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sábado, 19 de octubre de 2013

Porque... es una canción hermosa

Porque es una canción hermosa para un sábado de otoño en el que empiezan a caer las primeras lluvias. Porque antes se escribían letras extraordinarias. Y porque, si magnífica es la versión de Aznavour, su compositor, aún me gusta más la interpretación de Gainsbourg. Parce que...


Parce que t'as les yeux bleus
Porque tienes los ojos azules

Que tes cheveux s'amusent à défier le soleil
Y tus cabellos se divierten desafiando al sol
Par leur éclat de feu.
Porque flamean como una llamarada.
Parce que tu as vingt ans
Porque tienes veinte años
Que tu croques la vie comme en un fruit vermeil
Te comes la vida como una fruta madura

Que l'on cueille en riant.
Que se recoge riendo.

Tu te crois tout permis et n'en fait qu'à ta tête
Crees que todo te está permitido y no basta con que tu cabeza

Désolée un instant prête à recommencer
Lo lamente un instante para volver a empezar
Tu joues avec mon coeur comme un enfant gâté
Juegas con mi corazón como un niño malcriado
Qui réclame un joujou pour le réduire en miettes.
Que pide un juguete para hacerlo añicos.

Parce que j'ai trop d'amour
Porque tengo demasiado amor

Tu viens voler mes nuits du fond de mon sommeil
Te permites robar mis noches desde el fondo de mi sueño
Et fais pleurer mes jours.
Y haces llorar mis días.

Mais prends garde, chérie, je ne réponds de rien
Pero te prevengo, querida, no me responsabilizo
Si ma raison s'égare et si je perds patience
Si mi razón se extravía y pierdo la paciencia
Je peux d'un trait rayer nos coeurs d'une existence
Puedo de un trazo rayar nuestros corazones de una sola existencia
Dont tu es le seul but et l'unique lien.
De la que tú eres la única meta y el único vínculo.

Parce que je n'ai que toi
Porque no te tengo más que a ti

Mon coeur est mon seul maître et maître de mon coeur
Mi corazón es mi único maestro y señor de mi corazón
L'amour nous fait la loi.
Es el amor quien nos dicta su ley.


Parce que tu vis en moi
Porque vives en mí

Et que rien ne remplace les instants de bonheur
Y nada reemplaza los instantes de felicidad

Que je prends dans tes bras
Que obtengo en tus brazos
Je ne me soucierai ni de Dieu, ni des hommes.
No me importan Dios ni los hombres.

Je suis prêt à mourir si tu mourrais un jour
Estoy listo para morir si tú mueres un día

Car la mort n'est qu'un jeu comparée à l'amour
Pues la muerte no es más que un juego comparado con el amor
Et la vie n'est plus rien sans l'amour qu'elle nous donne.
Y la vida es apenas nada sin el amor que nos ofrece.

Parce que je suis au seuil
Porque estoy en el umbral

D'un amour éternel je voudrais que mon coeur
De un amor eterno, es por lo que desearía que mi corazón

Ne portât pas le deuil.
No estuviese de luto.

Parce que
Porque...


 

miércoles, 29 de mayo de 2013

La historia de una prostituta a la que llamaban "La Torera"

Esta es la historia de una prostituta a la que llamaban "La Torera" y del general, de ascendencia española, Antonio López de Santa Anna, "El Napoleón de América", un hombre corrupto y de incontables vicios. El episodio, narrado por José de J. Núñez y Domínguez, se desarrolla en la Ciudad de México durante la primera mitad del siglo XIX.

El general Santa Anna

[...] La afición del funesto dictador por el bello sexo era desmedida: tan grande como la que sentía por las peleas de gallos. No paraba mientes ni en pelos ni en tamaños. Un día, al salir del famoso palenque de San Agustín de las Cuevas, su mirada de águila se detuvo en una de tantas “margaritas”, que así se llamaba entonces a las mujeres de mala vida, que a la puerta de la plaza lucía el agresivo castor de su falda de “china”, sus chinelas de raso amarillo, su bordada camisa, su banda de flecos de plata y su rebozo “palomo”.

La apiñonada carne de sus mórbidos brazos y sus rotundas pantorrillas, el gracioso óvalo de su rostro horadado por dos hoyuelos incitantes, sus pupilas corvinas y sus cabellos nigérrimos recogidos en dos gruesas trenzas, cautivaron desde luego al dictador, que, acostumbrado a apoderarse de aquello que le gustaba, ordenó a uno de sus edecanes o “rufianes de banda verde” como les decía el vulgo, averiguara quién era aquella moza y la emplazara para sitio conveniente y propicio.
Desastrosos fueron los informes que recibió Santa Anna acerca de aquella sacerdotisa del placer. Era una muchacha como tantas otras, a quien apodaban “La Torera”, porque desde su adolescencia había rodado de torero en torero y siempre andaba entre gente de coleta. Se decía que el célebre espada español Bernardo Gaviño fuera su primer amante y que muchas veces habíalo acompañado por distintas ciudades de la República cuando Gaviño iba a lidiar reses bravas aún desafiando a las partidas de indios bárbaros en las regiones del Norte.

El torero de Puerto Real Bernardo Gaviño Rueda
No obstante ello, el dictador se empeñó en que fuera suya, presa de uno de esos accesos de satiriasis que eran frecuentes en él. Y una hermosa tarde, vestido pomposamente con su uniforme de Generalísimo, descendió de su espléndida carroza frente a una casa de arrabal, que era su “garçoniere” y cuyo aspecto exterior no denunciaba el lujo con que se hallaba amueblada por dentro. Era el sitio escogido por Santa Anna para dar rienda suelta a sus instintos bestiales.

Ahí estaba ya “La Torera”, que con gran desparpajo recibió la presidencial visita.
Y tantos mimos y zalamerías empleó la antigua barragana de Gaviño con el dictador, que lo hizo despojarse de su brillante casaca, constelada de cruces y condecoraciones, de su albo chaleco de áureos botones y de su sombrero montado. Y así lo introdujo a la próxima alcoba, suplicándole que permaneciera allí en tanto que ella se ocupaba en cualquier menester; pero la pizpireta muchacha inmediatamente que desapareció el General se puso el chaleco, se encasquetó el sombrero de plumas tricolores, se enfundó en la levita llena de fulgurantes entorchados y empuñando el bastón que remataba un topacio, que usaba el dictador, abrió la puerta, se escapó de la casa y se fue a vagar por las principales calles de la ciudad de México.
Y como todo el que le preguntaba le decía la procedencia de aquellas fastuosas prendas, no hay para qué expresar el asombro, la sensación y las risas que provocó aquella salida de la popular hetera.
Cuando llegó a oídos del dictador la burla de que era objeto, fue acometido de un ataque agudo de rabia y los edecanes procedieron inmediatamente a aprehender a la despreocupada “margarita”.
La conseja no cuenta qué castigo se impuso a “La Torera”, pero es fama que desde ese día no se la volvió a ver por ninguna parte.
JOSÉ DE JESÚS NUÑEZ Y DOMÍNGUEZ
"Historia y Tauromaquia Mexicanas" (1944)

"La guerra de los pasteles" fue el primer conflicto bélico
entre México y Francia (1838)
Durante un enfrentamiento entre las tropas francesas y mexicanas en Veracruz en 1838, Santa Anna perdió una pierna. Hábilmente, el Napoleón de América ordenó que se organizara una ceremonia en honor de su extremidad caída en combate y el pueblo, conmovido por su sacrificio, lo aclamó como héroe de la Patria. Un crédito que tardó poco en destruir cuando, cuarenta días después del fallecimiento de su mujer, Santa Anna se quitó prematuramente el luto para casarse con la señorita Dolores Tosta. Si la vida son dos días, sólo hay una noche... así que vámonos de fiesta.

martes, 13 de noviembre de 2012

El cordón de mi corpiño


Escaparate de una tienda de lencería en noviembre de 2012

La mujer del cuadro se llama Naná. Para pintarla, Manet se inspiró en un personaje que aparecía en varias novelas de su amigo Zola ("La Taberna" y "Naná"). En la historia, Naná -una especie de don Juan femenino- era una joven prostituta que, gracias a diversos avatares, acaba convirtiéndose en una personalidad dentro de la sociedad parisina de mediados del XIX. La modelo que eligió para este cuadro se llamaba Henriette Hauser, amante del príncipe de Orange y asidua del café Tortoni. La imagen de esta mujer retocándose en el estudio del artista mientras un hombre la contempla de espaldas ofendió a las clases pudientes de la época, que rechazaron que la pintura fuera expuesta en el Salón de París en el año 1877.


Otro cuadro que recuerda a Naná es "Mujer ante el espejo", donde una joven de espaldas a nosotros contempla su reflejo. Al igual que el personaje de Zola, viste un corpiño de satén azul cielo. 


Si la imagen de Naná con su sostén celeste ha venido hoy a mi memoria ha sido porque, mientras pasaba ante un escaparate de lencería, iba escuchando en el MP3 a Antoñita Moreno cantar "El cordón de mi corpiño", arma de seducción desde tiempo inmemorial y que no pasa de moda. Hablemos en plata: "El cordón de mi corpiño" es un temazo por el que no transcurren los años. Lo escuché por primera vez en el verano de 2005, en un programa de RNE que dirigía José María de Juana y que se llamaba "Tal como éramos". Flipé en colores, como dicen los modernos. Desde entonces, es una de las perlas imprescindibles de mi repertorio.


"Tu quieres que yo te dé,
lo que no te debo dar,
el cordón de mi corpiño, mi niño,
que no lo puedo cortar..."


¡Cuánta sal y pimienta, y a la vez clase, derrochaba Antoñita Moreno cantando esta copla! La hizo suya aunque, como recuerda Antonio Burgos, su autor fue el maestro Guerrero:

«Un día, en Cádiz, en la calle Columela esquina a la plaza de las Flores, Salvador Guerrero me hizo su mejor autorretrato. Le presenté a Isabel mi mujer, que no lo conocía. Le dijo el poeta:

- ¿Te suena "el cordón de mi corpiño"? Pues yo soy el de "El cordón de mi corpiño", cariño...

El cordón del corpiño de Antoñita Moreno, cariño, admirado Salvador Guerrero, es el que anuda, como un balduque, el legajo de sus Coplas Completas, que si me pongo ahora a poner sus títulos, llegamos desde mi escritorio hasta la calle Columela en su Cádiz de usted, maestro. […] Aparte de Cádiz, Andalucía tenía que darle a Salvador Guerrero el cordón de su corpiño. Y con ese cordón, la medalla de Andalucía».

Salvador Guerrero, que a los 14 años, viajó de su Tacita de Plata natal hasta Elorrio, en la fría Vizcaya, para hacerse cura, terminó escribiendo "El cordón de mi corpiño"... ¡y 7.000 canciones más que tiene registradas en la Sociedad General de Autores! Surrealismo ibérico. Para que luego vengan unos progres indocumentados y huelguistas a hablar sobre la censura en el franquismo: a Manet los propios parisinos le prohibieron exponer a su encorsetada "Naná" y, en cambio, Salvador Guerrero se hizo una celebridad en España con "El cordón de mi corpiño". Si bien es cierto que, oficialmente, está copla fue prohibida por su "moral contraproducente", no dejaba de sonar por la radio. Tampoco extraña tanto si tenemos en cuenta que una de las canciones favoritas de Franco era "El emigrante".


Portada con dibujo de Toulouse-Lautrec

Al final, Naná se soltó la melena...
y se cortó hasta el cordón del corpiño