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domingo, 31 de mayo de 2015

La luna (de Las Ventas) y el toro


Tenía prisa por salir la luna, la luna de Madrid, que a las nueve ya asomaba, creciente, por encima de la andanada del 6. En el ruedo se lidiaba un jabonero y aquello parecía el resurgir del mito entre Pasifae y el toro blanco. Todo conato romántico terminó ahí, pues Luis Bolívar no fue capaz de cogerle la velocidad a aquel jabonero sucio -sobrero de Torrealta-, que embestía con la cara alta y que le desarmó en varias ocasiones, sobre todo al natural. El colombiano, que es ajeno a los efluvios de la luna, también desaprovechó al Iban "Provechoso", encastado y de galope alegre, al que toreó bruscamente, empezando por un “cartucho de pescado” en los medios. Fue "Provechoso" -aplaudido en el arrastre y espectacularmente banderilleado por Raúl Adrada- el toro más emocionante de la tarde.


La corrida de Baltasar Iban, prólogo de la semana torista, ha sacado, en líneas generales, nobleza y calidad, pero poca fuerza. Los Ibanes -a los que no colocaron en el caballo ni una sola vez- se apagaban pronto y necesitaban una docena de muletazos de categoría. Por supuesto, el "pronto y en la mano" no se produjo, especialmente durante las espesísimas faenas de Serafín Marín, antítesis de la eficacia, quien regresa dentro de una semana con los Miuras como azote divino para cerrar San Isidro.


Robleño, que tampoco es torero romántico aunque sí algo melancólico, ha estado serio, digno y sincero, sin alharacas ni fuegos artificiales. Su aflicción a veces provoca que el público no valore la profesionalidad de sus faenas, ni siquiera sus excelentes estocadas, de las mejores de lo que llevamos de feria. A Robleño, los Ibanes no le han enganchado la muleta ni una sola vez. Ojalá le acompañe la suerte -y un poco más de "fibra"- el martes, durante la corrida de Cuadri. Esa noche, ya sí, lucirá la luna llena.

domingo, 2 de junio de 2013

Crónica del 1 de junio: "¿Viva Cuadri manque pierda?"


Dura poco la alegría en casa del pobre. Si el jueves nos esponjamos con la corrida de Adolfo Martín, el sábado nos tiraron el jarro de agua fría con la de Cuadri. Algunas tardes uno vuelve a casa con ganas de aficionarse a otra cosa. Al ganchillo, por ejemplo, que da menos "inrritaciones", como dicen en el sur. Los Cuadri son los primeros que no se dan coba y, al poco de arrastrar a su último toro, Antonio, sobrino de Fernando, publicó estás declaraciones en Twitter: "Decepcionado. Corrida sosa y descastada... lejos de lo buscado y esperado. Lo típico es decir: esto es así, pero te quedas jodido igual". Tienes razón, Antonio. Salvando la presentación: la corrida fue mala sin paliativos: muy atacada de kilos, ha manseado en todos los tercios y no ha salido ningún toro bravo. ¿Para qué negar la realidad? Uno debe ser duro con aquello que quiere. Sin embargo, con ganaderos como vosotros, tan íntegros, tan de una pieza, ¿cómo vamos a tirar la toalla? Ahí seguiremos, a las duras y a las maduras, por todos los San Isidros excepcionales que nos habéis ofrecido. Y los que vendrán.
 
Lo que sí me preocupa es que se aplauda en el arrastre un toro como el cuarto, el famoso castaño Brigada. Esto sólo es posible en una afición voluble y sin criterio. Mal la corrida, pero peor el público de Las Ventas, muy caprichoso y con "cuadrimanía" aguda.
 

Sensacional, una vez más, la cuadrilla de Castaño que, gracias a la generosidad de su matador, ha dado una apoteósica vuelta al ruedo tras la lidia del quinto, el mejor toro del conjunto. Qué emocionante ha sido ver a la plaza en pie, batiendo palmas y arrojando sombreros a Tito Sandoval, Marco Galán, David Adalid y el certerísimo Fernando Sánchez. Una estampa de otra época. Si lo pensamos fríamente, ellos han sido los auténticos triunfadores de este San Isidro: ¿qué otro torero ha puesto boca abajo a Las Ventas dos tardes?
 

Sobre los matadores que lidiaron los Cuadris, tan sólo unas breves notas. Fernando Robleño, haciendo gala una vez más de la falta de suerte que le caracteriza, pechó con el peor lote. Anduvo espeso y le faltó picardía para recortar y quebrantar más a sus toros con el capote. A causa de ello, luego, en la faena de muleta, encaró múltiples apuros. Fulminante fue su estocada a Brigada: dejó patente su deseo de quitarse de en medio a ese toraco de casi seis años. Javier Castaño, que toreaba con la mano derecha lesionada tras la corrida de Adolfo, no consiguió rematar la euforia colectiva que desató su cuadrilla. Sorteó los dos toros con más opciones -ni mucho menos fueron buenos- y, aunque estuvo valentísimo, no logró cuajar sendas faenas que se diluyeron al marrar con la espada. Sufrió, por cierto, un pitonazo en la nariz poco antes de despachar al quinto. Luis Bolívar nada pudo hacer con el tercero y quizás le faltó lanzar la moneda con el sexto, al que toreó bien de capa, aunque el público apenas se percató. Sospecho y lamento que algunos aficionados se pondrán de parte de los toros y harán sangre con esta terna que ha tenido la dignidad de lidiar y estoquear a los Cuadris.
 
Personalmente, sigo siendo partidaria de los Cuadris y de Robleño, Castaño y Bolívar. A pesar de los disgustos, y aunque sea una decisión irracional, mientras queden ganaderos y toreros como ellos, el ganchillo tendrá que esperar. Cuestión de temperamento.