Robleño: si la dignidad y la vergüenza torera cotizasen al alza, otro gallo le cantaría. Se torea como se es. Y como se está. Un detalle basta para entenderlo: la manera en que llevó a su tercero al caballo, poderoso y seguro, obligándole por bajo.


El otro espada que completaba cartel, y que tampoco anda escaso de valor ni pundonor, era Javier Castaño. El salmantino ha tenido una tarde de menos a más: algo frío y desconfiado con su primero -el mejor Victorino de la tarde, que tomó cuatro puyazos-, hasta firmar una impecable faena, de coraje y oficio, al sexto. Tal vez la actuación que más me gustó fue su emocionante lidia al cuarto, dejándose llegar al toro de lejos, dándole todas las ventajas. Es de agradecer la manera en que Castaño enseña su lote, desde que se abre de capa hasta la estocada final. En eso también ayuda una espléndida cuadrilla, donde en Arles, además de Adalid, han destacado dos jóvenes promesas: el picador Alberto Sandoval, sobrino de Tito Sandoval, y el tercero Fernando Sánchez Martín. 

Fotos: Jöel Buravand

El único reproche que puede pesar sobre las conciencias de Robleño y Castaño ha sido su fallo con la espada que, sin duda, les ha privado de varias orejas. Esto demuestra que, para triunfar y ganarse el respeto de la afición, no siempre es necesario cortar apéndices al peso. Existen otras conquistas, menos materiales y prácticas, sin duda, pero más sólidas y perennes.


Con este mano a mano, se ha puesto fin a la interesante feria de Arles, un ciclo donde, todas las tardes, se han visto toros (especialmente de Alcurrucén, Torrestrella, Cebada y Victorino), toreros (Iván Fandiño, Luis Bolivar, David Mora, y hoy, Robleño y Castaño), cuadrillas, tercios de varas y donde, sobre todo, no ha habido un solo baile de corrales. Que tomen nota en otras latitudes porque ésta es la única receta para la salvación. No existen más ingredientes para el milagro.

domingo, 4 de noviembre de 2012

No hay que llegar primero, pero hay que saber llegar


El último viernes de octubre, el pueblo de Fuenlabrada le rindió homenaje a su torero. Nunca ha encabezado el escalafón ni ha tenido hueco en los carteles de campanillas, sin embargo, a la hora de su retirada, al fin, se le está haciendo justicia. Ninguno de los toreros con los que empezó su carrera sigue en activo: puede decirse que él ha sido el último gran guerrero de su generación (ha estoqueado casi 80 corridas de Miura y 30 de José Escolar). José Miguel Arroyo, Joselito, el niño bonito de aquella época, se cortó la coleta pronto; a José Luis Bote los toros le cosieron el cuerpo a cornadas; y José Cubero, El Yiyo, murió en la plaza de Colmenar Viejo en 1985. Las cuadrillas de esta generación no corrieron mejor fortuna, y el peón de confianza de Joselito, Antonio González Gordón, Campeño, falleció unos días después de que un toro de Arribas Sancho le ensartara el cuello en Las Ventas el 22 de mayo de 1988.

Alternativa en Villaviciosa de Odón (1987)

Todas estas desgracias las presenció El Fundi en primera fila. El día de la cornada fatal de Campeño, confirmaba la alternativa. Tras su segunda faena, la mayoría del público solicitó para él la vuelta al ruedo. No obstante, desde el tendido del 7, parte del 8 y la andanada del 9, se oyeron algunos pitos. Cuando El Fundi, en su paseo triunfal, cruzó delante de ellos, les dio la espalda, armando una tremenda zapatiesta. Ésta fue la crónica que Joaquín Vidal escribió sobre aquella aciaga tarde de San Isidro:

"Seguramente ayer se pasaron con El Fundi, frenándole la vuelta al ruedo tras la muerte del quinto toro, pues ese toro era incierto y El Fundi lo había embarcado en la muleta a fuerza de pundonor, de valor y de excelente técnica lidiadora. El resto del público reaccionó y obligó a El Fundi a dar la vuelta al ruedo, y sirvió aquello para entablar una desaforada polémica a voces entre el sector intransigente y todos los demás. La manifestación de intolerancia de que hicieron ayer gala muchos espectadores fue deprimente".

Estocadas inolvidables (Toro de Adolfo Martín, mayo de 2008)
Fotografía de Juan Pelegrín

Sea como fuere, desde su confirmación de alternativa en 1988 y hasta el año 2007 apróximadamente, en Las Ventas le declararon la guerra al Fundi, que tuvo que exiliarse en las plazas francesas y abrirse allí camino. Por eso resultaron tan emocionantes las palabras que el otro día le dedicó José Tomás durante el homenaje en su pueblo natal: "No hay que llegar primero, sino saber llegar", citando al compositor mexicano José Alfredo Jiménez.

"Una piedra del camino
me enseñó que mi destino
era rodar y rodar.
Después me dijo un arriero
que no hay que llegar primero,
pero hay que saber llegar".


