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domingo, 3 de mayo de 2015

Movimiento de Aficionados Indignados (M.A.I.)


Ahora que está tan de moda soliviantarse y salen encolerizados hasta de debajo de las piedras, propongo crear un movimiento de indignados por la ausencia de toreros como Curro Díaz y Sergio Aguilar en las ferias. Resulta desesperante la cantidad de morralla que nos tragamos a lo largo de la bendita temporada mientras dos matadores como los anteriormente citados, con su clase y pureza, están esperando en casa a que suene el teléfono. Estos son los números: Curro Díaz hizo el paseíllo en trece ocasiones el año pasado; Sergio Aguilar, una. ¡Tiene bemoles el asunto!


Y los pobres tienen tan mala estrella que, cuando por fin los anuncian en Las Ventas, les sale una corrida mala que, a perro flaco, todo son pulgas. De cualquier manera, tanto Curro como Sergio, estuvieron por encima de sus descastados Carriquiris, firmando algunos muletazos sueltos de auténtica categoría, como un natural de Curro Díaz al cuarto. Ambos saludaron dos cariñosas ovaciones que, con toda justicia, les brindó el público de Madrid. Sin embargo, de poco les va a servir, pues la empresa no ha tenido a bien acartelarlos durante San Isidro. Parias en los despachos y olvidados de las grandes ferias, van desgranando su exquisito toreo de higos a brevas, cuando les dan la oportunidad de vestirse de luces. Sergio Aguilar ha venido a Las Ventas sin apoderado... ¡clama al cielo!


En cambio, un tal Leonardo San Sebastián ha confirmado alternativa este 3 de mayo, sin tener otro mérito que ser hijo de uno de los presidentes de la plaza, Justo Polo. El capricho de colgar una foto en su salón haciendo el paseíllo en Las Ventas le ha salido caro: una cornada en el muslo derecho. 


¡Aficionados, indignaos! ¡Por más ferias con Curro Díaz y Sergio Aguilar! ¡Basta ya de morralla, Matilla´s boys e intercambios de cromos!

lunes, 20 de octubre de 2014

Toros, toreros y "repostería creativa"


Este fin de semana se ha celebrado la segunda edición de Madrid Fashion Cake, la gran feria dedicada a la "repostería creativa", esto es, el paraíso de los "cupcakes", las "cookies", el "fondant", la "buttercream", el "sugarcraft", el "frosting", los "push pops", el "chocotransfer" y demás diabluras postmodernas que sigo sin entender, pero como los organizadores del evento son buenos amigos y mejores personas, allí he estado un año más como un clavo. Quizá para la vigésima edición de Madrid Fashion Cake ya controle el vocabulario de la repostería creativa. De momento, todo sigue sonándome a eslavo. Por eso, casi se me saltan las lágrimas de alegría cuando, en mitad del bullicio, escuché a alguien hablar con fuerte acento gaditano. Se trataba de una pareja que atendía un expositor llamado "La buhardilla de Elena". Me acerqué de inmediato.

 
Elena y su marido, procedentes de Los Barrios, son verdaderos artesanos de la arcilla polimérica. En sus ratos libres, Elena, enfermera de profesión, crea bisutería con forma de galletas clásicas, como María, Chiquilín, Oreo, Príncipe de Beckelar o Princesa. Con habilidad e ingenio, ha sido capaz de realizar llaveros, colgantes, pulseras, pendientes, anillos y broches que parecen recién sacados del horno. No fue ésta la única sorpresa de la feria.

 
En un expositor situado frente a "La buhardilla de Elena", me di de bruces con el matador de toros Sergio Aguilar, quien me explicó que su mujer también trabajaba en el mundo de la repostería creativa. A pesar de estar en el universo de los dulces, a cualquier aficionado le amarga saber que un torero con la calidad de Sergio Aguilar sólo ha hecho el paseíllo en una ocasión durante la temporada 2014. Y, para colmo de males, no fue en Las Ventas.

 
Unos metros más allá, en la zona de exposición, a la sombra de una tarta gigante de Victoria´s Secret, dos astifinos toritos brotaban de la "buttercream" de un "cupcake". Decía Forrest Gump que la vida es como una caja de bombones porque nunca sabes lo que te va a tocar. Algo parecido sucede en Madrid Fashion Cake, donde lo mismo te encuentras a unos paisanos, un torerazo o unos toros comestibles.


La "buttercream" de nuestros abuelos
 

sábado, 2 de febrero de 2013

Un hombre sincero


Sergio Aguilar visitó el pasado jueves la sede
de la Asociación El Toro de Madrid, sita en Casa Patas.

Tomó la alternativa en 2003 y, en una década, a pesar de ser uno de los toreros más puros del escalafón, no ha sumado cien paseíllos. Tiene la moneda, él lo sabe, el aficionado también, pero los empresarios, poco interesados en las monedas y sí en los billetes grandes, aún no se han enterado. A pesar de haber toreado un par de veces a lo largo de toda una temporada, asegura que no se aburre y aún recuerda algunas mañanas cuando, solo, se ha visto entrenando en la Casa de Campo sin saber lo que le depararía el futuro. Pero éste es el camino y, si tiene que ser, será. Sergio Aguilar es un hombre paciente.


