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lunes, 17 de octubre de 2016

Y su sangre ya viene cantando

"Y su sangre ya viene cantando: 
cantando por marismas y praderas, 
resbalando por cuernos ateridos 
vacilando sin alma por la niebla"

(Federico García Lorca)

Foto de Laure Crespy

Se terminó el hilo de la temporada taurina; una temporada que, como una madeja con demasiados nudos, no resultó continua, sino cortada por la mitad, dejando en uno de los cabos, el tremendo desorden de la muerte.

Comenzaron a tejerse las corridas allá por el mes de febrero, con la feliz noticia de una resurrección. David Mora y Jiménez Fortes volvían a vestirse de luces en Vistalegre, retomando una vieja senda: la de los hombres que deben seguir su destino hasta las últimas consecuencias. No satisfecho con este renacer, en San Isidro, hiló Mora otra historia épica, además de unas trincherillas que ni el implacable viento de Las Ventas ha sido capaz de llevarse. Este capítulo, cuyo prólogo fue un emocionante brindis al doctor García Padrós, también contó con la aparición de un excelente Alcurrucén, de nombre "Malagueño"; pero no fue el único toro de bandera al principio de este embrollo que llamamos temporada: inolvidables "Cobradiezmos" de Victorino Martín, indultado por Manuel Escribano en La Maestranza, o el fiero "Camarín", de Baltasar Iban, al que Alberto Aguilar trasteó un inicio de faena de torero que se viste por los pies. Y de las mieles, al abismo necesario, con aquella corrida de Saltillo que llevaba la muerte en la imaginación, a la que tres matadores valientes, junto a sus cuadrillas, le hicieron frente en las postrimerías de mayo. 

Foto de Juan Pelegrín

De la primavera al verano, y cuando Pamplona ardía en mitad del jolgorio de San Fermín, apareció, sin avisar, como de costumbre, la muerte. La tarde del 9 de julio, un pitón atravesó el pecho de Víctor Barrio, trastocándolo todo. La parca se llevó por delante las resurrecciones de invierno y los triunfos primaverales, el brillo y la alegría cosidos a esta vieja fiesta. Un ataud portado por toreros descendió las calles empedradas de Sepúlveda, los crespones negros comenzaron a brotar en las chaquetillas, y nada volvió a ser como antes. El 10 de julio, horas después del fallecimiento de Víctor Barrio, a la hora del paseíllo, en Pamplona sonó un desasogante silencio poco antes de que, sin tregua, una inmensa corrida de Pedraza de Yeltes saliera de los chiqueros de La Misericordia. Se lloró entonces en el ruedo y en los tendidos, no sólo por el héroe muerto, sino por todos sus compañeros que tenían que continuar la temporada con la muerte a cuestas. El traje de luces jamás pesó tanto. 

Foto de André Viard

El sol no volvió a brillar hasta el descorche de agosto, en Azpeitia, donde, a orillas del Urola, Curro Díaz trenzó una faena de oro a un toro de Pedraza llamado "Sombreto". Porque el de Linares, testigo silente de la cornada de Víctor Barrio, está tocado por la varita, y ni la muerte ha podido apagar su toreo este año. Él y Talavante han dispendiado personalidad, gusto y clase, con toro y sin él. Y aunque Manzanares se llevó merecidamente la Puerta Grande en Madrid por una bellísima faena, la genialidad, por el momento, está reservada para Curro y Alejandro, un mano a mano que revolucionaría cualquier plaza el próximo año.

Soberbia también la temporada de Juan Bautista, amo absoluto de los anfiteatros romanos de Arles y Nîmes, donde estuvo majestuoso; apabullante Roca Rey, que ha pagado muy caro su valor, pero a quien su determinación lo hará figura; y algún nombre más, que se pierde en la maraña de tantas tardes de toros.


En estos días de mediados de octumbre, ha ido terminando la temporada, apagándose lentamente, desatando sus últimos nudos, en Zaragoza, en Jaén, en Madrid. Igual que cada año, los toreros y las cuadrillas -los afortunados- festejan el seguir vivos. Se suceden las celebraciones, las cenas, los brindis, los bailes; un epílogo feliz y amargo, a veces excesivo, a veces socavado por un silencio. Porque, aunque ya nadie desea volver a ver la sangre derramada en la arena, ésta surge, como un relámpago, en mitad de la despedida. Ciertas tardes de verano seguirán quemando varios inviernos.

lunes, 6 de junio de 2016

Desde el corazón de las tinieblas

Este San Isidro queda resumido en dos imágenes llegadas, directamente, desde el corazón de las tinieblas: del retrato de un hombre que abraza, con la mano ensangrentada, a quien le ha salvado la vida, a la lucha desesperada de otro que pone todo su empeño y voluntad en sobrevivir, haciendo surgir la belleza y el orden de la fiereza y el caos. David Mora, después de cortar las dos orejas de "Malagueño" de Alcurrucén, con don Máximo García Padrós. Y Alberto Aguilar ante un toro decimonónico de Saltillo. "En el fondo de toda belleza habita algo inhumano". Lo escribió Camus y ambas fotos -una de Sánchez Olmedo y otra de Cruz- lo demuestran.


"Penetramos más y más espesamente en el corazón de las tinieblas. Allí había verdadera calma […] Si aquello significaba guerra, paz u oración es algo que no podría decir […] Nos podíamos ver a nosotros mismos como los primeros hombres tomando posesión de una herencia maldita" (Joseph Conrad).


Y es que, probablemente, la tauromaquia sea la última manifestación visible de una herencia maldita: el recordatorio de que mañana podemos amanecer rodeados de belleza o en el mismo corazón de las tinieblas. Esa inhumanidad consustancial a la Fiesta, alejada del triunfalismo, es la razón y justificación de su existencia, mucho más que mil faenas hermosísimas de Manzanares.


miércoles, 25 de mayo de 2016

La historia de un hombre de muchos senderos

"Ignoramos nuestra verdadera estatura hasta que nos ponemos de pie"
(Emily Dickinson)


Dejé de escribir el día en que me di cuenta de que había más escritores que lectores. Al abandonar el hábito de juntar unas letras al terminar la tarde de toros, creo que me volví más incrédula, incluso derrotista; pero tampoco sucedía nada que me animara a volver a escribir. Quizás fuera yo... o que en el ruedo no ocurría algo extraordinario. No sé si el problema era interno o externo, el caso es que la tinta se secaba desde comienzos de abril y la primavera transcurría sin que fuera capaz de firmar cinco líneas. Hasta que David regresó como el Ulises que se vio obligado a abandonar Ítaca. Lo escribió Cernuda:

¿Volver? Vuelva el que tenga,
tras largos años, tras un largo viaje,
cansancio del camino y la codicia 
de su tierra...


Ver a un hombre levantarse, volver tras un largo viaje, resurgir de la misma arena donde cayó, abrazar a quien le salvó la vida. La historia de David Mora está escrita con sangre, pero también con tinta, pues nunca de concibió una Odisea tan perfecta, tan bien tejida, tan épica. "Cuéntame, Musa, la historia de un hombre de muchos senderos, que anduvo errante muy mucho después de Troya sagrada asolar; vio muchas ciudades de hombres y conoció su talante, y dolores sufrió sin cuento tratando de asegurar la vida y el retorno... [...] Y el caso es que cuando transcurrieron los años y le llegó aquel en el que los dioses habían hilado que regresara a su casa de Ítaca, ni siquiera entonces estuvo libre de pruebas; ni cuando estuvo ya con los suyos". 


No sé qué Dios hiló el destino de David Mora, de la puerta de toriles a la enfermería, y después a la Puerta Grande, de la muerte a la vida, y del abismo a la gloria, ligando unas trincherillas que han hecho brotar un nudo de cada garganta. Sólo sé que una historia como la suya haría revivir al mismo Homero, porque una epopeya tan colosal, la de un hombre y un toro, no puede quedar sin alguien que la cante y escriba. 


Por supuesto, loas también al Dios (distinto del primero, porque el toreo es una religión pagana y politeísta) que puso en el camino de Mora a un extraordinario Alcurrucén llamado "Malagueño", porque una gesta así debe tener un toro, es decir, una última prueba, a la altura del héroe. 

Fotos: Juan Pelegrín

En La Odisea se hablaba de una "diosa de ojos brillantes": Atenea. Imposible asistir al regreso de David a Las Ventas sin brillo, o sin lágrimas, en la mirada. Imposible de olvidar. Y difícil de escribir.

Sigue, sigue adelante y no regreses,
fiel hasta el fin del camino y tu vida,
no eches de menos un destino más fácil,
tus pies sobre la tierra antes no hollada,
tus ojos frente a lo antes nunca visto.

lunes, 22 de febrero de 2016

El camino elegido


"Dos caminos se bifurcaban en un bosque amarillo, y apenado por no poder tomar los dos siendo un viajero solo, largo tiempo estuve de pie mirando uno de ellos tan lejos como pude, hasta donde se perdía en la espesura; […] dos caminos se bifurcaban en un bosque y yo, yo tomé el menos transitado, y eso hizo toda la diferencia (Robert Frost).


Hay caminos que marcan una vida. David Mora tomó una bifurcación inesperada en Las Ventas, el 20 de mayo de 2014, rumbo a la puerta de toriles. Casi dos años después, el 21 de febrero de 2016, cuando todos le daban por perdido en la espesura -incluso él mismo- reanudó el recorrido regreso. Y desembocó en el claro del toreo clásico, templado, honrado y valiente. Como un fiel escudero, su compañero de viaje, Jiménez Fortes, le siguió tanto en las sombras -llevándolo en brazos hasta la enfermería-, como en las luces, en su milagrosa reaparición en Vistalegre. Ambos eligieron el camino menos transitado y eso marcó toda la diferencia.


Tanta honestidad -la verdad de un hombre consciente de que debe seguir su destino hasta las últimas consecuencias- abruma y emociona, sobre todo en un mundo pusilánime que tiende a elegir el camino más llano. Se hace camino al andar, pero también al caer. Lo escribió Baroja: “Hay hombres para quienes la vida es de una facilidad extraordinaria. Son algo así como una esfera que rueda por un plano inclinado, sin tropiezo, sin dificultad alguna. ¿Es talento, es instinto o es suerte? Los propios interesados aseguran ser instinto o talento; sus enemigos dicen casualidad, suerte, y esto es más probable que lo otro, porque hay hombres excelentemente dispuestos para la vida, inteligentes, enérgicos, fuertes y que, sin embargo, no hacen más que detenerse y tropezar en todo. Un proverbio vasco dice: «El buen valor asusta a la mala suerte». Y esto es verdad a veces..., cuando se tiene buena suerte”.


Buena suerte, pues, y bienvenidos de nuevo, Mora y Fortes, porque vuestra vida no rueda por un plano inclinado, y eso os hace grandes. En estos últimos días de invierno en los que empieza una nueva temporada, algunos retoman una vieja senda.

lunes, 14 de diciembre de 2015

Los "sísifos" del toreo


Dice Antonio Ferrera que quiere matar seis victorinos en la Feria de Abril. Con semejante apuesta sobre el tapete, vuelve el guerrero de las 36 cornadas. Todo o nada. Acaba de recibir el alta definitiva tras fracturarse el brazo derecho el pasado mes de junio -lo que le obligó a cortar la temporada- y es consciente de que la partida comienza desde cero. Durante su convalecencia, otros matadores le han tomado la delantera en la ruleta de los carteles. Rafaelillo, sin ir más lejos. El toreo es implacable -a veces injusto- y el menor tropiezo se paga con el ostracismo o el olvido. De hecho, Ferrera no es el único "exiliado" de la temporada 2015. 

A causa de una mala tarde -la desafortunada encerrona del Domingo de Ramos en Las Ventas-, tanto detractores como partidarios hicieron de Fandiño un auténtico proscrito. Él, que encarna mejor que nadie el mito de Sísifo, también vuelve a empujar su pesada carga desde el pie de la montaña. Por otros motivos -dos espeluznantes cornadas a las que sobrevivió milagrosamente-, Jiménez Fortes es otro diestro que "renace" en 2016; sin olvidar a David Mora, quien, a partir de Fallas, retoma una lucha que quedó truncada en el San Isidro de 2014. 

Por cornadas físicas o morales, estos cuatro matadores reciben al próximo año bajo los sones de Begin the Beguine. Volver a empezar. Su mérito es inconmensurable y su cometido, aún mayor: encarnar la grandeza  -y la crudeza- del toreo como recientemente hizo Padilla. Por justicia, la afición no debe mostrarse cicatera con su inminente destino, pues incluso los valientes merecen magnanimidad de vez en cuando. Ya lo escribió Camus: "No hay castigo más terrible que el trabajo inútil y sin esperanza". Suerte y gratitud, pues, para los "sísifos" del toreo. 


"Se ha comprendido ya que Sísifo es el héroe absurdo. Lo es tanto por sus pasiones como por su tormento. Su desprecio de los dioses, su odio a la muerte y su apasionamiento por la vida le valieron ese suplicio indecible en el que todo el ser se dedica a no acabar nada. Es el precio que hay que pagar por las pasiones de esta tierra. No se nos dice nada sobre Sísifo en los infiernos. Los mitos están hechos para que la imaginación los anime. Con respecto a éste, lo único que se ve es todo el esfuerzo de un cuerpo tenso para levantar la enorme piedra, hacerla rodar y ayudarla a subir una pendiente cien veces recorrida; se ve el rostro crispado, la mejilla pegada a la piedra, la ayuda de un hombro que recibe la masa cubierta de arcilla, de un pie que la calza, la tensión de los brazos, la seguridad enteramente humana de dos manos llenas de tierra. Al final de ese largo esfuerzo, medido por el espacio sin cielo y el tiempo sin profundidad, se alcanza la meta. Sísifo ve entonces cómo la piedra desciende en algunos instantes hacia ese mundo inferior desde el que habrá de volver a subirla hasta las cimas, y baja de nuevo a la llanura" (Albert Camus, El mito de Sísifo).

miércoles, 9 de diciembre de 2015

Las batallas se ganan con ejércitos cansados

"El mando y señorío es de aquellos que vencieron la batalla" 
(Jenofonte)

Foto de Ignacio Pereletegui

El general cartaginés Aníbal Barca -considerado como uno de los más grandes estrategas de la Historia- sostenía que las batallas se ganaban con ejércitos cansados. También heridos. Porque es en los momentos de debilidad donde los auténticos guerreros sacan fuerza de flaqueza. Y eso ha sucedido con David Mora: tras sufrir una cornada en Las Ventas que casi le cuesta la vida y que, tras múltiples intervenciones quirúrgicas, se saldó con una lesión en el nervio femoral que le dejó parcialmente paralizada la pierna izquierda, el torero de Borox ha vuelto a tentar en el campo, preparando su impensado regreso a los ruedos a comienzos de la próxima temporada. El epílogo de su titánica lucha tendrá lugar en Valencia, durante la Feria de Fallas, donde, a buen seguro, una atronadora ovación sonará en su honor al finalizar el paseíllo. Después vendrán Arles, Madrid...  y lo que le depare el toro y el destino. Así es la vida del torero: un constante vaivén entre el sacrificio y la recompensa, entre el revés y el triunfo, entre la vida y la muerte.

Foto de Juan Pelegrín

El cansancio y el desánimo no han minado el espíritu de David Mora durante estos casi dos años de rehabilitación. Al contrario, siempre luchó por recuperar la movilidad de la pierna y volver a enfundarse el traje de luces. Contra todo pronóstico, ha ganado su propia batalla, escribiendo una historia que bien pudiera ser incluida en los libros sobre dioses y héroes. Incluso Ulises tuvo que esperar veinte años hasta poder regresar a Ítaca... Agotado, y cuando todos lo daban por muerto, volvió a casa.


"Cuando emprendas tu viaje a Ítaca
pide que el camino sea largo
[...] Ten siempre a Ítaca en tu mente.
Llegar allí es tu destino"
(Constantino Cavafis)

miércoles, 20 de mayo de 2015

El héroe de nuestro tiempo

Era una tarde ventosa y desapacible. Desplegó su capote ante chiqueros, se postró a porta gayola y su suerte cambió para siempre. Regó el ruedo con tres litros de sangre y entró a la enfermería casi en parada cardiorrespiratoria. Una gravísima cornada en el muslo izquierdo, que afectaba a la femoral, le impidió volver a vestirse de luces. El toro se llamaba "Deslío" y llevaba la divisa de El Ventorrillo. El torero, David Mora. García Padrós, el hombre que le salvó la vida. Desde aquel 20 de mayo, un sueño le desvela algunas noches: anuncia la reaparición a su cuadrilla y, cuando llega el momento, la pierna no responde.


Escribía Alexander Kojeve -uno de los mayores especialistas en Hegel- en La dialéctica del Amo y el Esclavo que, cuando se pone en juego la vida por puro prestigio (o por honor), el hombre se hace reconocer por el hombre. Esta particularidad -que se hace especialmente evidente entre los toreros- nos separa de “la animalidad”, porque el animal es “pura afirmación vital”, de modo que la “negatividad vital” citada por Kojeve es, paradójicamente, la que nos hace “animales distintos”; la que nos hace hombres. “Sin esa lucha a muerte hecha por puro prestigio, no habrían existido jamás seres humanos sobre la tierra”. Mientras David Mora arrastraba el capote hasta la puerta de toriles, por puro prestigio, nos redimía a todos aquellos que fijábamos los ojos en su figura. Sin embargo, como apuntaba Kojeve, “en estas condiciones, la lucha por el reconocimiento no puede terminarse sino por la muerte de uno de los adversarios, o de los dos a la vez”. Y así sucedió: David Mora casi pierde la vida en el túnel hacia la enfermería mientras Antonio Nazaré estoqueaba a “Deslío”.


Borges ya dio de ello en sus milongas, la de Manuel Flores, por ejemplo.

Manuel Flores va a morir,
eso es moneda corriente;
morir es una costumbre
que sabe tener la gente.

Y sin embargo me duele
decirle adiós a la vida,
esa cosa tan de siempre,
tan dulce y tan conocida.

Miro en el alba mis manos,
miro en las manos las venas;
con extrañeza las miro
como si fueran ajenas.


En el ruedo, un hombre se juega la vida “por puro prestigio” y, gracias a esta humanidad, el torero se aproxima “al héroe de nuestro tiempo”. Aquel lance a porta gayola de Mora, hace un año ya, no fue en balde, ni siquiera fue una fatalidad, porque nos hizo a todos más hombres.  

jueves, 14 de mayo de 2015

Begin de Beguine. Volver a empezar. Volver a nacer

En los toros -no confundir con el taurineo- todo es verdad, incluida la muerte. Por eso fascinan tanto. Begin de Beguine. Volver a empezar. Volver a nacer. Saúl Jiménez Fortes se encuentra estable en la clínica San Francisco de Asís de Madrid. Cuando el Doctor D. Máximo García Padrós y su equipo salieron de la enfermería pasadas las diez de la noche, todos aflojamos las mandíbulas: el pitón no había afectado a vasos, ni a la vía aérea ni al esófago. El malagueño había salvado la vida milagrosamente la víspera de San Isidro. 


La fatalidad -y el posterior prodigio- comenzó cuando Droguero, un colorado chorreado en verdugo de 640 kilos, empezó a apretar entre los tendidos 7 y 8. Aquel toro de Salvador Domecq parecía un tigre certero. En mitad de una serie, el bicho encunó a Fortes, quien cayó violentamente al albero, y allí, a merced de Droguero, recibió una terrorífica cornada en la base del cuello que le atravesó la garganta. Cuando logró zafarse, el torero se puso en pie taponando la herida con la mano. Al instante llegaron las cuadrillas, que lo llevaron a la enfermería en mitad del silencio. La plaza quedó horrorizada, apretando los dientes, y así continuó hasta conocer el parte médico de García Padrós.


Antes, Fortes había cortado una oreja a su tercero en una faena valiente sellada con unas bernardinas que entusiasmaron a la turba. Sin embargo, ese toro, muy geniudo y de nombre Alondro, habría merecido otra faena, de mayor distancia y mando. Bien es cierto que el fuerte viento que sopló durante toda la tarde hizo difícil el dominio con la pañosa. Uceda Leal también sufrió contra el vendaval y un deslucido lote, formado por un remiendo de Fidel San Román y otro ejemplar de la ganadería titular. En cuando al mexicano Diego Silveti, que reaparecía con los puntos puestos tras una cornada en el gemelo, tragó quina. Lo suyo fue una lucha titánica contra el dolor de la herida y la brusquedad de los toros. 


Hace casi un año, el 20 de mayo de 2014, otro torero nos conmocionó por su hombría y mal sino. Era David Mora, que como Jiménez Fortes, recibió una fatal cornada en la pierna, que lo apartó de los ruedos hasta la fecha. Este jueves, antes de que Droguero saliera por la puerta de chiqueros, el diestro malagueño recordaba a su compañero Mora -a quien llevó en brazos hasta la enfermería- en un emotivo brindis. Va por ellos. Y por los milagros.


martes, 20 de mayo de 2014

Una lúgubre masa de adobe y miedo

"Instantáneamente, en un abrir y cerrar de ojos, certero e inexorable como el Destino, el toro se le vino encima. Antes que él lo vio la gente; más que sentir su cogida, la vio en los ojos espantados de la muchedumbre. El alarido de ésta hizo recular al toro; pero el hombre estaba en el suelo, y fuerte mancha roja cubría uno de los muslos".
 

En 1915, Eugenio Noel ya describió las cornadas de David Mora, Antonio Nazaré y Jiménez Fortes. Antes que ellos, por supuesto, otros muchos hombres cayeron. Y así, gota a gota, desgarro a desgarro, golpe a golpe, temblor a temblor, la Fiesta ha sobrevivido a través de los siglos. Nada nuevo bajo el sol, sin que esta costumbre reste un ápice de dramatismo a la tragedia. Algunas tardes, Las Ventas se antoja lúgubre, como una masa de adobe y miedo.

Fotos: Tierras Taurinas
 
En torno a la enfermería de la plaza, a la caída de la tarde, se formó un muro macabro. Cuadrillas, periodistas, curiosos. Con los tres matadores en el hule, la fiesta se había aguado y había que resarcirse con emociones nuevas. El grito dado por la muchedumbre parecía oírse aún por los pasillos del tendido 4. Contaba un viejo matador que para ser torero no se necesitaba corazón, sino tripas y tipo.
 
 
Aunque en nuestro mundo aséptico este espectáculo, a veces tenebroso y siempre bárbaro, prácticamente no tiene cabida, la Tauromaquia se alimenta de cornadas. Pronta recuperación, pues, a todos los matadores heridos, con la gratitud y admiración de los aficionados.
 
Fotos: Alberto de Isidro

miércoles, 10 de julio de 2013

Leña con marmitako


Demostró con holgura Nicolás Fraile que en Valdefresno cría toros para ser lidiados en Las Ventas.  Que lo de la pasada Beneficencia fue una canallada maquinada por Matilla con la complicidad de Choperita, ya no hay quien lo niegue. Quien quiera entender de forma rápida y clara qué es el trapío, le recomiendo que vea los toros que Nicolás Fraile llevó ayer a su debut en Pamplona en sustitución de Cebada Gago: serios como la noche, hondos, imponentes de cara, musculados, incluso con rizos asomando en la testuz, pero ninguno atacado de kilos. Tras contemplar a semejantes pavos, a uno le entra la risa floja al pensar en la "tauromaquia creativa" que pregona el actual presidente de la Unión de Criadores de Toros de Lidia, el insigne Carlos Núñez. Porque los Valdefresnos de Pamplona ligaban mal con cualquier salsa o espuma de la nouvelle cuisine: cortaban hasta el aire.

 
Por desgracia, su fondo no resultó tan espectacular como su forma. En general, fue una corrida que cumplió notablemente en el caballo y que llegó amuermada a la muleta. Falta de casta, en definitiva. Algunos toros protestaron mucho en la pañosa y embistieron de mala gana con la cara suelta y apretando para los adentros. En cada lote cayó un regalo en forma de imponentes perchas: las arboladuras del primero, quinto y sexto fueron de infarto fulminante.  

A veces, los toros no embisten por exceso de preposiciones
 
Entre los matadores, quien resolvió mejor su papeleta y estuvo por encima de las circunstancias fue David Mora, que cortó la única oreja del festejo, al quinto, un animal acapachado y con hechuras de embestir. Premio generoso en exceso si tenemos en cuenta la defectuosa estocada, muy atravesada, que contrastaba con el excelente espadazo que el madrileño le propinó al primero de su lote. En cualquier caso, tarde despejada y meritoria la de Mora que, a todas luces, ha encontrado en Pamplona una de sus plazas fetiche. Precioso, por cierto, su inicio de faena por bajo al segundo, donde exhibió su gusto y torería.

 
Rubén Pinar, en cambio, anduvo irregular, pero sereno, a ratos templado, en dos faenas dignas, algo largas, y sin excesivo brillo. Mientras el público pamplonica despachaba tarteras de marmitako, Alberto Aguilar, muy brusco y perdido toda la tarde (a diferencia de su banderillero Rafa González), se aperreaba con su duro lote y pegaba el mitin con la espada. Una alegría ver de nuevo a José Antonio Campuzano en el callejón.

 
Otra corrida, al igual que la de Dolores Aguirre, no apta para la "tauromaquia creativa" ni para toreros que resoplan cada vez que se manchan el traje, ya sea de sudor, sangre o marmitako.

martes, 21 de mayo de 2013

Sobre Pedraza de Yeltes: las debilidades y pasiones de cada aficionado son inexpugnables

Un refrán dice que el campo envejece, empobrece y embrutece. Tener una ganadería brava también. No es ésta profesión para hombres que se afligen con los caprichos del devenir. Estoicismo, voluntad, perseveracia, paciencia, grandes dósis de realismo y, por supuesto, romanticismo son cualidades indispensables de todo buen ganadero. ¿Los hombres de Pedraza de Yeltes poseen estas condiciones? Se sabrá mañana, cuando tengan que regresar a ese campo que los curte con dureza, pero me consta que son tenaces. Y, desde luego, bravos.


A Las Ventas vinieron con una corrida de toros, cuatreña y lustrosa. Seleccionaron con esmero ocho ejemplares, todos hijos de vacas y sementales que presagiaban lo mejor. Incluso amaneció despejado, con ese cielo plácido que sólo posee Madrid. Luego, la suerte, las circunstancias, un desafortunado golpe contra un burladero, quién sabe si algo más, quizás algún hábito en el manejo diario, chafaron sus deseos. Los suyos, los de los toreros y los del aficionado, que anhelaba -que anhelábamos- que aquellos dijes embistieran sin descanso. Pedraza ha sido durante este invierno como la Ítaca de un guerrero veterano que sueña con volver. Con encontrar su refugio a orillas del Yeltes. Hacen falta ganaderías así: jóvenes, bravas, románticas que, en definitiva, ilusionen. Fuimos muchos los que apostamos por ella en Madrid y, estas jugadas, ya se sabe, sólo tienen dos desenlaces posibles: ganar o perder.


Algún día, Pedraza regresará a Las Ventas y podrá solicitar su revancha. Hasta entonces, hay que continuar en el frente de batalla. Y los aficionados cabales, seguir siendo fieles. Por ello, en esta ocasión, pido disculpas por mi falta de objetividad y, sobre todo, por no escribir esto dentro de unas horas, con la mente fría. Es una faena hecha al calor -y al disgusto- del momento. No pretendo ser imparcial con esta ganadería. Las debilidades y pasiones de cada aficionado son inexpugnables. A menudo, incluso, incomprensibles.


Por supuesto, el reconocimiento y respeto para los tres matadores que han hecho el paseíllo este martes. Sobre todo a David Mora, que se ha jugado la vida con hombría ante el sexto y no ha dudado en salir a cuerpo limpio del burladero para hacerle el quite a un compañero de cuadrilla. Eso también es el toreo.


Por hoy, aficionados, toreros y hombres de Pedraza, apaguemos la luz y dejemos de pensar en lo que fue y debió haber sido. Lo será en otra ocasión. El campo envejece, pero también premia a los perseverantes.

sábado, 6 de octubre de 2012

Desencuentro entre el toreo clásico de Sergio Aguilar y la bravura de los Valdefresnos


Sergio Aguilar torea más bien que la mar: siempre en el sitio, colocado entre los pitones, puro y seco. Sin desplantes ni alharacas. Toreo serio. Macizo. Quizás por eso no llega a "la masa" (ni lo hará en un futuro, por desgracia). Aguilar no entiende de marketing; sólo de toreo clásico. Lo mejor de la tarde lo ha firmado con la mano izquierda: una serie de naturales al hilo de las tablas del 2 como hacía tiempo que no se daban en Las Ventas. El primero de Valdefresno, rajado y aquerenciado a chiqueros, no le permitió hacer más. La fortuna tampoco lo acompañó en el cuarto, un toro encastado que apretó mucho en el caballo y al que le propinaron un tercio de varas criminal. Llegó a la muleta desfondado y Aguilar trasteó de la única manera de sabe: de frente y sin trampa ni cartón. Sorteó, con diferencia, el peor lote.

Aguilar, al borde de la desesperación, porque nunca le sale un toro en Madrid.
Fotografía: Juan Pelegrín

Nicolás Fraile ha traído una buena corrida de toros a Las Ventas: sobresaliente en la forma (así se viene a Madrid, ganadero) y notable en el fondo, con un toro de lío: el tercero, de Fraile Mazas y de nombre "Cartuchero", y otros que hubieran merecido otra lidia.

"Cartuchero", esta mañana en los corrales
 
A Iván Fandiño poco le ha faltado para abrir una Puerta Grande superficial, de una y una, que se truncó por fallar con el descabello en el quinto. Este toro, protestado en los dos primeros tercios por trastabillear, fue a más en la muleta, donde galopó con alegría y descolgó la cara. El de Orduña -con una disposición irreprochable- no supo encontrarle los terrenos (a veces a favor de la querencia, a veces en contra), ni el tiempo (muy acelerado), aunque sí la distancia, citándolo de largo para enseñar el tranco del toro. Esta vez, el corazón del torero bombeó con demasiada fuerza y las ansias por abrir la Puerta Grande estropearon la faena que culminó con un estoconazo (dio la vuelta al ruedo). En el segundo, tardó en verle su buen pitón derecho y el trasteo se pasó de rosca. Volvió a matar de forma espectacular y cortó una oreja que el público pidió mayoritariamente. Legítima, por tanto.


En cuanto a David Mora -que tuvo el bonito detalle de brindarle un toro al Chano, presente en la plaza-, se le fue escandalosamente el tercer ejemplar de los Fraile, un animal con emoción, nervio y acometividad, que lo desbordó en la muleta. Lo más destacable fue la manera de ponerlo en suerte en el caballo, galleando. Con el sexto, deslucido y rajado como el primero, pasó sin pena ni gloria tras recibirlo de capa con gusto.



Tarde muy entretenida que culminó en el patio de arrastre con felicitaciones para Nicolás Fraile y su familia, ganaderos de los de antes. Como me confesó Nicolás en una ocasión: "Nosotros siempre hemos vivido a orilla de la vaca y del churro". Que sigan así.