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miércoles, 13 de enero de 2016

Faldas que rompen matrimonios

"Existen más libros sobre Marilyn Monroe que sobre la II Guerra Mundial. Hay cierta semejanza entre las dos: era el infierno, pero valía la pena" (Billy Wilder).


Una de las escenas eróticas más famosas del cine se rodó en la esquina de Lexington Avenue con East 52nd Street. Justo cuando pasaba el metro, el aire que salía de la rejilla de ventilación levantaba la falda plisada de Marilyn Monroe, dejando ver sus turgentes muslos y la ropa interior blanca. A pesar de que las pruebas del rodaje se realizaron de madrugada, las piernas de la rubia congregaron a tal multitud de hombres y fotógrafos en estado febril que los murmullos entorpecían la filmación. Los silbidos hacían que la estrella olvidara su texto constantemente. No en vano, la escena tuvo que finalizarse en los estudios de la Fox para evitar el colapso de Manhattan.


Corría el año 1954 y Marilyn estaba casada con el jugador de béisbol Joe Dimaggio, quien se puso amarillo de celos frente a la rejilla del metro y acabó marchándose al hotel sin sacar las manos de los bolsillos. Lo explicó a la perfección el propio director, Billy Wilder: "Yo también me habría enfado viendo, desde la barrera, la falda de mi mujer levantándose hasta la cabeza. Y claro, eso toma tras toma. Los neoyorquinos gritaban cosas desde las vallas... y algunos lo hacían a menudo. Eso no le gustó mucho". 


El tono de la secuencia también sorprendió a la actriz: ella pensaba que se trataba de una interpretación cómica, pero Wilder tuvo la genialidad de montar una auténtica función erótica en la vía pública. Y el revuelo terminó divirtiendo a Marilyn casi tanto como al público presente. "Oooh, do you feel the breeze from the subway?".


Nada sucede por casualidad. En 1901, cuando el cinematógrafo aún balbuceaba, un cortometraje que mostraba a una mujer cuya falda salía volando a causa de la ventilación del subterráneo inspiró a Wilder. Pero aquella señora de comienzos de siglo no disfrutaba de la corriente como hacía Marilyn, que conseguía sembrar el caos allá adonde iba... Para gustar, primero hay que gustarse y la rubia platino era consciente de ello. 


El vestido blanco de la icónica actriz -diseñado por William Travilla- se ha convertido hoy en objeto de culto. Sin embargo, Dimaggio llegó a declarar que lo odiaba. Por supuesto, el matrimonio desembocó en divorcio, justo un mes después del rodaje en Lexington Avenue. Hay faldas, piernas y mujeres que nacen para ser compartidas con el resto de la Humanidad, pero eso, desafortunadamente, algunos maridos no lo comprenden.


sábado, 19 de diciembre de 2015

Siente un pobre a su mesa... pero jamás un taurino


Tras su cruzada contra la Escuela Taurina de Madrid y, a continuación, contra los conductores de la capital, Manuela Carmena ha anunciado su obra benéfica del año: sentar un pobre a su mesa. En este caso, varios. La alcaldesa ha cedido el Patio de Cristal del Palacio de Cibeles para acoger una cena de Nochebuena para 200 comensales, todos sin hogar. No obstante, Carmena ya ha anunciado que sólo podrá asistir "un rato"; lo justo para comer un canapé y que la prensa le saque la foto de rigor. ¿No recuerda esta rocambolesca historia al Plácido de Berlanga y Azcona? Aquella sátira de 1961 sobre algunas prácticas de caridad cristiana que, en realidad, destapaba la mezquindad y la hipocresía de una sociedad acomodada. 


Paradójicamente, fue Franco el inventor del "siente un pobre a su mesa por Navidad", una campaña del régimen, aparentemente inocente, donde Berlanga olió la necesidad de la burguesía por limpiar su conciencia (sí, Carmena, Franco fue el ideólogo). El arranque de la película no puede ser más genial: en una ciudad de provincias, por Nochebuena, la empresa "Ollas Cocinex" patrocina una subasta de pobres a la que acuden artistas de Madrid. Cada familia postora se lleva su pobre a cenar a casa.