De momento, sabe que el 10 de febrero lidiará dos Victorinos en Valdemorillo, a las puertas de su Madrid. Y con televisión. Es consciente de que en esa corrida se juega buena parte de la temporada. Luego, Dios dirá. La empresa de Las Ventas aún no se ha puesto en contacto con él, a pesar de firmar una de las faenas más rotundas de 2012 durante una corrida agosteña de José Luis Pereda. Aún le hierve la sangre cuando recuerda que pinchó aquel toro. Reconoce, no sin cierta amargura, que en la Tauromaquia mandan los números: tantas orejas, tantos contratos. Visita con asiduidad el umbral de la Puerta Grande, que siempre se le escapa y no termina de franquear. Dice que este año va a ser. Tiene que ser. Para seguir fiel a su ética, no le valdría cortar una oreja a un toro que fuera de dos, ni acompañar al animal en vez de someterlo; eso sólo le provocaría volver "jodido" al hotel.

Con un Alcurrucén en Vic / Foto: Terres Taurines

Asegura que Francia tampoco es lo que era: quedan pocas Comisiones Taurinas y las plazas funcionan a través de las empresas, igual que en España. Al ser un hombre prudente, no menciona que en varias de esas empresas, hasta hace poco, llevaban la batuta los Chopera, quienes lo tienen vetado desde que dejó a su antiguo apoderado, Mateo Carreño. Esa ruptura le ha valido más de un portazo. Ahora va con Juan Reverte y dice que está contento. Curiosamente, en sus inicios, tras beber de la afición de su padre, fue el personal Corbacho quien gestionó su carrera. Lleva la "marca de la casa".


Su encaste favorito, no lo duda, es el de Núñez, gracias a esa entrega y tranco final. No en vano, fue un toro de Alcurrucén el que le abrió la garganta en Bilbao en 2010. Sergio Aguilar no se aburre, pero tiene el cuerpo cosido a cornadas. En 2004, en Sevilla, sufrió una aparatosa fractura de ligamento cruzado y menisco. Cuando viajó a Houston, donde le operaron, los médicos no dieron crédito al repasar la faena en vídeo: Sergió siguió toreando con la rodilla izquieda hecha añicos.


Afirma que no es un torero frío, pero reconoce que, a veces, cuando está en el ruedo, tiene la impresión de que cierta parte del público no entiende lo que hace. Cuando se torea tan de verdad y sin alharacas, sin vender nada, resulta sencillo que muchos no se enteren. Sergio Aguilar no mercadea con su imagen en Vogue, sólo en el ruedo, enganchando desde alante y trayéndose a los toros hasta el final, siempre hacia dentro, impecablemente colocado. Torero clásico por el que no pasa el tiempo. "A todo el mundo le gusta el toreo bueno", comenta optimista. Quizás sea ese candor lo que le ha permitido seguir en la trinchera de una larga e inmerecida espera. Reconforta escuchar a un hombre sincero en los tiempos que corren. Yo también lo creo, Sergio, este año va a ser. Tiene que ser. 

martes, 16 de octubre de 2012

El inventario del aficionado (temporada 2012)


La temporada taurina echa la persiana. Despedida y cierre. Desde la feria del Pilar hasta Fallas, el calendario correrá considerablemente más despacio. Dicen que pronto la Comunidad de Madrid colocará una tapadera sobre Las Ventas para que Taurodelta pueda programar novilladas sin picadores las mañanas de los domingos (después del I Festival Internacional de Circo, por supuesto). El invento de la olla en la calle Alcalá está por ver. Lo único seguro es la temporada que ya se marcha, con las expectativas que se cumplieron y las promesas que se quedaron por el camino. Algunos toreros ya cambian el traje de luces por el campero mientras que otros preparan la maleta para hacer las Américas (unas ferias, las transatlánticas, que, por cierto, cada vez interesan menos).


Mientras, los aficionados comenzamos a escribir el inventario: ese rosario de nombres que jalonaron -y salvaron- una temporada que no ha sido especialmente lúcida ni lucida. ¿De quién se hablará durante las tertulias invernales? Sin duda, de Javier Castaño, por revalorizar los tres tercios de la lidia y echarse al coleto las ganaderías más duras; de Fernando Robleño, por su lucha sin cuartel, por no dar su brazo a torcer y por aquella encerrona épica en Céret; de Iván Fandiño, por su valor incorruptible, por esa forma de matar o morir y por seguir lidiando todos los encastes; de Sergio Aguilar, por su pureza y toreo clásico, casi perfecto; de Eduardo Gallo, por volver a ser algo más que una promesa; de Uceda Leal, porque la tarde en que le salga un toro, esta vez sí, va a crujir Madrid; de Alberto Aguilar, porque merece mucho mejor trato del recibido; de Diego Urdiales, porque quizás las empresas lo olviden, pero los aficionados no, y menos los de Bilbao; de Jiménez Fortes, porque éste sí que puede funcionar; de Antonio Nazaré, por ilusionar sin ser el clásico torero consentido de Sevilla; de Joselito Adame, por ser el mejor matador mexicano del escalafón actual; de Fernando Cruz, por aquella intempestiva cornada y porque en Las Ventas lo esperan; del Fundi, por su despedida, pero sobre todo por su hombría; y, finalmente, de Padilla, por su vitalidad contagiosa y por hacer cosas que no están al alcance de los demás mortales.


Entre los hombres de plata, también relucirán los nombres, entre otros, de David Adalid, Luis Carlos Aranda y Tito Sandoval. ¿Y entre las ganaderías? Victorino, José Escolar, Cuadri, Adolfo, Baltasar Iban, Miura, Valdefresno, El Pilar, Alcurrucén, Adelaida Rodríguez, Cebada Gago, Valdellán, Mauricio Soler, Torrestrella... Todos ellos mantuvieron el barco a flote.


Los aficionados les damos las gracias no por hacernos disfrutar, ni por estar a gusto -como repiten machaconamente las figuras y sus réplicas novilleriles-, sino por emocionarnos. La emoción es un sentimiento mucho más profundo y duradero que el goce. Una corrida no se parece a un concierto de Shakira, donde el objetivo final consiste en bailar el Waka Waka; porque los toros, a diferencia del espectáculo de la colombiana, no son un mero entretenimiento. Ninguno de los anteriores toreros nos hicieron ondear pañuelos como locos cada tarde, ni los toros de las ganaderías mencionadas fueron indultados provocando el delirio colectivo. Tampoco fue necesario. La grandeza de la Tauromaquia va más allá del triunfo y del recuento de orejas. Y la lucha siempre resulta más edificante si el camino ha sido difícil. Por tanto, a todos ellos, gracias. Tras las penurias del invierno, en los albores de la próxima temporada, los esperamos en la plaza (con tapadera o sin ella).


sábado, 6 de octubre de 2012

Desencuentro entre el toreo clásico de Sergio Aguilar y la bravura de los Valdefresnos


Sergio Aguilar torea más bien que la mar: siempre en el sitio, colocado entre los pitones, puro y seco. Sin desplantes ni alharacas. Toreo serio. Macizo. Quizás por eso no llega a "la masa" (ni lo hará en un futuro, por desgracia). Aguilar no entiende de marketing; sólo de toreo clásico. Lo mejor de la tarde lo ha firmado con la mano izquierda: una serie de naturales al hilo de las tablas del 2 como hacía tiempo que no se daban en Las Ventas. El primero de Valdefresno, rajado y aquerenciado a chiqueros, no le permitió hacer más. La fortuna tampoco lo acompañó en el cuarto, un toro encastado que apretó mucho en el caballo y al que le propinaron un tercio de varas criminal. Llegó a la muleta desfondado y Aguilar trasteó de la única manera de sabe: de frente y sin trampa ni cartón. Sorteó, con diferencia, el peor lote.

Aguilar, al borde de la desesperación, porque nunca le sale un toro en Madrid.
Fotografía: Juan Pelegrín

Nicolás Fraile ha traído una buena corrida de toros a Las Ventas: sobresaliente en la forma (así se viene a Madrid, ganadero) y notable en el fondo, con un toro de lío: el tercero, de Fraile Mazas y de nombre "Cartuchero", y otros que hubieran merecido otra lidia.

"Cartuchero", esta mañana en los corrales
 
A Iván Fandiño poco le ha faltado para abrir una Puerta Grande superficial, de una y una, que se truncó por fallar con el descabello en el quinto. Este toro, protestado en los dos primeros tercios por trastabillear, fue a más en la muleta, donde galopó con alegría y descolgó la cara. El de Orduña -con una disposición irreprochable- no supo encontrarle los terrenos (a veces a favor de la querencia, a veces en contra), ni el tiempo (muy acelerado), aunque sí la distancia, citándolo de largo para enseñar el tranco del toro. Esta vez, el corazón del torero bombeó con demasiada fuerza y las ansias por abrir la Puerta Grande estropearon la faena que culminó con un estoconazo (dio la vuelta al ruedo). En el segundo, tardó en verle su buen pitón derecho y el trasteo se pasó de rosca. Volvió a matar de forma espectacular y cortó una oreja que el público pidió mayoritariamente. Legítima, por tanto.


En cuanto a David Mora -que tuvo el bonito detalle de brindarle un toro al Chano, presente en la plaza-, se le fue escandalosamente el tercer ejemplar de los Fraile, un animal con emoción, nervio y acometividad, que lo desbordó en la muleta. Lo más destacable fue la manera de ponerlo en suerte en el caballo, galleando. Con el sexto, deslucido y rajado como el primero, pasó sin pena ni gloria tras recibirlo de capa con gusto.



Tarde muy entretenida que culminó en el patio de arrastre con felicitaciones para Nicolás Fraile y su familia, ganaderos de los de antes. Como me confesó Nicolás en una ocasión: "Nosotros siempre hemos vivido a orilla de la vaca y del churro". Que sigan así.