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lunes, 17 de octubre de 2016

Y su sangre ya viene cantando

"Y su sangre ya viene cantando: 
cantando por marismas y praderas, 
resbalando por cuernos ateridos 
vacilando sin alma por la niebla"

(Federico García Lorca)

Foto de Laure Crespy

Se terminó el hilo de la temporada taurina; una temporada que, como una madeja con demasiados nudos, no resultó continua, sino cortada por la mitad, dejando en uno de los cabos, el tremendo desorden de la muerte.

Comenzaron a tejerse las corridas allá por el mes de febrero, con la feliz noticia de una resurrección. David Mora y Jiménez Fortes volvían a vestirse de luces en Vistalegre, retomando una vieja senda: la de los hombres que deben seguir su destino hasta las últimas consecuencias. No satisfecho con este renacer, en San Isidro, hiló Mora otra historia épica, además de unas trincherillas que ni el implacable viento de Las Ventas ha sido capaz de llevarse. Este capítulo, cuyo prólogo fue un emocionante brindis al doctor García Padrós, también contó con la aparición de un excelente Alcurrucén, de nombre "Malagueño"; pero no fue el único toro de bandera al principio de este embrollo que llamamos temporada: inolvidables "Cobradiezmos" de Victorino Martín, indultado por Manuel Escribano en La Maestranza, o el fiero "Camarín", de Baltasar Iban, al que Alberto Aguilar trasteó un inicio de faena de torero que se viste por los pies. Y de las mieles, al abismo necesario, con aquella corrida de Saltillo que llevaba la muerte en la imaginación, a la que tres matadores valientes, junto a sus cuadrillas, le hicieron frente en las postrimerías de mayo. 

Foto de Juan Pelegrín

De la primavera al verano, y cuando Pamplona ardía en mitad del jolgorio de San Fermín, apareció, sin avisar, como de costumbre, la muerte. La tarde del 9 de julio, un pitón atravesó el pecho de Víctor Barrio, trastocándolo todo. La parca se llevó por delante las resurrecciones de invierno y los triunfos primaverales, el brillo y la alegría cosidos a esta vieja fiesta. Un ataud portado por toreros descendió las calles empedradas de Sepúlveda, los crespones negros comenzaron a brotar en las chaquetillas, y nada volvió a ser como antes. El 10 de julio, horas después del fallecimiento de Víctor Barrio, a la hora del paseíllo, en Pamplona sonó un desasogante silencio poco antes de que, sin tregua, una inmensa corrida de Pedraza de Yeltes saliera de los chiqueros de La Misericordia. Se lloró entonces en el ruedo y en los tendidos, no sólo por el héroe muerto, sino por todos sus compañeros que tenían que continuar la temporada con la muerte a cuestas. El traje de luces jamás pesó tanto. 

Foto de André Viard

El sol no volvió a brillar hasta el descorche de agosto, en Azpeitia, donde, a orillas del Urola, Curro Díaz trenzó una faena de oro a un toro de Pedraza llamado "Sombreto". Porque el de Linares, testigo silente de la cornada de Víctor Barrio, está tocado por la varita, y ni la muerte ha podido apagar su toreo este año. Él y Talavante han dispendiado personalidad, gusto y clase, con toro y sin él. Y aunque Manzanares se llevó merecidamente la Puerta Grande en Madrid por una bellísima faena, la genialidad, por el momento, está reservada para Curro y Alejandro, un mano a mano que revolucionaría cualquier plaza el próximo año.

Soberbia también la temporada de Juan Bautista, amo absoluto de los anfiteatros romanos de Arles y Nîmes, donde estuvo majestuoso; apabullante Roca Rey, que ha pagado muy caro su valor, pero a quien su determinación lo hará figura; y algún nombre más, que se pierde en la maraña de tantas tardes de toros.


