jueves, 12 de junio de 2014

La gran inundación de París


La ONU ha alertado sobre un mayor riesgo de inundaciones en Europa debido a los efectos del cambio climático. Estos "comisarios" hacedores compulsivos de documentos son unos linces. ¿Los "expertos científicos" de la ONU conocerán la gran inundación de París de 1910?


Después de un intenso invierno de lluvias, en plena Belle Époque, el Sena arrasó la capital francesa durante 35 días. El agua salía a borbotones de las alcantarillas y las estaciones de metro, provocando el cierre de infraestructuras públicas básicas, como la estación de Orsay. Miles de parisinos fueron evacuados de sus casas, mientras que la policía, el ejército y los bomberos debían desplazarse en botes por las calles principales, dejando estampas auténticamente venecianas. Cada mañana, los ciudadanos acudían a contemplar la crecida, aterrorizados, desde el puente de Alejandro III, el más largo de la ciudad. Pero ya se sabe que no hay mal que cien años dure ni cuerpo que lo resista, de manera que, el 29 de enero, el sol volvió a despuntar sobre la Ciudad de la Luz.


Afortunadamente, en 1910 no había Calentamiento Global ni ecologistas ociosos, por lo que, cuando las aguas bajaron, los propios parisinos limpiaron de lodo la ciudad, los relojes se pusieron en marcha y todo volvió a la normalidad. Tomad nota, "expertos" de la ONU.

miércoles, 11 de junio de 2014

El magnolio de la Catedral

"Luis Cernuda evocaba siempre a Sevilla a la sombra de un magnolio en flor..." (Antonio Burgos)
 

Se entraba a la calle por un arco. Era estrecha, tanto que quien iba por en medio de ella, al extender a los lados sus brazos, podía tocar ambos muros. Luego, tras una cancela, iba sesgada a perderse en el dédalo de otras callejas y plazoletas que componían aquel barrio antiguo. Al fondo de la calle sólo había una puertecilla siempre cerrada, y parecía como si la única salida fuera por encima de las casas, hacia el cielo de un ardiente azul.
 
En un recodo de la calle estaba el balcón, al que se podía trepar, sin esfuerzo casi, desde el suelo; y al lado suyo, sobre las tapias del jardín, brotaba cubriéndolo todo con sus ramas el inmenso magnolio. Entre las hojas brillantes y agudas se posaban en primavera, con ese sutil misterio de lo virgen, los copos nevados de sus flores.
 
Aquel magnolio fue siempre para mí algo más que una hermosa realidad: en él se cifraba la imagen de la vida. Aunque a veces la deseara de otro modo, más libre, más en la corriente de los seres y de las cosas, yo sabía que era precisamente aquel apartado vivir del árbol, aquel florecer sin testigos, quienes daban a la hermosura tan alta calidad. Su propio ardor lo consumía, y brotaba en la soledad unas puras flores, como sacrificio inaceptado ante el altar de un dios.
 
Luis Cernuda
 

Como escribió en su día Antonio Burgos, el mejor monumento que Sevilla puede dedicarle a Luis Cernuda es el monumental magnolio que crece en la esquina de la Catedral, frente a Correos. Tristemente, esta primavera apenas da flores porque nadie lo cuida. ¿Quién salvará al magnolio?
 

Las manos amorosas de una mujer loreña, que saben de la calor del solano, han cortado tres flores de un magnolio de la Dehesa de Tablada, por donde el mismo río de su pueblo anda ya más cerca de la mar, y me las han traído hasta el escritorio, como una despedida de la primavera. Orgullosas, altivas, rotundas, traen las tres magnolias solitarias la compaña breve del tallo que en el árbol las sostuvo, con unas pocas, lustrosas hojas como para alancear la tarde. Tienen la color tan blanca que de azúcar cande parecen. O no. Son de terciopelo blanco del manto de una reina de cuentos infantiles. Como la túnica de los mercedarios de la cofradía de Pasión, parece ahora que están en el cristal de su florero como escapadas de las esquinas de un paso de gloria, y en su color recuerdan a todas las flores blancas de Sevilla, al furtivo azahar de marzo, al abrileño jazmín , los agosteños nardos de la Virgen. Hay una Sevilla de flores blancas y una Sevilla de flores de color. Una Sevilla de magnolias y una Sevilla de buganvillas, una Sevilla de acacias y una Sevilla de jacarandas.
 
