Mostrando entradas con la etiqueta Bambino. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Bambino. Mostrar todas las entradas

viernes, 11 de diciembre de 2015

Grises


Hay ojos a los que les falta el color. Ni son verdes, ni pardos, ni azules. Son, quizá, grises. El poema de Rafael Salazar los comparaba con piedras, con espejos empañados, con cuevas guardando traición.

Ni son verdes, verdes,
ni son negros, negros.
Tus ojos malditos no tienen color,
ni pardo de tierra, ni azules de cielo,
ni grises de humo, ni rosa de flor.


La Paquera de Jerez y Bambino cantaban al frío de unos ojos grises, que eran de color acero, enloquecedores. 

Cuando sentí el frío de tus ojos grises,
los míos ya fueron dos barcos sin faro,
que adentro del alma me echaron raíces,
volviéndome loca, tus ojitos claros.


Y los poetas, como Constantino Cavafis, también dedicaron versos a unos hermosos -y generalmente, tristes- ojos grises.

Mirando un ópalo medio gris
recordé dos hermosos ojos grises
que vi: hará unos veinte años...

Por un mes nos amamos.
después se marchó, creo que para Esmirna,
a trabajar allí, y no nos vimos más.
Se habrán afeado -si vive- aquellos ojos grises;
se habrá arruinado el bello rostro.
Memoria mía, guárdalos tú como eran.
Y lo que puedas, memoria, de ese amor mío,
lo que puedas tráemelo esta noche.


Ojos grises, generalmente invernales, como el tiempo que comienza... Allí, donde termina tu mirada empieza el frío (Karmelo Iribarren).

miércoles, 11 de noviembre de 2015

El príncipe de la rumba fatal


Poco dice el nombre de Miguel Vargas Jiménez. En cambio, ante el apodo de "Bambino", son muchos los que se santiguan. Y con motivos. Nacido en Utrera en 1940, "Bambino" ha sido uno de los cantantes más personales de la creación. De pequeño, formó parte del Coro de Consolación, Consolación la de Utrera, "que por un querer de perdición se echó a rodar por los caminos, que por el dolor de una traición cambió de rumbo su destino". 


De niño del coro, "Bambino" pasó a ser peluquero. Pero, como Consolación la de Utrera, Miguel cambió de rumbo su destino y el oficio de barbero duró poco: a comienzos de los 60, Gitanillo de Triana  lo contrató para debutar en el madrileño tablao El Duende, regentado por el torero y su suegra, Pastora Imperio. De El Duende pasó a Pasapoga, luego a Los Canasteros, el local de Manolo Caracol, y de allí a numerosos teatros, salas de fiesta y discotecas de la capital. El gitano "Bambino" era carne de escenario, razón por la cual grandes genios del flamenco querían actuar con él: Paco de Lucía, La Paquera, Dolores Vargas, Enrique Montoya... Entre la bulería y la rumba, el utrerano de ojos tristes versionó coplas, boleros, tangos y rancheras. Ningún género se le resistía, aportando siempre un sentimiento desbordado a cada interpretación. Quizás quien mejor definió su estilo fue Ramón Vendrell, al decir que era "el príncipe de la rumba fatal". 


Las canciones de amor prohibido, como Corazón loco, La Pared o Mi amigo, eran su especialidad, y aún desgarran por su dramatismo, ferocidad y veracidad. "Bambino", intérprete maldito y olvidado, hace temblar al que le escucha. Su voz, quema y duele. Ahí está la pared que separa tu vida y la mía.



Vamos a dejarlo así,
que nadie advierta el combate,
ni me heriste, ni te herí,
vamos a dejarlo así,
aunque la herida nos mate.

sábado, 25 de octubre de 2014

La pared

 
[...] Entre tu casa y mi casa
hay un muro de silencio,
de ortigas y de chumberas,
de cal, de arena, de viento,
de madreselvas oscuras
y de vidrios en acecho.
Un muro para que nunca
lo pueda saltar el pueblo
que anda rondando la llave
que guarda nuestro secreto.
¡Y yo sé bien que me quieres!
¡Y tú sabes que te quiero!
Y lo sabemos los dos
y nadie puede saberlo.
 
[...] Salgo de mi casa al campo
sólo con tu pensamiento,
para acariciar a solas
la tela de aquel pañuelo
que se te cayó un domingo
cuando venías del pueblo
y que no te he dicho nunca,
mi vida, que yo lo tengo.
Y lo estrujo entre mis manos
lo mismo que un limón nuevo,
y miro tus iniciales
y las repito en silencio
para que ni el campo sepa
lo que yo te estoy queriendo.
 
(Rafael de León)
 

"Las malas lenguas" (Jean-Charles Cazin)