Pedrés con Juan Luis Buñuel

Ese mismo año de 1961, mientras se rodaba Plácido, estalló el escándalo de Viridiana, la película de Luis Buñuel premiada con la Palma de Oro en el Festival de Cannes y censurada en España hasta 1977. ¿Cómo cruzó la frontera Viridiana hasta llegar a Francia, sorteando el férreo control franquista? Nueva sorpresa, Carmena: sucedió en un coche de cuadrillas. Un matador de toros, con sus banderilleros y picadores, jodieron, y bien, al Generalísimo. Se trataba del coche de Pedrés. Lo contaba así, tiempo después, Juan Luis Buñuel, hijo del cineasta: "Yo, con Do­mingo Dominguín y un torero que se llamaba Pedrés, me llevé los negativos en tren hasta Barcelona. Y allí, en una camione­ta con Pedrés, tres toreros y un picador, puse los negati­vos atrás, los cubrí con los capotes y salimos de España. Así que saqué el negativo debajo de unos capotes de torero y fui­mos a Lunel. Tengo hasta fotos. Fue un viaje muy interesante, y al día siguiente llevé los negativos por tren hasta París".


Pues ya ve, doña Manuela: por un lado, el Generalísimo se le adelantó con las "campañas solidarias" y, por otro, unos toreros fueron los causantes de uno de los mayores escándalos de la censura franquista. Lo que cambia la película cuando se estudia un poco. Ojalá sus amigos de Podemos se lleven un soberano batacazo en las Elecciones Generales. Que le aproveche la cena, alcaldesa. 

Carmena y la leche Pascual con calcio

miércoles, 14 de octubre de 2015

El taxi del mañana


En una Quinta Avenida desierta, a primera hora de la mañana, un taxi se aproxima hasta el escaparate de la joyería Tiffany´s bajo los acordes de Moon River. ¿Quién lo ha visto mil veces esta maravillosa escena?


El cine ha hecho que imaginemos Nueva York plagado de taxis amarillos, sin duda, uno de los iconos más representativos de la Gran Manzana. Aunque los taxis neoyorkinos se remontan a 1899, fue en 1907 cuando se puso en circulación la primera flota importante de coches traídos desde Francia, todos pintandos en amarillo con el fin de facilitar su identificación a gran distancia. 


Inolvidable Robert de Niro al volante de Taxi Driver de Scorsese. Incluso en ¿Quién engañó a Roger Rabbit? teníamos a Benny, el taxi animado. Sin olvidar al personaje de Carrie Bradshaw, auténtica adicta a los taxis en Sexo en Nueva York.


El anterior alcalde de NY, Michael Bloomberg, puso en marcha el advenimiento del Taxi of Tomorrow, un modelo con un sistema de airbags más seguro, un motor de consumo eficiente, un sistema de luz interior mejorado, techo transparente, asientos traseros más amplios, puertas corredizas, tomas de USB para cargar móviles y iPads y tapicería antiolores. Pues bien, desde el 1 de septiembre, el Taxi del Mañana ha llegado a la ciudad de los rascacielos.


De haberse rodado hoy Desayuno con Diamantes, Audrey Hepburn se habría saltado el escaparate de Tiffany´s por estar cargando su móvil, mientras que Robert de Niro se habría hecho ecologista con un vehículo de bajo consumo energético. Los tiempos cambian y los taxis también.

miércoles, 7 de octubre de 2015

La decoración taurina de Robert Redford

La otra noche, volví a ver Habana, aquella película dirigida por Sidney Pollack y protagonizada por un irresistible Robert Redford en 1990. 


Redford es un jugador de cartas que llega a Cuba para jugar la partida de póker de su vida. Allí, entre mojito y mojito, se deja seducir por una mujer casada con un castrista a las puertas de la revolución de 1959. El tipo no se resiste a los encantos de la chica (Lena Olin) y, en el primer tercio de la película, ya la lleva a su casa con la excusa de hacerle el desayuno. Aunque cuesta trabajo desviar la mirada de Redfort mientras bate unos huevos, tras él, en la pared de su apartamento, se ve un cartel taurino: plaza de toros de Palma de Mallorca, 13 de julio de 1958. Ganadería de Duque de Pinohermoso para Manolo Vázquez, Gregorio Sánchez y Luis Segura. Y es que hay hombres perfectos incluso a la hora de decorar el salón.


Inevitablemente, y salvando las distancias, la Habana de Pollack recuerda a la Casablanca de Curtiz: un americano lejos de su país, una historia de amor imposible y un ambiente de guerra/revolucionario. Para más inri, Lena Olin es sueca, como la Bergman. Al final, ni Bogart ni Redford se quedan con la chica. Las películas que acaban mal tienen un encanto especial.

jueves, 23 de julio de 2015

La muerte del Doctor Zhivago

Conocí la noticia de su muerte a través de una emisora de radio francesa: "L'acteur égyptien de légende Omar Sharif, star de films classiques tels que Lawrence d'Arabie et Docteur Jivago est mort ce vendredi...". Sharif falleció de un infarto, al igual que en el final de Zhivago, cuando, a través de las ventanillas de un triste tranvía de Moscú, cree ver al amor de su vida, Lara. Angustiado, golpea repetidamente la ventanilla para descender y alcanzarla pero, una vez en la calle, al correr tras la mujer que se aleja, las paredes de su corazón, frágiles como el papel, se quiebran, cayendo fulminado en la acera, sin poder despedirse de ella por última vez.


Los ojos de Sharif, los de Yuri Zhivago, son los de un testigo imparcial: nunca juzgan ni recriminan, sólo miran con amor o curiosidad. Su personaje no toma partido por la historia y a duras penas decide sobre su propia existencia, casándose, casi por inercia, con una joven de buena familia a la que no ama, Tonya, y portando consigo una balalaika que nunca aprenderá a tocar. Zhivago, con alma de poeta más que de doctor, es un hombre bueno, ingenuo e infantil cuya vida choca con dos fuerzas arrolladoras: la Revolución Rusa y una mujer excepcional, Lara. Ni para una circunstancia -la Historia- ni para la otra -Lara-, está preparado. Zhivago pasa por la vida sin mancharla... casi sin ser plenamente consciente de lo que está viviendo. 


A un hombre así, tan alejado del héroe, sólo puede depararle una muerte anónima y absurda, rodeado de desconocidos en una acera, a pocos metros de un amor perdido al que dejó escapar en un trineo tirado por dos caballos negros que se perdió en la inmensidad de la estepa. No existe escena más desgarradora en la Historia del Cine.

martes, 7 de julio de 2015

El largo y cálido verano

"Calor, amor.
La historia tras la puerta"
(Jorge Guillén)


La actual ola de calor empieza a tener tintes de película... Me refiero a aquel "Largo y cálido verano" ("The long, hot summer") que protagonizaran Paul Newman, Joanne Woodward y Orson Welles en 1958. El actor de perfil griego interpretaba a un buscavidas con fama de pirómano que recalaba en un pequeño pueblo sureño controlado por un cacique, padre a su vez de una atractiva y virginal muchacha. Además de la evidente química entre Newman y Woodward -ella quedó embarazada antes del estreno de la película-, la cinta de Martin Ritt sube varios grados merced a numerosas referencias sexuales y al torso desnudo del protagonista... ¡en CinemaScope! La atmósfera sofocante que empapa el relato no simbolizaba otra cosa que el deseo entre el presunto pirómano y la cándida niña de papá. 


Estos días, en Madrid hace un calor de justicia y quedan pocos Newmans a quien desatar la corbata para sofocarlo. Algunos no soportan los 40 grados y andan enloquecidos. Son los pequeños dramas cotidianos de la gran ciudad.


En julio de 1983, otra ola de calor asoló la República Federal de Alemania. La prensa contaba que toda la población había perdido la cabeza. Éste fue el artículo que escribió el corresponsal de El País en Bonn: "Algunos no soportan el calor y reaccionan enloquecidos. En unos grandes almacenes de la ciudad de Dortmund, un trabajador se metió en los lavabos y salió completamente desnudo par las escaleras mecánicas. En la capital de la baja Sajonia, Hannover, un individuo desnudo se subió a un tranvía, otro se puso a dirigir el tráfico en un cruce de calles, y un tercero recorrió a paso ligero los recintos de una escuela superior

[...] Un joven de 29 años se dedicó a romper huevos sobre el capó del coche porque había leído que eso lo hacían los tanquistas de Rommel en el Afrika-Korps durante la campaña del norte de África y daba buenos resultados. Los huevos quedaron a la plancha en unos de dos minutos […] El diario Bild Zeitung informa de la explosión de 30 televisores por culpa del calor. En las cercanías de Francfort, los bomberos tuvieron que echar una mano a unos automovilistas que quedaron pegados al asfalto de la carretera que se derretía".

