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lunes, 2 de noviembre de 2015

Cuando en los toros huele a chorizo


En 1989, el grupo madrileño Los Espontáneos visitó el programa de Televisión Española "Rockopop" presentado por Beatriz Pécker. Uno de los temas interpretados fue el genuino Maruja, dame chorizo, una oda a la merienda en los toros. ¿Cuántas tardes, sentados en el tendido, nos ha asaltado un intenso aroma a chorizo?
  

Dos bocatas de jamón
y la tortilla,
la bota de vino
en la mochila,
bocata de chorizo,
chorizo de mi pueblo, 
chorizo de mi suegro,
chorizo al fin y al cabo,
chorizo de Cantimpalo.

Me voy a la Fiesta Nacional
que torean en Las Ventas,
me llevo a mi parienta
que conmigo se sienta,
por eso me alimenta,
me voy a la Fiesta Nacional.

Y una vez alimentao,
ya sale el paseíllo,
ella me saca el vinillo
y nos ponemos muy contentos.
Me saca buen chorizo, 
chorizo de mi pueblo,
chorizo de mi suegro,
me tiro de espontáneo,
ella me guarda el asiento.


Si descubren Maruja, dame chorizo, los de la Organización Mundial de la Salud se echarán las manos a la cabeza, mientras que los veganos y antitaurinos se harán cruces; pero España, mal que les pese, es así: va a los toros y come embutido. Porque, bien alimentado, un españolito de a pie es capaz, incluso, de tirarse como espontáneo al ruedo de Las Ventas. Y si el bocata lo prepara la parienta y va bien lleno con chorizo del pueblo, miel sobre hojuelas, porque eso da una energía que no veas. Ya lo cantaban Los Espontáneos en aquel concierto de "Rockopop": los ritmos taurinos, con jamón y vino, entran solos.



A principios de los 90, Los Espontáneos pegaban fuerte en las discotecas madrileñas. Tenían una ligera obsesión con el mundo taurino porque, además de Maruja, dame chorizo y Ritmo taurino, en su primer disco incluyeron El reventa y Espartaco. El videoclip dedicado al torero de Espartinas es para alucinar...


Ese torero, que le echa un par de huevos
sé que lía el taco:
¡Es-par-ta-co!

lunes, 27 de abril de 2015

Saetas, toreros caninos y Miuras

Estrellita Castro cantando una saeta (Sevilla, 1942)

Manuel Jiménez Centeno podría considerarse el padre de la saeta moderna. Nació en la sevillana Puerta la Carne en 1885 y, antes de dedicarse al cante, sintió la llamada del toro. Siguiendo su primera vocación y ayudado por un tío materno -el afamado matador José Centeno-, se hizo banderillero y después novillero, pero la aventura duró poco, pues a los tres años colgó el traje de luces al recibir varias cornadas. Tiempo después, reconocería en una entrevista a El Liberal:

"Me da la afición por el toreo y salgo el año 1907 como banderillero. Verme la gente y decir aquí hay un matador de toros, todo fue uno. Ese mismo año marcho a Méjico con mi tío José Centeno, que fue gente en el toreo, y estoy allí un año. Regreso y debuté en Sevilla como matador, con Cuatrodedos y Morenito Chico de San Bernardo. Se me dio regular, y toreo seis novilladas, alternando con Angelillo, Ostioncito, Punteret y varios más. De estas corridas sacan mis amigos la impresión de que yo no soy banderillero ni matador, sino un buen torerito. ¡Y desgraciado de aquel que le digan que es un buen torerito. Hay que ser torero a secas, no toreador ni torerito. ¡Como no se sea torerazo, malo!".

Manuel Centeno con su tío, el torero José Centeno

Resultó que Centeno tenía la torería en la voz y no en los trastos. Afortunadamente, el hambre le hizo encontrar el camino y, tras su desafortunado lance taurino, se hizo cantaor de flamenco. En aquella entrevista para El Liberal, explicaba: "Yo empecé a cantar en un día raro. Era torero. Tenía mi coleta y todo. Llegué a mi casa a la hora en que se suele almorzar, y aquel día no había de qué. Con mi coleta, con cuerpo para pensar en otra cosa, en vez de pensar me puse a cantar tarantas y granaínas y fuera porque tenía el cuerpo vacío, o porque cantara con más sentimiento aquel día, lo cierto es que escuché más de una vez decir que me las podía buscar por el cante, y decidí buscármela".

"El Emperador de la Saeta"

El escritor Antonio Puente Mayor, en su libro Cofrades de Leyenda, resume así la trayectoria del Emperador de la Saeta: "Centeno fue un hombre muy polivalente, ya que además de cantaor fue novillero, actor y tenor de zarzuelas. En la Semana Santa de Sevilla llegará a ser el saetero más cotizado, tanto que le bautizarán con el sobrenombre de Emperador de la Saeta. Suya es la mágica innovación de cantarle a la Cruz de Guía del Silencio al salir de su templo. Fue en el año 1926 y la letra comenzaba diciendo: Silencio pueblo cristiano....

El cantaor Manuel Torre

[...] Otro de los grandes fue sin duda el jerezano Manuel Torre, figura a la que se le llegó a considerar cantador de leyenda pese a ser un gitano analfabeto. Federico García Lorca decía de él, sin embargo, que era el hombre con mayor cultura en la sangre. Manuel Barrios recoge una anécdota del cantaor en su apogeo saetero en Sevilla, cuando llegó a hacer llorar al ganadero Eduardo Miura una mañana de Viernes Santo:

Cuando cierra el pellizco del último ¡ay!, la gente que asiste, pasmada, al acontecimiento no aplaude ni vitorea. Todos sacan los pañuelos, en silencio, y la plaza de la Encarnación se convierte en un inmenso aletear de palomas blancas que piden una nueva saeta a aquel hombre fabuloso a quien un gitanillo, que le acompaña, dice, señalando a don Eduardo Miura:
- Fíjate, primo, con la mala uva que se gasta criando toros y ahí lo tienes, que me los ha hecho llorar".

martes, 21 de abril de 2015

Olor a sardinas asadas en el Hotel Waldorf Astoria de Nueva York

En el año 1940, mientras España se sumía en la miseria de la postguerra, Carmen Amaya y parte de su familia desembarcaron en Nueva York, con el apoyo del empresario Sol Hurok, quien consiguió que la compañía debutase en el cabaret Beachcomber. Carmen, aquella niña criada en las barracas del Somorrostro barcelonés, había puesto un pie en Estados Unidos y, desde entonces, su leyenda no haría más que crecer. Eclipsados por el talento de la bailaora, la prestigiosa revista Life le dedicó un extenso reportaje con fotografías de Gyon Mili. 

Reportaje para la revista "Life" (1940)

El año de su consagración americana fue 1942, cuando fue contratada en el Carnegie Hall de Nueva York con un espectáculo de trece números donde bailaba sinfonías de Albéniz, Turina o Falla combinadas con los palos flamencos más tradicionales. Un año después, en 1943, Carmen Amaya fue invitada a actuar en la Casa Blanca en el cumpleaños del presidente Roosevelt quien, en agradecimiento, le regaló una chaquetilla bolera bordada en brillantes. Cuando regresa al hotel, Carmen empuña unas tijeras y corta la chaquetilla en tantas partes como mujeres formaban parte de su compañía.


Grandes estrellas del cine también se entusiasmaron con la gitana. Orson Welles, quien quiso contratarla en una de sus películas, dijo: "Es la más artista de las bailarinas y la más genial de las artistas"; Charles Chaplin: "Es un volcán alumbrado por soberbios resplandores de música española"; y el bailarín Fred Astaire: "De Carmen hay mucho que ver, mucho que admirar... y mucho que aprender".

Carmen junto al actor Marlon Brando

Una anécdota, cuenta que, añorando la cocina española, el "volcán" Amaya y su gente decidieron asar unas sardinas en una suite del Hotel Waldorf Astoria, el más lujoso de Nueva York. Alguien de la compañía, utilizó como parrilla un somier metálico y, para prender el fuego, se rompieron un par de mesillas de noche. Dicen que todo el hotel olía a sardinas asadas y nadie comprendía lo que estaba sucediendo... Anteriormente, su madre, la Micaela, ya había utilizado la bañera de algún hotel para montar un infiernillo y cocinar cocido para la saga Amaya. 

El Waldorf Astoria, en la Quinta Avenida

Anécdotas aparte, Carmen eclipsó los Estados Unidos, llegando a grabar varias películas en la Meca del Cine. Regresó a España en 1947, convertida ya en una artista mundialmente consagrada.

lunes, 13 de abril de 2015

En el pajar de Juan Belmonte


Antonio Ruiz Rodríguez nació el 29 de marzo de 1943 en el pueblo sevillano de Espartinas. Aunque en su familia no había antecedentes taurinos, cuando cumplió los 14 años, se marchó de casa para trabajar en la mítica finca de los Guardiola, El Toruño. Allí, Antonio era el encargado de echar el pienso a los toros y, de vez en cuando, pegaba algún capotazo a las vacas. Cuando terminó aquella etapa, el chaval de Espartinas se trasladó al pajar de Gómez Cardeña. Pronto Belmonte se percató de su presencia y preguntó a los vaqueros quién era aquel muchacho que se había instalado en el pajar. Le respondieron que un espartinero que pretendía ser torero y se negaba a irse de la finca. "El Pasmo" le hizo llamar para hablar con él, bautizándole desde entonces "El Remendao", por los muchos cosidos que poblaban su viejo pantalón. Con la generosidad de los grandes señores, Belmonte le regaló ropa nueva y le adecentó una habitación en Gómez Cardeña. A cambio, "El Remendao", profundamente agradecido, cuidaba los caballos y las monturas en el guadarnés del maestro.


Sobra decir que aquel muchacho con pantalones remendados era "Espartaco padre", quien llegó a tomar la alternativa en 1966, en la plaza de toros de Huelva. Años después, declaraba en una entrevista realizada por Francisco Mateos: "Hay muchos toreros, pero figuras sólo pueden ser unos pocos elegidos, porque se tienen que reunir una serie de cualidades muy importantes, y por eso todo el mundo no puede ser figura. A mí, Belmonte me puso en el camino para ser figura, y si no llegué a serlo es porque algo fallaba. De mí, los que me han visto, siempre han dicho que tenía mucho valor, pero que me faltaba cabeza. Hay una anécdota de Belmonte, que, después de verme en una plaza, me dijo que nada más saliera el toro me pusiera detrás del burladero y me agachara para que viera que tenía los cojones más grandes que los míos. Con ello quería decirme que en el toreo no todo se basa en el valor".


Hace poco más de una semana, Antonio Ruiz le cortó la coleta a su hijo en La Maestranza. Tras el triunfo, y huyendo de la algarabía que se había formado en el hotel, los Espartacos se reunieron, como tantas noches, en la casa familiar para cenar una tortilla de patatas.


domingo, 15 de marzo de 2015

Pastelerías de doble fondo

Durante el siglo XIX, los brioches franceses gozaban de un gran prestigio entre la población, a diferencia de la mancillada reputación de los pasteleros parisinos... La sabiduría proverbial dictó la siguiente frase refiriéndose a las mujeres: "Elle a honte bue, elle a passé par-devant l’huis du pâtissier" ("Ella se ha bebido la vergüenza, ha pasado ante la puerta de un pastelero"). La causa de esta mala fama procedía de las "pastelerías de doble fondo", confiterías donde las mujeres se citaban con sus amantes. Así era el negocio del repostero Piton, quien se jubiló en 1860. 


La pastelería de monsieur Piton jamás se vaciaba. Durante el día, los transeuntes de los bulevares entraban con el propósito de comprar magdalenas o pasteles "Savarin". Sin embargo, a partir de las once de la noche, el local era frecuentado por artistas, escritores y bohemios, que llegaban en muy buena compañía... Ignorando el dulce género del mostrador, las parejas pasaban directamente a la trastienda de la pastelería para "boire la honte" ("beber la vergüenza") y cenar. Acaramelados, tomaban la sopa de queso, el embutido y las rodajas de paté que servía el repostero Piton. La velada solía durar una o dos horas, hasta que la policía aparecía, en el momento más inoportuno, como la sombra de Banquo en Macbeth.


En Cyrano de Bergerac, el protagonista y su amada Roxana se citan en la casa del pastelero Ragueneau. Dicha tienda se encontraba en la calle San Honorato. "Era una pollería-pastelería en la que los hornos lo llenaban todo con su calor agradable. Los asadores giraban, los pasteles se horneaban, del techo colgaban los jamones, por todas partes había un delicioso olor. El lugar estaba lleno de cocineros gordos y ayudantes flacos que llevaban delantales blancos y gorros de cocina con plumas de gallina. Sobre las mesas, había montañas de pasteles y bizcochos. Ragueneau, en un rincón, sentado frente a una mesa, escribía algún poema" (Edmond Rostand).

viernes, 27 de febrero de 2015

Panadería de guerra

El cruasán, tan tierno, nació en pleno período bélico, concretamente durante el segundo sitio de Viena de 1683, que marcó el declive del imperio otomano en Europa, cuando el gran visir Kara Mustafá lanzó una campaña contra el emperador Leopoldo I. Los turcos, que avanzaban con una fuerza abrumadora, rodearon Viena por la noche con la finalidad de sorprender al enemigo. A pesar de lo intempestivo de la hora, los habitantes de la ciudad de Danubio fueron alertados de esta invasión por los panaderos quienes, mientras trabajaban en sus obradores, escucharon extraños ruidos al otro lado de las murallas. 


Finalmente, los turcos no consiguieron entrar en Viena y los panaderos fueron condecorados por el emperador. El gremio, muy contento, para mofarse de los perdedores, inventaron un pastel hojaldrado con forma de media luna, "Halbmond" en alemán. María Antonieta, la mujer de Luis XVI, se aficionó a este nuevo dulce vienés, introduciéndolo en Francia a la hora del desayuno, instaurando el croissant a la plancha.


Otra leyenda cuenta que Napoleón ideó la baguette cuando, en 1812, camino del frente ruso, pensaba en algo para alimentar a sus tropas, que fuera nutritivo, pesara poco y no ocupara excesivo espacio. Cuando recaló en Viena, los pasteleros le mostraron la baguette vienesa, el pan ideal para hacer bocadillos. Paréntesis de pan, de fiambre lleno... A la Grande Armée no le sentaron bien aquellos bocatas.

viernes, 16 de enero de 2015

Midnight Reverie, 86% cacao

De su último viaje a San Francisco, mi amiga Elena me ha traído de regalo una tableta de chocolate con un nombre más que sugerente: "Midnight Reverie, 86% cacao". La joya pertenece a la casa Ghirardelli, división estadounidense de la chocolatera suiza Lindt, mi marca favorita.
 
 
Domingo Ghirardelli tiene una historia apasionante, casi de película. Hijo de un comerciante de especias en Génova, vino al mundo en la comuna italiana de Rapallo en 1817. Ya de adolescente, Domingo se adentró en el fascinante mundo del chocolate. Cuando cumplió la veintena, se mudó a Sudamérica, primero a Uruguay y después a Perú, en cuya capital, Lima, abrió una confitería. En 1850, volvió a trasladarse, esta vez a San Francisco, donde aprovechó la Fiebre del Oro que, por aquellos años, enloquecía a media California. Dos años después, Domingo había ahorrado el dinero suficiente para fundar la Ghirardelli Chocolate Company, convirtiéndose así en el mejor chocolatero de San Francisco. Cuando falleció, con 77 años, fue enterrado en Oakland. 
 
 
Curiosamente, el terrible terremoto que asoló San Francisco en 1906 apenas dañó la empresa Ghirardelli, que retomó la producción diez días después del desastre. Los dioses son misericordiosos ante un chocolate tan bueno. Gracias por tu delicioso regalo, Elena.
 

lunes, 15 de diciembre de 2014

Macarrones caldosos


"No hubiera necesitado esta hermosa Dolores Vargas intentar en los comienzos de su carrera artística imitar el estilo de Lola Flores, puesto que condiciones posee para cimentarse una personalidad propia [...] De Quintero, León y el maestro Gordillo son los Tientos del cariño, estrenados por Dolores Vargas. Aunque la canción moderna, impuesta por la juvenil nueva ola, haya obligado a estrellas y luceros de las variedades a transigir con esta moda invasora de emisoras de radio, pantalla de la televisión, escenarios y discos gramofónicos, aún permanecen fieles al folklore español, especialmente el andaluz, figuras como Dolores Vargas, y deseable es que no cante como otras, bulerías, tanguillos y pasodobles con ritmo ye-yé, licencia que no deja de ser una aberración musical".

Álvaro Retana, Historia de la Canción Española (1967)
 
 
Efectivamente, hermana del Príncipe Gitano, y apodada "La Terremoto", quizá porque su dinamismo interpretando la canción andaluza guardaba gran semejanza con el estilo que acreditó a Lola Flores, María Dolores Castellón Vargas tenía gracia para dar y regalar a manos llenas. En 1974, decidida a triunfar en todo el mundo, se presentó a la selección interna de TVE para representar a España en el Festival de Eurovisión, que ese año se celebraba en Brighton. Su canción llevaba por título Macarrones e intercalaba alguna palabrilla en inglés, como very good o sexy bomb.
 
Dolores, Dolores, very good Dolores,
Dolores, good, good Dolores, Dolores,
sexy bomb Dolores, Dolores, ole, ole.
Mis macarrones caldosos son
los que hago, señores.
Mis macarrones caldosos van
con su tocino y morcilla.
Mis macarrones caldosos y
su patatita y judías.

 
 
Finalmente, el representante español que viajó a Brighton fue un paisano de "La Terremoto": el rumbero Peret, que interpretó Canta y sé feliz, quedando décimo. En aquella edición, la protagonista de Grease, la británica Olivia Newton-John, también participó en Eurovisión con el tema Long Live Love (cuarto puesto), aunque la canción triunfadora fue Waterloo de ABBA.
 

jueves, 20 de noviembre de 2014

¡La de fatiguitas que habéis pasado los ricos!


Coincidieron una Feria de Abril Cayetana de Alba y Curro Romero. Entraron ambos en una caseta para comer pescaíto frito y se sentaron juntos. Llegaron los platos de pescaíto y la duquesa se tiró a los bichos con auténtico desenfreno. Según los asistentes, la señora no comía: devoraba. El Faraón de Camas, al contemplar aquella voracidad, exclamó: "¡La de fatiguitas que habéis pasado los ricos!". Dicen que, a aquellos que han vivido intensamente, hasta la muerte les sabe bien.
 
 
Una aristócrata, miembro de "la casta", ha sido más cercana, simpática y querida que muchos "plebeyos". Pablo Iglesias debe de estar pasando las de Caín, escuchando tantas palabras cariñosas dedicadas a la Duquesa de Alba.

martes, 28 de octubre de 2014

De la almendra dulce al "nougat"

A finales de octubre y primeros de noviembre, coincidiendo con la festividad de Todos los Santos, las calles se llenan de castañeros. Un otoño más, llegamos a la época de los frutos secos: castañas asadas por supuesto, pero también nueces, piñones, pistachos y almendras.
 
 
Durante estos días, en la ciudad francesa de Montélimar, preparan su famoso "nougat", un dulce hecho con claras de huevo, azúcar, miel de lavanda y almendras dulces recolectadas en el valle del Ródano.
 
 
Al término del siglo XVI, el agrónomo e infatigable viajero Olivier de Serre plantó los primeros almendros en el sur de Francia, procedentes de Asia Occidental. Poco después, inspirado por las recetas árabes que se susurraban por el puerto de Marsella, un panadero de Montélimar tuvo la feliz idea de mezclar la almendra con la miel, creando una pasta, parecida al turrón, que llamaron "nougat". Los lingüistas buscan el origen de esta palabra en el nombre latino del pastel de nueces, "nux gatum" o "nucatum", aunque en los alrededores de Montélimar cambiaron las nueces por las almendras. Para dar a conocer su producto, los pasteleros regalaron enormes cantidades de "nougat" a todas las personalidades que viajaban al valle del Ródano, entre ellos, los duques de Borgoña y Berry, que cargaron con un quintal de "nougat" (100 kilos) hasta París. Así, en el año 1778, se fundó la primera fábrica de este aromático "turrón francés" y, en 1837 abrió sus puertas la casa Arnaud Soubeyran, que funciona en la actualidad. Sin embargo, fue Emile Loubet, alcalde de Montélimar y posterior presidente de la República en 1899, quien disparó las ventas del "nougat" en toda Francia con la construcción de la línea ferroviaria.
 
 
Una bonita leyenda cuenta que el término "nougat" no procede de "nux gatum", sino de la expresión "Tu nous gâtes!" ("¡Cómo nos mimas!"), que exclamaban los nietos del valle del Ródano a sus abuelos cuando elaboraban este praliné con almendras de la región.
 

lunes, 20 de octubre de 2014

Toros, toreros y "repostería creativa"


Este fin de semana se ha celebrado la segunda edición de Madrid Fashion Cake, la gran feria dedicada a la "repostería creativa", esto es, el paraíso de los "cupcakes", las "cookies", el "fondant", la "buttercream", el "sugarcraft", el "frosting", los "push pops", el "chocotransfer" y demás diabluras postmodernas que sigo sin entender, pero como los organizadores del evento son buenos amigos y mejores personas, allí he estado un año más como un clavo. Quizá para la vigésima edición de Madrid Fashion Cake ya controle el vocabulario de la repostería creativa. De momento, todo sigue sonándome a eslavo. Por eso, casi se me saltan las lágrimas de alegría cuando, en mitad del bullicio, escuché a alguien hablar con fuerte acento gaditano. Se trataba de una pareja que atendía un expositor llamado "La buhardilla de Elena". Me acerqué de inmediato.

 
Elena y su marido, procedentes de Los Barrios, son verdaderos artesanos de la arcilla polimérica. En sus ratos libres, Elena, enfermera de profesión, crea bisutería con forma de galletas clásicas, como María, Chiquilín, Oreo, Príncipe de Beckelar o Princesa. Con habilidad e ingenio, ha sido capaz de realizar llaveros, colgantes, pulseras, pendientes, anillos y broches que parecen recién sacados del horno. No fue ésta la única sorpresa de la feria.

 
En un expositor situado frente a "La buhardilla de Elena", me di de bruces con el matador de toros Sergio Aguilar, quien me explicó que su mujer también trabajaba en el mundo de la repostería creativa. A pesar de estar en el universo de los dulces, a cualquier aficionado le amarga saber que un torero con la calidad de Sergio Aguilar sólo ha hecho el paseíllo en una ocasión durante la temporada 2014. Y, para colmo de males, no fue en Las Ventas.

 
Unos metros más allá, en la zona de exposición, a la sombra de una tarta gigante de Victoria´s Secret, dos astifinos toritos brotaban de la "buttercream" de un "cupcake". Decía Forrest Gump que la vida es como una caja de bombones porque nunca sabes lo que te va a tocar. Algo parecido sucede en Madrid Fashion Cake, donde lo mismo te encuentras a unos paisanos, un torerazo o unos toros comestibles.


La "buttercream" de nuestros abuelos
 

jueves, 16 de octubre de 2014

Lhardy y los toros

 
Han pasado 175 años desde que Lhardy abriera sus puertas para darle esplendor a Madrid. Por aquella época, los toreros, amantes de la bombolla y el tronío, eran más vanidosos. Ahora, cuando los matadores pasean por la Carrera de San Jerónimo no visten un traje especial, un traje que defina su calidad de toreros. Ahora todo el mundo, toreros y mortales, vamos ataviados con prendas parecidas. Incluso en el interior de Lhardy. Porque Lhardy es, y ha sido, un reflejo de nuestro Madrid.
 
 
"Si estos espejos y estos sillones hablaran...". Así comenzó su charla el pasado martes Carlos Abella, responsable de una amena conferencia titulada "Lhardy y los toros", que se celebró en el Salón Isabelino del aristocrático restaurante. Casi un siglo antes de que se inaugurara la actual plaza de Las Ventas, Frascuelo, ataviado con elegante chaquetilla de terciopelo, acudía con frecuencia a Lhardy para tomar su vaso de jerez. En una ocasión, acodado sobre el mostrador de mármol, vio entrar al monarca Alfonso XII. Con desparpajo calé, levantó la copa y gritó: "¡Olé por el rey gitano!". El granadino, no era el único espada que allí se sentía como en su casa. Se rumoreaba también que Luis Mazzantini tenía a su disposición una habitación en la última planta de Lhardy cada vez que recalaba en Madrid.
 
 
Aún se recuerda el homenaje que sus partidarios le organizaron a Joselito en 1913 tras cortar su primera oreja en Madrid al bravísimo toro de Saltillo "Jimenito". Entre "petitsous", "brioches", "croissants", "patés de prédis" y "vol-au-vent", el pequeño de los Gallo saboreó las mieles del éxito en Lhardy. Pero nada comparable a la cena homenaje con la que se obsequió a Manolete en 1944. Todos los invitados fueron de esmoquin, salvo Manuel Rodríguez, que vistió traje corto y camisa rizada. "Porque ése es el traje de gala de los toreros", puntualizó con acierto Carlos Abella. Al ágape acudieron intelectuales, escritores, músicos, críticos taurinos, políticos, médicos... y Camilo José Cela, que no había cumplido ni 30 años. Bajo las luces de Lhardy, Agustín de Foxá declamó uno de sus más bellos textos: "Yo saludo en ti a Córdoba, olivares y ermitas, surtidor de odaliscas, hoy cubierto de tierra, que te dio esa elegancia de califa sin trono, de Almanzor que no vuelve, que es desdén y nobleza". El "califa sin trono" cayó muerto en Linares tres años después de aquel homenaje.
 
 
Ya en la década de los cincuenta, a eso de las ocho o nueve de la tarde, se reunían en la trastienda de Lhardy para hablar de toros Domingo Ortega, Luis Miguel Dominguín, Antonio Díaz-Cañabate, Ignacio Zuloaga y Julio Camba, entre otros. Antonio Ordóñez fue otro de los toreros que estableció su cuartel general en el número 8 de la Carrera de San Jerónimo, organizando dos encuentros taurinos al año: uno en San Isidro y otro en otoño. El diestro de Ronda convocaba, mas no invitaba. Importante matiz.
 
 
Así, rememorando anécdotas taurinas, cayó la noche sobre Lhardy, que ha cumplido 175 años y sigue siendo el espejo de Madrid; un Madrid menos brillante, menos taurino y menos fachendoso, como los toreros de ahora, pero que no ha perdido su capacidad para seducir. Uno no deja de preguntarse cómo hemos cambiado tanto en tan poco tiempo.
 

jueves, 2 de octubre de 2014

Fête de la Gastronomie


Atravesamos el ecuador de la Semana de la Gastronomía francesa en Madrid, que arrancó el pasado viernes y finalizará este domingo. A diferencia de los españoles, mucho más mojigatos y acomplejados, nuestros vecinos al otro lado de los Pirineos se sienten orgullosos de su cultura y la difunden a los cuatro vientos. Con ese fin, han organizado seminarios gastronómicos, ciclos de cine, cursos de cocina, actividades para niños, etc.
 
 
Del amplio programa, me gustó especialmente un curso de etiqueta y protocolo en la mesa, es decir, una conferencia sobre "savoir être" (saber estar) y "savoir faire" (saber hacer), costumbres tan necesarias como olvidadas en la actualidad. La charla, impartida el martes en el Institut Français, corrió a cargo de Monsieur Jean François Koster, profesor de economía turística que ha trabajado en hoteles tan legendarios como el Savoy de Londres. "En este oficio no te haces rico, pero vives rodeado de ellos", bromeaba Monsieur Koster antes de empezar el cursillo. "Mi padre también trabajó en hoteles de alta categoría, he presenciado numerosas inauguraciones de establecimientos de lujo y, si pudiera, tendría en casa 50 vajillas". De porcelana de Limoges, por supuesto. "El secreto de la calidad se encuentra en los detalles. Y, por favor, si ponen candelabros en la mesa, que sea sólo durante las cenas... y enciendan las velas".
 
 
El ponente también destacó las virtudes de un buen anfitrión: ser ordenado, puntual, elegante y observador. "A la hora de colocar a los invitados en la mesa, se suele hacer de forma alterna: un hombre y una mujer. En ningún caso el protocolo recomienda sentar a dos mujeres juntas". Tras una leve pausa, añadió: "Será porque así hablarían todavía más".
 
 
La charla finalizó con una frase de Brillat Savarín, autor del famoso pastel que lleva su nombre: "Recibir a alguien como nuestro invitado equivale a responsabilizarse de su felicidad todo el tiempo que permanezca bajo nuestro techo".