A contraquerencia de los tiempos. Este es un lugar pasado de moda, irremediablemente demodé; como una taberna aislada en la era de los pubs y las discotecas: vacía, silenciosa, sombría, con el dueño acodado en la barra, ataviado con su mandil, entre el olor a madera y vino. Este blog es como esa taberna, condenado a desaparecer.
Deseo a mis lectores salud y buen humor en 2015 con esta felicitación donde figura la antigua plaza de toros de la Puerta de Alcalá, en Madrid, que funcionó de 1749 a 1874 y fue lugar de inspiración para Francisco de Goya. Puestos a pedir, a pesar de ciertas reapariciones, deseo también que disfrutemos de un buen año taurino y que veamos con mayor frecuencia a Juan Mora hacer el paseíllo. Ahí queda eso.
Entre San Luis Gonzaga y San Juan, se encadenan las noches más cortas del año. El sol se retira rozando las diez.
Cuando despunta el estío, me gusta recordar a Hopper. Este cuadro suyo, pintado en 1947, lleva por título Summer Evening, traducido como Anochecer de verano. En él, una joven pareja conversa en un porche. Sus miradas no se cruzan, pero el chico se lleva la mano izquierda al pecho, intentado explicar algo. Ella, pensativa y ausente, viste a la moda de los 50. La puerta verde se encuentra cerrada, mientras que las cortinas de la ventana ondulan, dejando pasar el aire. ¿Están en el campo o en la ciudad? Imposible saberlo, pues la luz que desprende la casa contrasta poderosamente con la oscuridad exterior. El cuadro sugiere que, independientemente de cuál sea el problema que tiene la pareja, no llegará a una feliz resolución. Quizá eso explica la impenetrable negrura que abraza al porche.
Se incendia el árbol de la noche y sus astillas son estrellas, son pupilas, son pájaros. (Octavio Paz)
Sostenía el canadiense Mark Strand que en los cuadros de Hopper asistimos a las escenas más familiares con la sensación de que para nosotros son esencialmente remotas, incluso desconocidas. La chica de Summer Evening mira al vacío: parece estar en cualquier parte menos en donde efectivamente se encuentra, perdida en un misterio que la pintura no puede revelarnos y que sólo intentamos adivinar. "Es como si fuésemos testigos de un acontecimiento que somos incapaces de nombrar", explicaba Strand. Sentimos la presencia de lo que permanece oculto, de lo que sin duda existe, como las sombras de una noche de verano, pero sin llegar a mostrarse. "Hopper ejerce su poder sobre nosotros con extraordinario tacto: dándole forma a la privacidad, otorgándole un espacio donde pueda ser atestiguada sin ser violada".
"Los días del verano dormían a tu sombra..." (José Luis Borges)
Hay un pintor que lleva el verano tatuado en su paleta: Edward Hopper. La placidez de las noches estivales, con ventanales abiertos a la gran ciudad y cortinas que bailan tímidamente, los porches durante la madrugada, el sol de la mañana bañando las pieles blancas, vestidos que se ciñen a las sinuosidades de la carne, el olor a mar..., todo está en Hopper.
"En algún sitio del verano estamos juntos acechando con labios que la sed ha invadido".
(Pablo Neruda)
"Pulsas, palpas el cuerpo de la noche, verano que te bañas en los ríos, soplo en el que se ahogan las estrellas, aliento de una boca, de unos labios de tierra.
Tierra de labios, boca donde un infierno agónico jadea, labios en donde el cielo llueve y el agua canta y nacen paraísos.
Se incendia el árbol de la noche y sus astillas son estrellas, son pupilas, son pájaros. Fluyen ríos sonámbulos. Lenguas de sal incandescente contra una playa oscura.
Todo respira, vive, fluye: la luz en su temblor, el ojo en el espacio, el corazón en su latido, la noche en su infinito.
Un nacimiento oscuro, sin orillas, nace en la noche de verano, en tu pupila nace todo el cielo".
(Octavio Paz)
"Hacia un horizonte de menta y sombra, viaja tu nombre rodando por el mar del verano".
(Álvaro Mutis)
“Viento que la derriba en ola sin espuma y sustancia sin peso, y fuegos inclinados. Se rompe y se sumerge su volumen de besos combatido en la puerta del viento del verano”.