Si encuentran huevos a la plancha 
por las calles de Madrid, ya saben el motivo...

lunes, 15 de junio de 2015

Echar el anzuelo

La vida de Paquita Rico es un folletín. A los diez años ya trabajaba para ganarse el sustento; a los veinte, era cancionista folklórica y a los treinta, estrella del cine. Y siempre bellísima. Natural que más de uno quisiera echarle el azuelo...


En 1956, Ochaíta, Valerio y Solano compusieron varias coplas para la película Curra Veleta, dirigida por Ramón Torrado y protagonizada por Paquita Rico, quien interpreta el papel de una guapa muchacha que vive con sus tíos en Ayamonte. La cinta arranca con unos espectaculares planos generales de la dársena de Ayamonte, donde los pescadores acuden camino de la lonja, para vender su mercancía. Paquita sale a escena en la parte más alta del pueblo, La Villa, con una cesta al brazo, cantando una simpática coplilla titulada El Anzuelo

El anzuelo,
el anzuelo procura afinarlo,
que no haya camelo
pa que luego,
si en la iglesia 
te ponen el yugo
al irte a casar,
no te larguen
un besugo...
¡qué bar... que barbaridad!

Mocita que en tu ventana,
te dan de pares y nones, 
ten cuidado que no te piquen
los malos y los tiburones.

Y cuando la pesca llegue,
procura con tu gracejo, 
que no caigan en tus redes
langostinos ni cangrejos.

Son pescaítos de plata
las niñas en buen estado, 
en cambio son las gambonas
y las raspas del bacalao.

Mocitos de veinte años,
filetes de pescaílla,
merluzos los solterones 
pa asarlos en la parrilla.


Paquita Rico vino al mundo en una modesta casa del barrio de Triana, en 1929. Mucho antes de rodar Curra Vetela, aprendió a distinguir un besugo de un filete de pescadilla: su padre era vendedor de cucuruchos de marisco por las calles de Sevilla. En 1960, se casó con Juan Ordóñez Araújo, hijo de El Niño de la Palma y hermano del famoso torero Antonio Ordóñez. Cinco años después de la boda, Juan, que en el mundillo sólo llegó a banderillero, teniendo que vivir a expensas de su mujer, se suicidó, dejando muerta de tristeza a La trianera de bronce. A su funeral, acudió el director de cine Orson Welles, quien besó la mano de la hermosa viuda.

miércoles, 15 de abril de 2015

Marineros en la ciudad


Vuelve a ponerse de moda lo que ahora, las it girls, llaman estilo navy, que en castellano se traduce por marinero, es decir, las rayas horizontales (o rayas Breton) de toda la vida. Parece ser que las camisetas de rayas se remontan a comienzos del siglo XIX, cuando los pescadores del Canal de La Mancha las utilizaban bajo la ropa, para calentarse. Sin embargo, fue Gabrielle "Coco" Chanel la primera diseñadora en apostar por el estilo marinero en 1917, vistiendo de rayas a las mujeres de la burguesía parisina. A partir de entonces, y a lo largo de todo el siglo XX, otras figuras de la moda -como Yves Saint Laurent-, el arte -Picasso o Warhol- y el cine -Audrey Hepburn, Brigitte Bardot o James Dean- se convirtieron en abanderados del look navy, uno de los emblemas del chic francés.


Si un marinero es mar,
rubio mar amoroso cuya presencia es cántico,
no quiero la ciudad hecha de sueños grises;
quiero sólo ir al mar donde me anegue,
barca sin norte,
cuerpo sin norte hundirme en su luz rubia.

(Luis Cernuda)

martes, 17 de marzo de 2015

Naturaleza muda y salvaje

Esto era un alemán, un ruso y un sueco. Puede parecer el comienzo de un chiste, pero la historia de hoy no es humorística sino cinematográfica. El día en que vi por primera vez una película de Victor Sjöstrom (1879-1960), descubrí un mundo nuevo.

Lillian Gish en "El viento" (1928)

Hijo de una actriz, Sjöstrom -a saber cómo se pronuncia este nombre correctamente- era un realizador sueco que revolucionó el cine, tanto o más que Griffith en Estados Unidos. Chaplin llegó a decir de él que era el mejor director del mundo... Hoy pocos le hacen justicia, como sucede con demasiados genios, y en su momento, tampoco le entendieron por ir adelantado a su tiempo. Sin embargo, su mayor amargura profesional fue que le impidieran rodar una película con su paisana, Greta Garbo -anótese que Sjöstrom era guapo y mujeriego-. Aunque ahora sorprenda, durante los años del mudo, Suecia se encontraba entre los países más vanguardistas del Séptimo Arte. Sobre todo, eran unos maestros plasmando la Naturaleza.