En estos días de mediados de octumbre, ha ido terminando la temporada, apagándose lentamente, desatando sus últimos nudos, en Zaragoza, en Jaén, en Madrid. Igual que cada año, los toreros y las cuadrillas -los afortunados- festejan el seguir vivos. Se suceden las celebraciones, las cenas, los brindis, los bailes; un epílogo feliz y amargo, a veces excesivo, a veces socavado por un silencio. Porque, aunque ya nadie desea volver a ver la sangre derramada en la arena, ésta surge, como un relámpago, en mitad de la despedida. Ciertas tardes de verano seguirán quemando varios inviernos.

lunes, 6 de junio de 2016

Desde el corazón de las tinieblas

Este San Isidro queda resumido en dos imágenes llegadas, directamente, desde el corazón de las tinieblas: del retrato de un hombre que abraza, con la mano ensangrentada, a quien le ha salvado la vida, a la lucha desesperada de otro que pone todo su empeño y voluntad en sobrevivir, haciendo surgir la belleza y el orden de la fiereza y el caos. David Mora, después de cortar las dos orejas de "Malagueño" de Alcurrucén, con don Máximo García Padrós. Y Alberto Aguilar ante un toro decimonónico de Saltillo. "En el fondo de toda belleza habita algo inhumano". Lo escribió Camus y ambas fotos -una de Sánchez Olmedo y otra de Cruz- lo demuestran.


"Penetramos más y más espesamente en el corazón de las tinieblas. Allí había verdadera calma […] Si aquello significaba guerra, paz u oración es algo que no podría decir […] Nos podíamos ver a nosotros mismos como los primeros hombres tomando posesión de una herencia maldita" (Joseph Conrad).


Y es que, probablemente, la tauromaquia sea la última manifestación visible de una herencia maldita: el recordatorio de que mañana podemos amanecer rodeados de belleza o en el mismo corazón de las tinieblas. Esa inhumanidad consustancial a la Fiesta, alejada del triunfalismo, es la razón y justificación de su existencia, mucho más que mil faenas hermosísimas de Manzanares.


miércoles, 1 de junio de 2016

Sean cuales sean sus motivos

Borges escribió que el infierno y el paraíso le parecían desproporcionados: "los actos de los hombres no merecen tanto". A veces, sin embargo, por quiebros del destino, los hombres caminan hacia el infierno y en su mano está salir de él.


Ha transcurrido un día desde que terminara la corrida de Saltillo en Las Ventas y, en 24 horas, aún no he sido capaz de responder a una pregunta, una cuestión fundamental, la raíz de todo: ¿cómo, en la sociedad actual, quedan hombres dispuestos a jugarse la vida, a ir de cabeza al infierno, por una cuestión de honor? ¿Qué sentimiento movió a Sánchez Vara, Alberto Aguilar y José Carlos Venegas a seguir en el ruedo, a continuar hasta el final, hasta el último aliento, conscientes de que la ruleta de esa partida tenía todas las papeletas de caer en la casilla más negra de todas? ¿Quién apuesta hoy así, en un mundo donde prevalece la trampa y la ley del máximo rendimiento por el mínimo esfuerzo?  


Y qué decir de las cuadrillas, que también aceptaron ese juego siniestro de los Saltillos no por conquistar su propia gloria, sino, en el mejor de los casos, la de su matador. ¿Qué sentimiento les impulsa a llegar a tanto? ¿Es una cuestión de honra, de ambición, de avidez de triunfo, de necesidad material, de desafiar al miedo y al destino? En una sociedad acomodada y pudiente, en esta sociedad anestesiada de la Europa del siglo XXI, ¿cómo unos hombres jóvenes y sanos pueden seguir poniendo su vida sobre la ruleta del albero a la espera de saber si les espera el todo o la nada, de saber lo que les dará o quitará un toro bravo? Y cuando el azar les obliga a poner todo sobre el tapete, incluida la vida, ¿qué les hace seguir jugando y no abandonar la mesa para siempre?  


Son héroes y ejemplo para aquellos que intuimos la magnitud de su voluntad, pero ¿cuál es la fuente de su heroicidad? Después de ver a Sánchez Vara, a Aguilar, a Venegas y a sus respectivas cuadrillas en Las Ventas, de verles abandonar la plaza, milagrosamente, por su propio pie, sólo cuando hubo caído el sexto toro, cuando hubieron lidiado los seis a carta cabal, la cuestión de sus motivos me martillea la cabeza y estómago. Los actos de los hombres no merecen un infierno así. Ni tratándose de toreros. Gloria para ellos, sean cuales sean sus motivos.

Fotos: Juan Pelegrín

lunes, 30 de mayo de 2016

Alberto Aguilar ante el abismo

Y cinco días después de "Malagueño", volvió a salir un toro en Las Ventas. Y, de nuevo, tuvo delante a un torero. No hay más. No existe otra fórmula. Un hombre en soledad delante de un toro fiero. La receta más eficaz para que miles de personas vibren -aficionados o no- y para sellarle la boca a aquellos que pretenden prohibir este espectáculo.