Quizá hayan sido las jacarandas, mujeres que amo, las que me hayan traído hasta el escritorio estas tres magnolias como una despedida. O quizá sean el tiempo detenido en el baile de los seises. Yo recuerdo tardes de silencio y campanas, de pregones por las esquinas, cuando estaba ya florecido el magnolio del Alfolí, frente a Correos [...].
 
Antonio Burgos
 

martes, 10 de junio de 2014

El retrovisor de San Isidro 2014

 

Hoy, 40 de mayo, ya sin sayo pero con el síndrome de abstinencia taurino en fase aguda, vamos a intentar ordenar lo que ha sido San Isidro 2014. Tarea ardua, puesto que en esta feria han sucedido muchas cosas. Hacía tiempo que no recordaba un ciclo tan completo y entretenido. Cuando se hicieron públicos los carteles, ni los más optimistas imaginaron semejante éxito. No en vano, hasta el ecuador de la feria, la plaza mostró una imagen tristona, con amplias calvas en los tendidos pero, conforme transcurrían las tardes, y los acontecimientos, el público fue abandonando el sofá ante el Plus para recalar sobre el acogedor cemento de Las Ventas.
 
 
En el apartado ganadero, para mi gusto, dos son las divisas merecedoras de subir al pódium isidril: El Puerto de San Lorenzo y Parladé, con un tercer puesto disputado entre Miura y Victorino. Por su transmisión, también emocionó la del Montecillo. Si desde Contraquerencia hubiera que entregar el premio a un único hierro, se lo llevaría Lorenzo Fraile, por su corrida del 5 de junio, la más completa, con tres ejemplares de nota (Pitito, Langosto II y Mariposino) y uno sobresaliente, Cartuchero. Otros toros destacados han sido Zahonero y Aguilero (de Miura para Javier Castaño y Serafín Marín), Gruñidor, Rapiñador y Cabreíto (de Parladé para El Cid e Iván Fandiño), Madrileño y Vengativo (de Victorino para Uceda y Alberto Aguilar), Tomillero (de Baltasar Iban para Luis Bolívar), Revoltoso (de Adolfo Martín para Miguel Ángel Perera), Macetero (de Cuadri para José Carlos Venegas), Pelucón (de Alcurrucén para Fandiño), Canijo (un sobrero del Vellosino para Juan del Álamo) y, por supuesto, el novillo Idealista (del Montecillo para Francisco Espada). Conclusión: un San Isidro con mucho que torear -cosa que a veces se consiguió, y otras no tanto-, y lo que es aún mejor, una feria donde han despuntado toros de muy diversos encastes.

 
Sobre los toreros, también sale una rica baraja de nombres. Triunfador indiscutible del ciclo, Perera, con dos Puertas Grandes. Sin embargo, por emoción, el vencedor, a zarpazo limpio, ha sido Fandiño. Otros matadores que han logrado conmocionar a la plaza, por muy distintos motivos, han sido Juan del Álamo, Miguel Abellán, Antonio Ferrera, Alberto Aguilar, Paco Ureña, Diego Urdiales, Daniel Luque, David Mora y el novillero Francisco Espada. Perera ha sido la única "figura" que se ha librado de la quema, puesto que sus compañeros de "G5", El Juli (con una generosa oreja), Morante, Talavante y Manzanares, van directos, e inmisericordemente, a la hoguera. Para reflexionar.

Fotos de Alberto de Isidro
 
Finalmente, entre los hombres de plata, tan necesarios y con frecuencia tan injustamente pasados por alto, despuntaron Marco Galán, Rafael González y Joselito Rus en la brega; Ángel Otero, Fernando Sánchez, Luis Carlos Aranda, Juan José Trujillo y Javier Ambel con los rehiletes; Óscar Bernal, Fernando Sánchez, Perro Iturralde, Héctor Piña y Dionisio Grilo sobre el caballo. Triste mención al tercero Manolo Rubio, herido gravemente por un Victorino. Me olvido de muchos, lo sé y pido disculpas, pero la lista se haría inmensa.
 
 
Entre dimes y diretes, el Atlético de Madrid ganó la liga y, un buen día, abdicó el rey. No obstante, como en Las Ventas vivimos en una realidad paralela, casi ni nos enteramos. ¿Qué será ahora de nosotros a las siete de la tarde?

La entrañable grada del 6

lunes, 9 de junio de 2014

Un Miura con zahones filigranados


La plaza pidió la vuelta al ruedo para el segundo Miura, que tenía bonito hasta el nombre: Zahonero. Sólo le faltó emplearse de verdad en la segunda y la tercera vara, propinada por Fernando Sánchez. Por lo demás -no existe el toro perfecto-, espectacular la movilidad, el galope, la prontitud y la transmisión de aquel Zahonero cárdeno de 611 kilos que, junto a Cartuchero del Puerto de San Lorenzo, opta por llevarse el premio al mejor toro de este San Isidro 2014.
 
 
Aguilero, otro cárdeno lidiado en tercer lugar, tuvo incluso más calidad, haciendo el avión tras el vuelo de la muleta, aunque no transmitió tanta emoción como Zahonero... Poca gente de ciudad sabe qué es un zahón; especie de mandil, elaborado con cuero, atado a la cintura y a la pierna, que sirve para resguardar el traje durante las tareas camperas. En Zahariche, donde el tiempo no transcurre y se respetan las costumbres más nuestras, se sigue usando. Esta tarde, mientras toreaban a Zahonero, me venían a la cabeza los versos de Rafael Peralta...
 
 
Camisa de tela blanca,
chalequillo y guayabera
y botos de caña alta
con pantalones de vuelta.

Zahones filigranados
con el arte de La Puebla
y "pa orientá" a mi caballo
espuelas con siete estrellas.

Las acciones en su punto,
la cincha que esté "ajustá",
la muserola en su sitio
y en su punto la "barbá".

Que en la vida y el caballo
todo tiene su medida,
como el hablar lo preciso,
como el beber manzanilla.

Son las costumbres más nuestras,
los gestos de un caballero,
que al buen jinete se ve
hasta al quitarse el sombrero.
 
 
Mala cosa acordarse de poemas cuando en el ruedo hay un toro para cortarle las dos orejas... Quizás, la caída del sol sobre la última tarde de San Isidro y el fulgor de un verano que despunta, invitaban a la lírica. Cantigas aparte, el regreso de Miura a Las Ventas ha resultado sumamente entretenido. Lástima que el quinto (devuelto) y el sexto (una pintura de guapo), por su falta de fuerzas, desdibujaran un poco la corrida; mientras que el cuarto salió noble (a menos), y el primero fue el más peligroso. Pero, volviendo al principio, yo habría sacado el pañuelo azul para Zahonero... Llevaba filigranas en la embestida.
 
Fotos de Juan Pelegrín, que merece unas vacaciones
 

sábado, 7 de junio de 2014

Un cantar de gesta épico e incomprendido

¡Qué desdicha que ya no existan juglares que reciten cantares de gesta para narrar las hazañas de hombres como Antonio Ferrera o Alberto Aguilar! Tal vez se conseguiría mitigar el analfabetismo del público que acude hoy a las plazas de toros... Qué injusto ha sido Madrid. Más que injusto, con sus protestas y tirada de almohadillas, ha sido miserable. Duele Madrid. El comportamiento de Las Ventas no admite benevolencia esta vez.
 
 
En la Edad Media, Ferrera habría sido un personaje del Romancero Viejo. Los aficionados cabales agradecen su lidia antigua, su forma de llevar el toro al caballo, su muleteo por bajo y su dominio. Ferrera ha pechado con un lote durísimo. El quinto Victorino, Majito, fue una auténtica alimaña con mucho más peligro que los moros que campaban por el Cantar de mio Cid. En cada embestida, aquel cárdeno recordaba perfectamente lo que había dejado atrás, como una Valencia perdida. Y, al siguiente embroque, buscaba el cuerpo del hombre con frenesí. Un manso con genio y tremendo peligro. Dinamita en unas manos inexpertas. Pero Ferrera tiene, probablemente, las manos más diestras del escalafón actual. Esta vez sólo fallaron a la hora de matar. Ya echado en el albero, pegado a tablas, con una estocada dentro, Majito sintió llegar la muerte y se abalanzó como un rayo contra el puntillero, Manolo Rubio, tronchándole, trágicamente, la rodilla y su carrera en los ruedos. Tras la desgracia, el propio matador, épico, con el capote en la izquierda y la puntilla en la derecha, intentó rematar al Victorino para que otro hombre de su cuadrilla no se jugara la vida. El público, trastornado y cruel, abroncó a Ferrera y aplaudió en el arrastre a Majito.
 
 
Las plaza se mostró igual de injusta con Aguilar, quien lidió a Vengativo (3º), un Victorino encastado, vibrante, humillado y repetidor, que a mitad de faena desarrolló un terrible sentido por ambos pitones. El final del trasteo consistió en un toma y daca heroico. Y es que en su pitón izquierdo, Vengativo llevaba escrita La Vendetta de Balzac. Estoquear a aquel toro sólo tuvo la recompensa de una tímida ovación para Aguilar, quien tuvo que pasar por la enfermería tras clavarse la espada en el gemelo. Con el sexto, el madrileño hizo bien en no darse coba: es inútil recitar un cantar de gesta ante un público sordo. Y quien regaló un auténtico recital, fue Rafa González con su capote de vueltas azules.
 
Fotografías de Juan Pelegrín
 
Además de variada de comportamiento -Uceda Leal desaprovechó al gran Madrileño, que abrió plaza-, palpitante corrida de Victorino, de las que no se olvidan en mucho tiempo. Hacen falta toros así para que hombres como Ferrera o Aguilar conquisten la gloria. La concurrencia debe recordar que existe otra Tauromaquia, más auténtica, que no comparte los cánones del ballet. Si los presentes sienten herida su sensibilidad ante un espectáculo tan desnudo, que se matriculen en un curso de golf con guantes blancos y no regresen a una plaza de toros. Las corridas, incluso cuando se lidian alimañas, no son crueles siempre y cuando la afición demuestre humanidad.

viernes, 6 de junio de 2014

Mano maestra del Puerto de San Lorenzo. Los caminos de Taurodelta son inescrutables


Las divisas charras no estaban teniendo buena suerte este San Isidro. Excepto un sobrero del Vellosino lidiado por Juan del Álamo a principios de la feria, Valdefresno y El Pilar pincharon, de Montalvo se esperaba más y sólo quedaba la carta del Puerto de San Lorenzo para salvar la mano. A priori, el cartel de este jueves -con Padilla, El Cid y Daniel Luque- resultaba altamente disuasorio. Parecía una de esas pruebas de fe que, de vez en cuando, organiza la empresa de Madrid para medir la resistencia de los aficionados, atorados tras un mes de toros. Pero he aquí que los caminos de Taurodelta son inescrutables y, lo que olía a descalabro, se convirtió en la mejor corrida de la feria, desde el punto de vista ganadero.
 
 
Lo del Puerto de San Lorenzo quizá no ha llegado a escalera de color, pero se ha quedado en póquer. Corrida muy bien presentada con un toro excelente, Cartuchero (3º), que optará, sin duda, a uno de los mejores del ciclo. Sobre el tapete también despuntaron, y con nota alta, Langosto II (5º, picado de forma criminal), Pitito (4º) y Mariposino (6º). Tuvo mucha calidad Langosto I (2º) pero le faltó fuerza, mientras que Bilanero (1º) fue devuelto por inválido, saliendo en su lugar un ejemplar soso del mismo hierro. El comienzo del festejo, con la aparición de los bueyes de Florito, afianzaba los peores augurios, no obstante, la tarde se fue calentando como una cautivante partida de cartas. Y es que la corrida del Puerto también ha apretado en el caballo, comportamiento no siempre usual en el encaste Atanasio-Lisardo. Enhorabuena, por tanto, a los ganaderos, Lorenzo y José Juan Fraile, así como al mayoral de la casa, el también picador Ney Zambrano. Así se viene a Madrid, con un as en la manga cuando nadie lo espera.
 
 
Daniel Luque, en su mejor versión, supo aprovechar las magníficas cartas que le deparó la suerte: Cartuchero y Mariposino. El sevillano, inspirado, hizo gala de cabeza fría y pies atornillados en el albero. Entendió bien a su lote, especialmente al sexto, se ajustó a ratos, templó a veces, exhibió desenvoltura con el capote y mató decorosamente, cortando oreja  y oreja. Digna Puerta Grande, de las que, hablando en román paladino, calientan sin llegar a quemar. Las embestidas y el galope de Cartuchero pedían una jugada maestra que no se ejecutó.
 
Fotos de Juan Pelegrín
 
Sobre Padilla y El Cid, eludo cualquier comentario. Prefiero poner cara de póquer.
 

jueves, 5 de junio de 2014

Un torero sin Dios ni Rey

Procurando evitar los desmanes de esta plaza esquizoide -de "toristas" y "toreristas", de "julistas" y "anti-julistas", de monárquicos y republicanos, de complacientes e indignados-, para La Beneficencia, trepé hasta la última fila de la andanada de 1, el punto más alto de Las Ventas, por encima incluso del Palco Real, cara a cara con el reloj, porque el secreto de la objetividad reside -eso dicen- en saber tomar distancia.
 
 
No sé si porque lo era, o porque desde allí todo se veía pequeño, el primero de Alcurrucén me pareció un torete de plaza de segunda. Salió El Juli a torearlo de capa y recibió las primeras ovaciones y protestas de la tarde, a partes iguales. Un sector de Las Ventas esperaba ayer al madrileño con ganas de soltarle un rapapolvo. Y es que, el abuso de poder en asuntos ajenos a lo que se cuece en el ruedo, desde los tiempos de Guerrita, ha terminado por enojar al aficionado. Con aquel torete, noblón y con poca fuerza, Juli estuvo sobrado. Lo sobó a placer y sólo le faltó montarse encima. Sin embargo, el "julipie", visto en contrapicado, resulta aún más escandaloso que a ras de arena. La estocada cayó, por supuesto, trasera y, en un alarde de esplendidez, el presidente concedió una oreja. Realmente, lo mejor del Juli fue su despliegue capotero al cuarto, al que llevó al caballo con enorme garbo. Luego, en la muleta, el Alcurrucén fue un soso que, desde la primera serie, desmenuzó el sueño de Julián por abrir la Puerta Grande.
 