La Garbo... Naturaleza salvaje

En 1928, Sjöstrom rodó, en el desiero de Mojave, El viento, para mi gusto, la mejor película muda de la Historia, a pesar de que, para la Metro, resultó un fracaso comercial. Parece impensable que se realizara hace 87 años... El rodaje fue durísimo, con temperaturas que rozaban los cincuenta grados. En la espectacular puesta en escena, Sjöstrom introdujo varios de sus temas favoritos: la redención a través del amor o la Naturaleza como expresión de las locuras y deseos de los personajes. "Tenga cuidado con el viento: suele enloquecer a las personas... en especial a las mujeres".


Por supuesto, Sjöstrom no se sacó la estética de El viento así, de la nada, ni del fondo de la chistera. Antes que él, casi contemporáneos, hubo otros dos maestros en plasmar la naturaleza salvaje en el cine. Uno fue un ruso -siempre hay un ruso loco por ahí-, llamado Pudovkin, quien llevó a la pantalla la novela La madre de Gorki (1926). John Ford aprendió mucho de él


El segundo fue Murnau, director de cine alemán, quien hizo la segunda mejor película muda de la Historia: Amanecer (1927).


Cuando se impuso el sonoro, Sjöstrom dejó de dirigir películas. Solía decir que fue "de los afortunados que murieron en el año 1928, con sólo 45 años, después de todas las decepciones sufridas en Hollywood". No obstante, volvió al cine temporalmente, esta vez como actor, interpretando al viejo catedrático de Fresas salvajes de Ingmar Bergman (1957). "La película me hizo sentir joven, revivir mi época como director y con una vida familiar feliz, e incluso sentí que me enamoraba un poco de nuevo", declaró en una entrevista poco antes de fallecer en 1960.

Sjöstrom en "Fresas salvajes"

lunes, 9 de marzo de 2015

Las "tacas" de la Gran Vía


Gran Vía. Palacio de la Música

Las taquilleras de los cines de mi barrio se sentaban en una banqueta alta y tenían un poco esa mirada de las estanqueras solteronas, o viudas; incluso parecían vestirse igual. Las recuerdo morenas, con el pelo recogido, tristonas, sin humor, la mayoría con gafas de culo de vaso y el aspecto de las actrices de reparto -figurantes, mejor- de los estupendos melodramas italianos de Ivonne Sanson y Amadeo Nazzari. En cambio, las "tacas" de la Gran Vía, de los cines de estreno, eran rubias (del botellón, claro), daba la impresión de que acababan de hacerse la permanente, vestían chaquetas cruzadas y pañuelo al cuello con broche. Podían pasar por peluqueras del Hotel Palace o manicuras del recién inaugurado Castellana Hilton. Aparentaban ser más jóvenes de lo que eran, fumaban y tenían en su cuchitril un teléfono negro por el que hablaban sin parar mientras despachaban. Te daban siempre las entradas de debajo de nunca se sabido dónde. El taburete sólo lo usaban para dejar el bolso y algún libro, Primavera mortal o Grand Hotel, porque se sentaban en cómodas sillas con respaldo y cojín; trapicheaban a todas horas con los reventas, que eran sus amigos. Las taquilleras de la Gran Vía o Fuencarral olían a una mezcla entre esmalte, jazmín y barniz de madera, como a lujo, es decir, a cine. A los paletillos, que ellas conocían muy bien, les mostraban antes de que abrieran la boca el cartel de "No hay localidades", aunque las hubiera. Y es que siempre había buenas butacas para quienes las pedían acercándoles un duro bajo la mano.


Estreno de "El último cuplé" en el Cine Rialto

[...] Los más aficionados fisgoneábamos en los carteles de las películas que iban a echar las próximas semanas, al tiempo que el portero, acomodadores, los de la cabina de proyección, la gente del bar y la señora de los lavabos cambiaban sus ropas de calle por, respectivamente, unas chaquetas grises con botones dorados o las blancas típicas de la hostelería; los proyeccionistas siempre iban de jersey, y la encargada del baño de las mujeres, usaba un delantal blanco y, en invierno, toquilla. Los empleados de los cines era gente rara, nunca les veías reír, no parecían contentos de trabajar en el Séptimo Arte, poco menos que en la Gloria; al contrario, allí les tenías, fumeteando de mal humor, incluida la de los Servicios y el chaval que vendía las chocolatinas en el Descanso, que era un poco mayor que nosotros, aunque tenía cara de viejo. (Seguro que alguna patata frita o alguna peladilla se comía de "estranjis". Bombones helados, no, claro, porque estaban fiscalizados dentro de aquella especie de neverita portátil que llevaba colgada al hombro).

Fachada del Palacio de la Música donde se estrenó "Gilda" 
en Madrid con el autógrafo a Enrique Herreros

Al meterte en el cine experimentabas una sensación de felicidad total, la misma de Alí Babá al penetrar en la cueva de los cuarenta ladrones. Te sentías tranquilo, contento, igual que cuando terminabas un examen que sabías que habías hecho bien. Desde el "hall", observabas a los que, allá fuera, luchaban por entrar al mundo feliz. 

(José Luis Garci, fragmento del libro "Mirar de cine", 2011)


Fotograma de "Tiovivo c.1950" de Garci

lunes, 2 de marzo de 2015

"La Pecadora" del Paralelo

“Entre tenues velos y melodiosos acordes vivían entregados a la lujuria rindiendo culto al despotismo de una hermosa mujer”. Así empezaba La Pecadora, película protagonizada por Carmen de Lirio, despampanante vedette y actriz catalana de los años 50 y 60. 


Dicen que tomó su nombre artístico -Lirio- de la copla que popularizó la Piquer, pues sus verdaderos apellidos eran Forns Aznar. Nacida en Zaragoza en 1923, hermana del famoso cantador de jotas Mariano Forns, tras la Guerra Civil, sus padres huyeron a Barcelona, donde la hermosa Carmen estudió Corte y Confección, ejerció de modelo para pintores de la Ciudad Condal, ganó un concurso de belleza y abrasó el corazón de innumerables hombres: políticos, empresarios, actores, artistas, toreros, futbolistas... todos cayeron en las redes de su escultural figura. "Novios los tuve a pares", presumió en un libro de memorias. "Los admiradores me acosaban. Atraía a los hombres como la miel a las abejas y siempre estaba rodeada de hombres muy machos y muy deseados en la época, como Ricardo Calvo o Mario Cabré".

Se dice que es por un hombre,
se dice que si es por dos.
Pero la verdad del cuento,
ay, Cristo de los tormentos,
lo saben La Lirio y Dios.


En El Paralelo de la postguerra, Carmen, con su llamativo busto, piernas interminables y ojazos verdes, tuvo que vérselas con los censores de la época, "unos obsesos", según palabras de la corista. Pero, además de guapa, la zaragozana era más lista que una ardilla. Con su picardía, se ganó la complicidad de un censor, quien le dejaba llevar la falda un poco más corta si le compraba libros a su hijo, vendedor de enciclopedias. Otros examinadores fueron menos permisivos y, en varias ocasiones, la penalizaron con multas de 5.000 pesetas por enseñar el escote más de lo permisible o por mirar de forma insinuante a los fascinados espectadores que aún se alimentaban mediante cartillas de racionamiento. En 1951, Carmen de Lirio revolucionó al público con el sainete cómico En la noche de boda, donde recitaba: 

En la noche de bodas,
¿qué hay en tu cama?
Colcha de seda, colcha de seda,
sabanita de hilo y la almohada, 
de suave tela, de suave tela...


Cuenta Manuel Román que tuvo que hacer varios bises. "Cuando lo grabó, la censura prohibió su radiación. Alegaban que los ayes de la cantante incitaban al pecado". Del music hall barcelonés, saltó al cine, donde participó en más de 40 películas, entre ellas, La Pecadora.


El pasado mes de agosto, nonagenaria y olvidada por muchos, felleció Carmen de Lirio, la mujer que, cubierta de plumas y lentejuelas, logró que la alta burguesía de Barcelona bajara hasta el Paralelo, alimentando los sueños de una generación hambrienta.

viernes, 20 de febrero de 2015

La muerte en Beverly Hills


En las cabinas telefónicas
hay misteriosas inscripciones dibujadas con lápiz de labios.
Son las últimas palabras de las dulces muchachas rubias
que con el escote ensangrentado se refugian allí para morir.
Última noche bajo el pálido neón, último día bajo el sol alucinante,
calles recién regadas con magnolias, faros amarillentos de
los coches patrulla en el amanecer.
Te esperaré a la una y media, cuando salgas del cine -y a
esta hora está muerta en el Depósito aquélla cuyo
cuerpo era un ramo de orquídeas.
Herida en los tiroteos nocturnos, acorralada en las esquinas
por los reflectores, abofeteada en los night-clubs,
mi verdadero y dulce amor llora en mis brazos.
Una última claridad, la más delgada y nítida,
parece deslizarse de los locales cerrados:
esta luz que detiene a los transeúntes
y les habla suavemente de su infancia.
Músicas de otro tiempo, canción al compás de cuyas viejas
notas conocimos una noche a Ava Gardner,
muchacha envuelta en un impermeable claro que besamos
una vez en el ascensor, a oscuras entre dos pisos, y
tenía los ojos muy azules, y hablaba siempre en voz
muy baja- se llamaba Nelly.
Cierra los ojos y escucha el canto de las sirenas en la noche
plateada de anuncios luminosos.
La noche tiene cálidas avenidas azules.
Sombras abrazan sombras en piscinas y bares.
En el oscuro cielo combatían los astros
cuando murió de amor,
y era como si oliera muy despacio un perfume.


Cuando Pere Gimferrer (Barcelona, 1945) publicó el libro La muerte en Beverly Hills (1968), aún escribía en castellano y ya había ganado el Premio Nacional de Poesía con Arde el mar (1966). Luego, se pasaría al catalán. Beverly Hills es una localidad de Los Ángeles que sucedió a Hollywood como uno de los lugares favoritos de residencia de los grandes astros del cine.

martes, 27 de enero de 2015

I want lo live in America, pero por bulerías


Los españoles estamos invadiendo Estados Unidos. Somos la comunidad que más ha crecido en los últimos años: de 2000 a 2010, nuestra presencia ha subido un 534%, de 100.000 inmigrantes a más de 600.000. Un joven expatriado sevillano, profesor de flamenco y que intenta abrirse paso al otro lado del Atlántico, declaraba en una entrevista: "En España somos felices con un trozo de pan y aceite, y aquí necesitas tener un buen coche, una casa y un seguro médico. Son dos cristales distintos para mirar las cosas. En Estados Unidos se mueve mucho el dinero y eso mismo es lo que permite que existan oportunidades".

 
Precisamente, porque un español es más feliz con un buen aceite de oliva a mano, la venta de oro líquido en Estados Unidos ha aumentado exponencialmente. Con los años, el mito de "la tierra de las oportunidades" también ha progresado en nuestro subconsciente. Nino Bravo nos cantaba que, cuando Dios hizo el Edén, pensó en América (aunque sin olivares). Aquel mítico tema fue grabado en su álbum póstumo "...y volumen 5", editado en 1973.
 
 
En 1961, Robert Wise machacó al mundo entero con I want lo live en America, número principal del musical West side story, una movida coreografía que se bailaba en una azotea donde un grupo de puertorriqueños, encabezado por Rita Moreno, discutía sobre su vida en Estados Unidos. Leonard Bernstein compuso la música mientras que Stephen Sondheim se encargó de la adaptación de la letra. La peli fue un exitazo y se llevó el Óscar.
 
 
Sin embargo, la grandeza de esta canción corrió a cargo de Lola Flores, que la reinterpretó en el programa "A la española" de TVE. ¡Con ella cantando sobre una de las carabelas de Colón sí que entraban ganas de embarcarse para América! El baile cowboy que se marcaba ante el "drugstore" dejó en pañales a West side story y medio Broadway.
 

miércoles, 17 de diciembre de 2014

Una película para ver en Navidad

I'm going to send him a fruit cake every Christmas (Señorita Kubelik).


El otro día, me pidieron que recomendara una película para ver en Navidad. El Apartamento, respondí. ¿Es una peli navideña?, preguntaron. No exactamente... Se trata, más bien, de la comedia romántica más triste de la Historia del Cine..., pero transcurre durante la Navidad de 1959. Quizá porque, en Navidad, los solitarios se sienten más solos que nunca. O porque, en estas fiestas, los optimistas como C. C. Baxter tienen la esperanza de que su mala suerte cambie. El Apartamento de Billy Wilder es una película sobre esas personas que caminan por las aceras contemplando, ajenos, las luces navideñas que brillan tras las ventanas de los hogares felices.
 
