domingo, 9 de noviembre de 2014

Un mundo a medias, un mundo de ruina


El 9 de noviembre de 1989, hace exactamente 25 años, mientras Madrid celebraba la festividad de la Virgen de la Almudena, "cayó" el Muro de Berlín, "una cosa fea y sucia" que dividió Alemania, y toda Europa, en dos durante la Guerra Fría. Probablemente, la gran novela sobre este "Muro de la Vergüenza", fuente inagotable de confidentes, agentes secretos, soplones y delatores, fue El espía que surgió del frío, escrita por John Le Carré en 1963.
 
 
"Había sólo una luz en el puesto de control, una lámpara de lectura con pantalla verde, pero el fulgor de los reflectores llenaba la caseta como un claro de luna artificial. Había caído la oscuridad, y con ella, el silencio. Hablaban como si tuvieran miedo de que les oyesen. Leamasse acercó a la ventana a esperar: ante él estaba la carretera, y a ambos lados el muro, una cosa fea y sucia de bloques de cemento perforado y cabos de alambre de espino, alumbrada con una barata luz amarilla, como un telón de fondo que representase un campo de concentración. A oriente y occidente del muro quedaba la parte sin restaurar de Berlín, un mundo a medias, un mundo de ruina, dibujado en dos dimensiones; despeñaderos de guerra".
 
 
En 2001, la periodista Teresa Guerrero escribía el siguiente artículo en El Mundo:
 
"El 13 de agosto de 1961, las autoridades soviéticas y de Alemania Oriental decidieron aislar la parte oriental de Berlín para detener el éxodo de ciudadanos hacia Occidente y ordenaron la colocación de las primeras alambradas. La construcción del muro comenzó unos días después, el 18 de agosto. Para entonces, muchos habían huido ya, y muchos otros siguieron intentándolo a pesar de la mole de hormigón. Alrededor de 250 personas pagaron con la vida su osadía de pasar al otro lado. Para Occidente era el «muro de la vergüenza». Para el Este, su barrera contra el fascismo. Su caída el 9 de noviembre de 1989, 28 años después de su construcción, fue el comienzo del fin de los regímenes comunistas en Europa Oriental. Pero el muro de Berlín no cayó en un día ni en un otoño, como escribía Gorvachov en su libro «Cómo fue. La reunificación alemana». Y es que el empeño de los berlineses en recuperar su libertad hizo posible que el Telón de Acero que había dividido en dos al mundo pasase a formar parte del pasado".
 
 
Sin embargo, algunos alemanes tuvieron el valor de recorrer el camino "a la inversa", de ir a la contraquerencia, es decir, del Berlín capitalista al comunista. Recuerdo un revelador fragmento del libro Historia del presente, de Thimothy Garton Ash, donde se hablaba de Werner Krátschell. A pesar de las persecuciones de la policía secreta, hasta la apertura del muro en 1989, aquel sacerdote convirtió su parroquia en un asilo para los disidentes:
 
"El pasado fin de semana llevé a mi hijo mayor, Thomas, de diez años, a visitar a su padrino en Berlín. El padrino de Thomas, Werner Krátschell, es un sacerdote germanooriental de historia notable. Cuando Alemania del Este quedó separada del lado Oeste por la construcción del Muro de Berlín, en agosto de 1961, Werner estaba de vacaciones en la zona occidental. Y tomó una decisión extraordinaria: mientras miles de germanoorientales intentaban salir como fuera, él decidió regresar. «La gente me necesitará», dijo. Y desde luego que le necesitaban. Durante veintiocho largos años, Werner hizo todo lo que podía hacer un clérigo para aliviar el sufrimiento causado por la dictadura comunista, con valor y sentido del deber".
 
 
Han pasado 25 años, pero las cosas no han cambiado tanto. Europa sigue a medias y en ruinas, "como una sardina muerta y podrida". Pero siempre "Podemos" ir a peor de manos del camarada Pablo Iglesias.
 

viernes, 7 de noviembre de 2014

Bagatelas de otoño

"Sigue, sigue adelante y no regreses,
fiel hasta el fin del camino y tu vida,
no eches de menos un destino más fácil,
tus pies sobre la tierra antes no hollada,
tus ojos frente a lo antes nunca visto"
(Luis Cernuda)
 

Yo soy un hombre que ha salido de su casa por el camino, sin objeto, con la chaqueta al hombro, al amanecer, cuando los gallos lanzan al aire su cacareo estridente como un grito de guerra y las alondras levantan el vuelo sobre los sembrados.