 
Quizá, más que salir a hombros, la ambición de Juli ayer consistía en quedar mejor que Fandiño, pues bien es sabido que se llevan a matar, pero el de Orduña no es hombre que se aflija al lado de las figuras. Desde el quite por gaoneras al que abrió plaza, se manchó los muslos de sangre. Reconozco que, también desde la última fila de la andanada del 1, me emocionó mucho Fandiño. No su técnica, ni su gusto, sino su actitud. Ese eterno cabreo. Esa lucha que tiene contra el mundo, contra el toro, contra la plaza, contra El Juli y contra él mismo. Y su forma de matar. Parece que, cuando se tira entre los pitones, nos fusila a todos los presentes. No era tarea sencilla domeñar la embestida del quinto Alcurrucén, de nombre Pelucón, que manseó en el caballo; sin embargo, cuando se vio a solas con el matador, dijo: "Allá voy"... y a poco se lo come. Molestaba el aire y aquel Núñez en los medios pesaba como una losa. Más cerrado y acortando los terrenos se entregó al poderío de Fandiño, que le arrancó, casi literalmente, la oreja. 
 
 
Ha sido muy criticado que Fandiño no brindara ninguna de sus faenas a Su Majestad don Juan Carlos. Pero, tras verle en el ruedo, hay que entenderle: Fandiño es un tipo sin Dios ni Rey, un rebelde sin amo y casi sin patria. Un ser ingobernable que no entiende de compadreos. Mientras siga entregando su vida de esa manera, respetaré su desobediencia. Actualmente, de todo el escalafón, es el único hombre que puede permitírselo.
 
 
Finalmente, cerraba la Beneficencia un Talavante espeso de ideas, con una caraja, por otra parte, muy suya. Se fue de vacío mientras la plaza despedía, con emoción y gratitud, al Rey, que presidió la corrida.
 
Fotos de Juan Pelegrín, que ayer,
por cierto, iba muy elegante

miércoles, 4 de junio de 2014

Las Ventas y su Torre de Babel (promoción 2x1)


Estos últimos días de San Isidro, los alrededores de Las Ventas rezuman un encanto especial. Al abrigo de las corridas de Cuadri, Adolfo Martín, Victorino y Miura, los peregrinos del toro acuden a besar al santo a la catedral del toreo. Con un poco de atención, en los bares de las estribaciones, se distinguen acentos heterogéneos procedentes de Bilbao, Zaragoza, Valencia, Castellón, Salamanca, Valladolid, Logroño, Mérida y, por supuesto, Francia. Para ser ecuánimes, los dejes norteños superan, por mucho, a los sureños, algo más ateos. Las tertulias y corrillos previos al festejo arrojan una ilusión casi infantil. Alguien recuerda tal faena grandiosa en su ciudad, otro a cual torero, y un tercero se relame sólo de imaginarlo. Sin embargo, tras presenciar las corridas de Cuadri y Adolfo, si en esto consiste la famosa "semana torista" en Madrid, que venga Dios y lo vea. En ambas tardes ha faltado el misterio de la fe, es decir, la casta. El geniudo y emocionante "Macetero" de Cuadri y el templado "Revoltoso" de Adolfo, lidiados en sexto lugar, no fueron lo bastante buenos como para maquillar la decepción.
 
Peregrinos llegando a Ventas con la fe aún intacta
 
Para que la fe mueva montañas, los toros deben arrear en el caballo y, de momento, ninguno lo ha hecho. En concreto, este martes, vimos unos tercios de varas calamitosos, con algunos lanzazos traseros criminales; mientras que el espectáculo protagonizado por el picador de Venegas el lunes, merece un comentario aparte. No se puede admitir que, por ahorrarse un sueldo o devolver un favor, un matador que confirma la alternativa, traiga a Madrid semejante fardo montado a caballo. Es una estafa para el aficionado y una irresponsabilidad por parte del torero, que puede pagar un precio mucho más caro que un jornal.
 
Fotos de Juan Pelegrín
 
Tampoco el capote de seda de Marco Galán, los puros muletazos de Urdiales ni la Puerta Grande de Perera disimulan el desastre. A propósito del extremeño, mucho poderío con la mano baja, templando, ligando y peinando el albero durante su faena al último Adolfo, al que mató de una estocada fulminante, aunque un poco trasera. Y como en Las Ventas, últimamente, las orejas se dan de dos en dos ("llévese dos por el precio de una, oiga"), yo también escribo estos apuntes isidriles con la técnica del 2x1: Cuadris y Adolfos en tres párrafos, que la cosa no ha dado pa´más. No obstante, como la afición es santa, esta particular Torre de Babel que se agolpa en los aledaños de Las Ventas volverá el viernes, a la espera de que Victorino conmueva su peregrinaje.
 
 

martes, 3 de junio de 2014

El caso del señor vestido de violeta

La noche del 17 de abril de 1954, en el Teatro de la Comedia, Miguel Mihura estrenó El caso del señor vestido de violeta, la historia de Roberto Zarzalejo, un torero científico interpretado por Fernando Fernán-Gómez. Este matador era tan extremadamente meticuloso y erudito, que analizaba las fotos de los toros antes de lidiarlos en la plaza. Incluso, ordenaba hacerles un análisis de sangre. A su cuadrilla, el picador Patas Largas (Joaquín Regález) y el banderillero Carnicero (Manuel Alexandre), les tenía terminantemente prohibido hablar con acento andaluz, a pesar de que ambos habían nacido en Sevilla y eran muy devotos de la Macarena. Todas estas manías del maestro servían, cómo no, para disimular un profundo miedo...
 
 
El siguiente fragmento tiene lugar en la casa de Roberto Zarzalejo,
la mañana antes de la corrida.
 
ROBERTO-. ¡Nada de compare! ¡No olviden, señores, que yo soy el torero de la aristocracia! ¡El íntimo de la familia real inglesa! ¡El proveedor de la Real Casa!...
 
PATAS LARGAS-. ¡Pero don Roberto de mis carnes!...
 
ROBERTO-. ¡Ni carnes, ni cuernos! (Arrepentido, tocando madera). Y ustedes perdonen que pronuncie esta palabra antes de la corrida... Pero si no están conformes con pertenecer a mi cuadrilla, ingresen en la de los siete niños de Écija, donde se podrán expresar con esos modales impertinentes...
 
PATAS LARGAS-. (Esforzándose por no hablar en andaluz). Eso tampoco, señor Zarzalejo...
 
CARNICERO-. (Igual). Nosotros procuraremos ser lo más educados que podamos.
 
PATAS LARGAS-. Sobre todo, no debe usted alterarse por cuestión tan obvia...
 
ROBERTO-. Muy bien. Así... Y ahora volvamos al trabajo (A PATAS). Acérquese. Aquí, sobre las fotografías, le he marcado con unas iniciales los lugares exactos donde ha de picar el primer toro... Éste recibirá tres puyazos: en A, B y C. El segundo toro, según está tan aumentado de glóbulos, recibirá cuatro puyazos, marcados en A, B, C y D. Obsérvese bien que D, a escala, está a unos diez centímetros de A. ¿Entendido?
 
PATAS LARGAS-. ¿No lo voy a entendé?... Pero si está clarísimo... Lo que usted quiere es que me los cargue...
 
ROBERTO-. Quédese con los planos, y cállese.
 
PATAS LARGAS-. Sí, señó...
 
CARNICERO-. ¿Y yo, don Roberto, le tengo que agachá la cabeza al bicho?
 
ROBERTO-. Al primero se la agachará usted muy levemente. Respecto al segundo, le daré instrucciones en el lugar de acción...
 
CARNICERO-. Está bien, don Roberto... ¿Desea usted alguna otra cosita?
 
ROBERTO-. Deseo, señor Canales, que no vuelva a poner banderillas de papeles chillones y extravagantes. Nada de rojos y morados y amarillos... Para las banderillas debe elegir un gris perla, o un beige muy claro...
 
CARNICERO-. Sí, zeñó... Lo que usted mande...
 
ROBERTO-. ¿Habló con el director de la banda?
 
CARNICERO-. Ya le di el mandao... Le dije que cuando torease el señó no tocase pasodobles...
 
ROBERTO-. Exactamente... Me molesta esa música canalla... Prefiero que toquen Chopin, o Mozart, o, en el peor de los casos, Bizet... Y nada más, señores... A las cuatro en punto en la Plaza de las Ventas, Alcalá, 213. No lo olviden...
 
PATAS LARGAS-. No, señó; descuide...
 
CARNICERO-. ¿Dónde va uno a meterze azí vestío....?
 
ROBERTO-. (Le pone derecha la corbata a CARNICERO). La corbata, en su sitio. Y lávense las manos antes de salir al redondel...
 
CARNICERO-. Zí, zeñó...
 
PATAS LARGAS-. A las güeñas tardes...
 

lunes, 2 de junio de 2014

Picasso y el banderillero Minuni


"En 1963, fui a Barcelona... Mi guía se llamaba Minuni, el propio Picasso me lo había recomendado. Había sido banderillero y una grave herida lo obligó a retirarse de los ruedos. Picasso había asistido a la corrida y se hizo cargo de todos los gastos de hospitalización. Cuando terminó la convalecencia, Pablo le preguntó que pensaba hacer. Minuni le respondió que antes de su accidente estaba ahorrando para comprar un pequeño bar en la calle Nero de San Francisco, no muy lejos del Museo Picasso. Pero el accidente había agotado sus recursos. Picasso se ausentó un momento y volvió con un pequeño cuadro en las manos: -Toma, véndelo y tendrás con qué comprar tu pequeño bar. Minuni se marchó con su cuadro. A la mañana siguiente, Picasso lo llamó por teléfono y le preguntó si aún tenía el cuadro. Le dijo que se lo llevase inmediatamente. Minuni vio desvanecerse su sueño. Creyó que, sin duda, Picasso se lo había pensado mejor. -Escucha -le dijo Picasso-, no sabes ni cuánto vale el cuadro ni a quién se lo vas a vender, es casi seguro que te van a timar, así que véndemelo a mí, te lo compro... Picasso se tomó la molestia de llamar por teléfono a Kahnweiler (su marchante) para preguntarle el precio más justo: él recuperó su cuadro y Minuni compró su bar".

Olivier Widmaier Picasso, fragmento del libro Retratos de familia
 

En 1958, Picasso dedicó esta fotografía (realizada en "Villa California", la casa que el artista tenía en Cannes) al banderillero de Tomares Francisco Reina Álvarez, Minuni, tras la gravísima cogida que éste sufrió en Nîmes. Finalmente, Minuni pudo abrir su bar en la calle Escudellers, un local pequeñísimo, pero muy frecuentado por todos los flamencos que actuaban en Barcelona. Allí también recaló Lucien Clergue, otro gran amigo de Picasso. Cuando llegó a la barra, el fotógrafo francés preguntó por Minuni. "Buenos días -dijo-. Quisiera saludar a Minuni. Estoy en Barcelona de paso y el señor Pablo Picasso me recomendó que visitara este bar. Al escuchar el nombre de Picasso, Minuni salió corriendo a la calle sin mediar palabra. Clergue, estupefacto, lo esperó largo rato. Una hora después, Minuni volvió con las manos atiborradas de paquetes y regalitos: "Éste, para el señor don Pablo. Éste, para Jacqueline. Éste, para el pequeño Paul Joseph. Éste otro, para el chófer..."


Picasso retratado por Clergue en la plaza de Frejus

La anécdota la contaba el propio el Clergue el pasado viernes en Las Ventas, durante la inauguración de su extraordinaria exposición en la Sala Bienvenida. "Don Pablo me sacó en una de sus Tauromaquias. Un día me llamó y me dijo que yo era el personaje de arriba a la izquierda, en el callejón, con mi cámara de fotos entre las manos".


Un solitario Clergue inmortalizado por Picasso