viernes, 21 de septiembre de 2012

Modernos, si me queréis... ¡¡¡IRSENNNN!!!


"Cuando una cultura relega al desván de las cosas pasadas de moda el ejercicio de pensar y sustituye las ideas por las imágenes, los productos literarios y artísticos son promovidos, aceptados o rechazados por las técnicas publicitarias y los reflejos condicionados de un público que carece de defensas intelectuales y sensibles para detectar los contrabandos y las extorsiones de que es víctima. Por ese camino, los esperpentos indumentarios que un John Galiano hacía desfilar en las pasarelas de París (antes de descubrirse que era antisemita) o los experimentos de la nouvelle cuisine alcanzan el estatuto de ciudadanos honorarios de la alta cultura".


El gibraltareño John Galiano, a lo torero

"La diferencia esencial entre aquella cultura del pasado y el entretenimiento de hoy es que los productos de aquélla pretendían trascender el tiempo presente, durar, seguir vivos en las generaciones futuras, en tanto que los productos de éste son fabricados para ser consumidos al instante y desaparecer, como los bizcochos o el popcorn. Tolstói, Thomas Mann, todavía Joyce y Faulkner escribían libros que pretendían derrotar a la muerte, sobrevivir a sus autores, seguir atrayendo y fascinando lectores en los tiempos futuros. Las telenovelas brasileñas y las películas de Bollywood, como los conciertos de Shakira, no pretenden durar más que el tiempo de su presentación, y desaparecer para dejar el espacio a otros productos igualmente exitosos y efímeros. La cultura es diversión y lo que no es divertido no es cultura" (Mario Vargas Llosa).


La cantante Shakira, cual gata sobre tejado de zinc caliente

Aprovechando las palabras de Vargas Llosa, no puedo pasar por alto la "obra maestra" de la última edición de ARCO, ese contenedor de desechos de tientas donde todos los artistas que se autoproclaman "modernos y rompedores" escupen su porquería. El detritus "Always Franco" -la escultura del dictador dentro de una nevera de Coca-Cola- causó sensación. Su autor, un tal Eugenio Merino, daba, con esta explicación, una idea muy clara de la catadura moral e intelectual de los neo-artistas: "Los pueblos son sanos cuando se ríen de su pasado, porque es una manera de enterrarlo. Pero Franco sigue siendo un resorte partidista. Es un fantasma congelado y no se marcha. Al principio barajé incluir a Mao Zedong, pero no funcionaba tan bien. Franco en una nevera es la imagen de su permanencia en nuestra cabeza".

Si el pasado es cosa de risa, ¿qué será del presente con manifestaciones "culturales" como ésta? La Coca-Cola, por cierto, es valenciana... aunque la llamábamos Nuez de Cola, que suena mil veces mejor.


Franco criogenizado... ¿La chispa de la vida?

jueves, 20 de septiembre de 2012

Promesas de rebecas y franelas

El otoño llegará a las 16.49 horas (hora peninsular) de este sábado, 22 de septiembre, y durará 89 días y 20 horas. La estación acabará el 21 de diciembre con la llegada del invierno.

"El día es más solemne y más sereno
al declinar la tarde. En el otoño
hay brillos en el cielo, hay armonías
que el ardoroso estío desconoce
como si fueran algo inexistente"
(Shelley)


"El otoño es la estación preferida de los conversos. Detrás del cobrizo manto de las hojas, bajo el oro que comienzan a taladrar invisibles gusanos, mensajeros del invierno y el olvido, es más fácil sobrevivir a las nuevas obligaciones que agobian a los recién llegados a una fresca teología. Hay que desconfiar de la serenidad con que estas hojas esperan su inevitable caída, su vocación de polvo y nada. Ellas pueden permanecer aún unos instantes para testimoniar la inconmovible condición del tiempo; la derrota final de los más altos destinos de verdura y sazón" (Álvaro Mutis).

Les sanglots longs
Des violons
De l'automne
Blessent mon coeur
D'une langueur
Monotone.

(Escuchar la maravillosa versión de "Chanson d´automne" de Charles Trenet)

"Alrededor del seis de octubre, las hojas suelen empezar a caer, en sucesivos chaparrones, tras una lluvia o una helada, pero la principal cosecha de hojas, el súmmun del otoño, suele ser alrededor del dieciséis. Las calles están cubiertas por una capa espesa de trofeos, y las hojas caídas de los olmos crean un pavimento oscuro bajo nuestros pies. Tras uno o varios días especialmente cálidos del veranillo de San Martín, percibo que es el calor inusual lo que provoca, más que nada, la caída de las hojas, quizá cuando no ha habido lluvia ni heladas durante un tiempo. El calor intenso las madura y marchita repentinamente, igual que ablanda y pone a punto a los melocotones y otras frutas y las hace caer" (Henry David Thoreau).


Les feuilles mortes se ramassent à la pelle
Tu vois, je n'ai pas oublié
Les feuilles mortes se ramassent à la pelle
Les souvenirs et les regrets aussi.


"Yo recordaba nebulosamente aquel antiguo jardín donde los mirtos seculares dibujaban los cuatro escudos del fundador, en torno de una fuente abandonada. El jardín y el Palacio tenían esa vejez señorial y melancólica de los lugares por donde en otro tiempo pasó la vida amable de la galantería y del amor. Bajo la fronda de aquel laberinto, sobre las terrazas y en los salones, habían florecido las rosas y los madrigales, cuando las manos blancas que en lo viejos retratos sostienen apenas los pañolitos de encaje, iban deshojando las margaritas que guardan el cándido secreto de los corazones. ¡Hermosos y lejanos recuerdos! Yo también los evoqué un día lejano, cuando la mañana otoñal y dorada envolvía el jardín húmedo y reverdecido por la constante lluvia de la noche. Bajo el cielo límpido, de una azul heráldico, los cipreses venerables parecían tener el ensueño de la vida monástica. La caricia de la luz temblaba sobre las flores como un pájaro de oro, y la brisa trazaba en el terciopelo de la yerba, huellas ideales y quiméricas como si danzasen invisibles hadas" (Valle-Inclán).