De día y de noche, con el sol de agosto y con el viento helado de diciembre, he seguido mi ruta al azar, unas veces asustado ante peligros quiméricos y otras sereno ante peligros verdaderos.

Para entretener mi soledad he ido cantando, silbando, tarareando canciones alegres o tristes, según el humor y el reflejo del ambiente en mi espíritu.

A veces, al pasar por delante de una casa del camino, cantaba más alto, gritaba, quizá con jactancia, queriendo ser escuchado.“Alguna ventana se abrirá—pensaba—, y aparecerá un rostro simpático y jovial”.

No se abría ninguna ventana, no salía nadie; yo insistía cándidamente, e iban brotando de aquí y de allá caras torvas, miradas hostiles, gente en guardia, que apretaba el garrote entre las manos huesudas.

—Quizá les he ofendido —discurría yo—. Esa gente no quiere nada conmigo—seguía mi marcha al azar, con la chaqueta al hombro, sin objeto, cantando, tarareando y silbando…

Durante mucho tiempo la soledad, el graznido de las lechuzas, el aullido de los lobos me llenaban de angustia y de inquietud. Entonces intentaba acercarme a la ciudad; pero al querer entrar en ella me paraban en la puerta y me ponían como condición el dejar a la entrada unos sueños gratos, más gratos que la vida misma.

—No, no; prefiero volver al camino—murmuraba. Algún camarada me dice:—Descansa aquí. ¿Por qué no vivir entre las gentes? Hay remansos tranquilos, rincones donde los hombres no nos miramos torva y amenazadoramente.

—Amigo —respondo—, soy un hombre de paso, que se mueve y no arraiga, una hoja en el viento, una gota de agua en el mar. Ahora la soledad no me entristece ni asusta. Ahora conozco el árbol en que cantan los ruiseñores y la mirada confidencial de la estrella y encuentro suaves las inclemencias del tiempo y admirables las horas silenciosas del crepúsculo en que una columna de humo se levanta en el horizonte.

Y así sigo, con la chaqueta al hombro, por este camino que no he elegido, cantando, silbando, tarareando.

Y cuando el Destino quiera interrumpirlo, que lo interrumpa. Yo no protestaría.
 
Pío Baroja, "Desde la última vuelta del camino"
 
Obras de Godofredo Ortega Muñoz
 


miércoles, 5 de noviembre de 2014

Taberna Don Paco... to mu güeno


La madrileña calle Caballero de Gracia esconde dos secretos. El primero, un oratorio cuyo ábside neoclásico da a la Gran Vía. Y, un poco más abajo, en el número 36, la Taberna Don Paco, que es otro templo, donde se rinde culto a la religión pagana del toreo. Al cruzar el enrejado que hace de puerta, se accede a otro Madrid, uno que ya no existe, salvo en Don Paco. Las vigas de madera y las paredes de ladrillo visto preservan una colección de fotos en blanco y negro: Lupe subida a los hombros de Manolete, Caracol pegando un natural ante la mirada jovial de Paco Camino, Juan Belmonte y Rafael El Gallo sentados en un tendido de sol, Lola bailando y enseñando pierna, La Malena junto a la bellísima Carmen Amaya.
 

En la barra, dos señores hablan de toros con una copa de manzanilla en la mano. ¡Qué pocas tertulias taurinas se escuchan ahora! Recuerdan a Manzanares, con su inmortal vestido canela y oro. Precisamente, unos metros más al fondo, se encuentra Antonio López, regente de la sastrería Fermín. Al poco, los dos señores abandonan la evocación de Manzanares y arriban al puerto sin mar de Curro Romero. ¡Cómo toreaba Curro! ¡Ezo era otra coza...! Quien habla es Gonzalito, el leal mozo de espadas. Y su interlocutor, Paco, don Paco, el dueño de la taberna y su memoria, que pide una ración de tortillitas de camarones con el fin de avivar la tertulia. Nombrar a Ava Gardner basta para incendiar la tarde.
 

"Ava era muy generosa... y se lo bebía todo. Cuando yo era un chaval, me daba muy buenas propinas. Le llevaba el café a la suite del Castellana Hilton, y alguna vez hasta sopa de ajo. Cargaba con las migas de pan en una servilleta, porque antes no existían las bolsas de plástico", rememora don Paco. "¡Eza zeñora era una pantera!", apunta Gonzalito. Todos asienten, incluso Luis Miguel Dominguín, que observa la escena desde una fotografía. "En una ocasión, me pidió que le comprara cuatro velas. Yo se las subí al cuarto. Llevaba un batín de color aguamarina. Se lo desabrochó y empezó a bailar entre las velas. Fue un momento, pero… como abrir la Caja de Pandora, ¿me comprendes?". Algunos recuerdos alimentan más el espíritu que una ración de tortillitas de camarones. "Otra vez, en El Duende, a la señora se le cayó el mechero al suelo. Yo se lo acerqué, pero dijo que me lo quedara de propina. For you. Las propinas, antes, nos la repartíamos entre todos los trabajadores. Tasamos el Dupont de Ava y valía 2.000 pesetas. Yo pagué a mis compañeros la parte correspondiente y me lo quedé. Aún no conservo".
 
Lucía Bosé, Luis Miguel Dominguín y Ava Gardner

Llega la hora de la comida y de pasar al salón. Esto sólo ha sido el aperitivo. Gonzalito se marcha y don Paco tiene que atender a la clientela. La tertulia nos ha sabido a poco, por eso quedamos en vernos otro día para seguir hablando de aquel Madrid, que ya no existe, pero que sobrevive en la prodigiosa memoria de don Paco.
 
El entrañable don Paco

lunes, 3 de noviembre de 2014

Las mejores versiones... o perversiones

La BBC ha preguntado a sus oyentes cuáles son las mejores versiones de la historia de la música y, con el resultado, ha elaborado un listado que es una mamarrachada. En el "top ten" de la emisora británica sólo se libran de la quema el "Hurt" que Johnny Cash versionó en 1994 y el "Hallelujah" de Jeff Buckley. Lo demás, pura morralla, empezando por el tema más votado: la versión que los Pet Shop Boys realizaron del clásico "Always on my mind" de Elvis. Los ingleses vuelven a demostrar que perdieron el buen gusto en la noche de los tiempos.
 
 
Para remediar este desaguisado, desde "Contraquerencia", publicamos una lista de versiones alternativas, todas ellas memorables, de canciones con letra en inglés que hemos adaptado a nuestra manera. Sugerimos a la BBC que tome buena nota.
 
 
1-. El Príncipe Gitano canta "In the Ghetto", tema popularizado por Elvis en 1969:
 
 
2-. Raphael canta "The Age of Aquarius", compuesta para el musical Hair en 1967:
 
 
3-. Los Manolos cantan "All my loving", escrita por los Beatles en 1963:
 
 
4-. Los Sobraos cantan "Wonderwall", éxito de Oasis en 1995:
 
 
Lástima que Emilio El Moro no se metiera con el inglés, porque habría acabado con el papel.

domingo, 2 de noviembre de 2014

Día de Difuntos

 
Todos los demonios del Infierno y el Purgatorio te lleven, octubre de sudores pegajosos como de fiebres y calenturas, de tardes con amarilleos de ictericia, de luces densas que caían como un peso sobre los seres y las cosas, de calores que se pegaban como telarañas tibias, de tierras sedientas, de verdes marchitos, de hojas quietas, de veletas inmóviles, de flácido caer de ropas tendidas, de ventanas estérilmente abiertas a brisas y corrientes, de artificiales sofocos de invernadero. Todos los demonios del Infierno y el Purgatorio te lleven octubre deforme y contra natura, por haberte encarnizado con el verano prolongando su agonía hasta los Santos y los Difuntos.

Y bienvenido sea el dichoso mes que empieza con Todos los Santos y termina con San Andrés: el suave noviembre de crisantemos y suspiro de ánimas, de puerta ojival abierta de par en par para que la luz y el incienso rebosen de San Juan de la Palma, de triduo en la Magdalena, de memorias y recogimientos, de quietud y silencio. Porque calor y ruido van tan unidos como lo están el frío y la calma. Bienvenido sea el dulce, melancólico y contenido adagio de noviembre que preludia el allegro del Adviento que estallará, en su último domingo, con la fanfarria de trompetas, flautas, oboes y timbales del Oratorio de Navidad de Bach [...]

(Carlos Colón Perales)
 

 
Caen y rondan entorno del agua
como si fuera su decir: llorad.
Tañen las campanas silencio sin amparo
como si fuera su tañed: llorad.
 
Llorad los anclados en la sombra y en la muerte,
los desnudos sumergidos en la tierra pálida;
su mezcla fiel fluye mansamente
extinguiéndose al tacto de la corpórea
presencia.
 
Unge el búho la vida estéril
que enciende la dudosa llama amarilla del
recuerdo.
Presagian los perros la profunda verdad de los
ataúdes.
Y su oído hace eco a la nocturna servidumbre
de los muertos.
 
Las sombras lloran; las sombras dicen: llorad
llenos de horror y luto
los anclados en la vida de la muerte
eternamente.
 
Quien ahora
no tiene con sus pies bajo el mundo
largas filas de muerte horizontable,
negará para siempre lo que es llama y silencio.
 
(Manuel Cuña Novás)

jueves, 30 de octubre de 2014

El sentido profundo del toreo

"Cuentan las crónicas que en el último tercio del siglo XIX la concesión de una oreja para el matador le daba derecho a recoger la carne del toro como un premio a su desempeño. Ahí seguramente comienza a perfilarse el derecho a cobrar en contante y sonante por los toreros, lo que los fue transformando poco a poco, de ser oficiantes de ritos paganos cargados de símbolos religiosos en la antigüedad, en verdaderos profesionales manejados por mercadólogos como los conocemos hoy; y a que la fiesta de toros pase a ser, de una función pública, simbólica, gratuita y cuasi sagrada en donde se representa un drama milenario, a una función de paga, un espectáculo patrocinado o explotado por toda clase de intereses comerciales.
 
 
[...] Pero todos los toreros, cualesquiera que haya sido su característica expresión personal, de alguna manera conservaron bajo la apariencia fascinante de su arte y de su técnica la presencia viva del rito antiguo mítico-religioso en que consiste el ejercicio del toreo; y todos los públicos de cualquier parte y de cualquier tiempo reaccionan inconscientemente ante el misterio que se desarrolla en la arena, porque todos los seres humanos conservamos en nuestro código genético la tendencia a simbolizar en lo conocido aquello que desconocemos y nos angustia existencialmente.
 
 
Este fenómeno catártico y esta comunicación trascendente entre el que oficia y el que atiende, pasa casi siempre desapercibida por el esplendor y la perfección técnica y estética que ha alcanzado el espectáculo hoy. Pero de vez en cuando, pocas veces, el velo deleitoso se desgarra y aparece de pronto la magia incontenible del viejo drama milenario, porque nace algún torero que traspone los linderos de la técnica y los límites de la atracción estética para oficiar desde los hontanares del alma revistiendo de solemnidad su actuación y despertando tumultuosamente la riqueza simbólica en que consiste el batallar del hombre contra lo desconocido, contra la muerte y contra el mal y ante la presencia de lo impalpable de lo trascendente, lo divino, lo que apenas intuimos y nos alza de los lodos.
 
 
Pocos toreros han sobrepasado la frontera de lo técnicamente perfecto y los límites de la belleza que se capta por los cinco sentidos, para asomarnos, siquiera brevemente, a los espacios espirituales donde comienza lo sobrenatural y lo sublime.
 
 
[...] Es claro también, que debajo de toda la parafernalia mercadológica, la manipulación irresponsable de la bravura de la especie, de la innegable brillantez y el esplendor del espectáculo actual, late y vive la esencia mágico-religiosa, el mito y el rito antiguo que son el origen de la fiesta de los toros. Dígalo si no, la presencia misma de la plaza de toros, Coliseo romano redivivo, el traje tan arcaizante, tan espléndidamente recamado de oros y sedas que convierte al torero en un actor especial de un rito antiguo y solemne; el paseo de las cuadrillas, verdadero desfile que precede toda función sagrada, el cúmulo de normas y observancias que tienen que ser acatadas paso a paso durante la lidia, el brindis, las imágenes religiosas impresas en los capotes de paseo, la capilla de la plaza, el rito del sorteo y la ceremonia de vestirse de torero y tantas cosas más.
 
 
Pero no olvidemos que el toro ha sido siempre símbolo del poder incontenible de la naturaleza, de la fuerza ciega oculta que nos reta en nuestras vidas y de la energía generatriz y la amenaza de la muerte gracias a su naturaleza bravía. Y no olvidemos también, que cuando se atenta contra su bravura natural, se atenta en realidad contra la esencia misma del toreo. Si se diluye y atenúa la bravura, se pierde la razón de ser de su poder simbólico y muere con ello la razón de ser de la corrida como rito mágico-religioso, que es lo que le da solemnidad y trascendencia y lo que la defiende de caer simplemente en espectáculo de negocio como tantos otros que hoy en día nacen y mueren en cruda competencia por deslumbrar y excitar a multitudes hipotecadas por lo electrónico".

Alfonso Pérez Romo
Fragmento del libro "Rafael Rodríguez: el sentido profundo del toreo"
(Gracias a Xavier Gonzalez-Fisher por descubrírmelo)

miércoles, 29 de octubre de 2014

Una coplera infiltrada en "El cantante de jazz"


"En 1926, año de plenitud del arte cinematográfico mudo, Hollywood vivía tiempos dorados de prosperidad y la demanda de público no exigía más de lo que por entonces la producción de los estudios le ofrecía. No pedía, por ejemplo, que las sombras de la pantalla rompiesen a hablar, porque le satisfacía plenamente el lenguaje visual al que estaba acostumbrado. Pero los hermanos Warner, cuyos negocios bailaban sobre la cuerda floja de la bancarrota, pensaron que tal vez podrían alejarse del fantasma del crack si lanzaban al mercado la golosa novedad del cine sonoro [...] En El cantante de jazz (The jazz singer, 1927), tras una canción, Al Jolson se dirigía al público estupefacto y le decía: «Esperen un momento, pues todavía no han oído nada. Escuchen ahora». La platea del teatro Warner se conmovió como sacudida por un terremoto la noche histórica del 6 de octubre de 1927 en que por vez primera la imagen de Jolson pronunció esta frase premonitoria ante las masas, gracias a la magia blanca del Vitaphone.
 
Efectivamente, los espectadores apenas habían oído nada, y no por el celebrado Ma-a-a-mee que entona este hijo de un rabino, que había proferido sus primeros gorgoritos cantando en la sinagoga y que ahora aparece ante las multitudes, con la cara embetunada e interpretando al hijo de un cantor religioso judío aficionado al jazz, que sigue su vocación a pesar de la oposición familiar y triunfa en los escenarios, sino por toda una nueva era del cine que se inaugura con este punto y aparte decisivo".
 
Román Gubern ("Historia del cine")
 
 
A la vera de Al Jonson, una muchacha valenciana, delgadita, con el pelo corto y vestida como un chico, también formó parte del elenco de El cantante de jazz. Se trataba de Conchita Piquer. Así lo explicaba la diva de la copla en una entrevista concedida a Manuel Vicent en 1981:
 
"El maestro Penella me había hecho una canción llamada La maja de rumbo para cantarla en el barco cuando pasara la línea del Ecuador. Subí y la solté. Y allí se cayeron los palos de sombrajo. El empresario dijo al instante: «Esta niña tiene que debutar aquí mañana». Y empezó el lío. Penella, durante la noche, me compuso una canción que tituló El florero. Era un pregón de un muchacho andaluz; yo, salía vestida de chico con una cesta de esas con que venden mariscos en Sevilla, pero con flores. Y como no tenía ropa ni nada, me puse unos pantalones del maestro Penella que era pequeño y delgadito, una guayabera de dril que me hizo mi madre en unas horas, un pañuelito rojo y una gorrita, y aquí me tienes que aprendí la canción en una noche y al día siguiente en el ensayo general fue un clamor. Paré el espectáculo. Como mi nombre no figuraba en la compañía, los periodistas me bautizaron como The Flower's Boy para los restos. Fue la novedad de cantar en español, yo no sé lo que sería; un milagro de la virgen de los Desamparados, pero el caso es que el día del estreno me hicieron repetir la canción hasta seis veces, y cuando el maestro daba con la batuta en el atril para volver a empezar se me nublaban los ojos de gusto. A los pocos días se recibió un contrato de los hermanos Schubert, que eran propietarios de cincuenta teatros, por cinco años, a razón de 350 dólares a la semana. Y así me tuvo Schubert cantando El florero durante un año entero en el Winter Garden, de la calle 52, y Broadway. Trabajé con todas las figuras del momento desde Al Jolson al último mono".
 
 
Con mucha gracia, el gran músico Pedro Iturralde recuerda esta semana en ABC los inicios de la Piquer en Hollywood: "A ella le fue bien en todos sitios. Sólo en Argentina tuvo problemas con su nombre porque por razones obvias [ya saben, la concha argentina] se lo quisieron cambiar. Ella, claro, se negó. Ella quería ser Conchita Piquer".

 
Para doña Concha, la "sonoridad" de El cantante de jazz de Alan Crosland no supuso novedad alguna. Ella ya había protagonizado una película sonora cuatro años antes, en 1923, bajo la dirección de Jorge M. Reverte. Aquella pequeña cinta de once minutos, filmada en español, incluía recitados, un cuplé andaluz, una jota aragonesa y un fado. En la década de los 20, el cine sonoro era, pues, una innovación relativa, pero hizo falta que el espectro de la quiebra se abatiese sobre la Warner Bros para que la novedad técnica se incorporase a la producción comercial. 
 
 
Tal como apunta Gubern, la diversidad idiomática supuso un serio obstáculo en la difusión universal del cine sonoro, que se trató de resolver con el rodaje de diferentes versiones de cada película en varios idiomas. Imposible olvidar a otra señora de la copla, Imperio Argentina, cantando Los Piconeros en alemán.
 

martes, 28 de octubre de 2014

De la almendra dulce al "nougat"

A finales de octubre y primeros de noviembre, coincidiendo con la festividad de Todos los Santos, las calles se llenan de castañeros. Un otoño más, llegamos a la época de los frutos secos: castañas asadas por supuesto, pero también nueces, piñones, pistachos y almendras.
 
 
Durante estos días, en la ciudad francesa de Montélimar, preparan su famoso "nougat", un dulce hecho con claras de huevo, azúcar, miel de lavanda y almendras dulces recolectadas en el valle del Ródano.
 
 
Al término del siglo XVI, el agrónomo e infatigable viajero Olivier de Serre plantó los primeros almendros en el sur de Francia, procedentes de Asia Occidental. Poco después, inspirado por las recetas árabes que se susurraban por el puerto de Marsella, un panadero de Montélimar tuvo la feliz idea de mezclar la almendra con la miel, creando una pasta, parecida al turrón, que llamaron "nougat". Los lingüistas buscan el origen de esta palabra en el nombre latino del pastel de nueces, "nux gatum" o "nucatum", aunque en los alrededores de Montélimar cambiaron las nueces por las almendras. Para dar a conocer su producto, los pasteleros regalaron enormes cantidades de "nougat" a todas las personalidades que viajaban al valle del Ródano, entre ellos, los duques de Borgoña y Berry, que cargaron con un quintal de "nougat" (100 kilos) hasta París. Así, en el año 1778, se fundó la primera fábrica de este aromático "turrón francés" y, en 1837 abrió sus puertas la casa Arnaud Soubeyran, que funciona en la actualidad. Sin embargo, fue Emile Loubet, alcalde de Montélimar y posterior presidente de la República en 1899, quien disparó las ventas del "nougat" en toda Francia con la construcción de la línea ferroviaria.
 
 
Una bonita leyenda cuenta que el término "nougat" no procede de "nux gatum", sino de la expresión "Tu nous gâtes!" ("¡Cómo nos mimas!"), que exclamaban los nietos del valle del Ródano a sus abuelos cuando elaboraban este praliné con almendras de la región.
 

lunes, 27 de octubre de 2014

Se vende hotel


El Grande Hotel Guadiana fue proyectado por el arquitecto suizo Ernesto Korrodi en el primer cuarto del siglo XX, debiendo su construcción al fabricante de conservas Manuel Ramírez, con el fin de acoger a los comerciantes portugueses y extranjeros que pernoctaban en Vila Real de Santo António. Situado en la desembocadura del río que le da nombre, y en pleno centro histórico pombalino, el elegante edificio fue inaugurado en 1926 ajustándose a la corriente del Arte Nuevo con cierto toque afrancesado. Su primer director se llamaba Conrrado Wissman, nacido en Alemania y afincado en Lisboa a finales del siglo XIX, donde cosechó un enorme prestigio entre la burguesía portuguesa.
 
 
Aunque en la actualidad el Guadiana se encuentra abandonado, es el hotel más antiguo de los que se conservan en el Algarve. Cerró sus puertas por primera vez en 1987. No obstante, aprovechando la Expo de Sevilla, se reformó y volvió a la vida en 1992, para clausurarse de nuevo, y de forma definitiva, en 2007 a causa de problemas financieros. Hoy está a la venta, esperando tiempos de esplendor que, por supuesto, nunca llegan.
 

sábado, 25 de octubre de 2014

La pared

 
[...] Entre tu casa y mi casa
hay un muro de silencio,
de ortigas y de chumberas,
de cal, de arena, de viento,
de madreselvas oscuras
y de vidrios en acecho.
Un muro para que nunca
lo pueda saltar el pueblo
que anda rondando la llave
que guarda nuestro secreto.
¡Y yo sé bien que me quieres!
¡Y tú sabes que te quiero!
Y lo sabemos los dos
y nadie puede saberlo.
 
[...] Salgo de mi casa al campo
sólo con tu pensamiento,
para acariciar a solas
la tela de aquel pañuelo
que se te cayó un domingo
cuando venías del pueblo
y que no te he dicho nunca,
mi vida, que yo lo tengo.
Y lo estrujo entre mis manos
lo mismo que un limón nuevo,
y miro tus iniciales
y las repito en silencio
para que ni el campo sepa
lo que yo te estoy queriendo.
 
(Rafael de León)
 

"Las malas lenguas" (Jean-Charles Cazin)

jueves, 23 de octubre de 2014

El arma blanca en la copla

"En la lucha por puro prestigio, el hombre se hace reconocer por el hombre" (Kojève)
 

En comparación con las armas de fuego, que ponen distancia al duelo, las armas blancas tienen la ventaja de la cercanía y la inmediatez. Un hombre puede matar a otro mirándole a los ojos. Por eso, cuchillos, espadas, puñales y navajas han sido, desde siempre, el armamento del pueblo español. Y de la canción andaluza. Los compositores de copla tomaron el testigo de Lorca, autor de aquel poema titulado "Herido de amor":

Bisturí de cuatro filos,
garganta rota, y olvido.
Cógeme la mano, amor,
que vengo muy malherido,
herido, de amor huido.
¡Herido! ¡Muerto de amor!
 
 
En 1943, Rafael de León escribió "La baladilla de los tres puñales" para su libro Jardín de Papel. Al leerla, el maestro Juan Solano le puso música y fue estrenada en 1964 por Marifé de Triana con enorme éxito. Recientemente, Miguel Poveda ha grabado  una versión soberbia.

He comprado tres puñales
para que me des la muerte...
 
 
También para Marifé, y en el mismo año de 1964, Valerio y Solano compusieron "Cuchillito de agonía".

Cuchillito, cuchillito pa´mi muerte...
No pidas, tormento mío,
que deje yo de quererte.
 
 
Pero volvamos a las puñaladas, asestadas tanto por hombres como por mujeres, como la que pegaba bajo unos soportales "La Guapa", después de que un hombre la humillara por ser una mujer "de mal vivir". La canción fue estrenada por Conchita Piquer en 1947 durante su espectáculo llamado... ¡"El Puñal y la Rosa"!

Y una guapa te paró,
sólo por eso... ¡por guapa!
Y un cuchillo te clavó
y la sangre chorreó
en el embozo de tu capa.
Ya he perdido hasta mi nombre,
no es Mercedes ni es María,
que la sangre de ese hombre
otro nombre me ponía.
 
 
En el pueblo llano, las grandes traiciones siempre se han vengado con la punta de un cuchillo... o con tres puñales atravesados. "Mañana sale" fue compuesta por Rafael de León para Concha Piquer, que se cortó la coleta tras cantar esta complicada copla sobre una lotera despechada.

¿A quién le vendo la suerte?
¡Mañana sale y está premiao!
Mis ojos tienen que verte
con tres puñales atravesaos.
 
 
Decían de la bailarina y actriz Lola Montes que tenía en los ojos puñales con los que iba matando a los hombres más cabales. Así lo recogió en 1942 Rafael de León en su bellísimo pasodoble dedicado a aquella irlandesa de clisos claros que enamoraron hasta al rey Luis I de Baviera.

 
En este repaso por las armas blancas del repertorio coplero, no podemos dejar en el tintero "Cuchillo y espada", nueva obra de Rafael de León y Juan Solano, popularizada a comienzos de los 70 por Rocío Jurado, que solía interpretarla con un espectacular vestido de noche.

Toda la noche entre sueños
he sentido las navajas
navegando por mi sangre
igual que peces de escarcha.
 
[...] Espada, chuchillo,
dentro de un miedo amarillo,
cuchillo, espada,
espero tu puñalada...
¡mátame!

 
Poetas como Rafael de León o Xandro Valerio superaron, con mucho, a García Lorca. Como muestra este botón coplero, que parece patrocinado por una empresa de acero inoxidable. No existe mejor forma para cerrar el interminable y trágico duelo con armas blancas que recordar aquella estrofa de "A tu vera"...
 
Ya pueden clavar puñales,
ya pueden cruzar tijeras,
ya pueden cubrir con sal
los ladrillos de tu puerta...

miércoles, 22 de octubre de 2014

La cerámica en Triana (II)

"Oficio noble y bizarro, de entre todos el primero,
pues, siendo el hombre de barro,
Dios fue el primer alfarero y el hombre el primer cacharro".


El barro usado en Triana se formaba con tierras de dos tipos que eran transportadas hasta el alfar a lomos de un burro. La primera era llamada por los artesanos "antilla" o "barro azul", muy orgánico, maleable y extraído a orillas del Guadalquivir. El otro tipo era el que denominaban barro "alagartao", es decir, del color de la piel de lagarto. Solía extraerse este último en la cuesta del Aljarafe, donde las vetas profundas quedan al descubierto por el corte del terreno.


Al llegar al alfar, las tierras eran trituradas, echadas en balsas, mezcladas con agua, batidas, tamizadas y dejadas reposar hasta que perdían por evaporación gran parte de su humedad. Con ese grado de consistencia, la arcilla era extraída de los depósitos y amasadas con los pies para formar las pellas, que se almacenaban en un lugar húmedo para que se destruyeran lentamente sus restos orgánicos. Antes de usar la arcilla, se amasaba de nuevo, esta vez con las manos, sobre el sobadero, y con ella se creaban las piezas.

 
Los cacharros, torneados en la rueda de alfarero, eran colocados sobre largas tablas en las que se dejaban "orear" durante un tiempo, antes de ser introducidos en el horno. Cargado el horno, se cerraba con ladrillo y adobe y comenzaba la acción del fuego, al principio más suave, lenta y con humo, y al final, más intensa y limpia. El proceso duraba entre 12 y 15 horas y debía ser controlado para que las cerámicas se cocieran correctamente. El enfriamiento final tenía que ser lento para evitar cambios bruscos de temperatura que pudieran dañar las obras por una contracción repentina. La distribución uniforme del fuego en todas las partes de la cámara se regulaba abriendo o cerrando las lumbreras que hacían de chimeneas. El combustible usado en los hornos de Triana ha ido cambiando con los siglos. En el pasado era la "chamiza" o también la rama de olivo y, para loza dorada, el "borujo", esto es, el desecho de la molienda de la aceituna. Más recientemente ha sido frecuente usar la leña de pino y la de eucalipto.

 
En todo alfar solía haber hornos para "bizcochar" piezas crudas, hornos para cocer piezas decoradas y muflas. Los dos primeros tenían la misma forma y, aunque se les llamaba "morunos", su estructura esencial estaba ya definida desde el mundo antiguo. Construidos a principios del siglo XX, estos hornos eran bautizados con los nombres de famosos toreros de la época, como Gallito y Belmonte.


Cocida la arcilla una primera vez y convertida en "bizcocho" o "juaguete", puede ser cubierta por una capa que la impermeabiliza y que sirve de base a la decoración, como la cubierta de un esmalte opaco (el esmalte, cuando aún está crudo, es llamado en Triana "levadura" por ser un polvo blanco). Finalmente, los colores son óxidos minerales que, al fundirse, producen un tono determinado en cada caso. En el barrio se practicaron muchos procedimientos de pintura cerámica. Una vez decoradas las piezas con el procedimiento elegido (pintura a pincel, pintura sobre esmalte cocido, técnica de la arista, cuerda seca, reflejo metálico...), debían ser cocidas por segunda, y a veces por tercera vez, para lograr el producto definitivo.


La industria cerámica, a causa de la emisión de humos, siempre fue una actividad productiva molesta y por ello solía ser ubicada fuera de las ciudades. En el siglo XII, las alfarerías de Sevilla se establecieron preferiblemente a la otra orilla del río y, desde entonces hasta el XX, Triana ha sido el núcleo de producción cerámica más importante de Andalucía y uno de los más fructíferos de España. En la década de 1920, estaban activas en Sevilla más de veinte fábricas de este ramo, alcanzando su cénit en los años previos a la Exposición Iberoamericana de 1929.

(Fuente: Museo de la Cerámica de Triana, en la calle San Jorge)
 
Selección de azulejos trianeros: