jueves, 14 de noviembre de 2013

Sabor gaditano en Madrid

"La belleza de las mujeres gaditanas es célebre en el mundo entero; en sus ojos hay, además de la pasión española, la alegría andaluza moderada por esa melancolía soñadora, por esa languidez que a menudo pierde la mirada en lontananza del mar. Estas atractivas criaturas, en grupos por los paseos, o indolentemente reclinadas en los balcones, o sentadas a la sombra de sus miradores, dan a Cádiz una especie de aire oriental..."

Antoine de Latour (1858)
 

Son de sobra conocidos los encantos y placeres que, a fuego lento, se cocinan en Cádiz. Esta vez no vamos a hablar de sus mujeres, sino de su gastronomía; en concreto, de un rincón en pleno centro de Madrid donde pueden degustarse las especialidades gaditanas. El lugar en cuestión, una abacería en la calle de Las Conchas, se llama Lambuzo que, en el diccionario gadita, significa: "dícese de la persona que le gusta de probar de todo lo que le pongan por delante, esté en su plato o en el del acompañante".

 
¿Y qué ponen por delante en el bar Lambuzo? ¡A fe mía que no es poca cosa! Al leer la carta entre aquellas paredes frescas y encaladas, recordé los versos de El Emigrante que bordaba Juanito Valderrama: "Cuando salí de mi tierra, volví la cara llorando, porque lo que más quería, atrás me lo iba dejando...".

 
Tras sobreponerme del hambre y la nostalgia, probé con placer la ensaladilla con atún de Barbate (excelente y a la altura del Donald en Sevilla), el guiso de papas con chocos al pimentón (servido en una simpática cazuelita), las albóndigas de chocos y las espinacas con garbanzos y piñones. Pero me quedó pendiente, para una próxima visita, el salmorejo con melva canutera, la mojama, las croquetas (de gambas al ajillo, de tortillita de camarones y de ortiguillas), el adobo gaditano, el pescaíto frito y el arroz caldoso a la marinera. Otro punto fuerte de Lambuzo es el pan, de miga esponjosa y corteza crujiente, además de los picos y las regañás.

 
El local resulta familiar y, entre cucharada y cucharada, si uno afina el oído hasta el taburete vecino, escucha un reconfortante deje gaditano. El cuarto de baño tiene un punto surrealista, con fragmentos de la canción "Serengueti", de Mártires del Compás, pintados en las paredes.


Los Moreno García, procedentes de Villamartín, han conseguido atracar un pedacito de Cádiz en el corazón de Madrid. Y los nostálgicos les damos las gracias. A partir de ahora, si alguien me busca, ya sabe donde encontrarme.

miércoles, 13 de noviembre de 2013

Puertas abiertas

"Pelando la pava" por Santiago Rusiñol

Había en el pueblo media docena de casas ricas, con zaguán y portón de clavos dorados. El resto de las viviendas no lo tenían, y la puerta de la calle abría directamente sobre el interior de la casa, a la pieza que por la misma razón llamábase “el portal”. Y estas puertas y portones estaban siempre abiertos.

Había una tácita confianza en el prójimo. Y el único trámite para penetrar en la vivienda ajena era la salutación religiosa.
 
- Ave María purísima...

Y contestaba dentro:
 
- Sin pecado concebida.


La gente pasaba al interior con respeto y llaneza. Hablaban de sus cosas.

Todas las puertas abiertas daban al pueblo un aire de gran familia compenetrada y sin secretos. Sólo la muerte hacía que pasajeramente quedasen entornadas las hojas de maderas a la calle, como luto y forzada ausencia del mundo, impuesta por el dolor o un aciago destino.

Las casas era, hasta las más pobres, limpias, blancas de cal, refulgentes. El cotidiano aljofifado de los suelos sacaba brillo a la vasta arcilla de las solerías. Los metales de los aldabones, como de oro pálido.

Por el invierno, los portales olían a azúcar quemada, a alhucema en el brasero. En las casas más humildes trascendía a la puerta el sano olor modesto de los pucheros en la lumbre.
 

