Mostrando entradas con la etiqueta Marcel Proust. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Marcel Proust. Mostrar todas las entradas

miércoles, 3 de septiembre de 2014

La princesa roja


Desde niña se comportó como una rebelde y se entretenía lanzando objetos desde la ventana de un tercer piso. Se llamaba Elizabeth Charlotte Lucy Asquith, nació en la Inglaterra de 1897 y era hija del Primer Ministro británico Herbert Asquith. Pronto destacó por su inteligencia y su talento para escribir. Solía rodearse de intelectuales y rara vez respetó el protocolo. Marcel Proust escribió sobre ella: "Tú tienes todo lo que yo deseo". A los 19 años contrajo matrimonio con el príncipe rumano Antoine Bibesco, 22 años mayor. De esta manera, Elizabeth se convirtió en la Princesa Bibesco, aunque su temperamento levantisco siguió marcando su vida de casada con diversos escarceos amorosos.

Antoine Bibesco y su joven esposa
 
En éstas, en 1927, Antoine Bibesco fue destinado a España como diplomático. Y, por supuesto, el escándalo estalló, casi al compás de la Guerra Civil. En Madrid, probablemente en la embajada rumana, el atractivo y mujeriego José Antonio Primo de Rivera tardó dos segundos en echarle el guante a "la princesa roja", como gustaba llamarla. Impulsor de la Falange, de teórica moral católica, amigo personal de García Lorca, conocedor del inglés y el francés, encarnaba el tipo de hombre que enloquecía a la Bibesco. Para mayor fortuna, Antoine volvía a ser destinado al extranjero, quedando miss Elizabeth, sola, en su casa de Madrid durante el invierno, y en San Sebastián durante el verano. En 1933, nacía Falange Española y, casi simultáneamente, la princesa trababa amistad con el presidente de la República, Manuel Azaña.

José Antonio y Elizabeth
 
Cuando en las elecciones de 1936 vence el Frente Popular, la Bibesco, más realista que su amante, ruega a Azaña para que José Antonio abandone "voluntariamente" España. Algunas fuentes cuentan que, con el fin de protegerle, el todavía presidente de la II República mete a José Antonio en la cárcel... pero la situación -y el poder- se le escapa de las manos. Se consuma el Golpe de Estado y Primo de Rivera es trasladado a la prisión de Alicante, donde recibe un telegrama de Elizabeth: "Je pense à toi. Love". El 20 de noviembre del 36, muere fusilado con 33 años. Ella tiene 39. En 1940, con Franco ya instalado en el poder, Elizabeth escribe su última novela, titulada The Romantic. La dedicatoria no deja lugar a dudas: "A José Antonio Primo de Rivera. Este libro que te iba a dedicar sigue siendo tuyo porque aquellos a los que amamos viven para siempre en nuestro corazón y sólo mueren cuando nosotros morimos...".

Dedicatoria en el libro "The Romantic"
 
La Bibesco fallece en 1945, nueve años después que su amado quien, en el fondo de su maleta, conservó aquel telegrama de amor, casi infantil, de la "princesa roja". Y, sin embargo, otra mujer ocupó el corazón de José Antonio: la duquesa de Luna. Pero ésa, como diría Kipling, es otra historia... Con razón un amigo dice que desconfíe de los hombres, aparentemente puros, que rezan a diario el rosario.

sábado, 3 de mayo de 2014

En busca de la finca perdida


La tarde podría haberse titulado En busca de la finca perdida. Y el capítulo uno, Por el camino de San José del Valle, que es donde pastan los toros de Fuente Ymbro. Porque si huidizo fue uno, el siguiente lo superó. Para hacer balance de la corrida lidiada este viernes en Sevilla, diremos que el ganadero trajo tres mansos (4º, 5º y 6º) y tres mansos escandalosos (1º, 2º y 3º). Desigualmente presentados, descastados, sin fijeza, emplazándose en los terrenos de chiqueros y rehuyendo la pelea, tanto en el peto como en la muleta. ¿Seguirá teniendo problemas Ricardo Gallardo con el maíz? ¿Qué clase de mazorcas siembran en San José del Valle que absorben la bravura de forma tan desmedida?
 
 
Con semejante sequía de casta, poco pudo hacer la terna. Quien toreó de verdad fue, paradójicamente, el diestro menos jaleado: Paco Ureña quien, ante el quinto, ejecutó el toreo fundamental, puro y sin alharacas. Fue una faena larga que el público no apreció. El respetable maestrante también demostró frialdad durante el templado trasteo de Javier Castaño con el cuarto, técnico y eficiente, aunque más superficial que el murciano. Ambos, Castaño y Ureña, estuvieron muy por encima de sus respectivos lotes. El camero Esaú Fernández, quizás porque vestía un precioso terno caña con los remates en negro, porque mató bien, o porque fue el más bullanguero, con porta gayola incluida, se llevó el gato al agua cortando una oreja pueblerina al rajado tercero. Por un momento, La Maestranza, a medio llenar, pareció una versión barata de La Pañoleta.
 
Castaño y Ureña (Fotos de Arjona)
 
Muy interesante la actuación de las cuadrillas, sobre todo la esmerada lidia de Marco Galán, así como los pares de banderillas de Fernando Sánchez y Víctor Saugar "Pirri".

miércoles, 31 de octubre de 2012

Aquí no se celebra Halloween: felices Tosantos

La frontera que separa octubre de noviembre huele a castañas asadas. Incontables autores han descrito este aroma, que es el de la infancia y el paso de las estaciones. Sobre todo Trapiello, al que describen como un "memorialista" (tal y como está el patio, menudo oficio, pienso yo). Así esboza el retrato de la castañera: "envejecida criatura del averno con el rostro tiznado".


En los cuentos infantiles, la castañera no parece excesivamente infernal

En mi ciudad natal, Algeciras, cada 31 de octubre se celebra en la plaza de abastos, obra de Eduardo Torroja Miretla tradicional Fiesta de las Castañas o de los Tosantos. Cuando empieza a caer la tarde, vendedores de frutos secos despliegan sus puestos alrededor del mercado mientras suena una orquestilla. Las castañas, por supuesto, son las protagonistas, pero también los piñones, nueces, pistachos, almendras, cacahuetes, anacardos, garrapiñadas, ciruelas pasas, dátiles, higos secos... Después de dar un garbeo por el mercado y de llenar unas cuantas bolsas, uno sube hasta las pastelerías del centro, a Mónaco, Okey o La Dulce Campesina, a comprar una bandeja de buñuelos y otra de huesos de santo. Y con semejante botín, se regresa casa, a seguir paladeando los Tosantos a la vera del brasero.



Incluso la gran Pastora Imperio le cantó a las castañeras a través de un castizo pasodoble, obra de Rafles y el maestro Larruaga.

"Según mi fe de bautismo,
nació esta preciosidad
en un puesto de castañas
que tenía mi mamá.
¡De castañas asás!
Me crié en la Ribera de Curtidores,
y allí conocí al niño de mis amores,
que de chulo y gitano
que es el chiquillo
apaga las cerillas con un martillo.
Y tiene puesto en su alcoba,
a orilla de San Antón,
un retrato de Vicente Pastor.
Cuando estoy por las mañanas
en mi puesto de castañas
todos los hombres me dicen así:
- ¡Dígame usté, castañera,
qué he de hacer pa´que me quiera
porque estoy por usté fuera de mí!"


a quien el erizo guarda;
la nuez, en su cárcel presa,
y aquí, con la pera parda,
tendrás la rubia camuesa".
(Lope de Vega)

Los modernos, sin embargo, son capaces de rechazar un entrañable cartucho de castañas asadas porque lo consideran "rancio" y alejado de la nouvelle cuisine. ¡Y de los Tosantos o Don Juan Tenorio para que vamos a hablar! Ahora se lleva el Halloween, que no hay Cristo que lo pronuncie. Por esa misma regla de tres, el último jueves de noviembre tendríamos que merendar pavo seco con salsa de arándanos por Acción de Gracias.

Leído en Twitter: "Que celebremos Halloween es como si en Wisconsin
bajaran de romería por el Mississippi al Cristo de los Faroles".

Ante estas amenazas progres, la pobre castañera también ha tenido que modernizarse y saltar a la web. Bienvenidos al castañero.com. Manda castañas.

sábado, 15 de septiembre de 2012

En busca de la magdalena perdida

"No es un muffin, es una magdalena. No es un cupcake, es un pastelito. No es una cookie, es una galleta. No son pancakes, son tortitas. Y no eres moderno, eres gilipollas".


"Hacía ya muchos años que no existía para mí de Combray más que el escenario y el drama del momento de acostarme, cuando un día de invierno, al volver a casa, mi madre, viendo que yo tenía frío, me propuso que tomara, en contra de mi costubre, una taza de té. Primero dije que no, pero luego, sin saber por qué, volví de mi acuerdo. Mandó mi madre por uno de esos bollos, cortos y abultados, que llama magdalenas, que parece que tienen por molde una valva de concha de peregrino. Y muy pronto, abrumado por el triste día que había pasado y por la perspectiva de otro tan melancólico por venir, me llevé a los labios una cucharada de té en el que había echado un trozo de magdalena. Pero en el mismo instante en que aquel trago, con las migas del bollo, tocó mi paladar, me estremecí, fija mi atención en algo extraordinario que ocurría en mi interior. Un placer delicioso me invadió, me aisló, sin noción de lo que lo causaba. Y él me convirtió las vicisitudes de la vida en indiferentes, sus desastres en inofensivos y su brevedad en ilusoria, todo del mismo modo que opera el amor, llenándose de una esencia preciosa; pero, mejor dicho, esa esencia no es que estuviera en mí, es que era yo mismo. Dejé de sentirme mediocre, contingente y mortal. ¿De dónde podría venirme aquella alegría tan fuerte? Me daba cuenta de que iba unida al sabor del té y del bollo, pero le excedía en mucho, y no debía de ser de la misma naturaleza. ¿De dónde venía y qué significaba? [...]

Y de pronto el recuerdo surge. Ese sabor es el que tenía el pedazo de magdalena que mi tía Leoncia me ofrecía, después de mojado en su infusión de té o de tila, los domingos por la mañana en Combray (porque los domingos yo no salía hasta la hora de misa) cuando iba a darle los buenos días a su cuarto [
...]


Y como ese entretenimiento de los japoneses que meten en un cacharro de porcelana pedacitos de papel, al parecer, informes, que en cuanto se mojan empiezan a estirarse, a tomar forma, a colorearse y a distinguirse, convirtiéndose en flores, en casas, en personajes consistentes y cognoscibles, así ahora todas las flores de nuestro jardín y las del parque del señor Swann y las ninfeas del Vivonne y las buenas gentes del pueblo y sus viviendas chiquitas y la iglesia y Combray entero y sus alrededores, todo eso, pueblo y jardines, que va tomando forma y consistencia, sale de mi taza de té".

"En busca del tiempo perdido", Marcel Proust



Sevilla está en mi paladar en los bizcochos de El Horno de San Buenaventura y de forma más profunda en los sabores del Arenal: calentitos del Postigo -que tanto gustan a don Antonio Burgos- y en las  magdalenas de Los Ángeles, esas magdalenas con delicado aroma del aceite que quizás hubiesen sorprendido a Proust (porque las de su tia sabrian a mantequilla y no hay comparación posible). Yo le seré fiel a Los Ángeles hasta la muerte.  



Feliz desayuno de sábado y que disfrutéis de vuestras magdalenas, mojicoles, sobaos, galletas María, tortas de Inés Rosales y bizcochos de Soletilla migados en el café. A los lectores de este blog se nos atragantan los muffins.