Inverno não ainda mas outono
A sonata que bate no meu peito
Poeta distraído cão sem dono
Até na própria cama em que me deito.


"Anteayer mismo, por la ventana abierta a través de la que veía un cielo grisáceo que trileaba con lluvias, entraba un aire que pretendía venderme promesas de rebecas, franelas, haz de luz de una lámpara baja, camilla, taza de té, tortas de aceite de Ochoa y lecturas gustosas. No me creí los grises, ni esperé oír caer la lluvia, ni le eché cuenta al mentiroso vendedor de escalofríos que invitan a recogerse. Hice bien. Ayer, mientras escribía este artículo, a través de esa misma ventana se veía un cielo desafiantemente azul y entraba el sol derramando la melaza caliente de otro día de bochorno. Hagan como yo. No se fíen de estos breves frescores, de estas lluvias impuntuales y perezosas, de estos nublados mentirosos, de estas promesas de otoño. Son tan falsos como las avanzadillas de la primavera que se aparecen, por sorpresa, un medio día de febrero para desvanecerse inmediatamente" (Carlos Colón).


The fundamental things apply
As time goes by...

miércoles, 19 de septiembre de 2012

Las banderillas las carga el diablo

Para el veterano periodista Javier Villán, la cornada más sorprendente que ha tenido lugar en Las Ventas fue el golpe de una banderilla en el cuello del mexicano Armillita. Llegó con un leve puntazo a la enfermería, de forma rutinaria, y al curarle con Betadine lo escupió diciendo "qué mal sabe esto". Entonces se dieron cuenta de que la banderilla le había llegado a la garganta.

Lo recuerda en una entrevista el propio Miguel Espinosa Méndez "Armillita Chico": «A lo largo de mi carrera, he recibido ocho cornadas, afortunadamente ninguna mortal. La más grave fue la de la banderilla en Madrid, que fue una cosa de mala suerte, que se me clavó en el cuello. Sentí que me había partido el cuello y estuve con siete médicos en la enfermería, con el doctor Máximo de la Torre al frente».


El sábado 3 de junio de 1995, publicaba el ABC: «Nadie se podía explicar lo que había sucedido. Unos achacaban la lesión del cuello a un pitonazo. Otros, que estaban en lo cierto, al palotazo de una banderilla. Lo que nadie comprendía es que el palo del rehilete hubiera traspasado el cuello produciendo una lesión tan grave, que pudo producir la muerte del torero de una manera instantánea [...] Los doctores García Padrós, Pascual, Alcorta y Alonso comentaban la gravedad del percance. Por muy poco la madera de la banderilla no se había llevado por delante la yugular y la carótida. El torero, que entró por su pie en la enfermería, con síntomas de asfixia, expulsaba la saliva y las fiernas por el boquete del cuello».
Así fue la crónica que Joaquín Vidal escribió para El País aquella tarde de 1995: «"Armillita, muy grave". Menuda sorpresa. La preocupante noticia venía de la enfermería, a donde había entrado tranquilo y por su propio pie el torero mexicano con un varetazo en el cuello, producido cuando toreaba al cuarto toro. Al pasar de muleta, la madera de una banderilla le golpeó el cuello. Lógicamente acusó el dolor, se dirigió a la barrera, donde le vertieron agua en la herida, que sangraba -no demasiado-, volvió al toro, intentó embarcarlo por redondos y al comprobar que se quedaba corto, resolvió cuadrar y matar. Escuchó aplausos cuando se dirigía a la enfermería, acompañado de un peón.Nadie -ni Armillita- podía imaginar que el palotazo hubiera causado tanto daño. i15 centímetros de profundidad! Se pone uno en su lugar, calcula 15 centímetros de banderilla entrándole en su propio cuello y deduce que lo ha traspasado de parte a parte. Grima da imaginarlo.

[...] En el tendido también acaecían percances aunque, naturalmente, de otro signo. Los varetazos venían en forma de lipotimias y afectaban principalmente a las mujeres. No todas a la vez, sino por turno, con el debido orden y concierto. Quiere decirse que se desvaneció una mujer en el tendido 1 abriendo marcha y los vecinos de localidad se arremolinaron para darle aire venteando vigorosamente el programa oficial. Ocurrió el incidente durante la lidia del tercero. Durante la lidia del cuarto le sobrevino el deliquio a una del tendido 10; durante la del quinto, a otra del tendido 9. La epidemia se iba extendiendo progresivamente y en redondo por el graderío. Menos mal que acabó la corrida y ya no se desmayó nadie más». 

martes, 18 de septiembre de 2012

Año bisiesto; ni viña, ni huerto, ni pan en el cesto


La casita blanca con el letrero de “panera” sobre la puerta verde estaba cerrada a cal y canto. También la que ponía “cernidero”, el lugar reservado desde hacía décadas para cernir la harina y preparar el pan antes de hornearlo. Ambas construcciones brillaban al sol y proporcionaban sombras duras y alargadas.