Se llamaba "Camarín" y llevaba el hierro de Baltasar Iban, aunque en sus hechuras no había ni rastro de lo que fue Contreras. Fue más encastado que bravo. Con menos clase que "Malagueño" -el toro de Alcurrucén premiado con la vuelta al ruedo cinco días antes- pero más picante. Se arrancaba de lejos y en el caballo empujó metiendo los riñones. Dudo que hubiera aguantado un tercer puyazo, aunque el público deseaba que lo volvieran a llevar al peto. Con la lidia que le dieron, justa y medida, llegó a la muleta como un tren. Y el inicio de faena de Alberto Aguilar fue portentoso, poderoso, con gusto, por bajo. Ya de capa lo recibió impecablemente, clásico, sacándose por verónicas al toro hasta el tercio y cerrando con la media.


En la muleta, por momentos, "Camarín" y Aguilar estuvieron a la altura de "Bastonito" y Rincón, con el torero enfrontilado, dando espacio en el cite, y el de Iban galopando y humillando en el embroque. Emocionantes ambos. La inteligencia del hombre ante la casta incontrolada del animal. Eso es una faena de verdad. La que pone al personal de pie, sepa o no de toros.


Tremendo el mérito de Alberto con lo poco que toreó la pasada temporada. Y, a la hora de coger el estoque, se tiró a matar o morir. Espeluznante el pitonazo que le lanzó "Camarín" directo al pecho, pero la espada resultó fulminante y Aguilar cortó una oreja con todas las de la ley. Una "pelúa" con más valía que algunas faenas de dos porque, para estar delante de "Camarín", había que ser muy hombre y muy torero.


Decía William Burroughs que era necesario estar en el infierno para ver el cielo. Ya es hora de que toreros como Alberto Aguilar, o como Rincón en su día, vean al cielo... aunque para ello primero tengan que jugarse la piel ante un toro con el abismo encerrado en cada pitón, como sucedió con el gran "Camarín".

lunes, 20 de julio de 2015

La Mariló de los ruedos


La plaza de Roquetas de Mar quedó conmocionada a causa de un robo a mano armada acaecido el pasado sábado. Un insensible presidente deció negarle el rabo del quinto toro a Miguel Ángel Perera, quien declaró en el callejón: "Aquí hace falta triunfalismo y sobra el purista, porque para purista y para recortes ya están los de Podemos". A pesar de que un rabo en la Monumental de Roquetas cambia el rumbo de la temporada, algunos aficionados -a todas luces "puristas"- criticaron las palabras del torero de la Puebla del Prior, argumentando que "lo que sobran son figuras que torean toros de tercera en plazas de segunda". Ciertamente, Perera es un especialista en tener enganchadas con los aficionados pues, casi siempre que abre la boca, sube el pan. Podría considerarse la Mariló Montero de los ruedos. De hecho, Televisión Española debería barajar la posibilidad de ficharlo como presentador de Las Mañanas.

Desgraciadamente, y aunque comprendo que sea una jodienda, Perera debería pensar que los "puristas" también pagan por entrar en una plaza de toros, por tanto, son clientes... Esto es: no conviene tocarles mucho los costaos. Por otro lado, mendigar un rabo en Roquetas no deja de resultar un tanto estrambótico, incluso en los mundos de Mariló Montero.

Me da la impresión que las figuras, con la excepción de Talavante y Castella, andan algo atorados esta temporada. La buena noticia es que otros toreros, con frescura y reaños, poco a poco, van triunfando en las ferias. Es el caso de López Simón, Morenito de Aranda, Manuel Escribano, Paco Ureña, Rafaelillo, Joselito Adame, Juan del Álamo, Fernando Robleño, Alberto Aguilar, Eugenio de Mora... Gracias a su esfuerzo, se están ganando un hueco en las plazas, ahorrando dislates y hablando exclusivamente con la muleta y el estoque. ¿Sin rabo en Roquetas no hay paraíso? Próximo tema a debatir en el programa de Mariló. 

miércoles, 15 de julio de 2015

El verano de nuestro descontento

"Mañana en la batalla acuérdate de mí, y caiga tu espada sin filo: ¡desespera y muere!". Con estas palabras, atormentaba el espectro al rey Ricardo III en la célebre obra de Shakespeare. Las ferias de Pamplona y Céret, dos de los bastiones toristas por excelencia, también han tenido mucho de espada sin filo... Los aficionados a la emoción y a la casta se han acordado de más de un ganadero y, a la postre, se han rendido desesperados ante la falta de un toro fiero. Shakespeare hablaba del "invierno de nuestro descontento"... Sólo hay que cambiar el invierno por el verano y el acto primero ya cuadra. La guerra de hosco ceño ha alisado su arrugada frente.

Escribano en Pamplona con un Miura (Foto: EFE)

¿Dónde queda aquel toro bravo, poderoso, celoso en el peto y violento en la muleta que cortaba la respiración hasta el mes de agosto? ¿Qué han hecho con él los ganaderos, incluidos los supuestos criadores "toristas"? "Ahora, en vez de cabalgar corceles armados para amedrentar las almas de los miedosos adversarios, [la guerra] hace ágiles cabriolas en el cuarto de una dama a la lasciva invitación de un laúd". 

Robleño en Céret con un Adolfo (Foto: Tierras Taurinas)

Tras el fracaso de la última semana de San Isidro y el desarrollo de las ferias de Pamplona y Céret, se ha comprobado que las ganaderías "toristas" fabrican dos prototipos con cuernos: el toro que no embiste -clásica prenda agarrada al piso que no pasa ni a tiros- o el que "se deja" noblemente. Ante la prenda, ha habido toreros que han sacado mucha más casta que sus adversarios: véanse los casos de Manuel Escribano, López Simón, Paco Ureña, Fernando Robleño, Alberto Aguilar... Unos tíos que están luchando a brazo partido durante la batalla de julio y cuyas frentes deberían están ceñidas por guirnaldas victoriosas. Aunque ciertos aficionados echamos de menos las otroras temibles músicas de marcha, no todo es descontento en nuestro verano (pero que salga ya el toro, por favor).

domingo, 17 de mayo de 2015

El Montecillo: menos sal, más vida

Mis más sinceras felicitaciones al ganadero de El Montecillo, Don Francisco Medina Aranda, Paco Medina, porque, si pretendía crear una ganadería del gusto de las neo-figuras, va por el buen camino. Sus toros son el culmen de la nobleza y la mansedumbre, ideales para hincharse a pegar pases sin verter sangre, ni sudor, ni lágrimas. El "Montecillo" malo no molesta y el bueno resulta agradecidísimo a nada que el torero aporte una pizca de estética. Espero que, a esta hora, el teléfono del señor Medina esté ardiendo a llamadas de los apoderados del G-5. ¡Ponga un Montecillo en su vida y disfrute con el arte del toreo! Al lado de esta ganadería, los Garigrandes se me antojan tigres de Bengala y torear Jandillas, una gesta mayor que los siete toros de Martínez que estoqueó Joselito "El Gallo".


Ante los benditos Montecillos, Joselito Adame ha cortado una oreja después de hacer todo lo que sabía: saludo a porta gayola, zapopinas, brindis al público, estatuarios, trincherillas, pases del desprecio, manoletinas... y una impecable estocada recibiendo. El mexicano ha vaciado el hatillo con todo su armamento, como un novillero que viene a Las Ventas por primera vez. Los tendidos supieron valorar su esfuerzo y tocó premio. Antes, con su tercero, con calidad y justo de fuerzas, apenas pudo apostar pues el animalito se partió la mano izquierda y hubo que estoquearlo.


Quien se llevó la bolita en el sorteo fue Alberto Aguilar quien, posiblemente, hacía tiempo que no cataba un lote tan noble. El quinto toro -al que pasaportó de una gran estocada- se rebosaba varios metros a cada muletazo. Ni un cruce extraño, ni un miramiento. Todo docilidad. El madrileño, acostumbrado a la guerra, no supo aprovechar tanta obediencia en la muleta. El lote de Juan Bautista, más que mansito, fue soso. Aquello salió como un pan sin sal y el francés optó por sendos trasteos aseados, también bajos en sal. 