JOAQUÍN ROMERO MURUBE
 


 
Puertecita de mi casa
Umbrales de mi alegría
Ni yo vivo sin tu sombra
Ni tu vives sin la mía.
 
Puertecita de mi casa
Testigo de mi niñez
En el filo de la noche
Me di de cara con él.

(Quintero, León y Quiroga)


martes, 12 de noviembre de 2013

La novela de Violeta


Algunos estudiosos creen que Alejandro Dumas, además de escribir Los tres mosqueteros y El conde de Montecristo, tiene en su haber una novela erótica. La obra, que lleva por título de Le roman de Violette, fue escrita en 1870, año del fallecimiento del autor, y publicada trece años más tarde en Bruselas. La introducción, supuestamente redactada por Dumas, dice así:
 
"Debo confesar a mis futuros lectores que fui, en el curso de mis encarnaciones terrestres, un gran pecador a los ojos del Eterno. A través de las sombras que mi memoria evoca con el más grande regocijo, pululan siluetas femeninas. La que hoy reanima mis sensaciones adormecidas tenía en la tierra el eufórico nombre de Violeta. A su lado conocí los encantos de ese paraíso prometido por Mahoma y sus fervientes discípulos; cuando murió la lloré desconsoladamente. Hoy ya nadie se acuerda de quién se ocultaba detrás de tan graciosos seudónimo. ¡Ahora puedo escribir libremente su historia, la historia de nuestros amores! ¡Violeta no tuvo otros!".


Aunque su autoría continúa levantando dudas, Le roman de Violette es una de las obras maestras de la literatura clandestina del siglo XIX. En sus páginas se narra la historia de una joven, empleada en una boutique de moda, que escapa de su ordenada vida para caer en los brazos de un vividor. Violeta se rebela así contra las estrictas normas de la sociedad burguesa. El siguiente pasaje describe cómo conquistar a alguien a través de su paladar:
 
"D’abord ce furent de petites attentions, comme les amants en ont pour leurs maîtresses, une aile de faisan délicatement coupée, arrosée d’un jus de citron, de vin du Château d’Yquem, versé par une main tremblante d’amour dans un verre de cristal mousseline; une truffe cuite au vin de Champagne et à la cannelle, plus noire et mieux veinée que les autres, offerte après que des dents libertines avaient déjà mordu dedans; des crèmes mangées dans la même assiette et avec une seule cuiller; des pêches sucrées, après que l’ouverture purpurine laissée par le noyau absent avait servi de coiffe au bouton d’un sein blanc comme la chair de la pêche dépouillée de son beau velouté, tout cela entremêlé de baisers ardents, sur les bras, sur les épaules, sur les lèvres".


Si mis amigas pornolectoras de Las 50 sombras de Grey  visitan este blog, las invito a refinar sus gustos con Le roman de Violette. La literatura erótica también puede ser exquisita. Desde el siglo XIX, la violeta es, por cierto, la flor y el emblema de la ciudad de Toulouse, donde la usan tanto en perfumería como en confitería. La delicadeza aún se cultiva en algunos, aunque escasos, rincones de nuestra sociedad.

 

lunes, 11 de noviembre de 2013

La fragua de Joselito y Belmonte


La exposición "Joselito y Belmonte, una revolución complementaria" conmemora, en Sevilla, el centenario de alternativa de estos dos colosos de la Tauromaquia, acaecidas en 1912 y 1913, respectivamente. En los próximos días, iré colgando en el blog varios fragmentos extraídos del catálogo de la muestra así como diversas fotos y dibujos que pueden verse en el Espacio Santa Clara hasta mediados de diciembre. Una visita muy recomendada.
 
Dibujo a plumilla realizado por José Villegas (1917)

La familia de los Gallo se había instalado, con el señor Fernando y la bailaora Gabriela Ortega al frente, en la Huerta El Algarrobo de Gelves, propiedad de la Casa de Alba, que gentilmente se la habían cedido. Allí nacieron los seis hijos del matrimonio. El 2 de agosto de 1897 muere el pater familias y la descendencia se ve obligada, sin apenas recursos económicos, a marcharse a la capital, una ciudad en la que proliferaban las casas de usura, se abusaba del trabajo infantil, sin apenas abastecimiento de agua y en  la que la prostitución encubierta y el incesto eran más que habituales.