Caía la tarde, pero el veranillo de San Miguel tenía prisas ese año y castigaba con dureza aquel terreno pedregoso y yermo. Por el camino que subía hasta las edificaciones, un trío de gatos tomaba el sol, impasible al calor y la luminosidad. No había en el mundo gatos más felices que ellos.



Ante sus ojos amarillos, las gallinas picoteaban algunos guijarros. Un poco más allá, la parra cuajada de uvas blancas refrescaba el porche.


"Mi viejo la plantó y era la sombra
que vino con las tardes de la infancia.
La parra se quedó, pero mi viejo
se fue para otra sombra y otra casa.
La vi desnuda y gris en el invierno,
la vi borracha y verde en el verano.
El aire le guardaba entre las hojas
los trinos gardelianos del canario.

El tiempo se hizo adiós en sus racimos.
La mesa con el hule está muy sola.
El perro que ladraba por el patio
ya duerme en un sillón de la memoria.
La vida se le fue sin darse cuenta
por culpa de las uvas y del viento.
¡Qué triste fue mirarla esta mañana,
sentir que, de tan vieja, ya es recuerdo!

Hoy muestra en las arrugas de su tronco
gorriones que volaron a otros puertos.
La noche se le acerca y le comenta
lo duro que es vivir con el silencio.
La vi charlar, de paso, con los gatos.
La vi guardar retoños en su pecho.
Las nubes la mojaron con su llanto
y el vino de su vientre fue un misterio"

(Roberto Díaz)


Por aquellas tierras se decía que, cuando pintaba la mora, pintaba la uva; y cuando florecía el cardo, ya estaba madura, por ello, el pueblo más cercano, a 11 kilómetros, festejaba el final de la vendimia, que ese año era pobre a causa de la pertinaz sequía. La escasa cosecha presagiaba un encarecimiento del vino y de la uva de mesa, menos dulce que de costumbre.



El precio del cereal también estaba por las nubes: la tonelada de trigo había duplicado su precio y alimentar al ganado costaba una fortuna. Ése era uno de los motivos por los que apenas quedaban toros bravos en las fincas vecinas. Después del verano, nuevos ganaderos tirarían la toalla y se pasarían al manso, a la morucha y al charolés, más fácil de cuidar y también más rentable. Durante un tiempo, los cercados quedarían vacíos, secos y huérfanos. La hermosa tierra de España, adusta, fina y guerrera, como escribió Machado, se hacía poco a poco menos bravía, menos nuestra.

Siempre lo advirtió el viejo mayoral: "año bisiesto; ni viña, ni huerto, ni pan en el cesto". Corría el 2012…



"La madre de la bella Proserpina
trocó en moreno grano,
para el sabroso pan de blanca harina,
aguas de abril y soles de verano.

Trigales y trigales ha corrido
la rubia diosa de la hoz dorada,
y del campo a las eras del ejido,
con sus montes de mies agavillada,
llegaron los huesudos bueyes rojos,
la testa dolorida al yugo atada,
y con la tarde ubérrima en los ojos.
De segados trigales y alcaceles
hizo el fuego sequizos rastrojales;
en el huerto rezuma el higo mieles,
cuelga la oronda pera en los perales,
hay en las vides rubios moscateles,
y racimos de rosa en los parrales".
(Antonio Machado)

"Levantar el vaso después de abrir la primera botella de nuestra pequeña cosecha, mi abuelo murmuraba irónico: «Para beber hai xente, o carallo é para sulfatar». Parece ser que este año Francia no podrá atender toda la oferta española de trabajo en las viñas, de lo que se deduce que sigue habiendo gente para beber, pero ya demasiada para sulfatar. Andalucía aporta la mayoría de vendimiadores que busca jornal en Francia; 11.000 almas que cruzan España de abajo arriba sajándola en dos, de tal forma que se le asoman las tripas del país que aún se da lujos de nuevo pobre, como asediar a sus inmigrantes. La vendimia es un arte al que nos hemos dedicado los niños que teníamos finca y que recordamos septiembre como el mes en que la familia se ponía los guantes y el mono para cortar los racimos, llenar los capachos y pisar luego la uva en ese baile antiguo y desparramante que tenía algo de animal; una de las imágenes más vivificantes de mi infancia es la de mi enorme tío metido en una cuba con las piernas manchadas de tinto, hundiéndolas entre miles de uvas y volviéndolas a sacar como si estuviese aplastando cadáveres o salvándose él mismo a cada instante. Si a mí se me libró de vendimiar fue porque un día me levanté en la mesa para recoger los platos y mi abuela dio un bastonazo en el suelo y dijo que mis manos eran para que las mirasen. Me dediqué a corretear por la finca, coger racimos sueltos para picotear en ellos como una urraca o subir barreños al coche; con el tiempo mi función en la vendimia se limitó a beberlo todo. Pienso en esto porque debe de estar a punto de empezar la recogida en casa de mi abuelo. Cuidaba allí de las lechugas, las patatas, las cebollas y los limones; le hablaba a las gallinas, que le ponían unos huevos perfectos, y hubo años, para darnos gusto a los nietos, que cultivó fresas. Hace unos días se sentó en la cocina después de una tarde de trabajo. «Estou ben», dijo. Apoyó la cabeza en la mano y no volvió a responder a nadie: allí se nos fue, escapándosenos por un derrame cerebral que lo dejó dormido para siempre. Horas después se puso a nacer mi hijo. Me dediqué a ir de una planta del hospital a otra como si así pudiese llevarle al bebé el amor que le dedicó su bisabuelo durante el embarazo, y aunque al final no se hayan conocido tengo la esperanza de que el niño crezca con la certeza de que la vida, como el vino, es mejor si se trabaja a fondo. Y que por mil que beban siempre habrá uno que sulfate para todos, y a ése le respetarán" (artículo publicado por Manuel Jabois en agosto de 2012).

lunes, 17 de septiembre de 2012

Las barras de los bares

"El bar Víctor estaba tranquilo y silencioso. Había una mujer sentada en un taburete del mostrador; llevaba un traje sastre color negro que, por la época del año en que nos encontrábamos, no podía ser de otra cosa que de alguna tela sintética como el orlón; estaba bebiendo una bebida de color verdoso pálido y fumaba un cigarrillo en larga boquilla de jade. Tenía una mirada sutil e intensa que a veces evidencia neurosis, a veces ansiedad sexual y otras es simplemente el resultado de una dieta drástica.
Me senté dos taburetes más allá y el barman me saludó con una inclinación de cabeza pero no sonrió.