El Fundi siempre supo llegar aunque a veces el destino no quiso esperarlo. En mayo de 2009, cuando se encontraba en el mejor momento de su carrera y cuando al fin todas las grandes ferias le habían abierto sus puertas en carteles de postín, sufrió una doble fisura en el cráneo tras caer de un caballo cuando hacía labores de acoso y derribo. Intentó reaparecer a mediados de junio en Toledo, en una corrida benéfica donde precisamente toreaba José Tomás, pero el hematoma craneal le había dejado secuelas en la pierna y, sin poder desembarazarse del toro, recibió una cornada grave. En agosto volvió a caer en San Sebastián ante un Victorino. Este rosario de incidentes, de caídas y reapariciones, de luchas inacabables, resume la trayectoria del Fundi. José Tomás dijo de él: "Tú has llegado por un camino lleno de valor pero, sobre todo, de valores. Valores, entre otros, como la honestidad, la superación, el sacrificio, la responsabilidad, la sensibilidad y la lealtad a tu profesión. Creo que estos valores siempre han estado muy presentes en la Tauromaquia, pero no todos le han sido fieles como lo has sido tú".


Esto también es el toreo. Trayectorias como las del Fundi y palabras como las de José Tomás -o las de Robleño, no hace mucho, cuando lo sacó a hombros de la plaza de Fuenlabrada- están por encima de las faenas y los triunfos. Los aficionados, desgraciadamente, no recordaremos al Fundi saliendo a hombros por la Puerta Grande de Madrid, no obstante, nos ha emocionado más que otros diestros que sí lo han hecho. De luces o de calle, para muchos, seguirá siendo rey y ejemplo.

martes, 16 de octubre de 2012

El inventario del aficionado (temporada 2012)


La temporada taurina echa la persiana. Despedida y cierre. Desde la feria del Pilar hasta Fallas, el calendario correrá considerablemente más despacio. Dicen que pronto la Comunidad de Madrid colocará una tapadera sobre Las Ventas para que Taurodelta pueda programar novilladas sin picadores las mañanas de los domingos (después del I Festival Internacional de Circo, por supuesto). El invento de la olla en la calle Alcalá está por ver. Lo único seguro es la temporada que ya se marcha, con las expectativas que se cumplieron y las promesas que se quedaron por el camino. Algunos toreros ya cambian el traje de luces por el campero mientras que otros preparan la maleta para hacer las Américas (unas ferias, las transatlánticas, que, por cierto, cada vez interesan menos).


Mientras, los aficionados comenzamos a escribir el inventario: ese rosario de nombres que jalonaron -y salvaron- una temporada que no ha sido especialmente lúcida ni lucida. ¿De quién se hablará durante las tertulias invernales? Sin duda, de Javier Castaño, por revalorizar los tres tercios de la lidia y echarse al coleto las ganaderías más duras; de Fernando Robleño, por su lucha sin cuartel, por no dar su brazo a torcer y por aquella encerrona épica en Céret; de Iván Fandiño, por su valor incorruptible, por esa forma de matar o morir y por seguir lidiando todos los encastes; de Sergio Aguilar, por su pureza y toreo clásico, casi perfecto; de Eduardo Gallo, por volver a ser algo más que una promesa; de Uceda Leal, porque la tarde en que le salga un toro, esta vez sí, va a crujir Madrid; de Alberto Aguilar, porque merece mucho mejor trato del recibido; de Diego Urdiales, porque quizás las empresas lo olviden, pero los aficionados no, y menos los de Bilbao; de Jiménez Fortes, porque éste sí que puede funcionar; de Antonio Nazaré, por ilusionar sin ser el clásico torero consentido de Sevilla; de Joselito Adame, por ser el mejor matador mexicano del escalafón actual; de Fernando Cruz, por aquella intempestiva cornada y porque en Las Ventas lo esperan; del Fundi, por su despedida, pero sobre todo por su hombría; y, finalmente, de Padilla, por su vitalidad contagiosa y por hacer cosas que no están al alcance de los demás mortales.


Entre los hombres de plata, también relucirán los nombres, entre otros, de David Adalid, Luis Carlos Aranda y Tito Sandoval. ¿Y entre las ganaderías? Victorino, José Escolar, Cuadri, Adolfo, Baltasar Iban, Miura, Valdefresno, El Pilar, Alcurrucén, Adelaida Rodríguez, Cebada Gago, Valdellán, Mauricio Soler, Torrestrella... Todos ellos mantuvieron el barco a flote.


Los aficionados les damos las gracias no por hacernos disfrutar, ni por estar a gusto -como repiten machaconamente las figuras y sus réplicas novilleriles-, sino por emocionarnos. La emoción es un sentimiento mucho más profundo y duradero que el goce. Una corrida no se parece a un concierto de Shakira, donde el objetivo final consiste en bailar el Waka Waka; porque los toros, a diferencia del espectáculo de la colombiana, no son un mero entretenimiento. Ninguno de los anteriores toreros nos hicieron ondear pañuelos como locos cada tarde, ni los toros de las ganaderías mencionadas fueron indultados provocando el delirio colectivo. Tampoco fue necesario. La grandeza de la Tauromaquia va más allá del triunfo y del recuento de orejas. Y la lucha siempre resulta más edificante si el camino ha sido difícil. Por tanto, a todos ellos, gracias. Tras las penurias del invierno, en los albores de la próxima temporada, los esperamos en la plaza (con tapadera o sin ella).