En esta tarde de dieta para bajar la hipertensión arterial, fueron aplaudidos los banderilleros Rafa González y Rafael Viotti -de la cuadrilla de Bautista-, Curro Robles -a las órdenes de Aguilar-, Jarocho, Tomás López y Pascual Mellinas -en las filas de Adame-.

sábado, 7 de junio de 2014

Un cantar de gesta épico e incomprendido

¡Qué desdicha que ya no existan juglares que reciten cantares de gesta para narrar las hazañas de hombres como Antonio Ferrera o Alberto Aguilar! Tal vez se conseguiría mitigar el analfabetismo del público que acude hoy a las plazas de toros... Qué injusto ha sido Madrid. Más que injusto, con sus protestas y tirada de almohadillas, ha sido miserable. Duele Madrid. El comportamiento de Las Ventas no admite benevolencia esta vez.
 
 
En la Edad Media, Ferrera habría sido un personaje del Romancero Viejo. Los aficionados cabales agradecen su lidia antigua, su forma de llevar el toro al caballo, su muleteo por bajo y su dominio. Ferrera ha pechado con un lote durísimo. El quinto Victorino, Majito, fue una auténtica alimaña con mucho más peligro que los moros que campaban por el Cantar de mio Cid. En cada embestida, aquel cárdeno recordaba perfectamente lo que había dejado atrás, como una Valencia perdida. Y, al siguiente embroque, buscaba el cuerpo del hombre con frenesí. Un manso con genio y tremendo peligro. Dinamita en unas manos inexpertas. Pero Ferrera tiene, probablemente, las manos más diestras del escalafón actual. Esta vez sólo fallaron a la hora de matar. Ya echado en el albero, pegado a tablas, con una estocada dentro, Majito sintió llegar la muerte y se abalanzó como un rayo contra el puntillero, Manolo Rubio, tronchándole, trágicamente, la rodilla y su carrera en los ruedos. Tras la desgracia, el propio matador, épico, con el capote en la izquierda y la puntilla en la derecha, intentó rematar al Victorino para que otro hombre de su cuadrilla no se jugara la vida. El público, trastornado y cruel, abroncó a Ferrera y aplaudió en el arrastre a Majito.
 
 
Las plaza se mostró igual de injusta con Aguilar, quien lidió a Vengativo (3º), un Victorino encastado, vibrante, humillado y repetidor, que a mitad de faena desarrolló un terrible sentido por ambos pitones. El final del trasteo consistió en un toma y daca heroico. Y es que en su pitón izquierdo, Vengativo llevaba escrita La Vendetta de Balzac. Estoquear a aquel toro sólo tuvo la recompensa de una tímida ovación para Aguilar, quien tuvo que pasar por la enfermería tras clavarse la espada en el gemelo. Con el sexto, el madrileño hizo bien en no darse coba: es inútil recitar un cantar de gesta ante un público sordo. Y quien regaló un auténtico recital, fue Rafa González con su capote de vueltas azules.
 
Fotografías de Juan Pelegrín
 
Además de variada de comportamiento -Uceda Leal desaprovechó al gran Madrileño, que abrió plaza-, palpitante corrida de Victorino, de las que no se olvidan en mucho tiempo. Hacen falta toros así para que hombres como Ferrera o Aguilar conquisten la gloria. La concurrencia debe recordar que existe otra Tauromaquia, más auténtica, que no comparte los cánones del ballet. Si los presentes sienten herida su sensibilidad ante un espectáculo tan desnudo, que se matriculen en un curso de golf con guantes blancos y no regresen a una plaza de toros. Las corridas, incluso cuando se lidian alimañas, no son crueles siempre y cuando la afición demuestre humanidad.

domingo, 18 de mayo de 2014

El Atlético Gallista. Resumen de la concurso de Talavera

Cuando estaban picando al cuarto toro de la tarde, para más épica un Cuadri, un grito procedente del tendido 2 anunció la noticia: el Atlético de Madrid acababa de ganar la liga. Justo en aquel lugar, en los terrenos del 2 de la plaza de Talavera, hace 94 años y un día, Bailaor cercenaba la vida de Joselito El Gallo.
 
 
El pueblo siempre se ha rendido ante la heroicidad. Por ello, unos minutos después de conocer la victoria atlética, el público de Talavera de la Reina se puso en pie para ovacionar a Tito Sandoval que, ante un Alcurrucén (5º), había protagonizado un tercio de varas memorable. Cuatro puyazos en su sitio con el toro arrancándose desde la boca de riego. Indiscutiblemente, el momento más emocionante de la corrida concurso celebrada este sábado. Su matador, Javier Castaño, fue premiado con una oreja por la faena realizada a aquel Núñez: un trasteo valiente, templado y con torería, afeado por una estocada en los bajos. Al recoger la pelúa, a Castaño le lanzaron una bufanda del Atléti que no dudó en alzar triunfante.
 
 
Otra oreja cortó Fernando Robleño del ejemplar de Fernando Peña que abrió plaza. El madrileño sorteó un lote muy áspero (completado con el Cuadri), al que fue ganándole pasos y terrenos, demostrando su superioridad. Cerraba el cartel Alberto Aguilar, que saldó una buena tarde, con sendas actuaciones de mucho gusto, rematadas, eso sí, de numerosos pinchazos. En el aspecto ganadero (no excesivamente brillante, por cierto), el Alcurrucén (5º), por sus repetidas arrancadas al caballo, se llevó el premio al mejor toro de la corrida concurso, sin embargo, el de La Reina (6º), propiedad de Joselito, tuvo más codicia. Si hubiera sido menos tardo, habría resultado un ejemplar de lío. También destacó el de Cebada Gago (3º), mientras que el bonito jabonero de Prieto de la Cal (2º) no pudo lidiarse tras romperse el pitón contra un burladero, saliendo en su lugar un sobrero de Fernando Peña.
 
Fotos de Fran Jiménez
 
Los defensores de las causas perdidas, a veces, también ganan. Gracias a su espíritu combativo, inasequible al desaliento, a buen seguro, Joselito El Gallo también habría simpatizado con el Atleti.

 

sábado, 5 de octubre de 2013

La "tonta del bote" tampoco renovó su abono en Las Ventas

Tercer festejo de la Feria de Otoño. Con más de tres cuartos de entrada, se han lidiado toros del Puerto de San Lorenzo y la Ventana del Puerto (2º y 4º), bien presentados, complicados, con poder y emoción, algunos ásperos; los peores, 1º (falta de fuerza) y 6º (rajado). Alberto Aguilar, ovación tras aviso, silencio tras aviso y silencio; Joselito Adame, que resultó cogido, ovación; Jiménez Fortes, silencio tras aviso y silencio. Aplaudidos José Antonio Carretero y Raúl Ruiz.
 
 
Salamanca, incluso sin mar, posee puerto, El Puerto, y desde este muelle de los Fraile, de Lorenzo e hijos, este sábado se contempló un naufragio. Porque los complicados toros del Puerto de San Lorenzo ahogaron a Jiménez Fortes y se llevaron por delante a Joselito Adame. Únicamente Alberto Aguilar resistió a la tormenta charra con dignidad.

 
En general, a los matadores les faltó cabeza fría para plantear correctamente sus faenas y, tras estatuarios, recortes y remates por alto, consiguieron hacer más broncos unos toros que ya, de por sí, plantearon complicaciones y carecieron de esa "educación" moderna que prolifera en la mayor parte de las ganaderías de bravo. Aunque todos hicieron honor a su encaste y no apretaron en el caballo, luego dieron juego en la pañosa, algunos haciendo el avión, como Cubatonto (3º) o Cubanoso (5º). El 4º, Sospechoso, recibió palmas en el arrastre. 

 
A Jiménez Fortes, sin brújula ni apoderado que le asesore, se le notó especialmente la falta de rumbo, mientras que Joselito Adame recibió una seria paliza cuando remataba su faena al segundo. Tras una aparatosa cogida y numerosos golpes, el parte médico dicta que sufre una posible fractura en el tobillo izquierdo, además de múltiples contusiones. Al mexicano, que había recibido a su toro a porta gayola, le faltó mando en el último tercio, donde se le vio desbordado y a merced de Huracán. Salvó la papeleta, en cambio, Alberto Aguilar, quien, sorprendentemente, ha cortado orejas con menos esfuerzo el pasado San Isidro.
 
 
Preocupa que tantos toreros jóvenes y prometedores zozobren cuando de chiqueros asoma un toro cuyo comportamiento dista de la docilidad y dulzura que exigen las figuras. Con la corrida del Puerto, ha quedado claro que la "tonta del bote" tampoco ha renovado su abono este otoño en Las Ventas.

miércoles, 10 de julio de 2013

Leña con marmitako


Demostró con holgura Nicolás Fraile que en Valdefresno cría toros para ser lidiados en Las Ventas.  Que lo de la pasada Beneficencia fue una canallada maquinada por Matilla con la complicidad de Choperita, ya no hay quien lo niegue. Quien quiera entender de forma rápida y clara qué es el trapío, le recomiendo que vea los toros que Nicolás Fraile llevó ayer a su debut en Pamplona en sustitución de Cebada Gago: serios como la noche, hondos, imponentes de cara, musculados, incluso con rizos asomando en la testuz, pero ninguno atacado de kilos. Tras contemplar a semejantes pavos, a uno le entra la risa floja al pensar en la "tauromaquia creativa" que pregona el actual presidente de la Unión de Criadores de Toros de Lidia, el insigne Carlos Núñez. Porque los Valdefresnos de Pamplona ligaban mal con cualquier salsa o espuma de la nouvelle cuisine: cortaban hasta el aire.

 
Por desgracia, su fondo no resultó tan espectacular como su forma. En general, fue una corrida que cumplió notablemente en el caballo y que llegó amuermada a la muleta. Falta de casta, en definitiva. Algunos toros protestaron mucho en la pañosa y embistieron de mala gana con la cara suelta y apretando para los adentros. En cada lote cayó un regalo en forma de imponentes perchas: las arboladuras del primero, quinto y sexto fueron de infarto fulminante.  

A veces, los toros no embisten por exceso de preposiciones
 
Entre los matadores, quien resolvió mejor su papeleta y estuvo por encima de las circunstancias fue David Mora, que cortó la única oreja del festejo, al quinto, un animal acapachado y con hechuras de embestir. Premio generoso en exceso si tenemos en cuenta la defectuosa estocada, muy atravesada, que contrastaba con el excelente espadazo que el madrileño le propinó al primero de su lote. En cualquier caso, tarde despejada y meritoria la de Mora que, a todas luces, ha encontrado en Pamplona una de sus plazas fetiche. Precioso, por cierto, su inicio de faena por bajo al segundo, donde exhibió su gusto y torería.

 
Rubén Pinar, en cambio, anduvo irregular, pero sereno, a ratos templado, en dos faenas dignas, algo largas, y sin excesivo brillo. Mientras el público pamplonica despachaba tarteras de marmitako, Alberto Aguilar, muy brusco y perdido toda la tarde (a diferencia de su banderillero Rafa González), se aperreaba con su duro lote y pegaba el mitin con la espada. Una alegría ver de nuevo a José Antonio Campuzano en el callejón.

 
Otra corrida, al igual que la de Dolores Aguirre, no apta para la "tauromaquia creativa" ni para toreros que resoplan cada vez que se manchan el traje, ya sea de sudor, sangre o marmitako.

viernes, 31 de mayo de 2013

Crónica del 30 de mayo: coincidencias temporales y carnales


Del mismo modo que San Pedro Regalado es el patrón de los toreros, no resultaría descabellado nombrar a San Fernando como patrón de los aficionados. Si para presenciar un emocionante día de toros en Las Ventas es necesario que los caprichos del destino hagan coincidir en el calendario la festividad de San Fernando, el Corpus y la corrida de Adolfo Martín en una plácida tarde otoñal casi a las puertas del verano, que así sea, hágase su voluntad así en el albero como en el cielo. Finalmente, se obró el milagro: afición reconquistada tras veinte fechas de fiascos. Y no se piensen que este jueves se abrió la Puerta Grande, que las orejas llovieron como el maná o que salió un toro de bandera. En absoluto. Los caminos de la auténtica Tauromaquia son inescrutables.
 
 
En este prodigio fueron cruciales, por supuesto, los bellos ejemplares que trajo Adolfo Martín, con tres de nota -primero, cuarto y sexto-, pero no menos meritorios fueron los tres matadores que se pusieron delante, de enorme dignidad y categoría. Es decir, que ayer no sólo se produjo una coincidencia temporal (San Fernando y Corpus Christi) sino también una carnal, de toros y toreros.
 
 
Antonio Ferrera (ovación y oreja) estuvo inmenso, torerísimo, dominando todas las facetas de los tres tercios, en lidiador, poderoso, cuajado y siempre atento. Tuvo detalles que reflejaron su categoría, como unos pares de banderillas ajustadísimos hacia los adentros -previamente, se había colocado el toro en suerte él mismo-, su maestría a la hora de llevar el animal al caballo -los suyos y el de su compañero Castaño-, la forma de fijar al Adolfo durante el segundo tercio protagonizado por David Adalid y Fernando Sánchez o la estocada al cuarto, Baratillo, al que le cortó una oreja. Magistral y emocionante la tarde del extremeño desde que salió por la puerta de cuadrillas hasta que volvió a entrar por ella. Puede con lo que se le ponga por delante.
 
 
En el sexto toro, Marinero, ovacionado de salida, se produjo otro momento de comunión entre un toro que, cuando se arrancaba, daba gloria verlo, la auténtica lidia, la generosidad de Javier Castaño (silencio y vuelta al ruedo), la excelencia de su cuadrilla y la entrega de la afición. Que Tito Sandoval es el picador más espectacular del actual escalafón no hay ya quien lo niegue. Y que es el único capaz de hacer mover un caballo que, habitualmente, avanza la distancia que separa a tres baldosas, tampoco. Palpitante el tercio de varas de Marinero, a pesar de que en los dos primeros puyazos, al charro se le desvió algo la mano. Quienes sí clavaron en el sitio perfecto y terminaron de poner la plaza boca abajo fueron Adalid y Sánchez. ¿Tan difícil resulta devolvernos a los aficionados los tres tercios de la lidia? Sea como fuere, nuestra gratitud a Castaño que, tras recibir una cornada en la mano durante la faena a su primero y de pasar a la enfermería donde le anestesiaron, salió a torear, y sin mirarse, a Marinero. Doble mérito. O triple. Prueben a coger los trastos con una mano "muerta", sin sensibilidad. Quizás a causa de este percance, a la faena le faltó algo de mando, y el Adolfo -que tenía un buen pitón izquierdo- se fue con la oreja puesta.
 
 
Alberto Aguilar (saludos y silencio), que sustituía a Iván Fandiño, otro de los triunfadores indiscutibles de este San Isidro, pechó con el peor lote: soso el tercero y con peligro el quinto.
 
Fotografías: Juan Pelegrín
 
El refranero es sabio y en Las Ventas comprobamos que hay tres jueves al año que relucen más que el sol: Jueves Santo, Corpus Christi y el Día de la Ascensión. Nadie cuenta, sin embargo, que, parte de ese brillo se debe a la casta de los toros de Adolfo Martín y a los tres toreros que, con sus correspondientes cuadrillas, les plantaron cara. A la salida, por los vomitorios de la plaza, se escuchaba:

- ¡Por fin una tarde de toros! ¡Y sin cortar quince orejas!
-  Si es que los aficionados nos conformamos con tan poco...

No tan poco, oiga.

lunes, 13 de mayo de 2013

Crónica del 12 de mayo: Escolares con más fachada que cimientos


Tras el petardo de José Luis Pereda y los Bayones, la corrida de José Escolar mantuvo el interés, sin embargo, le faltó mucho para convencer al aficionado riguroso. Salvo el escurrido quinto, el conjunto salvó la papeleta por la fachada, en vez de por los cimientos de la casta. En definitiva, más geniuda que brava. El mejor toro, sobre todo por su movilidad, fue el cuarto, de nombre Bustillo II, aplaudido en el arrastre y que tomó tres varas propinadas por Juan José Esquivel. Rafaelillo plantó cara en las primeras arrancadas del violento animal, justo antes de arrugarse y recortarle el recorrido. No pudo con él. El primero fue un Escolar deslucido y agarrado al piso.


Entre los matadores, sobresalió la actitud de Alberto Aguilar, que jamás volvió la cara y estuvo muy por encima de su descastado lote. En todo momento llevó el mando de la lidia, con cordura y cabeza fría. Lástima que haya quemado sus dos cartuchos en Las Ventas. Merece más.


El momento más torero llegó de la mano de Fernando Robleño, doblándose en el comienzo de faena a su primero. Firmó detalles para un cartel de toros, a pesar de que al conjunto le faltó consistencia y remate, principalmente por el pitón derecho. El madrileño, que llevaba un crespón negro prendido de la chaquetilla, quiso abandonarse con el toro menos adecuado y le acabó pasando factura. El mejor de la tarde con el estoque. Ante el quinto no hubo nada que hacer.


Entre las cuadrillas, además del tercio de varas de Esquivel, se desmonteraron José Mora y Pascual Mellinas, en las filas de Rafaelillo. Tarde primaveral con la plaza casi llena. Desde el tendido, un maestro en el arte de lidiar Escolares aplaudió el arrojo de la terna.

Fotos: Juan Pelegrín