- Un gimlet- dije-, sin bitter.

[...] El barman se alejó. La mujer de negro me dirigió una mirada rápida y después siguió mirando el vaso.

- Tan poca gente los toma – murmuró tan despacio que al principio no me di cuenta de que me estaba hablando. Volvió a mirarme de nuevo. Tenía ojos oscuros y muy grandes y las uñas más rojas que había visto en mi vida. Pero no tenía el aspecto de ser un programa fácil y en su voz no había ningún indicio de que fuera una buscona.

[...] El barman me sirvió el vaso con la bebida. El jugo de lima le daba el color verde amarillento pálido y parecía como enturbiada. La probé. Era dulce y fuerte al mismo tiempo. La mujer de negro me observaba. Levantó su vaso hacia mí y bebimos juntos. Entonces supe que su bebida era igual a la mía. El próximo paso era cosa de rutina, de modo que no lo di. Simplemente seguí sentado".

El texto pertenece a "El largo adiós" (1954) de Raymond Chandler, uno de los maestros de la novela negra americana junto a Dashiell Hammett. Su protagonista, el detective privado Philip Marlowe, confesaba que sólo disfrutaba con el whisky, las mujeres y el ajedrez. La imagen (1949) lleva la firma de Lisette Model, cuyo consejo más célebre a la hora de fotografiar era "disparar desde el estómago" ("shoot from the gut"). Texto y foto tienen como telón de fondo la barra de un bar, escenario maldito de tantas escenas sublimes. "The Killers" (1946), la adaptación por Robert Siodmak del relato de Hemingway, también comienza en la barra de un bar, cuando dos hombres de aspecto siniestro piden pollo con puré de patatas.


 "La puerta del restaurante de Henry se abrió y entraron dos hombres que se sentaron al mostrador.
-¿Qué van a pedir? -les preguntó George.
-No sé -dijo uno de ellos-. ¿Tú qué tienes ganas de comer, Al?
-Qué sé yo -respondió Al-, no sé.
Afuera estaba oscureciendo. Las luces de la calle entraban por la ventana. Los dos hombres leían el menú. Desde el otro extremo del mostrador, Nick Adams, quien había estado conversando con George cuando ellos entraron, los observaba.
-Yo voy a pedir costillitas de cerdo con salsa de manzanas y puré de patatas -dijo el primero.
-Todavía no está listo.
-¿Entonces para qué carajo lo pones en la carta?
-Ésa es la cena -le explicó George-. Puede pedirse a partir de las seis.
George miró el reloj en la pared de atrás del mostrador.
-Son las cinco.
-El reloj marca las cinco y veinte -dijo el segundo hombre.
-Adelanta veinte minutos.
-Bah, a la mierda con el reloj -exclamó el primero-. ¿Qué tienes para comer?
-Puedo ofrecerles cualquier variedad de sándwiches -dijo George-, jamón con huevos, tocino con huevos, hígado y tocino, o un bistec.
-A mí dame suprema de pollo y puré de patatas.
-Ésa es la cena.
-¿Será posible que todo lo que pidamos sea la cena?
-Puedo ofrecerles jamón con huevos, tocino con huevos, hígado...
-Jamón con huevos -dijo el que se llamaba Al. Vestía un sombrero hongo y una gabardina negra abrochada. Su cara era blanca y pequeña, sus labios angostos. Llevaba una bufanda de seda y guantes.
-Dame tocino con huevos -dijo el otro. Era más o menos de la misma talla que Al. Aunque de cara no se parecían, vestían como gemelos. Ambos llevaban gabardinas demasiado ajustadas para ellos. Estaban sentados, inclinados hacia adelante, con los codos sobre el mostrador".


La luz de "The Killers" es dura y expresionista. Sólo al personaje femenino, Ava Gardner, lo iluminan con una técnica suave, resaltando la escala de grises. Ese detalle también destaca su carácter ambiguo: no es buena, no es mala, ni blanco ni negro.


Un mostrador bajo luces de néon también inspira la melancólica pintura de Hopper "Nighthawks" ("Noctámbulos", 1942). Cuatro personajes y ninguno se mira entre sí: cada uno absorto en sus pensamientos, tareas y circunstancias. Porque las barras de los bares, en literatura, fotografía, pintura y cine, casi siempre inspiran soledad... o desasosiego.

¡Oh ese toro, Colás!

Es tan delicioso, tanto en forma como en contenido, que no puedo dejar de copiar un largo fragmento del libro "España nervio a nervio" de Eugenio Noel. El protagonista es Colás (diminutivo cariñoso de Nicolás), un mayoral enamorado que pide al autor que le ayude a escribir una carta dirigida a su novia, la Norberta. Antes, pasan el día en el campo rodeados de toros bravos:


"Ha traído Colás la bota y nos hemos sentado los dos cerca de un labajo, donde se bebe tranquilamente un asnillo, sobre los hierbajos a abrojos que motean el césped corto de los pastos, el mullido aterciopelado de la pradera. Un puentecillo rústico de grandes lascas pizarrosas salva el caz limpio hasta la madre vieja y unas ciénagas o remansos cargados de légamo rojizo. ¡Qué bien sabe este chorro de color de rubí que cae de la bota!... El clarete aloque sabe aquí a gloria. Aquí… ¿Es el gusto del vino o es el paisaje adorable el que regocija nuestro espíritu inquieto?... Colás se limpia los hocicos con la vuelta de su zamarra y se cree en el deber de elogiar el vino. Yo no deberé olvidar nunca que se llama así porque vino del cielo. Y el mozarrón ríe satisfecho de haberme enseñado el origen de esa palabra. El elogio del vino es obligado en el campo. El agua… ¡bah!... el agua… buena para el haza que espera la semilla, para la serna dura que rechaza el arado. Shakespeare hablaba como este mozo: as false as water… Pérfida como el agua… Hace sonreír el cuidado con que Colás deja la bota entre los jarales. La goma de los jarales va bien con la pez de la bota: yo tampoco sabía esto. Son buenos compañeros, como el fresno y el chopo, como el acebuche y la encina. ¡Qué buenas migas hacen el chopo y el castaño!... Colás y yo hablamos de estas cosas; ¿qué otras tenemos que decirnos?


A veces se inquieta un poco; nada de cuidado, un toro cortajano, galgueño, chatobroco, que anda al cobijo de los madroñeros, huido desde la víspera, en que fue vencido por otro. Solitario, mohíno, receloso, se cura sus heridas entre los pinsapos y los abetos rojos, encampanado, todo él lleno de rencores. A veces se levanta Colás, agarra un guijarro de entre las eneas y los barrillares y, sin tirarlo, da una gran voz; el toro escucha un momento, amusgado y venteando con su magnífica cabeza. Es preciso mirar la bellísima res, aquellos poderosos rasgos que definen sus contornos en este aire sutil del prado con una limpieza asombrosa. Nada más bello que su estampa, que su testuz ancha, que sus ancas, que su morro, su gatillo, el garguero, la papada, las líneas de su masa arrosalada desde las agujas hasta la cola… Los ojos del vaquero brillan delante del toro atento. ¿Obedecerá el toro sardo de los lomos claros? El borlón o hisopo de la cola azota las ancas, las babillas de sus patas; escarba, muge débilmente y, perezoso, se va lento, muy lento, deteniéndose a escuchar, como si obedeciera al zagal de mala gana.
Vuelve Colás a echarse entre los arbustillos, entre estos mazos enanos de glumáceas aislados en los tamarindos, en las hojas del helecho. Sus ojos se entornan; piensa, sin duda, en lo que me ha de dictar esta noche para su Norberta… Pasa un manchonero caviloso en su burro, la azada al hombro, atabardilleado por el sol, canturrando una playera. Hay que darle vino y avisarle, aunque ya lo sabe de sobra, que no hostigue a los toros. Lo mejor para él será tomar por aquellos carrascales y retamas, por donde el arroyuelo serpentea entre chopos tuertos y secos. Sobre todo, ojos con aquel toro huido que huronea por los alboceras y los alcornoques. Delicioso es el acto sencillo de ver marchar a este hombre caballero sobre el rucio, con su cestita de vareta al brazo, su buen trago de peleón en el buche, su alegre voz, que canta cosas tristes.

Es muy agradable caminar entre los toros, en una tarde como ésta, tan bella, tan dulce… por un sitio que inspira al corazón los más suaves ensueños. ¡Oh ese toro, Colás!... No haya miedo; esos bichos tienen un alma extraña. Gozan horas enteras descansando, echado en esas tierras concejiles, sobre las verdes taraceas de los pastos tiernos; pero de improviso sienten enardecida su sangre por ruidos que sólo ellos oyen, por olores que sólo a ellos llegan. Sin embargo, Colás anda de un lado para otro, los dedos en los labios, presto a dar un silbido que detendrá al toro desmandado, un toro enorme, chorreado, brocho, casi cubeto".

sábado, 15 de septiembre de 2012

La ley no escrita del toreo

He leído el siguiente mensaje en el Facebook del torero Fernando Robleño, que este sábado ha asistido de paisano a la plaza de Fuenlabrada para presenciar como su compañero, El Fundi, se despedía de su afición: "Buena tarde de toros hemos vivido hoy en Fuenlabrada con el Maestro Fundi. No me quería perder éste día tan especial para él, ya que en Madrid no puedo verlo en la Feria Otoño porque estaré en Zaragoza. Lo de hoy ha sido inolvidable... qué tarde de toros.... qué maestría, qué torería, qué majestuosidad, qué forma de matar los toros, qué forma de torear con el capote, qué despacio con la muleta, ha habido muletazos eternos.... en definitiva, qué torerazo, un Maestro de los pies a la cabeza. Ojalá en Madrid ponga el broche de oro que merece su carrera. Torero Grandioso... Maestro".

(Robleño, de verde, sacando a hombros al Fundi en Fuenlabrada
Fotografía: Javier Arroyo)
 
 Al terminar el festejo, los vecinos de Fuenlabrada han llevado a hombros al Fundi hasta su casa, como en las tardes apoteósicas de antaño, cuando Belmonte iba en volandas desde La Maestranza hasta Triana.
 
 
Reconozco que el mensaje de Robleño me ha conmovido por su humildad, camaradería y pureza. Sobre todo porque, cuando El Fundi y Robleño se han enfundado el terno y han coincidido en el ruedo, siempre con las corridas más duras, han salido a comerse el mundo cada uno por su lado, en una rivalidad sin cuartel, con el pundonor por bandera, como manda la ley no escrita del toreo. Gestos de caballeros que, tristemente, ya no abundan ni en la plaza ni en calle.
 
 
 
El talón de Aquiles del Fundi siempre ha sido Las Ventas. Los aficionados de Madrid deseamos que el próximo 5 de octubre, en su despedida con la corrida del Puerto de San Lorenzo, abra la Puerta Grande que siempre se le ha resistido, pero que tanto merece. Por guerrero. Por su eterna mala suerte. Y por buena persona. Lo decía Belmonte: "Se torea como se es". Y suerte también a Robleño, que torea en Las Ventas justo dos días después. En casos así, las alabanzas no sólo elogian al destinatario de las mismas, también al que las dice. 
 

En busca de la magdalena perdida

"No es un muffin, es una magdalena. No es un cupcake, es un pastelito. No es una cookie, es una galleta. No son pancakes, son tortitas. Y no eres moderno, eres gilipollas".


"Hacía ya muchos años que no existía para mí de Combray más que el escenario y el drama del momento de acostarme, cuando un día de invierno, al volver a casa, mi madre, viendo que yo tenía frío, me propuso que tomara, en contra de mi costubre, una taza de té. Primero dije que no, pero luego, sin saber por qué, volví de mi acuerdo. Mandó mi madre por uno de esos bollos, cortos y abultados, que llama magdalenas, que parece que tienen por molde una valva de concha de peregrino. Y muy pronto, abrumado por el triste día que había pasado y por la perspectiva de otro tan melancólico por venir, me llevé a los labios una cucharada de té en el que había echado un trozo de magdalena. Pero en el mismo instante en que aquel trago, con las migas del bollo, tocó mi paladar, me estremecí, fija mi atención en algo extraordinario que ocurría en mi interior. Un placer delicioso me invadió, me aisló, sin noción de lo que lo causaba. Y él me convirtió las vicisitudes de la vida en indiferentes, sus desastres en inofensivos y su brevedad en ilusoria, todo del mismo modo que opera el amor, llenándose de una esencia preciosa; pero, mejor dicho, esa esencia no es que estuviera en mí, es que era yo mismo. Dejé de sentirme mediocre, contingente y mortal. ¿De dónde podría venirme aquella alegría tan fuerte? Me daba cuenta de que iba unida al sabor del té y del bollo, pero le excedía en mucho, y no debía de ser de la misma naturaleza. ¿De dónde venía y qué significaba? [...]

Y de pronto el recuerdo surge. Ese sabor es el que tenía el pedazo de magdalena que mi tía Leoncia me ofrecía, después de mojado en su infusión de té o de tila, los domingos por la mañana en Combray (porque los domingos yo no salía hasta la hora de misa) cuando iba a darle los buenos días a su cuarto [
...]


Y como ese entretenimiento de los japoneses que meten en un cacharro de porcelana pedacitos de papel, al parecer, informes, que en cuanto se mojan empiezan a estirarse, a tomar forma, a colorearse y a distinguirse, convirtiéndose en flores, en casas, en personajes consistentes y cognoscibles, así ahora todas las flores de nuestro jardín y las del parque del señor Swann y las ninfeas del Vivonne y las buenas gentes del pueblo y sus viviendas chiquitas y la iglesia y Combray entero y sus alrededores, todo eso, pueblo y jardines, que va tomando forma y consistencia, sale de mi taza de té".

"En busca del tiempo perdido", Marcel Proust



Sevilla está en mi paladar en los bizcochos de El Horno de San Buenaventura y de forma más profunda en los sabores del Arenal: calentitos del Postigo -que tanto gustan a don Antonio Burgos- y en las  magdalenas de Los Ángeles, esas magdalenas con delicado aroma del aceite que quizás hubiesen sorprendido a Proust (porque las de su tia sabrian a mantequilla y no hay comparación posible). Yo le seré fiel a Los Ángeles hasta la muerte.  



Feliz desayuno de sábado y que disfrutéis de vuestras magdalenas, mojicoles, sobaos, galletas María, tortas de Inés Rosales y bizcochos de Soletilla migados en el café. A los lectores de este blog se nos atragantan los muffins.


jueves, 13 de septiembre de 2012

Las madres de los toreros

Escribe Javier Villán: "La madre ha nutrido fecundamente la biografía de los toreros y la literatura taurina. Hay casos excepcionales, como la madre de José Miguel Arroyo, totalmente ajena a la vida de su hijo, adoptado por la familia Martín Arranz, a la que Joselito considera sus verdaderos padres. O la de Sebastián Castella, algo lejano y acaso también doloroso. La tradición y la liturgia sitúan a la madre y a la novia o esposa recluidas en casa durante la corrida, rezándoles a todas las vírgenes y a todos los santos, para que nada le suceda al héroe de su corazón. La primera llamada al terminar la corrida, si no ha habido contratiempo, es para ellas; y si lo hay, también, para disimular la gravedad del percance [...] La modernidad no ha dado figuras tan importantes como doña Angustias o la señá Gabriela".

¿Quién era la señá Gabriela? Pues Gabriela Ortega Feria, nacida en Cádiz, en la calle Santo Domingo, el 30 de julio de 1862, bailaora de tronío y notable cantaora -trabajaba en el famoso Café del Burrero-, que contrajo matrimonio con el diestro Fernando Gómez "El Gallo" y dejó su profesión para ser  madre de tres toreros -Rafael, Joselito y Fernando, los Gallo- y suegra de otros tres, casados con sus hijas Gabriela, Trini y Dolores. Nadie cuenta y recita mejor la vida de Gabriela Ortega Feria que su nieta, Gabriela Ortega Gómez:


Los días de corrida, la casa de la señá Gabriela -nombre que en hebreo significa Fuerza de Dios- se llenaba de oraciones, estampas y velás enrizás. Una imagen de la Virgen de la Macarena presidía una de las habitaciones de la vivienda sevillana. Allí, la madre de los Gallo, sentada en su mecedora, con el sonido del reloj rompiendo el silencio de las calurosas tardes de verano, esperaba a que llegaran los temidos y anhelados telegramas. A partir de esta imagen, Rafael de León compuso la copla "Los niños de la Gabriela" que estrenó Lola Flores en 1947.

"Rafaé ya está en Er Puerto,
Fernandose fué a Jeré,
los dos hermanos, por sierto,
con toros de Guadalé.
Pero tengo un cuchillito
que me ronda la sintura;
en Córdoba, Joselito
con seis toros de Miura.
La mare está dormivela...
son tres clavos de amargura
los niños de la Gabriela".


Doña Gabriela falleció en 1919, un año antes de la trágica muerte de su hijo Joselito en la plaza de Talavera de la Reina, cuando el toro Bailaor, de la ganadería de la Viuda de Ortega, le asestó una cornada mortal en el viente tiñiendo el Gelves con sangre de los Ortega.


Continúa así Villán su repaso materno: "A la madre de El Fundi, Ana Martín, se la ve y se la escucha en los tendidos de Las Ventas preferentemente. Un día la tuve detrás de mí. Era una tigresa que defendía al cachorro sin pararse en razones, con las garras del corazón. Yo quedé fascinado por una dialéctica del agravio que me remitió a las grandes heroínas clásicas. Cuando aparecía por el callejón cierto afamado radiofonista le increpaba a voz en grito para que la escuchara no sólo el aludido, sino cualquiera que no se tapara los oídos en cien metros a la redonda. "¿Qué pasa, que mi hijo no te paga y por eso lo pones mal? Somos pobres y no pagamos a periodistas trincones". Gran aplauso. Y luego, encarándose con los del 7, los llamaba "hijos de víbora y alacrán". Eso me pareció un hallazgo de tal calibre lingüístico que cada vez que tengo que insultar a alguien me apropio de esa joya de doña Ana. Y quedo como Dios: fino y original sin ofender a la madre. Hijo de víbora y alacrán, o sea, la maldad suprema".

miércoles, 12 de septiembre de 2012

De "Soltera yo no me quedo" a "Compuesta y sin novio"


"España es, junto a Bélgica, el país de la Unión Europea con mayor tasa de rupturas nupciales. Por cada tres matrimonios que se celebran, se tramitan dos divorcios, según los datos del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). "En este momento, las tres epidemias mundiales más importantes son la depresión, el estrés y, más reciente, el desamor", corrobora el psiquiatra Enrique Rojas Marcos. "La ruptura es una constante: hoy en un colegio español de clase media, el 40% de los niños son de padres separados, y en Estados Unidos esta cifra asciende al 60%", precisa [...] Septiembre sigue siendo el mes por excelencia de las separaciones ya que precisamente las vacaciones son el detonante que precipita el alejamiento definitivo. Un tercio de las rupturas se produce después del periodo vacacional. Agosto es decisivo para la convivencia en pareja y septiembre, el mes donde las separaciones catalizan la conflictividad en el seno familiar" (leer la noticia completa).

¿Dónde han quedado aquellos tiempos en los que había más bodas que separaciones, cuando los divorcios estaban prohibidos por ley y las mujeres "con desesperación, buscaban dueño"? Repasemos algunas consignas de la Sección Femenina (1934-1977):

"Ten preparada una comida deliciosa para cuando él regrese del trabajo; especialmente, su plato favorito. Ofrécete a quitarle los zapatos. Habla en tono bajo, relajado y placentero. Prepárate, retoca tu maquillaje, coloca una cinta en tu cabello; hazte un poco más interesante para él. Salúdale con una cálida sonrisa y demuéstrale tu deseo por complacerle. Escúchale, déjale hablar primero; recuerda que sus temas de conversación son más importantes que los tuyos. Nunca te quejes si llega tarde, o si sale a cenar o a otros lugares de diversión sin ti. Intenta, en cambio, comprender su mundo de tensión y sus necesidades reales. Haz que se sienta a gusto, que repose en un sillón cómodo, o que se acueste en la recámara. Ten preparada una bebida fría o caliente para él. Recuerda que es el amo de la casa".

A pesar de todas estas obligaciones con el marido -¡servidumbres del matrimonio!-, las mujeres estaban locas por casarse. La mejor demostración de este deseo fue la copla que, en 1971, Rafael de León le compuso a Juanita Reina: "En el último minuto". Cuentan que el poeta sevillano escribió su poema inspirándose en el romance que mantuvieron la coplera y el bailaor Federico Casado "Caracolillo", fallecido recientemente, y que culminó con una boda colosal en Sevilla en junio de 1964. Cantaba así Juana Reina:

"Yo andaba navegando por los treinta
sin el amor que tanto deseaba,
y entre mis labios, triste y macilenta,
una rosa sin tallo se quemaba.

Con desesperación buscaba un dueño
y soñaba la cárcel de unos brazos.
Pero me despertaba de mi sueño
con el alma sin voz hecha pedazos.

Y de pronto en el último minuto,
a punto de vestir de un negro luto,
te vi llegar feliz un mediodía
y el otoño, sin rosa de mi espera,
se convirtió en florida primavera
cuando se unió tu boca con la mía".



"En el último minuto" es la versión seria de "Soltera yo no me quedo", también de Rafael de León para Juanita Reina:

"Soltera yo no me quedo, mandarme ya los regalos
Lo mismo da un camafeo que dos cucharas de palo.
Tendrian las cotorronas a gala gala y satisfacción
si vieran a mi persona sentá sentada en el poyetón.
Igual que Sansón acaba con todos los filisteos
por más que me pongan trabas, ¡soltera yo no me quedo!"


¿Qué ocurrió en España para pasar del "Soltera yo no me quedo" a "Compuesta y sin novio"? ¿Por qué se nos quitó el miedo al poyetón? Antes, a las mujeres que se quedaban sin pasar por el altar las llamaban "solteronas", ahora nos hemos vuelto tan gilipollas que decimos "singler". ¡Con lo bien que se vive de soltero/a! Y como no quiero problemas con la "paridad", les dejo la versión masculina de Miguel de Molina: "Compuesto, sin novia... y divorciado". ¿Alguien da más?

"¿Por qué no te casas, niño?
dicen por los callejones.
Yo estoy compuesto y sin novia
porque tengo mis razones.
Esposa, suegra, cuñado,
diez niños y uno de cría,
que la feria, que la gripe,
que tu madre, que la mía.
¡Son muchas complicaciones!
¡Que a mí no me trinca nadie!
¡Soltero pa toa la vida!"


martes, 11 de septiembre de 2012

Ejercicios de erotismo, insinuación y sensualidad

El domingo pasado, sobre las cinco de la tarde, cruzaba andando Chamberí camino de Las Ventas. Iba delante mía una muchacha de no más de dieciocho años que, a cada paso, tenía que sujetarse la camiseta que dejaba al descubierto tres cuartas partes de su espalda y, por supuesto, la ropa interior. No sé adónde se dirigía, pero seguro que llegaría desnuda. Hasta que la adelanté en un semáforo en Ríos Rosas, me preguntaba: ¿qué ha sido de la insinuación (dar a entender algo sin más que indicarlo o apuntarlo ligeramente), del arte de dejar ver sin enseñar? ¿Desde cuándo nos hemos convertido en una civilización tan soez?
Hace poco, leía este artículo de Vargas Llosa: "El erotismo ha desaparecido, al mismo tiempo que la crítica y la alta cultura. ¿Por qué? Porque el erotismo, que convierte el acto sexual en obra de arte, en un ritual al que la literatura, las artes plásticas, la música y una refinada sensibilidad impregnan de imágenes de elevado virtuosismo estético, es la negación misma de ese sexo fácil, expeditivo y promiscuo en el que paradójicamente ha desembocado la libertad conquistada por las nuevas generaciones. El erotismo existe como contrapartida o desacato a la norma, es una actitud de desafío a las costumbres entronizadas y, por lo mismo, implica secreto y clandestinidad. Sacado a la luz pública, vulgarizado, se degrada y eclipsa, no lleva a cabo esa desanimalización y humanización espiritual y artística del quehacer sexual que permitió antaño. Produce pornografía, abaratamiento procaz y canalla de ese erotismo que irrigó, en el pasado, una corriente riquísima de obras en la literatura y las artes plásticas, que, inspiradas en las fantasías del deseo sexual, producían memorables creaciones estéticas, desafiaban el statu quo político y moral, combatían por el derecho de los seres humanos al placer y dignificaban un instito animal transformándolo en obra de arte".

Las películas del Hollywood clásico reflejaban esta "refinada sensibilidad" a la que hacía referencia Vargas Llosa. Los hombres se enamoraban de Rita Hayworth sólo con aflojarse un guante o entonar una canción a medianoche sobre una mesa.


En aquellas películas de cine negro, la seducción era un arte dentro y fuera de la pantalla. Bogart se enamoró de Lauren Bacall, "La Mirada de Hollywood", en el rodaje de "Tener y no tener". Ella tenía 19 años. La frase: "si me necesitas, silba", se hizo mundiamente famosa tras la película.


En el verano de 2010 fallecía Patricia Neal, la actriz que se enamoró locamente de Gary Cooper. "Es una de las cosas más maravillosas que me ha sucedido en la vida. Le sigo amando, incluso ahora", escribió en su autobiografía. Cooper estaba casado y el romance con Neal terminó cuando su mujer rechazó concederle el divorcio.



Su actuación en "El cartero siempre llama dos veces" lanzó al estrellano a Lana Turner y a sus infinitas piernas. Fuera del restaurante-gasolinera donde trabajaba Turner colgaba un cartel: "Se necesita hombre" ("Man wanted"), un juego de palabras que encerraba un doble sentido: la necesidad de un hombre para trabajar, pero también para amar.


Continúa Vargas: "Hacer el amor en nuestros días, en el mundo occidental, está mucho más cerca de la pornografía que del erotismo y, paradójicamente, ello ha resultado como una deriva degradada y perversa de la libertad [...] Por ello, si queremos que el amor físico contribuya a enriquecer la vida de las gentes, liberémoslo de los prejuicios, pero no de las formas y los ritos que lo embellecen y civilizan, y, en vez de exhibirlo a plena luz y por las calles, preservemos esa privacidad y discreción que permiten a los amantes jugar a ser dioses y sentir que lo son en esos instantes intensos y únicos de la pasión y el deseo compartidos".

Burt Lancaster y Deborah Kerr en "De aquí a la eternidad"