José da sus primeros brincos y saltos, y ensaya sus primeras verónicas con los canes sin dueño, en los aledaños del campo denominado Marte, un lugar de maniobras para el Ejército, que se encontraba cerca de la estación de Plaza de Armas, en concreto en la calle Rábida nº7.
 
Joselito, con apenas tres años, jugando al toro con su hermano Fernando,
bajo la atenta mirada de su padre (1897)

En la calle, Joselito empieza a relacionarse con la chiquillería de la época. No muy lejos se encontraba la calle de Arjona, muy conocida porque en ella se ubica la fábrica de gas de Juan Lacave, luego convertida en Catalana de Gas, y a la que acudía una riada de personas en busca de trabajo, y si no eran seleccionados, buscaban cobijo en la fundición de hierro de la Portilla, que se encontraba a unos metros, calle abajo. En ese ambiente pobretón, pueblerino y sucio, el niño jugaba con su perrilla Diana, dando pases de pecho, naturales, derechazos, soñando con la gloria y las tardes de triunfo.

[...] No fue buen alumno el pequeño José. Sólo pensaba en que sonara el timbre para marcharse al barrio y jugar al toro con su minúsculo capotillo, con el que deslumbraba a todos los desocupados que hacían corro para verle mover el percal con muñecas angelicales. [...] Desde muy niño vistió un pulcro traje de luces, y no uno remendado, con el que se anunciaba en la famosa cuadrilla de Niños Toreros, junto a Limeño.
 
Cuadrilla de Niños Toreros comandada por Joselito (1910)

Una vez conseguido el éxito, fuera de los cosos taurinos, Belmonte se comportaba como un gentleman. El fenómenos hacía verdadera vida de muchacho de posición, sin acordarse para nada de su oficio. Belmonte no se ejercitaba, ni siquiera hacía gimnasia, ni correteaba o saltaba haciendo probaturas en la plaza, cosa que parecía obligada en los demás toreros. Como ha escrito Antonio de la Villa, "se pasaba la vida en los teatros, trasnochaba más de la cuenta y se perdía por los laberintos de las calles de Madrid en más de una ocasión". Vestía con zapatos de charol, chaqueta cruzada, corbatín y bombín. Y además, en la peluquería Almeida de Madrid, sita en la calla Sevilla, en el invierno de 1914 a 1915 tuvo la ocurrente osadía de cortarse la coleta natural, lo nunca visto en un matador de toros.

Belmonte junto a su esposa, Julia Cossío

[...] Ser torero para Juan Belmonte, después de estar en la tienda de quincalla de su padre, de haber ejercido como picapedrero en los trabajos de la Corta de Tablada y de haber probado fortuna como comerciante con su tío de Huelva, era un camino de salvación, arduo, espinoso, duro, mas la única alternativa. La casualidad quiso que en el fondo de su ser encontrase una afición al toreo insólita, que le llevó a conducirse conforme a unos principios éticos de extremada dureza, que sólo un exiguo número de privilegiados está en condiciones de cumplir, sin traicionar ninguno de los aspectos más fundamentales.

Belmonte, a hombros por el puente Triana (1910)
 

domingo, 10 de noviembre de 2013

¿Ganarse la vida o vivir de la sopa boba?


El término negocio deriva de las palabras latinas nec y otium, es decir, "aquello que no es ocio". Para los romanos, otium era lo que se hacía durante el tiempo libre sin recibir ninguna recompensa. El negocio, por el contrario, constituía una actividad lucrativa. Sin embargo, desde la nefasta cultura del 68 hasta nuestros días, se confunde con frecuencia el ocio y el negocio, lo que conduce, invariablemente, a pretender vivir del cuento. En el siguiente artículo, Javier Gomá reflexiona con acierto sobre el arte de ganarse la vida:


"La obligación y responsabilidad del auténtico educador es operar sobre las tendencias naturales del pupilo para crear en él una segunda naturaleza -la cultura- que lo transforme en individuo emancipado y crítico con todo y con todos, y muy en particular con respecto a quienes le tutelaron mientras era niño.
 
El proceso de socialización del yo incluye una especialización doble: la del oficio y la del corazón (producción y reproducción). Por un lado, la mayoría de los hombres y de las mujeres, tarde o temprano, se enamoran y, en compañía de la persona amada, fundan una casa. Pero, por otro lado, tanto para fundar una casa como, más genéricamente, para ser independiente, es requisito necesario integrarse en la economía productiva de la sociedad y realizar en ella una labor que estime y remunere. Acertar a encontrar una ocupación pagada, dentro del gran sistema de oficios y profesiones organizado en cada sociedad, es lo que usualmente se designa como ganarse la vida [...] La figura del profesional competente que desempeña su especialidad de forma experta y eficaz, prestando con su trabajo bien hecho un servicio útil a la sociedad, es la personificación más acabada del hombre que sabe ganarse la vida.
 

[...] La locución ganarse la vida indica que la vida no es un regalo. Soñamos, sí, con una vida regalada, pero la inmensa mayoría de los casos pesa sobre nosotros la obligación de trabajar para lograr una posición en el mundo. Durante algunos años, la infancia y la adolescencia, vivimos en una situación de ociosidad subvencionada por los padres, por el Estado. Pero la educación que recibimos tiene la finalidad de hacernos autónomos, dotarnos de los instrumentos para valernos por nosotros mismos [...] Sabemos que hoy a la juventud le resulta difícil y costoso obtener ingresos para pagar esa independencia -piso, alimentos, ocios- y eso explica actitudes dilatorias que prorrogan la permanencia en el hogar familiar y que permiten a esa juventud la aplicación de todos sus medios económicos a la última de las partidas (ocio), compatible a menudo con una reclamación de libertad sin límites en lo tocante a los estilos de vida. 
 
[...] Pero hay también que reconocer que el imperativo de ganarse la vida y de desarrollar alguna especialización profesional ha carecido, desde el Romanticismo a esta parte, de todo prestigio cultural y moral [...] El resultado es la extendida creencia de que el verdadero hombre es aquel que, como el genio, vive exclusivamente para su propio mundo y sus necesidades interiores. En consecuencia, el modo de ganarse la vida se le antoja a este sujeto moderno -artista genial en potencia- algo enojoso, indigno de él, un accidente de la vulgar exterioridad ajena a su mundo".
 
JAVIER GOMÁ LANZÓN

 

jueves, 7 de noviembre de 2013

Albert Camus toreaba de salón

Lo olvidaba: Albert Camus, como otros Premio Nobel de Literatura, sentía curiosidad por el mundo de los toros. En este video se le puede ver pegando unos garbosos lances con un pañuelo. Donde quiera que esté, nos quitamos el sombrero ante su grandeza, monsieur Camus.
 
 
"La felicidad, después de todo, es una actividad original hoy en día. La prueba está en que solemos esconderla a la hora de ejercerla. Al igual que en un crimen, no podemos reconocer abiertamente y de forma ingenua: soy feliz".

Bendito el corazón que se puede doblar porque nunca se romperá

"En las profundidades del invierno finalmente aprendí que en mi interior habitaba un verano invencible" (Albert Camus)
 

A Camus comencé a conocerlo por el final, es decir, por su obra póstuma: El primer hombre. El ganador del Premio Nobel llevaba el manuscrito de este libro dentro de un maletín negro el día en que sufrió el accidente automovilísco que acabó con su vida. El maletín fue hallado cerca del árbol contra el que se estrelló el coche y, hasta 1995, su hija no facilitó el material para que esta novela autobiográfica fuera editada.
 

Si hoy, en los colegios e institutos europeos, en vez de El Principito y similares, exigieran como obra de lectura obligatoria El primer hombre, nuestro futuro, probablemente, sería más sólido y menos mísero, menos superficial e infantilizado. Hay fragmentos, como aquel en el cementerio militar donde Camus visita la tumba de un padre que no llegó a conocer que, por su desnudez, estremecen siempre, a lectores de cualquier edad, incluso si ya se ha leído este pasaje una docena de veces. Forman al joven a enfrentarse con la realidad y con la vida, vengan bien o mal dadas, porque Camus es un referente moral y un ejemplo universal a seguir: la historia de un niño pobre que alcanzó la excelencia gracias a su educación, a su esfuerzo, a su inteligencia y a la literatura. "Bendito el corazón que se puede doblar porque nunca se romperá", escribió en una ocasión.
 
"Fue en ese momento cuando leyó sobre la lápida la fecha de nacimiento de su padre e hizo maquinalmente un cálculo: veintinueve años. De pronto, le asaltó un pensamiento que lo sacudió incluso físicamente. Él tenía cuarenta. El hombre enterrado bajo esa lápida, y que había sido su padre, era más joven que él. La sucesión misma del tiempo estallaba alrededor de él, inmóvil, entre esas tumbas que ya no veía, y los años no se ordenaban en ese gran río que fluye hacia su fin".

 
Albert Camus nació un 7 de noviembre de hace cien años en Argelia.
 
"Puede que lo que hacemos no traiga siempre la felicidad,
pero si no hacemos nada, no habrá felicidad".
 

miércoles, 6 de noviembre de 2013

De un pueblo lejano a la calle de la Luna


Hay libros que huelen a romero y a mujeres sacudiendo la ropa recién lavada. Si tuviera que buscar un "reverso urbano" de Las cosas del campo de José Antonio Muñoz Rojas o de Historia de una finca de los hermanos Cuevas, pondría sobre la mesa Pueblo lejano de Joaquín Romero Murube (1954).
 
 
Nacido en el municipio sevillano de Los Palacios y Villafranca, así explicó el nacimiento del escudo de su pueblo en el que, por supuesto, se ve un enorme toro:
 
Dios quiso que naciéramos en este pueblo de Andalucía, junto a las marismas del Guadalquivir. Es un pueblo abierto y llano, abrasado de sol por los estíos. Mas cuando llega el invierno y llueve un poco, todo se inunda y encharca. El barro llena las calles. La humedad sube como un sudor salino por la blancura nítida de las paredes. Los campos inmediatos retienen las aguas. Y todo adquiere una calidad lacustre, reflejada y muda.

La gente aquí desconoce la comodidad de vivir. Se encierran en esas habitaciones por las que brilla el rezumo del frío, sobre los suelos de ladrillos entre cuyos poros brota el agua, nuncio precoz de nuevas lluvias. Las hostilidad acuosa de este ambiente, se suaviza sólo con la “copa”, que es como allí llaman al brasero, de cisco picón hecho con varetas de olivos, crepitante, fugaz, abrasador, con sorpresa de tufos imprevistos. El rigor del frío dura poco más de dos meses; pero la humedad, más de medio año. Por eso las mujeres cosen y los niños diablean todo el día buscando el sol por las puertas, por las esquinas de las calles.

[…] Es en el siglo XVIII, cuando se verifica la unión de las dos localidades, separadas en los papeles por muchos pleitos y querellas, aunque en la realidad sólo por una calle, torrentera de barros y alpechines cuando las otoñadas. Y éste es el motivo que representa el precioso escudo de Villafranca y Los Palacios. En él aparece un hombre con una levitilla y una castora, tendiendo la mano con ramitas de olivo a un duro labriego de las marismas. Abajo, un enorme toro sostiene con la majestad de su cuerna la cortesía de tan delicada y política convivencia.
 

En su obra La calle de la luna, Aquilino Duque le dedicó a Romero Murube un precioso poema titulado La huerta de Gelves, muy taurino también. De aficionado a aficionado.
 

Si tú vieras el río por las huertas de Gelves
sé que te gustaría.

Si tú vieras el río como un reloj de agua,
como una larga espada
a cuchillo pasando la marisma,
sé que te sentirías el pecho atravesado
por una azul corriente de agua clara
que te arrancara el corazón dorado
y en su lugar pusiera una naranja.

Si tú vieras el río por las huertas...

Entre los naranjales ya no está Joselito,
ni por los olivares va Fernando de Herrera.
Vagan por la otra orilla, ¿no los ves?, a caballo.
Por ellos fue lejana y cruel Andalucía.

Si tú vieras el río...

La marisma es un ruedo sin fronteras;
es la plaza de toros donde Fernando el Gallo
le corta las orejas al toro de San Lucas.

Si tú vieras
de entre cuatro naranjos brotar una palmera,
de entre cuatro suspiros una Torre del Oro...

¡Si tú vieras el río por las huertas de Gelves!

martes, 5 de noviembre de 2013

El marido que pasó su luna de miel jugando al ajedrez

"Jugar es como esbozar algo" (Marcel Duchamp)
 

Además de exponer un urinario en la Sociedad de Artistas Independientes (Nueva York, 1917), Marcel Duchamp fue un magnífico jugador de ajedrez; una afición que no deja de ser sorprendente, ya que el riguroso orden del tablero contrasta con sus obras vanguardistas. Sin embargo, Duchamp fue capaz de trenzar ambos mundos y, en 1912, pintó El rey y la reina rodeados de desnudos flotantes, para continuar un poco más adelante con la obra cubista Los jugadores de ajedrez.

 
Su obsesión por el ajedrez llegó a tal extremo que, en 1920, cambió los pinceles por el mundo de los peones y compañía. A partir de entonces, compitió en torneos internacionales, representó a Francia en varios Juegos Olímpicos y publicó un libro sobre el tema. En 1919, escribió: "Tengo la impresión de estar a punto de convertirme en un fanático del ajedrez... Juego todo el tiempo".
 
Ni tan siquiera su esposa, con la que contrajo matrimonio en 1927, consiguió quitarle el ajedrez de la cabeza. Durante la luna de miel en Niza, Duchamp tampoco se alejó del casillero blanquinegro, donde pasaba las horas, diurnas y nocturnas, incumpliendo sus obligaciones como marido, hasta que su mujer, indignada, pegó con cola las piezas al tablero para que no pudiera moverlas.


"El ajedrez es un deporte violento. Si hubiera que definirlo con una palabra, es lucha. El juego en sí es muy plástico. Eso es lo que me atrajo tanto hacia él... No todos los artistas juegan al ajedrez, pero todos los ajedrecistas son artistas" (Marcel Duchamp).

 

lunes, 4 de noviembre de 2013

Los nombres de los toros mexicanos. Poesía pura

"Con dinero y sin dinero... ¿¿hago siempre lo que quiero??"


Anoche me enviaron, vía Luis Miguel Parrado, los nombres de los toros que iban a lidiarse en La Monumental de México. Ante mi perplejidad, comprobé que, en unas horas, saltarían al ruedo "Buenos tiempos", "Guardián de ilusiones", "Para toda la vida" y "Guerrero de luz", todos de Julián Hamdan. No piensen, sin embargo, que el sobrero, de una ganadería distinta a la titular, arreglaba el conjunto, puesto que lo habían bautizado como "Buen hombre".
 
 
Parece que los ganaderos mexicanos compiten a la hora de inventar los nombres más cursis y, mucho me temo, que esa moda llegue pronto a España donde, hasta hoy, las líneas maternas han determinado cómo se llamará el futuro toro de lidia. Un ejemplo: el toro Islero, de la ganadería de Miura, era hijo de la vaca Islera. Y sanseacabó.
 
 
En casa de Cuadri también tienen una bonita forma de bautizar a las familias. Hay una línea relacionada con las cosas del comercio: Dependienta, Juguetera, Mostradora, Muñeca, Rebajada... Así lo explicaba José Escobar, el mayoral de la ganadería, en Tierras Taurinas (opus 15): "Tengo veintitantas familias. Las hay muy largas, muy cortas. Hamburguesa viene de una reata del Muro de Berlín: Murera, Alemana, Polaca, Hamburguesa… ¡de Hamburgo! Eso dicen. Otra familia de las güenas: los Lagunero, como Pantanosa. En los Carpinteros tenemos a Cerrajera, Ebanista… es una reata muy cortita que viene de lo de Lancha. ¡Y la reata de los Maños! ¿Ves? Aquí está Aragonesa, madre del Aragonés que se llevó todos los premios en Madrid".

 
Sobre el trapío de "Guardián de ilusiones" y sus hermanos, prefiero correr un tupido velo. Hace tiempo que dejé de seguir la temporada en Distrito Federal. Fran Pérez, de @TodoToros, escribió ayer: "Enhorabuena a Villaconejos de abajo. En su pueblo sale el toro más grande que en La México, y más íntegro". No obstante, este lunes por la mañana, algunos "cronistas" taurinos españoles derramaron su arsenal lírico para cantar las maravillas acaecidas en el coso de Insurgentes la noche anterior. Estamos muy tiesos y la plata manda.
 
 
Un buen aficionado de Bogotá, Descabellos, me recomienda seguir las ferias de Guadalajara y Pachuca. Tomo nota, que diría Juncal. Como señaló ayer, no todo es como en el nefasto escaparate de la Plaza México. Afortunadamente.
 

Una de las fieras lidiadas este domingo por Zotoluco, Morante y Diego Silveti...
¿cuánto dinero habrán invertido en publicidad los apoderados del de La Puebla...?
 

domingo, 3 de noviembre de 2013

Valle-Inclán habla de toros como si fuera hoy

Una vez, en la revista La Lidia, al gran don Ramón María del Valle-Inclán le preguntaron si creía en la existencia de arte en los toros. Ésta fue la respuesta que dio:


"Naturalmente que sí, y mucho. Mire usted: la mayor manifestación del arte es la tragedia. El autor de una tragedia crea un héroe y le dice al público: Tenéis que amarle. ¿Y qué hace para que sea amado? Le rodea de peligros, de amenazas, de presagios… y el público se interesa por el héroe, y cuanto mayor es su desgracia y más cerca está su muerte, más le quiere. Porque el hombre no quiere a su semejante sino cuando lo ve en peligro. Supongamos que un niño está jugando en esta habitación, y nosotros no le hacemos caso; al contrario, tal vez sus juegos nos molesten. De repente, el niño se acerca al balcón y está a punto de caer a la calle; entonces, todos nosotros nos levantamos angustiados y gritamos: ¡Ése niño! En aquel momento todos queremos al niño, pero ha hecho falta para eso, para que nuestro corazón dé rienda suelta a su amor, que ese ser esté a punto de deshacerse. Es la tragedia…

En los toros la tragedia es real. Allí el torero es autor y actor. Él puede a su antojo crear una tragedia, una comedia o una farsa. Cuanto mayor es el peligro del torero, mayor es la amenaza de tragedia y más grande es la manifestación de arte. Hay toreros, como Belmonte, que crean la tragedia, la sienten, y al ejecutar las suertes del toreo, se entregan al toro borrachos de arte. Entonces los cuernos rozan las sedas y el oro de sus trajes; la tragedia se aproxima, el público, sin saberlo, se pone de pie, se emociona, se entusiasma. ¿Por qué? Por el arte.


Quitemos a los toros la facultad de matar, y ya no hay fiesta, porque no hay tragedia, no hay arte. Supongamos que en diez años no muere un torero, y entonces se acabó el interés de las corridas de toros. A un torero que no tuviese peligro de ser cogido, acabaría por aburrir al público. Eso le pasó al Guerra. Hoy tenemos el caso de Joselito. Joselito es el torero que tiene mayores conocimientos y que tiene más facultades físicas. Sin embargo, Joselito cansará a los públicos. Joselito es el primer actor de la tauromaquia; pero como en este arte el autor y actor van juntos, Joselito-autor no quiere crear tragedia; no siente el arte de la tragedia, y a pesar de sus faenas asombrosas, de sus facultades, de sus maravillas, el público nota que le falta algo, algo que será la causa de que le aburra un día, algo que no sabe lo que es. La tragedia… el arte…Su hermano Rafael ya es otra cosa; tiene menos facultades que él, sabe menos que él; cuando sale un toro que le inspira, entonces crea arte, entonces es divino, porque, como Belmonte, se transfigura, y transfiguración es teología.

Los toros, para ser tal como deben de ser, precisan tener la parte trágica, la muerte del toro, del caballo, y de vez en cuando del torero. El torero que toreando se acerque más a la muerte, ése será el mayor artista, el que mejor interpretará la tragedia taurina, aunque el otro, el que toree con mayor facilidad, quede más veces mejor que él. Joselito, los Quintero y la Argentinita son la misma cosa… Están bien. Bueno, que de todo esto que le he dicho, los técnicos taurinos, ni aún los mismos toreros, saben una palabra".
 
 
Han pasado diez años y, en buena medida por la evolución de la cirugía taurina y por la mejora de las enfermerías, no ha caído ningún torero en la plaza. Con Ponce o El Juli -sucesores del Guerra y Joselito-, la técnica de la Tauromaquia ha alcanzado niveles prodigiosos, sin embargo, como predijo Valle-Inclán, la emoción se escapa igual que un chorro incesante. Todo se ha vuelto demasiado previsible. El diestro del siglo XXI se asemeja más a un funcionario que a un artista. En los burladeros de muchas plazas, deberían colocar espejos cóncavos, como los del Callejón del Gato de Luces de Bohemia, para que reflejen el esperpento en el que se ha convertido esta amada Fiesta nuestra.
 
 

viernes, 1 de noviembre de 2013

Con los Difuntos llamando a la puerta... "Baile de Huesos"


Recuperar la esencia del teatro, íntimo, directo y casi desnudo. Ésta es la aspiración de una pequeña compañía, Martes Teatro, que desde este verano ha instalado su cuartel general en una minúscula sala cerca de la glorieta de Embajadores, bautizada con el emblemático nombre de Estudio 2, en recuerdo al programa televisivo Estudio 1. Al frente del proyecto se encuentra uno de los más grandes actores españoles: Manuel Galiana, quien ostenta el récord de ser el profesional en activo que más veces ha subido a las tablas.
 
 
Aún recuerdo una noche de febrero, hace ya trece años, en la que vi a Galiana interpretar Cyrano de Bergerac en el Teatro Español. Eran otros tiempos, cuando el Español aún estaba libre de tipos modernos como Mario Gas o Natalio Grueso. Declamando los versos de Edmond Rostand, Galiana se comió aquella sala atiborrada hasta la bandera, donde entran más de 750 personas. Ahora, cansado de la tiranía de los grandes teatros y de directores de casting ineptos, en Estudio 2, el madrileño actúa ante 50 butacas de segunda mano. Ver y escuchar a un actorazo de su talla a apenas cinco metros, supone un deleite difícil de describir.
 
 
La obra que tienen en cartel, Baile de Huesos, es además muy recomendable. Se trata de una comedia negra escrita por Elena Belmonte que describe, con ritmo y humor, la catarsis que sufren cuatro personajes en la antesala de la muerte. La espartana puesta en escena no requiere nada más: en Estudio 2 se retoma el teatro de toda la vida, con buenos actores y buen texto. Ni que decir tiene que Galiana representa a la Parca que, en esta ocasión, se nos antoja más cálida que nunca.
 
 
Dentro de este ambiente casi familiar, a cambio de 12 euros que cuesta la entrada, uno se reconcilia con el theatrón, que en griego significaba "lugar para contemplar". Con el Día de los Difuntos a las puertas, esta obra es una excelente opción para complementar una tradicional bandeja de Huesos de Santo. Al igual que Cyrano, lanzo el guante.