 
Aquí un fragmento del guión original que describe el ambiente navideño, justo antes de que Papá Noel entre a un bar para exclamar que ha aparcado su trineo en lugar prohibido: "It is six o'clock, and the joint is crowded with customers having one for the road before joining their families for Christmas Eve. There are men with gaily wrapped packages, small trussed-up Christmas trees, a plucked turkey in a plastic bag. Written across the mirror behind the bar, in glittering white letters, is HAPPY HOLIDAYS. Everybody is in high spirits, laughing it up and toasting each other".

 
El anuncio original de la película prometía que la candidez de Shirley MacLane, una joven ascensorista de una enorme compañía de seguros, iluminaba la pantalla "como un árbol de Navidad". Y era cierto.

- El espejo está roto.
- Sí, lo sé. Y no me disgusta. Así me veo tal como me siento.

 
La fiesta en la oficina de C. C. Baxter (Jack Lemmon) fue rodada un 23 de diciembre para no tener que simular el ambiente ni el espíritu de Navidad. Wilder pudo filmar la secuencia prácticamente en una única toma. Al finalizar, declaró: "Me gustaría que siempre fuese tan fácil. Hoy sólo he tenido que gritar acción y retirarme".
 

miércoles, 19 de noviembre de 2014

Cuando las mujeres empezaron a llevar "minis" y pantalones (1960-1969)

Jacqueline Kennedy fue el ideal de la elegancia durante los primeros años de la década de los 60. Jackie fue una gran conocedora de la costura europea, pero como primera dama de Estados Unidos eligió al americano Oleg Cassini para diseñar su indumentaria. Se le conoció por sus trajes sencillos, sus vestidos de tubo, sus casquetes y sus sobrios pero elegantes vestidos de noche.

 
En la misma época, Audrey Hepburn tenía un estilo juvenil y sofisticado vestida por Hubert de Givenchy en su papel de Holly Golightly en Desayuno con diamantes. El "petite robe noire" había sido introducido por Chanel en 1926, pero la versión glamourosa de Givenchy inspiró el traje de cóctel para varias generaciones de mujeres.

 
La falda con vuelo de la década de 1950 seguía estando de moda, sin embargo, a mediados de los 60 Cardin y Balenciaga introdujeron nuevas formas que modernizaron la silueta femenina. Adré Courrèges lanzó una colección ultramoderna de temática espacial. Úrsula Andress, con un biquini blanco, y Sean Connery, con sus trajes entallados, marcaron tendencia en la primera película de James Bond, 007 contra el Dr. No, de 1962.

 
La moda de la década, como la política, cambió drásticamente su rumbo en 1965. La modelo Jean Shrimpton impresionó a los espectadores del Victoria Derby en Melbourne (Australia) al aparecer con falda corta y sin guantes. Mientras, los 3.500 marines recién llegados a Vietnam señalaban el comienzo oficial de un conflicto que pronto dividiría a la nación. Ese mismo año, se fundó la Organización Nacional para la Mujer en Estados Unidos y el musical Hair debutó en Broadway. Twiggy, con su delgadez y su corte de pelo andrógino, comenzó su carrera de modelo en Londres como la cara del "Swinging Look" y la diseñadora inglesa Mary Quant introdujo las faldas que llegaban a unos 15 centímetros por encima de la rodilla en una boutique londinense, Bazaar.

 
La película de 1965 Doctor Zhivago inició una tendencia de moda rusa en la que las mujeres se ponían grandes abrigos tres cuartos, sombreros de piel y botas militares, que pasaría sin transición a las tendencias gitanas y renacentistas. Los peinados femeninos ahuecados y con las puntas hacia fuera dieron pie a estilos más largos y naturales. Por otro lado, los hombres jóvenes optaron por llevar el pelo más largo y dejarse crecer el pelo facial.

 
Si bien la segunda parte de la década estuvo dominada por un mercado juvenil y una moda inspirada en la calle, los grandes diseñadores continuaban redefiniendo el mercado de lujo. En 1966, Yves Saint Laurent, protegido y sucesor de Christian Dior, introdujo "Le Smoking", es decir, el corte de esmoquin para señora, al que pronto seguiría su colección safari. Sus populares trajes facilitaron la liberación de las mujeres, que ahora llevaban pantalones, y muy a gusto.

Anuncios de moda en la década de 1960-1969: